Catatumbo, una región totalmente militarizada |
Ante la contundente movilización del campesinado del
Catatumbo, el cual protagoniza una amplia acción social desde hace ya casi un
mes, sustentada en un justo y adecuado pliego de peticiones sociales,
económicas, políticas, culturales y ambientales, la respuesta del gobierno
nacional en cabeza del señor Santos ha sido un desatino absoluto.
La actitud de la Casa de Nariño no es diferente a la clásica postura de
todos los gobiernos de la oligarquía frente a la movilización social y popular.
Menudean las mentiras, el desgaste, la manipulación, la represión y
la más descarada violencia contra los campesinos. Ya van 4 muertes a manos de
la policía, muchos heridos y encarcelados.
Sin duda, esta movilización campesina en el Catatumbo es un hecho social
y político extraordinario. Histórico, se podrá afirmar, sin exageración.
Que 12 mil campesinos, hombres, mujeres y jóvenes, de una
población de casi 200 mil habitantes realicen un despliegue de las proporciones
vistas, no tiene muchos antecedentes en la historia colombiana
y latinoamericana Basta hacer la comparación con las recientes
manifestaciones del Brasil, una nación de casi 200 millones de
habitantes, que despegaron con pequeñas concentraciones de 2000 personas, hasta
llegar al millón registrado en los eventos más cercanos.
La organización y la potencia de este movimiento reside en la justeza de
sus exigencias. Desde luego, en el alto nivel de conciencia de dicha subjetividad
agraria y democrática, conformada en la lucha y el trabajo heroico de líderes
muy probados.
Son diversos los aspectos de este movimiento sociopolítico que deben ser
analizados. Por ahora solo me interesa destacar la posición del gobierno del
señor Santos frente al mismo.
En principio, prevaleció el desconocimiento y el menosprecio por la
lucha campesina. Se jugó al desgaste y a la muerte de la acción rural.
Pero dada la envergadura de la protesta, de las manifestaciones y de la
eficacia de las formas de lucha utilizadas, se recurrió a una feroz carga de
violencia con grupos especiales de la policía, del ESMAD
(Escuadrón antidisturbios) para masacrar la protesta. Fruto de tal acción
terrorista policíaca fue la muerte de varios campesinos, ultimados
por tiros de gracia de francotiradores apostados en
lugares estratégicos de Ocaña y Tibú.
Como quiera que este escenario desnudó la naturaleza del régimen
colombiano ante los ojos del mundo, a renglón seguido se adoptó un
tono de conciliación y se improvisó una comisión de altos funcionarios de
Bogotá, que derivaron en un fiasco por la frivolidad y cinismo de su
Coordinador, un Consejero Social acostumbrado a banalizar los reclamos sociales
por la evidente degradación de su comportamiento social y político, luego de
haber sido por cierto tiempo un reconocido líder sindical, ahora emblema del
transformismo político promovido por la élite dominante.
Todo fue un fracaso y a renglón seguido se dio un
salto "metodológico" para acudir a los servicios de un
"experto" en solución negociada de conflictos que sirvió de antesala
del nuevo y tenebroso capitulo.
Me refiero al que hemos visto en los últimos tres días.
El nuevo escenario mezcla guerra mediática, estigmatización,
amenazas y criminalización.
El primer paso consistió en difundir un infame reporte periodístico
sobre Cesar Jerez, uno de los líderes de los campesinos, para endilgarle
vínculos con grupos guerrilleros y asociarlo con planes diabólicos para
sabotear el Estado.
La movida siguiente consistió en apurar el despliegue de
organismos judiciales para precipitar la penalización y captura de los
dirigentes que encabezan la protesta.
Ahora estamos, por cuenta del "experto" negociador de
conflictos, abocados a una clásica jugada de estos "técnicos", que
consiste en emplazar a una de las partes a que renuncie a sus recursos
ofensivos para derivar en la destrucción y fracaso de la movilización.
Obviamente, nada de esto va a doblegar el formidable alzamiento rural
del Catatumbo. Este potente movimiento social muestra otros niveles de
desarrollo dado que constituye una subjetividad política surgida en un largo
proceso de luchas y educación.
Adicionalmente, las condiciones políticas del gobierno Santos están en
su peor momento dado el enorme desprestigio de su administración.
Los campesinos del Catatumbo tendrán que avanzar en su protesta dado que
no existe la menor intención de Santos de atender sus demandas.
A la vista están nuevas acciones campesinas que regresaran a las
manifestaciones para exigir el cumplimiento de recientes acuerdos después de
grandes huelgas y bloqueos de vías para exigir subsidios para los cafeteros,
arroceros, paperos, paneleros, camioneros y ganaderos lecheros. Santos no ha
cumplido lo pactado y tendrá que vérselas con la indignación de
millones de labriegos y conductores de tractomulas.
Es grotesca y brutal la posición gubernamental de estigmatizar,
criminalizar y asesinar en el Catatumbo. Nada coherente con las conversaciones
de paz que se adelantan en La Habana para resolver el prolongado conflicto
social y armado. Queda al desnudo la demagogia y mentira del régimen de la
denominada Prosperidad Democrática. Estamos notificados de su "paz".
Al tiempo con la protesta campesina del Catatumbo ha ocurrido una amplia
solidaridad nacional con las reivindicaciones agrarias y democráticas
proclamadas. Es el apoyo generoso del movimiento social nacional sensible con
la heroica batalla campesina e indígena/Bari.