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sábado, 27 de abril de 2013

El camino del ELN hacia la Paz



El ELN en marcha hacia encontrar la Paz

Carlos Medina Gallego / Sábado 27 de abril de 2013

Desde hace ya varias semanas viene flotando en el ambiente de la opinión pública nacional, alimentada por los medios de comunicación, la idea de que el Ejercito de Liberación Nacional (ELN) esta pronto a iniciar conversaciones con el Gobierno Nacional, que ya están listas las comisiones negociadoras de las partes y, que incluso, hay una agenda con posibles temas a discutirse.

Es posible que algunos de esos rumores sean ciertos, pero cualquier cosa que se diga antes de que formalmente se oficialicen los diálogos, son simples especulaciones.

Lo más fresco que tenemos en materia de información directa es el saludo que Nicolás Rodríguez Bautista, comandante del ELN, presentó a través de un video, al reciente Congreso Nacional para la Paz. Allí hay un conjunto de enunciados que señalan cual es la postura del ELN frente a un posible proceso de Paz y que camino se seguiría en tal caso.

La expresión, “el pueblo habla, el pueblo manda", con que Nicolás Rodríguez inicia su intervención en el video, es absolutamente determinante de la postura del ELN en relación con el modelo de negociación, que realizaría la organización, en un posible escenario de dialogo.

Para la organización, la participación de la sociedad civil es determinante y esta está unida a la posibilidad de que la paz se construya desde las regiones, con las comunidades y a través de procesos democráticos que mandaten los cambios y transformaciones que deben producirse; de ahí que retome la idea de un Movimiento Nacional por la Paz que conduzca a una Convención Nacional y se plantee como mecanismo de refrendación una Asamblea Nacional Constituyente.

Tres elementos serian importantes resaltar de la intervención del comandante del ELN en el camino hacia la paz con esta organización:

1. Contrario a otros procesos lo que busca el ELN es mediar como actor armado en un proceso de paz donde la vocería central la tendría la sociedad en su conjunto. Es esto lo que se desprende de la afirmación hecha por la organización al señalar que “El ELN le ha dicho al país que está dispuesto a sentarse en la mesa de diálogos con el gobierno, a buscar un ambiente propicio y caminos ciertos, para que se exprese y materialice por parte de las mayorías, la gran agenda recogida en los mandatos de años de luchas populares y sociales, que es lo más auténtico del sentir de las mayorías”. Lo que significaría que la agenda del ELN no sería otra que la mandatada por las comunidades en los distintos eventos nacionales realizados en los últimos años: El ELN ha asumido el mandato de la paz como un objetivo estratégico.

Si el anterior planteamiento en un primer momento pareciera difícil, la propuesta del ELN ayuda a irlo resolviendo pues crea los mecanismos para que todas esas demandas confluyan en un espacio común, que es lo que constituye el segundo aspecto a resaltar

2. El ELN retoma la idea de la Convención Nacional como un espacio en el que se expresan todas las fuerzas sociales y políticas con sus respectivas propuestas y construyen en colectivo un Mandato Nacional de Paz, según lo señalan al afirmar “Hemos propuesto la importancia de una Convención Nacional, como mecanismo democrático de encuentro y participación popular y democrática, donde las mayorías se expresen”. La idea del ELN de aumentar la capacidad de interlocución y participación de la sociedad civil se centraría en los esfuerzos que pudieran hacerse para que la Convención Nacional produjera un acuerdo político de transformaciones económicas, sociales y políticas que condujera a la dignificación de la vida de los colombianos.

3. Ese Acuerdo Político resultante de la Convención Nacional debe terminar refrendándose en una Asamblea Nacional Constituyente, según lo afirman al señalar: “…igual hemos planteado que una constituyente refrende las grandes decisiones salidas de un verdadero proceso democrático popular y social”. Y esto implica, en la actual coyuntura, que más allá de si hay una mesa paralela con el ELN, si se utiliza como mecanismo de refrendación de los acuerdos, como lo viene reclamando las FARC-EP, una constituyente, ambos procesos se encontrarían en ese único escenario. De ahí se deriva que el ELN y el Gobierno nacional, deben acelerar los procesos de acercamiento y la definición de una “agenda operativa”, realista y concreta, que satisfaga las partes y se inserten en las dinámicas sociales e institucionales que se adelantan.

De manera simultánea, el mensaje del ELN al Congreso Nacional para la PAZ, plantea la necesidad de construir un proceso de unidad política “…que aglutine a las organizaciones populares y sociales, los partidos y otras agrupaciones…”, con la idea que “Ha llegado la hora de superar ese andar de cada organización partido o grupo por su lado”. A través de este planteamiento, construido desde los imaginarios del sacerdote Camilo Torres Restrepo, el ELN convoca a los sectores políticos a retomar la idea del Frente Unido de manera que, en torno al discurso de la paz, se constituyan en una frente de confluencia política capaz de convertirse en alternativa de poder.

Es posible que en las próximas semanas el país se vea alegremente sorprendido con el anuncio de inicio de un proceso de conversaciones con el ELN; por ahora, lo único que se tiene es este conjunto de idea sueltas y el compromiso hecho por Nicolás Rodríguez Bautista de estar dispuestos a todo por alcanzar la PAZ.

* Tomado de Confidencial Colombia

sábado, 1 de diciembre de 2012

Proceso de Paz: ELN pide la intervención de Cristina Kirchner

Venezuela es uno de los garantes en el proceso de Paz en la Habana. Ahora ELN propone
que la presidenta de Argentina, Cristina Kirchner se asume para facilitar la participación
del Ejército Nacional de Liberación Nacional en el proceso.



