La maquina mediática y su monopolio comunicacional
quieren invisibilizar el formidable alzamiento campesino en la región del
Catatumbo, sus 11 municipios y sus más de 200 mil habitantes.
A despecho de
esa movida no democrática, el proceso de movilización en dicha zona le ha
mostrado a Colombia y al mundo, cual es la situación real de millones de
personas, sometidas a la segregación social, la pobreza, la miseria y la
violencia sanguinaria de los aparatos armados del Estado oligárquico.
Los problemas
en dicha región son de vieja data y de mucha gravedad social y política.
Allí viven indígenas
Barí o Motilones que resistieron el colonialismo español y hoy son una pequeña
minoría de 3000 personas organizadas en dos resguardos indígenas.
Se trata de un
área con inmensos recursos petroleros, mineros, ambientales, agrícolas
y estratégicos.
Los
paramilitares en contubernio con las Fuerzas Armadas y policiales del gobierno
han sometido por largos años la población a campañas de exterminio y violencia
con masacres, desaparición, cárcel, torturas y despojo de sus tierras y
economía.
Mancuso, el
jefe de las AUC impuso el terror y la muerte al terminar el siglo XX y al
comenzar la actual centuria. El Iguano, otro demencial paramilitar, llevó a
niveles hitlerianos el rastrillo asesino que contó con el apoyo de la clase
política de Cúcuta y Norte de Santander.
Todos los
políticos de esta región han hecho, y hacen parte de la maquinaria de terror
que azoto al Catatumbo. Basta con examinar las hojas de Vida de gamonales como
Barriga, Corzo, Clavijo, Mora, Suárez Corso y los mandamases de Ocaña, para
comprobar su alta responsabilidad en la tragedia del Catatumbo.
Son
todos políticos santistas que se apropian de las rentas públicas,
como las regalías y las transferencias nacionales, y acuden a la
violencia de las bacrim para aplastar las voces de la oposición popular.
Son los mismos
que avalan la zona de recuperación y consolidación estratégica que manejan las
brigadas y batallones militares y se oponen, desde hace años, al funcionamiento
de la Zona de Reserva Campesina y sus avances significativos en planeación y
organización de la producción agrícola.
Estos políticos son
los artífices del despojo y apropiación particular de los dineros
asignados, mediante un Conpes, para la construcción de vías, acueductos,
escuelas, hospitales y financiamiento de proyectos productivos.
El Catatumbo, Cúcuta
y Norte de Santander es una de las áreas más afectadas por el desplazamiento
forzado de miles de familias campesinas.
Todas estas
circunstancias, más una erradicación de los cultivos de hoja de coca realizada
de manera arbitraria, aceleraron el potente alzamiento campesino que ya casi
completa un mes. Fenómeno que se demoraba en su manifestación, pues todos los
elementos estaban dados para que así ocurriera.
En el
Catatumbo, como ocurrió en el norte del Cauca hace algunos meses, se
ha hecho sentir un poderoso poder popular que se planta firme en sus
reivindicaciones y reclamos.
Es un poder
popular independiente, soberano, expresión de la democracia social, que indica
la tendencia general de nuestro pueblo a conquistar los espacios del derecho y
las libertades, al margen de la seudo democracia liberal y electorera que sirve
de festín a la politiquería burguesa y terrateniente
tradicional.
Por toda
Colombia están en curso procesos como el del Catatumbo que reflejan un
acumulado político y social de difícil manipulación por la
camarilla dominante.