Una buena ilustraciåon del estado de los medios de comunicación colombianos. El general Oscar Naranjo es entrevistado por el director de Caracol Radio, Dario Arismendi |
Por Horacio Duque
Esta fuera de toda discusión la
trascendencia de los medios de comunicación, en todas sus formas, en el modo
como se organizan o desorganizan las sociedades contemporáneas. La
plenitud comunicacional de las sociedades actuales las hace supersensibles a lo
que indiquen los sistemas centrales de información.
Nuestras sociedades consisten en comunicación y esta, son actos
fugaces y efímeros que las instituciones capaces de relacionar dichos
actos convierten en estructuras sociales.
La paz, como la violencia, es una estructura social que deviene en
universal social, en un orden general que nos indica el funcionamiento de una
nación.
Colombia ha emprendido un nuevo esfuerzo para lograr una paz estable y
duradera. Es el objetivo de la Mesa de conversaciones de La Habana, que ayer
inicio con un debate sobre la reforma agraria democrática y el desarrollo
rural, previo un Cese al fuego unilateral ordenado por las Farc, para atender
un clamor nacional y que, en términos generales, ha tenido una muy buena
aceptación en el país nacional, excepto por algunas destempladas
voces que emanan de la burocracia bélica del Ministerio de Defensa, donde mucho
perro ladra, interesada en proseguir con sus planes de guerra mediante la
compra de costosísimo material al Estado sionista de Israel, el mayor
beneficiario, junto con los intermediarios y lobistas, de los abultados
presupuestos colombianos para el conflicto interno.
Pero el proceso de La Habana necesita el “hecho comunicacional” de la
paz. La superación del conflicto no será posible con unos medios de
comunicación hostiles que adversan los códigos del diálogo.
A nivel nacional y por todas las regiones, registramos una extensa red
de periódicos, revistas, emisoras, canales de televisión y otros sistemas
de comunicación que, por su abundancia, dan una apariencia democrática, pero en
realidad son dispositivos antidemocráticos porque niegan la pluralidad de
visiones existentes tanto en el registro noticioso de los eventos cotidianos
como en el análisis de los columnistas de opinión, con mucha incidencia en la
conciencia y el comportamiento ciudadano.
Muchos de estos medios de prensa, que posan de independientes y
profesionales, en realidad son cajas de resonancia de poderosos grupos
económicos regionales o de gamonales y maquinarias del clientelismo electoral,
que los manipulan para su beneficio particular.
El bien público y los intereses comunales pesan poco en las salas de
redacción de tales herramientas sociales de comunicación, información y
análisis.
Es por tal razón que la pregunta que resulta obligado formularse es la
siguiente: ¿de qué democracia estamos hablando en este país?
Pues de ninguna democracia.
Lo planteo a propósito del proceso de paz que está avanzando en La
Habana, y es objeto de la hostilidad y distorsión de centenares
de periódicos, revistas, emisoras, canales regionales y otros medios
de comunicación de masas.
Cuando se examinan los editoriales de la prensa en rotativos como El
Heraldo, El Colombiano, El Mundo, El Tiempo, El Meridiano, El Pailón, La
Verdad, La Libertad, El diario del Sur, El Caqueteño, El Nuevo Siglo,
Portafolio, La República, La Opinión, El País, Vanguardia Liberal, La Patria,
La Crónica, El Nuevo Día, El Liberal, La Tarde, El Informador, La Nación o los
análisis en revistas nacionales, Semana, o los programas de televisión y radio
en Caracol, RCN, la carga central es hoy una verdadera artillería de
guerra, intolerancia, señalamientos, distorsión e inexactitud sobre el
conflicto social/armado y el Acuerdo general para la paz firmado el 26 de
agosto.
Así es muy difícil, casi que imposible, la paz para Colombia. Lo
que ha actualmente hay es un “hecho comunicacional” sistemático y estructural
para la guerra y la violencia, pues es lo que impera en
la retícula dominante de los medios masivos.
El país necesita un viraje en los sistemas de comunicación. Quienes se
dicen periodistas, profesionales, deberían sopesar el error en el que incurren
y el descomunal daño que le hacen a la sociedad. Si en verdad la esencia de su
trabajo es la construcción de la democracia, la tolerancia, el respeto por la
opinión adversa, podrían mostrar un gesto plural al permitir que otras opiniones
y otros puntos de vista circulen por sus páginas, voces o imágenes.
No es por capricho que en el Acuerdo general de La Habana se menciona
varias veces el tema para indicar que una parte muy importante de los derechos
de la oposición es el acceso equitativo a los Medios de comunicación y que la
Mesa de conversaciones -gobierno y Farc- adoptará un esquema de comunicación
fluida para dar información objetiva sobre los avances de
los diálogos que lleven a la terminación del conflicto y la construcción
de una paz estable y duradera.
Quien más puede hacer porque la prensa sea sinérgica con la
paz es el gobierno, dueño de una multimillonaria pauta en sus presupuestos
anuales. Sería la demostración de su coherencia con los diálogos que finalicen
el conflicto social y armado en noviembre del 2013, como lo quiere Santos (al
igual que su clase dirigente), muy golpeado con la celebración de los
sandinistas en Managua, quienes lo han invitado cordialmente a que visite San
Andrés.