En Cuba culminó otra fase de las negociaciones de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC. Se reanudarán el 5 de diciembre. La otra fuerza insurgente, el ELN, pidió la mediación de la presidenta argentina para favorecer el fin del conflicto armado.
Por Emilio Marín
Las principales noticias de Colombia procedieron del exterior, más precisamente de la Mayor de las Antillas. Allí hubo intensas negociaciones de paz entre los representantes del gobierno de Juan Manuel Santos y los delegados de la mayor guerrilla, las FARC.
Al cabo de once días de discusiones, los dirigidos por el ex vicepresidente Humberto de la Calle y el comandante Iván Márquez, respectivamente, abrieron ayer un receso hasta el próximo 5 de diciembre, luego de discutir como tema único la cuestión agraria.
Esa agenda tuvo que ver principalmente con el interés de la fuerza insurgente fundada por Manuel Marulanda Vélez, que sostiene que la base del conflicto armado de casi 50 años es la injusta situación que viven millones de campesinos. Éstos carecen de tierra donde trabajar. Sufren el desplazamiento interno por los embates del militarismo y paramilitarismo, que los criminaliza, los fumiga junto a sus animales y plantaciones y enferma, según los casos, o directamente los asesina, como ocurrió recientemente con diez personas en una finca.
Los campesinos y pueblos originarios de ese país son despojados de sus derechos y pertenencias ancestrales por las políticas oficiales que ceden esos millones de hectáreas a latifundistas, mineras y petroleras. Es una política preferente del presidente Santos, de la flor y nata de la oligarquía.
En este plano los puntos de vista del Estado y las clases dominantes se oponen por el vértice con los programas agrarios tanto de las FARC cuanto de la segunda fuerza insurgente, el Ejército de Liberación Nacional. Estas urgen la necesidad de una reforma agraria, defienden los derechos de campesinos y comunidades, critican el uso del glifosato y las fumigaciones impuestas por el “Plan Colombia” de Estados Unidos, proponen el cuidado del medio ambiente y el rechazo de las concesiones a petroleras y mineras, en su mayoría trasnacionales.
Se entiende la virulencia del enfrentamiento armado de medio siglo. En ese marco fue positivo que Santos, a diferencia de su antecesor Álvaro Uribe, abriera una negociación con las FARC, anunciada a fines de agosto pasado y con primera etapa en Oslo. El 19 de noviembre continuó por casi dos semanas en la capital cubana.
Foro en Bogotá
En el interín hubo posiciones muy disímiles, al discutirse la cuestión agraria, primera de las seis temáticas que las partes acordaron. La primera intervención del comandante Márquez tuvo tal contenido antioligárquico que en la representación gubernamental hubo algunos de sus miembros muy ofendidos: amagaron con dar algún portazo que por suerte no se produjo.
Las reuniones fueron en el Palacio de las Convenciones de Cuba, donde los delegados de la guerrilla han tenido una actitud más dialoguista con la prensa, en tanto De la Calle y los suyos sólo una vez aceptaron dar una declaración, sin aceptar preguntas del periodismo. Es un síntoma político: los rebeldes tienen más propensión a la batalla de ideas. Parece que no sólo son buenos en la pelea. A los enviados de Santos no les gusta tener que dar explicaciones públicas, acostumbrados a mandar.
En medio de tantas diferencias, se pueden rescatar dos acuerdos de la confrontación habanera. Uno es que se realizará un “Foro de Política de Desarrollo Agrario Integral” en la Universidad Nacional de Bogotá, con auspicio de la ONU. Participarán profesores, organizaciones sociales, sindicales y empresariales -ojalá que tengan su lugar los campesinos menos pudientes y pueblos originarios afectados-, estando previsto entre el 17 y 19 de diciembre próximo. Hasta el 8 de enero de 2013 tendrán tiempo de entregar sus conclusiones a la Mesa de Paz instalada en Cuba.
El otro logro es que ambas partes decidieron crear un sitio conjunto en la web. Funcionar desde el 7 de diciembre en www.mesadeconversaciones.com.co para difundir los comunicados. Según el cable de Prensa Latina, se abriría así “un espacio de participación virtual de la sociedad colombiana en el proceso de paz”. 
¿Cuánto se habrá podido avanzar en un acuerdo de paz que contenga un alto grado de justicia social en el campo? Es difícil saberlo. Y por las expresiones de los delegados de las FARC, este punto es clave para mirar con optimismo el avance de la negociación. Ellos fueron muy severos para juzgar los planes de la oligarquía: “las políticas neoliberales son responsables de ese escenario y de sus efectos; el asesinato, el desplazamiento de seis millones de campesinos, el despojo de ocho millones de hectáreas de tierras y la muerte anual por hambre de cinco mil niños”.
La postura insurgente viene aprovechando de mejor manera la tribuna de lucha política y propaganda que supone esta negociación. El día que comenzó esta fase, el 19/11, Iván Márquez anunció en nombre del Secretariado Nacional una tregua unilateral que durará dos meses, entre el 20 de noviembre y el 20 de enero de 2013. Santos, en cambio, militarista hasta el final, insiste en no acordar un alto al fuego bilateral y sus militares tienen órdenes de emprender más bombardeos y operaciones ofensivas. “La respuesta del Estado es clara y contundente -reiteró el presidente- no habrá tregua ni cese del fuego”. Es un error político pues ante la opinión pública nacional e internacional las FARC quedan como el sector más sensato y propenso a bajar la intensidad del conflicto.
Piden por Cristina Fernández
El 31 de octubre un comunicado del ELN, por su parte, propuso el cese bilateral de fuego y hostilidades, como una manera de dar alivio al pueblo y generar confianzas. La fuerza liderada desde 1998 por el comandante Gabino, Nicolás Rodríguez, buscaba su inserción en el diálogo de paz.
Esta fuerza rebelde ya tuvo en el pasado negociación con otros presidentes, que fracasaron por una u otra razón. Generalmente ese mal resultado devino por la pretensión estatal de forzar una rendición incondicional sin cambios en la estructura agraria y sin desmonte de los aparatos represivos. La base social de la guerrilla quedaba en peor condición que antes y sus militantes expuestos al crimen político, una vez desmovilizados.
El ELN recordó: “tenemos experiencia en materia de diálogos desde 1990 en Cravo Norte y Tlaxcala (México), en Maguncia (Alemania), en Río Verde (Antioquia), en el Sur de Bolívar y en las conversaciones desarrolladas en la Habana. Hemos presentado propuestas para la solución del conflicto”.
La ex senadora Piedad Córdoba, facilitadora de la liberación de retenidos de las FARC, estaba feliz por la apertura de la mesa entre esa guerrilla y el gobierno. Y declaró que pronto habrá noticias sobre acercamientos del gobierno y el Ejército de Liberación Nacional. Ella insistió ante el Estado para que se avenga a dar participación a esa segunda organización rebelde.
Desde otro ángulo, el presidente del Congreso, el oficialista Roy Barreras, pidió al ELN que se sume al proceso de paz abierto con las FARC “porque ahora las condiciones están dadas”.
El ELN tiene sus propias demandas para encarar ese proceso. Su documento reclamaba “la depuración de las instituciones y la revocación de los poderes locales y regionales construidos por medio de la presión y la corrupción narcoparamilitar”.
Trasuntando el interés por ser parte de esta nueva etapa política, el comandante Gabino dio entrevistas a diversos medios internacionales en los últimos meses. 
Concedió reportajes a los periódicos suizos L 'impartial y Le Courrier, donde declaró: “tenemos toda la voluntad para unos diálogos serios, realistas que aborden las causas del conflicto interno que es de carácter social y armado”.
En otro pasaje, el jefe de los “elenos”, llamó la atención sobre una contradicción: “nunca el gobierno ha reconocido que la insurgencia es fuerte, siempre han dicho que somos muy débiles y que no representamos ningún peligro, aun así Colombia tiene las Fuerzas armadas más numerosas, mejor dotadas militar y tecnológicamente en Latinoamérica. Si somos tan débiles, ¿no es esto un contrasentido?”.
El 17 de septiembre, un medio argentino, Marcha, difundió una entrevista exclusiva con Gabino, que llevó por título “ELN: Solicitamos a Cristina Fernández su contribución”. El video fue reproducido por CartagoTV de Neuquén y tuvo casi nula difusión a nivel nacional. Por su importancia y porque se pidió la contribución de la presidenta argentina, se reproduce textualmente la respuesta de Gabino: “hoy, cuando las posibilidades de un diálogo del gobierno con toda la insurgencia colombiana se hacen posibles, solicitamos de nuevo y comedidamente al gobierno de la presidenta Cristina Fernández, su contribución decidida como parte de los gobiernos del continente, amigos de la paz de Colombia. La paz de nuestro país hace indispensable el aporte de la comunidad internacional y los países que integran la Unasur, el ALBA y la Celac pueden brindar muy positivo apoyo”.

