La periferia colombiana está que
arde. Las poblaciones marginadas están agotadas de tanta mentira y engaño de
los políticos liberales y conservadores. Viven en el abandono total y las
instituciones centrales del Estado se encuentran de espaldas a su drama
permanente. Y eso que hablan de Prosperidad Democrática
y paraísos sociales que solo existen en la imaginación
del Príncipe de Anapoima, el señor Santos
No hay vias. El Estado no funciona. Las basuras asfixian a los
pobladores. Los sueldos no se cancelan a los empleados públicos. Los maestros
no reciben su paga. Los hospitales están abandonados. los Alcaldes se
encuentran ausentes porque se dan la gran vida en las ciudades capitales y la
violencia es una plaga cotidiana, con las consecuencias sabidas de desplazados,
muertos y desaparecidos, que golpean a los más pobres y vulnerables.
Es exactamente el cuadro social, político y humano del municipio de
Guapi, en el departamento del Cauca, Costa Pacifica central, donde viven
33 mil colombianos, la mayoría afrodescendientes que han trabajado
por años en las minas, la pesca y la agricultura.
Guapi, milenario asiento de los indios Guapies, es escenario de una
importante protesta de 1200 habitantes que se cansaron de la negligencia de las
autoridades centrales y de la violencia que afecta su zona rural y urbana.
Desde hace 10 días se realiza allí un paro que exige arreglo
de las vías, renuncia del Alcalde Yarley Ocoro, un politiquero que abandonó su
ciudad porque se la pasa todo el tiempo en pachangas y frivolidades en Cali,
departamento del Valle del Cauca, desatendiendo las demandas y necesidades de
los habitantes del municipio. Ademas, los integrantes de la Asociación Coconuco,
que reúne a los Consejos Comunitarios de la región, demandan la
construcción de las obras de saneamiento y el manejo adecuado de las basuras.
También denuncian la feroz violencia que asola las veredas y los barrios
de la localidad.
Se alza la voz olvidada de los afrodescendientes del Pacífico colombiano
que tomaron la determinación de organizarse para luchar por sus
derechos fundamentales y por la paz.
Así que no es solo el periférico Catatumbo el que se
moviliza con su justo pliego de peticiones. Crece la audiencia.