jueves, 22 de noviembre de 2012

Paz y medios de comunicación, ¿de qué democracia estamos hablando?


Una buena ilustraciåon del estado de los medios de comunicación colombianos.  El
general Oscar Naranjo es entrevistado por el director de Caracol Radio, Dario Arismendi



Por Horacio Duque
Esta fuera de toda discusión la trascendencia de los medios de comunicación, en todas sus formas, en el modo como se organizan o desorganizan las sociedades contemporáneas. La plenitud comunicacional de las sociedades actuales las hace supersensibles a lo que indiquen los sistemas centrales de información.
Nuestras sociedades consisten en comunicación y esta, son actos fugaces y efímeros que las instituciones capaces de relacionar dichos actos convierten en estructuras sociales.
La paz, como la violencia, es una estructura social que deviene en universal social, en un orden general que nos indica el funcionamiento de una nación.
Colombia ha emprendido un nuevo esfuerzo para lograr una paz estable y duradera. Es el objetivo de la Mesa de conversaciones de La Habana, que ayer inicio con un debate sobre la reforma agraria democrática y el desarrollo rural, previo un Cese al fuego unilateral ordenado por las Farc, para atender un clamor nacional y que, en términos generales, ha tenido una muy buena aceptación en el país nacional, excepto por algunas destempladas voces que emanan de la burocracia bélica del Ministerio de Defensa, donde mucho perro ladra, interesada en proseguir con sus planes de guerra mediante la compra de costosísimo material al Estado sionista de Israel, el mayor beneficiario, junto con los intermediarios y lobistas, de los abultados presupuestos colombianos para el conflicto interno.
Pero el proceso de La Habana necesita el “hecho comunicacional” de la paz. La superación del conflicto no será posible con unos medios de comunicación hostiles que adversan los códigos del diálogo.
A nivel nacional y por todas las regiones, registramos una extensa red de periódicos, revistas, emisoras, canales de televisión y otros sistemas de comunicación que, por su abundancia, dan una apariencia democrática, pero en realidad son dispositivos antidemocráticos porque niegan la pluralidad de visiones existentes tanto en el registro noticioso de los eventos cotidianos como en el análisis de los columnistas de opinión, con mucha incidencia en la conciencia y el comportamiento ciudadano.
Muchos de estos medios de prensa, que posan de independientes y profesionales, en realidad son cajas de resonancia de poderosos grupos económicos regionales o de gamonales y maquinarias del clientelismo electoral, que los manipulan para su beneficio particular.
El bien público y los intereses comunales pesan poco en las salas de redacción de tales herramientas sociales de comunicación, información y análisis.
Es por tal razón que la pregunta que resulta obligado formularse es la siguiente: ¿de qué democracia estamos hablando en este país?
Pues de ninguna democracia.
Lo planteo a propósito del proceso de paz que está avanzando en La Habana, y es objeto de la hostilidad y distorsión de centenares de periódicos, revistas, emisoras, canales regionales y otros medios de comunicación de masas.
Cuando se examinan los editoriales de la prensa en rotativos como El Heraldo, El Colombiano, El Mundo, El Tiempo, El Meridiano, El Pailón, La Verdad, La Libertad, El diario del Sur, El Caqueteño, El Nuevo Siglo, Portafolio, La República, La Opinión, El País, Vanguardia Liberal, La Patria, La Crónica, El Nuevo Día, El Liberal, La Tarde, El Informador, La Nación o los análisis en revistas nacionales, Semana, o los programas de televisión y radio en Caracol, RCN, la carga central es hoy una verdadera artillería de guerra, intolerancia, señalamientos, distorsión e inexactitud sobre el conflicto social/armado y el Acuerdo general para la paz firmado el 26 de agosto.
Así es muy difícil, casi que imposible, la paz para Colombia. Lo que ha actualmente hay es un “hecho comunicacional” sistemático y estructural para la guerra y la violencia, pues es lo que impera en la retícula dominante de los medios masivos.
El país necesita un viraje en los sistemas de comunicación. Quienes se dicen periodistas, profesionales, deberían sopesar el error en el que incurren y el descomunal daño que le hacen a la sociedad. Si en verdad la esencia de su trabajo es la construcción de la democracia, la tolerancia, el respeto por la opinión adversa, podrían mostrar un gesto plural al permitir que otras opiniones y otros puntos de vista circulen por sus páginas, voces o imágenes.
No es por capricho que en el Acuerdo general de La Habana se menciona varias veces el tema para indicar que una parte muy importante de los derechos de la oposición es el acceso equitativo a los Medios de comunicación y que la Mesa de conversaciones -gobierno y Farc- adoptará un esquema de comunicación fluida para dar información objetiva sobre los avances de los diálogos que lleven a la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera.
Quien más puede hacer porque la prensa sea sinérgica con la paz es el gobierno, dueño de una multimillonaria pauta en sus presupuestos anuales. Sería la demostración de su coherencia con los diálogos que finalicen el conflicto social y armado en noviembre del 2013, como lo quiere Santos (al igual que su clase dirigente), muy golpeado con la celebración de los sandinistas en Managua, quienes lo han invitado cordialmente a que visite San Andrés.