domingo, 4 de noviembre de 2012

La farsa electoral gringa en la recta final... y ¿El pueblo qué?








La Farsa Electoral Gringa en la Recta Final .. y ¿El pueblo qué?

Revista Insurrección


El día de votación es un día laboral. Es decir que para poder votar
millones de trabajadores deben pedir permiso y es potestad de los
patrones dárselo o no.

El día 21 de enero del 2010, la Corte Suprema de Justicia quitó de la
legislación las leyes que prohibían a la industria privada contribuir
a las campañas políticas. Ya no hay límites. Diferentes formas se han
forjado para que las grandes industrias a través de sus lobby o
directamente, financien las campañas de los dos candidatos. La
simbiosis que antes era oculta ese dia se desnudó. En estas elecciones
de noviembre están en venta, perdón, se van a elegir, un Presidente,
33 senadores y 435 representantes a la Cámara.

En la reciente Convención Republicana, habían palcos especiales,
encima del sitio de la Convención, donde llegaban o estaban los
grandes financiadores de las campañas, los hombres y mujeres más
ricos de EEUU. A través de ventanas observaban el carnaval, donde se
ratificó a Mitt Romney, como el rival del Emperador Obama. Ya no hay
cuentas de la cantidad de dinero que se gasta en cada campaña, cada
cuatro años. Son miles de millones de dólares. Oficialmente se habla
de más o menos ochocientos millones de dólares por campaña.

¿Quien elige al Emperador o mejor quien decide su nombre en los Estados Unidos?

Los dos partidos, eligen su candidato en las llamadas primarias. Sobre
un abanico y en gran disputa mediática y por supuesto económica, se
declara el seleccionado que viene financiado por los grandes lobby,
por todos los clubes de amigos y los donantes mayores. Los grandes
oligarcas dueños de las compañías transnacionales petroleras, los
emporios mediáticos, los grandes bancos y el complejo
militar-industrial, imponen su candidato y luego gobiernan cuando él
sea elegido Presidente.

Cada mediana y gran industria financia la campaña para que después
cuando salga elegido el candidato se les otorguen los contratos o se
legisle a su favor. Muchos de estos donantes lo hacen a ambas
candidaturas, sin rubor, como parte de la inversión necesaria para su
desarrollo como empresarios. Eso ya es parte de la cultura electoral
yanqui.

