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sábado, 10 de noviembre de 2012

El colmo del agente



El colmo del agente

Ingrid Storgen

Resulta que el señor formado para  espiar, controlar, vigilar, seguir los pasos, descubrir las cosas más ocultas, cayó en su propia trampa.
¿Todo por qué? Pues porque Eros, pícaro y atrevido arrojó una flechita que pegó en el corazón equivocado, o sea, el de una amante y la esposa descubrió el engaño y ardió Troya. Se desbarrancó el profesionalismo del tipo y fácil es imaginar el conflicto familiar que generó la situación, pero esa es una cuestión privada en la que no me voy a meter.

El general David Petraeus, director de la CIA,  cayó en desgracia, siente que manchó el buen nombre y honor de una institución en la que  se admite cualquier mácula menos las producidas por infidelidad y debió presentar su renuncia al cargo que ocupaba y en el que dicen que su desempeño fue impecable.
Pero códigos son códigos, la macana recorrió el mundo, nadie interpretó que el engaño es humano sino que se apoyaron en las teorías que mantienen actualizadas las condenas morales aún entre los pozos de amoralidad.

Un currículum impecable, 37 años de matrimonio, todo arrojado a la hoguera de la inquisición del siglo XXI y me imagino las culpas que sentirá –un poco tarde- el señor Agente, eso hasta me produce un poquito de pena…
Por supuesto que lo que más lo afecte no será  el engaño en sí, sino porque parece que fue más “inteligente” su esposa y eso suele ser imperdonable para los hombres.
Creo que el solo hecho de haberse descubierto su situación ya fue más que castigo para el pobre. Y lo terrible ha de ser asumir que una mujer descubra el “pecado” de una transgresión a la fidelidad comprometida, justo para una persona acostumbrada a extremar cuidados y a encontrar una molécula de proteína en la clara de un huevo y a simple vista.

Tal vez quepa que de ahora en más se vaya pensando en la posibilidad de que la señora Petraus ocupe el cargo vacante que debió resignar su esposo por picarón, por ahí empiece a instalarse  un poco de ternura en esa central en la que el crimen tiene un espacio adquirido desde hace tantas décadas. Sea como sea lo que siga, el Agente descubierto andará por los pasillos de su vergüenza mascullando una frase que en la CIA hoy más que nunca y aunque arcaica, tendrá vigencia: A bove ante, ab asino retro, a muliere indique caveto

 
("Guárdate del buey por delante, del asno por detrás y de la mujer por todos los lados").




martes, 6 de noviembre de 2012

¿Es que haría falta orden de la Corte para dar agua a los presos?




¿Es que haría falta orden de la Corte para dar agua a los presos?

Ingrid Storgen

Hace pocos días pudimos leer en El Espectador un titular que indicaba que “la Corte ordenó al Inpec suministro total de agua en todas las cárceles…”
Estamos hablando de Colombia y allí suelen darse las situaciones más difíciles de comprender.
¿Puede hacer falta que sea alguna Corte la que ordene que se le brinde agua a los prisioneros? ¿Era sabido, entonces, que los presos carecían de ese elemento? ¿Hubo necesidad de demorar tanto?
¿Acaso no es acceder a ese líquido vital un derecho adquirido por cualquier ser vivo? ¿Y más que derecho, una necesidad básica?
Sin embargo allí hizo falta que se dicte esa orden, aunque sabemos que ello no implica que se cumpla.

Otro detalle a tener en cuenta. En las cárceles colombianas se hacinan seres humanos purgando condenas  en las situaciones más aberrantes. Como la ausencia de agua, por ejemplo.
Sea que hayan delinquido y se los rotule presos comunes o estén en calidad de prisioneros políticos, por acción o por difamación, ya sabemos que la justicia colombiana también suele confundir términos y rotular muy mal y de esa “confusión” nacieron los falsos positivos.

Los distintos gobiernos que han pasado por la Casa de Nariño, se rasgaron las vestiduras hablando de los prisioneros en manos de la insurgencia y muy bien, afortunadamente ya no los hay.
Fueron entregados unilateralmente mientras el gobierno se negó, reiteradas veces al Intercambio Humanitario que proponían las FARC Los hemos visto cuando enfrentaron las cámaras de los distintos medios, rozagantes, aseados, en las condiciones que cualquier prisionero merece estar pese a haber transitado un camino espantoso como lo es cualquier prisión.

No faltó una señora prisionera, Ingrid Betancourt, a la que se mostraba en fotos como una pobre mujer famélica, encadenada, despedazada emocionalmente, pero que cuando la guerrilla la liberó y bajó del helicóptero, daba la impresión de haber salido de un spa.
A pesar de no haberse podido bañar con agua caliente ni jabón con esencia francesa lo que para ella “comprensiblemente” fue insostenible.
Se habló un tiempito más de su caso, buscó fama en el mundo y la tuvo,  pero ya sabemos que ésa suele ser efímera. Ni siquiera accedió al premio Nóbel que tanto especularon  podría recibir.
Nunca más se supo de la señora, de su tragedia, de sus amores nuevos y del viejo al que la prisión en la selva sofocó la llamita del amor.

Ella y todos sus compañeros de infortunio –pese a que según dicen, la señora no era compañera de nadie- se aseaban, comían y tomaban agua sin mediar ninguna orden judicial.  Accedieron a eso porque es tan lógico como indiscutible y así lo comprendían sus captores.

Pero más allá de la noticia que diera El Espectador, como siempre pasa, las crónicas se dan a medias. Por un lado se presenta la palabra de un juez como una orden a cumplirse, pero por otro lado esa misma ley hace la vista gorda ante otras situaciones tan espantosas como la falta de agua.

Es sabido que en la Picota/Eron ha comenzado un hacinamiento progresivo. En celdas para cuatro personas hay cinco y si los internos cuestionan ese atropello reciben, de la guardia, amenazas verbales seguidas por amedrentamientos ejecutados por hombres que parecen del ESMAD que pretenden “convencer” a los prisioneros que si no se calman serán trasladados a otros penales , por supuesto, aumentando el flagelo de los internos.

Sería muy bueno que la corte investigue que es lo que está sucediendo en esas cárceles-horror, que así como luego de tantos años comprendieron que los reclusos necesitaban agua, comprendan que también necesitan trato humano.
Esperemos que ese “gesto de buena voluntad” que demostraron hace unos días desde la justicia, se haga extensivo a las otras situaciones, porque todo demuestra que sin orden de la corte, en Colombia, el espanto es amo y señor en todos lados.
Y con esas órdenes, también.