El
colmo del agente
Ingrid
Storgen
Resulta que el señor formado para espiar, controlar, vigilar, seguir los pasos,
descubrir las cosas más ocultas, cayó en su propia trampa.
¿Todo por qué? Pues porque Eros, pícaro y
atrevido arrojó una flechita que pegó en el corazón equivocado, o sea, el de
una amante y la esposa descubrió el engaño y ardió Troya. Se desbarrancó el
profesionalismo del tipo y fácil es imaginar el conflicto familiar que generó
la situación, pero esa es una cuestión privada en la que no me voy a meter.
El general David Petraeus, director de la CIA,
cayó en desgracia, siente que manchó el
buen nombre y honor de una institución en la que se admite cualquier mácula menos las
producidas por infidelidad y debió presentar su renuncia al cargo que ocupaba y
en el que dicen que su desempeño fue impecable.
Pero códigos son códigos, la macana recorrió
el mundo, nadie interpretó que el engaño es humano sino que se apoyaron en las
teorías que mantienen actualizadas las condenas morales aún entre los pozos de
amoralidad.
Un currículum impecable, 37 años de matrimonio,
todo arrojado a la hoguera de la inquisición del siglo XXI y me imagino las
culpas que sentirá –un poco tarde- el señor Agente, eso hasta me produce un
poquito de pena…
Por supuesto que lo que más lo afecte no será el engaño en sí, sino porque parece que fue
más “inteligente” su esposa y eso suele ser imperdonable para los hombres.
Creo que el solo hecho de haberse descubierto
su situación ya fue más que castigo para el pobre. Y lo terrible ha de ser asumir
que una mujer descubra el “pecado” de una transgresión a la fidelidad
comprometida, justo para una persona acostumbrada a extremar cuidados y a
encontrar una molécula de proteína en la clara de un huevo y a simple vista.
Tal vez quepa que de ahora en más se vaya
pensando en la posibilidad de que la señora Petraus ocupe el cargo vacante que
debió resignar su esposo por picarón, por ahí empiece a instalarse un poco de ternura en esa central en la que el
crimen tiene un espacio adquirido desde hace tantas décadas. Sea como sea lo
que siga, el Agente descubierto andará por los pasillos de su vergüenza
mascullando una frase que en la CIA hoy más que nunca y aunque arcaica, tendrá
vigencia: A bove ante, ab asino retro, a muliere indique
caveto
("Guárdate
del buey por delante, del asno por detrás y de la mujer por todos los
lados").