Los matices que diferencian las candidaturas y sus programas alcanzan
para que los ánimos de la población sean estimulados. La presencia
en Obama de cuestiones sociales, de impuestos a los más ricos, del
Seguro de Salud o Medicare y de algunas libertades y controles, con
respecto al aborto, a los homosexuales, al uso de armas, a los
inmigrantes y al desarme estratégico, son diferencias que suscitan
grandes debates y "llenan de democracia y libertad" la ausencia de
transformaciones estratégicas y sobre todo de cambios en la política
militarista y de Asalto al mundo que lleva adelante el gobierno
yanqui.

El barniz que cubre las verdaderas fauces de acero del establecimiento
imperialista, todavía cubre el rostro de Obama y lo hace simpático a
grandes masas de estadounidenses. Con las dos Convenciones realizadas
y los dos candidatos electos arrancó la segunda parte de esta farsa
que culmina en Noviembre. Ya se han realizado los debates en vivo, por
la televisión, importantísimos para una sociedad tan mediática como la
estadounidense.

De nuevo el afronorteamericano Obama ahora contra un
ultrarreaccionario anglosajón llamado Mitt Romney. Dos símbolos de los
nuevos Estados Unidos. Obama, prestigioso abogado que ha sabido
mantener en el mundo el dominio yanqui y sobrellevar la crisis a lo
interno, contra el mormón blanco y racista, acaudalado y exitoso
hombre de negocios, que promete más de lo mismo, pero para los más
ricos del país.

El poder conjugado de los emporios mediáticos con el control policíaco
y estatal; la profunda soberbia que han inoculado en el pueblo y una
planificada ausencia de cultura política; el extremo individualismo y
la lucha despiadada por la subsistencia en la más profunda crisis
social en décadas; el engaño del discurso electoral y la utopía del
sueño americano, todo esto se conjuga en la realidad de cada uno de
los pobladores de Estados Unidos que van a votar de nuevo como cada
cuatro años por quien le pondrá la soga en el cuello y asolará en su
nombre al resto del mundo.

El pueblo de los Estados Unidos tiene un papel esencial en la
transformación del mundo en un lugar donde la justicia social y la
equidad sea para todos los seres humanos, incluido el mismo. La toma
de conciencia es lenta pero continua, en medio de la gigantesca
crisis social. Los movimientos de los Occupy, de la contracultura, de
los veteranos a las guerras imperialistas, son muestra de una simiente
que está ahí y nos llena de esperanza.

Que despierte el Leñador!!, como decía el poeta nacional
estadounidense Walt Whitman.

martes, 28 de agosto de 2012

Si el río suena… ¿significa paz a la vista?


Si el río suena… ¿significa paz a la vista? Análisis ante el anuncio de conversaciones de paz entre Gobierno e insurgencia colombiana

por José Antonio Gutiérrez D.
Martes, 28 de Agosto de 2012 

Si el río suena… ¿significa paz a la vista? Análisis ante el anuncio de conversaciones de paz entre Gobierno e insurgencia colombiana
Estamos ante movimientos revolucionarios que representan a los más pobres. Ante movimientos guerrilleros que representan las aspiraciones históricas de ese campesinado que siempre se quedó debajo de todas las iniciativas de “paz” (...)Desde la perspectiva santista paz o guerra no son sino estrategias para imponer un insostenible proyecto económico-social neoliberal, basado en el Plan de (Sub) Desarrollo Nacional del santismo, cuyos pilares son la agroindustria y la megaminería.


Si el río suena… ¿significa paz a la vista?

Las conversaciones de paz han vuelto a ponerse, con el beneplácito de una buena parte del establecimiento, en la agenda política colombiana. Una pataleta de Uribe, que denunció acercamientos del gobierno con las FARC-EP en Cuba, buscando con ello canalizar apoyo para su proyecto ultraderechista[1], bastó para que se generara toda una corriente de opinión favorable a estos acercamientos, saliéndole el tiro por la culata. Santos, frente al tema, se manejó con gran hermetismo pero hoy TeleSur ya ha dado la noticia del millón: las FARC-EP habrían firmado el inicio de un acuerdo de paz con el gobierno colombiano[2]. Las expectativas son grandes cuando hace apenas unos días Gabino, máximo comandante del ELN, declaraba estar dispuesto a sumarse a una iniciativa de diálogo en la que tomaran parte las FARC-EP[3]. Pronunciamiento de gran importancia ya que entre las lecciones del pasado, está que no es posible hoy la negociación en paralelo con las distintas expresiones del movimiento guerrillero colombiano. En momentos en que escribo estas notas, estamos a la espera del pronunciamiento oficial de Juan Manuel Santos al respecto.
Este acercamiento no es gratuito ni nace de una buena voluntad del mandatario: es obvio que la tesis del “fin del fin” carece de sustento y que el Plan Colombia tocó techo. La insurgencia ha respondido al desafío planteado por el avance del militarismo y un nuevo ciclo de luchas sociales amenaza con el deterioro de la situación política en el mediano plazo, a un nivel que será difícil de controlar para la oligarquía. El escenario político parece, a veces, peligrosamente volátil. Por otra parte, tampoco sorprende la voluntad de la insurgencia para acercarse a una mesa de negociaciones: por una parte, porque es la insurgencia la que ha venido planteando desde hace 30 años, en todos los tonos posibles, la solución política al conflicto social y armado, y por otra parte, porque la insurgencia ha mejorado notablemente en los últimos años su posición de fuerza, no sólo en lo militar, sino sobre todo, en lo político.

Integrantes de la CBR, Cadena Radial Bolivariana, la Voz de la Resistencia de las FARC


Cuidarse de las falsas ilusiones

Aunque la firma de este acuerdo es un desarrollo positivo, no podemos ser excesivamente optimistas, ni mucho menos, triunfalistas, pensando que la “paz”, por sí sola, representará un triunfo para los sectores populares y sus demandas históricas, bloqueadas a sangre y fuego por más de medio siglo, desde el Estado. Hay que tener plena conciencia de que el camino hacia un eventual proceso de negociaciones está plagado de contratiempos, así como de que existen diferencias sustanciales, de fondo, respecto al tema de qué esperar de estas negociaciones o qué se entiende por esa palabra en boca de todos, “paz”. Hay que tener plena conciencia de que la oligarquía con la cual se negocia es la más sanguinaria del continente y que no entra a negociar por un súbito cambio de corazón.
Mientras que el conjunto de las organizaciones sociales plantean que la paz es mucho más que el cese al fuego, sino que consistiría en la resolución colectiva de problemas estructurales que originan la violencia, para el Estado sigue siendo un tema de desmovilización, reinserción y la discusión de formalidades judiciales relacionadas[4]. Santos quiere “una ‘paz express’, sumaria, mecánica. La quiere clandestina, sin la presencia de la multitud, sin sociedad civil, sin organizaciones populares. La quiere sin reformas, sin cambios de ninguna índole en la sociedad nacional. Para él es suficiente con el marco legal que se aprobó recientemente y tal vez las reglamentaciones que con dificultad podrá tramitar en un Senado hostil que se le sustrae aceleradamente ante el inminente proceso electoral”[5].
Santos ha sostenido una posición ambigua ante el tema de la paz: por una parte, dice tener las llaves de la paz, que un día se le pierden y al día siguiente aparecen en una caja fuerte; por otra parte, profundiza la guerra sucia, mediante el fortalecimiento de la militarización de las comunidades rurales (los llamados planes de Consolidación Territorial); mediante el fortalecimiento de los golpes a los mandos medios de la insurgencia y una estrategia de judicialización de las “redes de apoyo” del movimiento guerrillero que somete al poder judicial a las necesidades del proyecto contrainsurgente (esencia del Plan Espada de Honor); y por último, mediante el fortalecimiento de la impunidad para las acciones de las fuerzas armadas dentro de una estrategia sistemática de terrorismo de estado (la resurrección del llamado fuero militar, acuerdo al que llegaron Santos con Uribe recientemente).
Desde la perspectiva santista, paz o guerra no son sino estrategias para imponer un insostenible proyecto económico-social neoliberal, basado en el Plan de (Sub) Desarrollo Nacional del santismo, cuyos pilares son la agroindustria y la megaminería. Si se logra convertir esta oportunidad para abrir negociaciones en un espacio desde el cual impulsar las transformaciones sociales que demanda el pueblo colombiano, dependerá de la capacidad de presión y movilización del propio pueblo, y tal cosa sucederá a pesar del Estado, no gracias a él.




¿Paz? ¿Qué paz?


Hay una cosa que el bloque dominante no pierde de vista. Es que la negociación con la insurgencia hoy no es lo mismo que las negociaciones de 1990-1994. Acá no hay organizaciones cuyo espectro ideológico es un liberalismo radicalizado; no estamos ante grupos reformistas en armas, cuya dirección está copada por la “socialbacanería”; tampoco las demandas políticas de estas organizaciones insurgentes serán satisfechas con promesas de reformas constitucionales cosméticas ni con garantías generosas para desmovilizarse, ni aceptarán una “agenda restringida”. Estamos ante movimientos revolucionarios que representan a los más pobres de los más pobres. Estamos ante movimientos guerrilleros que representan las aspiraciones históricas de ese campesinado que siempre se quedó debajo de todas las iniciativas de “paz”. Estamos ante insurgentes cuyos pies se confunden con la tierra que pisan. Estamos ante quienes no han tenido nada y lo merecen todo.
Tampoco estamos ante grupos derrotados militarmente como los que se desmovilizaron en 1990-1994, sino que estamos ante organizaciones fuertemente arraigadas en amplias regiones del país, con capacidad operativa en casi todo el territorio nacional, con una renovada capacidad de golpear a las fuerzas armadas del Estado; en amplias regiones del país, la insurgencia es una realidad política insoslayable, un auténtico doble poder, que es legitimado en otras comunidades pisoteadas por la consolidación territorial del Ejército y el flagelo paramilitar. Aunque se quieran convencer de lo contrario algunos comentaristas[6], si la insurgencia negocia hoy es porque puede negociar, porque tiene fuerza y capacidad para hacerlo. Y bien saben en la Casa de Nariño que la desmovilización y la rendición anhelada por el uribismo no son una opción política.


Esto lo reconoce un artículo del 25 de Agosto de El Espectador:
Es claro que las Farc no son un interlocutor fácil. Quieren reforma agraria, así sea basada en la Ley de Tierras y la Ley de Víctimas; pretenden que se debatan las formas de contratación con las multinacionales petroleras y mineras; requieren espacios políticos para avanzar hacia un contexto más democrático, y creen que hoy la paz pasa también por el manejo óptimo del medio ambiente. Lo demás son detalles de forma, como el inamovible de que en caso de concretar una negociación, tiene que hacerse en el territorio nacional.”[7]
Resulta apenas obvio que el discurso de las FARC-EP como una organización “terrorista”, “bandolerizada”, “convertida en cartel del narcotráfico”, “lumpenizada”, es insostenible, pura propaganda, aún cuando puedan cuestionarse ciertos métodos que utiliza. Nadie en su sano juicio puede negar que todos los aspectos que la insurgencia reclama (tierras, recursos naturales, democracia, medio ambiente, educación, salud, seguridad social, etc.) son temas de crucial importancia, donde las políticas del gobierno hacen agua y que requieren de la más amplia participación del conjunto de la sociedad. Que la insurgencia tome estos temas y los convierta en elementos indisociables del avance de cualquier tentativa por superar el conflicto social y armado de raíz, es una auténtica pesadilla para los sectores más recalcitrantes de la oligarquía. No es la supuesta bandolerización de la insurgencia, tan bullada por los medios oficiales, lo que aterra a la oligarquía, sino su carácter político y revolucionario, así como su capacidad para articular las demandas de diferentes sectores sociales.
Es por ello que el bloque dominante sabe que la gran lucha que se viene a futuro es en el plano político, más que en el militar. Voceros del empresariado se han pronunciado a favor de una agenda de negociación restringida moldeada en la negociación con el M-19, es decir, una negociación sin cambios estructurales[8]. Esperan salir de las negociaciones con el menor número de concesiones y reformas posibles, y saben que esto los pone en contradicción no solamente con la insurgencia, sino con un sector importante del pueblo organizado. Por esto, debemos estar alertas ante el recrudecimiento de la guerra sucia y de los ataques en contra de las organizaciones populares en lucha por el cambio social que, tradicionalmente, han acompañado los procesos de diálogo en Colombia.

Se agota, momentáneamente, la estrategia militarista

Pero aunque esa oligarquía tenga mucho recelo de abrir las puertas a negociaciones que, con toda seguridad, terminarán en un debate nacional sobre proyectos antagónicos de país, sabe también que el persistir en el rumbo guerrerista es ponerse la soga al cuello; la insurgencia se fortalece y existe hoy una escalamiento del conflicto social y de la movilización popular en todo el país, que de persistir, podría amenazar seriamente la hegemonía del bloque dominante. El país se encuentra al borde de un nuevo ciclo de violencia precipitado por el desplazamiento forzado, el despojo violento de campesinos y comunidades, la penetración de la megaminería y la agroindustria en todo el país. La violencia con la que se viene imponiendo el modelo santificado en el Plan de (Sub) Desarrollo Nacional de Santos, genera, necesariamente, resistencia. Y la resistencia, en un país como Colombia, se da de múltiples formas, siendo caldo de cultivo para una situación potencialmente explosiva.
Negociar con la insurgencia le puede servir a la oligarquía, en sus más optimistas proyecciones, para lograr la paz neoliberal que permita el avance del proyecto neoliberal agro-extractivista, reduciendo los niveles de resistencia, al menos, de los proyectos insurgentes. En una encuesta a empresarios colombianos hecha por la Fundación Ideas para la Paz, “La gran mayoría dejó claro que descarta una agenda de negociación que incluya reformas estructurales y con múltiples actores, como sucedió en el Caguán. Prefieren una restringida al desarme, la desmovilización y la reintegración donde el Estado puede ser ‘generoso’.”[9]. O sea, paz para facilitar la explotación de las masas y del medio ambiente colombiano.
En las proyecciones menos optimistas de la oligarquía, las negociaciones servirían al menos para ganar tiempo y prepararse para enfrentar, de manera más letal y eficiente, el siguiente ciclo de violencia que se cierne sobre el horizonte. Tal fue la intención real del gobierno de Pastrana al enfrentar el proceso de negociaciones de San vicente del Caguán. El propio Pastrana, que hablaba de paz, mientras negociaba el Plan Colombia y daba rienda suelta a la herramienta paramilitar del Estado, reconoció cínicamente en un artículo a los diez años del quiebre de los diálogos del Cagúan este hecho:
“[El] Plan Colombia (…) [nos] permitió sentarnos a la mesa de diálogo en desventaja inicial, prácticamente desarmados, con la certeza de que se habría de concluir, tras éxito o fracaso, con un Estado armado hasta los dientes y listo, como nunca antes, tanto para la guerra como para la paz.”[10]

Andrés Pastrana tenía dos agendas; la pública, negociar con Marulanda y las FARC mientras,
con la oculta, armó las FF.MM. con la asistencia de los EE.UU. para lanzarse a la guerra total
cuando la oligarquia y el Pentágono consideraban que la agenda ya era demasiada avanzada.

En ambos casos, sea que la oligarquía busque la pacificación del país sin cambios sustanciales o sea que busquen ganar tiempo para seguir con el negocio de la guerra, cualquier paz que se logre será efímera, será apenas la calma que anteceda la violenta tempestad que arreciará de la mano de los excluidos, de los despojados, de los violentados, de los oprimidos. Y son ellos los que deben movilizarse para imponer la necesaria voluntad de cambios estructurales y de fondo: el viento sopla a su favor de momento, pues la movilización popular va en alza y existe una saludable tendencia a la unidad de los que luchan. Estos dos elementos favorecen la posibilidad de que el bloque popular se convierta en un factor de peso en las negociaciones, más aún cuando el bloque dominante presenta contradicciones internas que, sin ser antagónicas, son bastante agudas y le generan una crisis de hegemonía.


Los “enemigos (no tan) agazapados”: Santoyo y las contradicciones interburguesas


La hegemonía del bloque dominante, consolidada durante casi una década de Plan Colombia y la mal llamada “Seguridad Democrática” (de la cual Santos fue un continuador), se ve afectada no solamente por la creciente movilización y descontento popular, sino que por la erosión de la unidad del bloque dominante. Cada vez se vuelven más frecuentes los choques entre el uribismo atrincherado entre los elementos enardecidos de las fuerzas militares, de los ganaderos, de la narcoburguesía y del gamonalismo, todos los cuales ven en la guerra su gran negocio, y el santismo que representa los intereses supremos de los cacaos y del Capital transnacional, que buscan la “paz” para abrir paso a sus negocios e inversiones en el area agro-extractivista. Aunque estos últimos sectores también hayan recurrido al paramilitarismo para asegurar la “confianza inversionista” y al despojo violento para enriquecerse, privilegiarían una manera menos costosa de garantizar sus ganancias, lo que los pone en una situación un tanto diferente a los sectores de la burguesía que dependen, estructuralmente, del despojo violento para acumular Capital.
Alfredo Molano
El columnista Alfredo Molano, hace unos meses, analizaba esta contradicción en el bloque dominante y el impacto que tendría sobre un eventual proceso de negociación:
al presidente le queda más fácil negociar con la guerrilla que con los militares, los empresarios y los gamonales para no terminar derrotado en otro Caguán. Fue esa carencia el verdadero obstáculo de la negociación entre Pastrana y Marulanda. El error del expresidente no fue el despeje de 30.000 kilómetros, fue no haber negociado previamente con el establecimiento y con los militares el precio que esas dos poderosas fuerzas estaban dispuestas a pagar.”[11] 

Mientras se profundiza la crisis de hegemonía del bloque en el poder, y mientras avanzan las luchas populares así como la insurgencia, sería insensato para Santos no reaccionar ante la agitación que el uribismo lleva adelante en los cuarteles y su trabajo de polarización al interior del establecimiento. Ni Santos (ni los cacaos a los que representa, ni el imperialismo que lo respalda) aceptarán que Uribe se convierta en un factor de desestabilización. Todos ellos apoyaron a Uribe mientras éste les sirvió y les ayudó a recomponer la maltrecha hegemonía de una oligarquía decadente. Pero ni el imperialismo ni la oligarquía tienen amigos, sino que sólo intereses. En el momento en que deja de cumplir ese rol, Uribe se convierte en un “desechable”.
En este sentido debe leerse el acorralamiento general al que la justicia está sometiendo al círculo íntimo del uribismo, con la condena de Rito Alejo, los crecientes señalamientos de paramilitares como Mancuso entre sus nexos con las AUC, los líos de los familiares narcos del ex presidente y la deportación del general Santoyo. No es que recién nos estemos dando cuenta de lo podrido del entorno de Uribe; eso se sabe desde hace tiempo, pero ahora el contexto es otro. Particularmente el caso Santoyo parece ser un apriete importante contra Uribe: si alguien puede compremeterlo en el narcotráfico y el paramilitarismo, es él. Ya ha empezado a hablar de algunos generales, incluido el brazo derecho de Uribe, Mario Montoya, y ha amenazado con “cantar” sobre políticos[12]. ¿Será Santoyo la carta del santismo para intentar poner a Uribe bajo control? Habrá que ver la reacción de Uribe al anuncio de paz, lo que probablemente hará a través del Twitter. Pero si decide seguir jugando a la desestabilización, su caída, muy probablemente será solamente cosa de tiempo.


Meterle pueblo a la negociación


Aún cuando debamos ver las negociaciones sin ingenuidad y con bastante realismo, es indudable que el actual momento abre un potencial enorme para superar las condiciones estructurales que han llevado al conflicto social y armado en Colombia, y que han alimentado a este modelo de capitalismo mafioso que acumula en función del despojo violento. Tanto Santos como los empresarios rechazan, o son reacios a aceptar, la participación de “múltiples actores” en el proceso de paz. Es decir, buscan excluir al pueblo de la resolución de un conflicto que le afecta directamente, dejando así intactas las condiciones para el estallido de nuevas violencias, como las que crónicamente azotan a las sociedades del post conflicto centroamericano. Aún cuando el movimiento guerrillero en Colombia sea parte de un acumulado importante de luchas populares en Colombia, y aún cuando tenga un nivel de legitimidad muy importante en muchas regiones del país, está claro que ni la insurgencia, ni ninguna expresión del movimiento popular colombiano pueden tomar la representación exclusiva del movimiento popular.
Timoleón Jiménez, "Timochenko".
La propia insurgencia se ha manifestado en múltiples ocasiones en acuerdo con esta posición, la cual ven como consistente con sus postulados históricos. En su respuesta al profesor Medófilo Medina, el comandante máximo de las FARC-EP, Timoleón Jiménez, explica el sentido de la lucha de política, “por el poder para el pueblo”, de esta guerrilla comunista: “Ni en [el] Programa Agrario, ni en ningún documento posterior de las FARC hasta la fecha de hoy, se ha planteado jamás que como organización político militar nuestra meta sea la toma del poder tras derrotar en una guerra de posiciones al Ejército colombiano, como se repite una y otra vez por todos aquellos que insisten en señalarnos la imposibilidad de ese objetivo. Desde nuestro nacimiento las FARC hemos concebido el acceso al poder como una cuestión de multitudes en agitación y movimiento.”[13]

En esa linea, el citado artículo de El Espectador plantea claramente, como un problema para la negociación, que:

De antemano se sabe que otro de los aspectos difíciles es la agenda de las Farc. Al respecto, está claro que en principio la pretensión de la guerrilla es meterle sociedad civil al asunto. Es decir, que los movimientos sociales, la academia o las minorías políticas tengan la misma vocería que puedan tener los gremios económicos. Por eso el denominado movimiento de la Marcha Patriótica puede cobrar protagonismo. Se trata de crear espacios políticos donde la discusión no se limite únicamente al pulso entre el Gobierno y la guerrilla. (…) Sobre el tema del Cauca las Farc tienen un pensamiento claro: si se llega a dar un proceso de paz con el Gobierno, los indígenas de ese departamento tienen que tener una vocería especial en la mesa de diálogo.”[14]

Es necesario que el pueblo reclame y exija su derecho a tomar parte de este proceso y lo convierta en un diálogo nacional en el que se discutan los proyectos de país que están confrontados en un conflicto que no es solamente armado, sino ante todo social. Sobre la solución política, la misma respuesta del comandante Timoleón Jiménez establece que ésta:
no puede entenderse sino como un replanteamiento del orden existente. No se trata de que guerrilleros arrepentidos y previamente desacreditados en extremo, entreguen las armas, se sometan al escarnio mediático y jurídico, para luego, con la espada pendiendo de un hilo sobre sus cabezas, ingresar al mercado de la política partidista a fin de hacer coro a las mentiras oficiales. De lo que se trata es de reconstruir las reglas de la democracia para que se debatan ideas y programas en igualdad de oportunidades. Sin el riesgo de ser asesinados al llegar a casa. O desaparecidos y torturados por una misteriosa mano negra que ya se anuncia que existe, como aquellas fuerzas oscuras que exterminaron a la Unión Patriótica bajo la mirada impasible de la clase política colombiana. Es justo que se abra un debate público y libre sobre estos asuntos, que se pueda hablar de estos temas sin ser arrollados de inmediato por los monopolios informativos concertados.

“Sendas guerrilleras”, obra de la artista, pintora y guerrillera Inti Maleywa

Hay que meterle pueblo a estas negociaciones, aunque le moleste a la oligarquía ver a tanto patirrajado copando el debate político, terreno reservado por dos largos siglos de vida republicana a una élite dorada, a estirpes moribundas y decadentes cuyos apellidos se repiten una y otra vez ocupando todos los cargos de poder. Se trata de copar ese espacio, de llevar el debate político sobre la paz y la guerra, sobre el modelo político y económico a todas las plazas públicas de Colombia, a todas las facultades y escuelas, a todos los centros de trabajo, a las minas y las veredas rurales. Se trata de utilizar este debate para impulsar un proyecto de país que recoja y armonice las demandas más sentidas de todos los sectores populares que hoy luchan contra el modelo económico de muerte y saqueo impuesto por los de arriba. 

El anuncio del inicio de este nuevo camino en búsqueda de la solución política, no debe significar que haya que desmovilizar al pueblo. Muy por el contrario, indica que es hora de que el pueblo salga a luchar aún con más decisión, que se profundice la movilización social y que se fortalezcan los espacios de unidad del pueblo en lucha. Debemos rodear, más que nunca expresiones como la Marcha Patriótica para evitar un nuevo genocidio y proteger los espacios desde los cuales el pueblo movilizado hace sentir su voz y su apuesta por una nueva sociedad. Debemos apoyar las luchas de los campesinos, de los trabajadores, de los presos políticos, que hoy se encuentran en desobediencia y huelgas en todo el país. Debemos exigir el cese a la estigmatización, la persecución y el encarcelamiento de luchadores sociales. Hay que exigir el levantamiento del mote de "organizaciones terroristas" a los insurgentes para así garantizar las condiciones óptimas para el diálogo franco y libre. Debemos exigir que de este acuerdo inicial se avance a un cese al fuego bilateral y al desmonte del paramilitarismo como una manera de proteger la vida y la integridad de ese pueblo que hoy debe convertirse en el actor protagónico de este proceso.

Manifestación convocada por la Marcha Patriótica

Solamente la movilización popular garantizará que este proceso de paz que se vislumbra en el horizonte concluya con las transformaciones estructurales que reclaman amplios sectores en Colombia. Y a la luz de los enormes desafíos planteados desde el poder, esta lucha por la paz no será nada menos que una lucha abiertamente revolucionaria. Es hora de hablar claramente sobre la naturaleza revolucionaria de esta lucha, que compromete la confrontación de un modelo basado en la explotación, el saqueo, la muerte y la exclusión, con un modelo que crece en el corazón del pueblo, basado en la inclusión, en el respeto a las comunidades y al medio ambiente, de carácter sostenible para proteger la vida, la dignidad y la autodeterminación de las personas. No es nada más ni nada menos que el tipo de Colombia que se quiere construir lo que está en juego.
José Antonio Gutiérrez D.
27 de Agosto, 2012


[1] http://www.elespectador.com/noticias/politica/articulo-...-cuba
[2] http://www.telesurtv.net/articulos/2012/08/27/santos-y-....html Ver también http://www.caracol.com.co/noticias/escuche-aqui-la-entr....aspx yhttp://www.semana.com/nacion/telesur-dice-gobierno-farc....aspx
[3] http://www.semana.com/nacion/eln-dispuesto-proceso-conj....aspx
[4] Para un artículo que refleja las actitudes predominantes en el Estado sobre los alcances limitados que esperan de una eventual negociación, verhttp://www.elespectador.com/impreso/politica/articulo-3...antos
[5] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=155098&titular=l...eblo-
[6] Ver, por ejemplo, la última columna de Humberto de la Calle http://www.elespectador.com/opinion/columna-370093-paz o el siguiente artículohttp://www.elespectador.com/impreso/politica/articulo-3...antos Ver, en respuesta a esta tesis, un artículo nuestro previo http://www.anarkismo.net/article/21961
[7] http://www.elespectador.com/impreso/politica/articulo-3...e-paz
[8] http://verdadabierta.com/component/content/article/52-f...farc/
[9] http://verdadabierta.com/component/content/article/52-f...farc/
[10] http://www.eltiempo.com/Multimedia/especiales/caguan-pr...861-7
[11] http://www.elespectador.com/opinion/columna-353508-gran...rtida
[12] http://www.elespectador.com/impreso/judicial/articulo-3...ticos
[13] http://prensarural.org/spip/spip.php?article7176
[14] http://www.elespectador.com/impreso/politica/articulo-3...e-paz