Si permitimos que controlen lo
que vemos, oímos y leemos, controlarán también lo que pensamos.
El control de lo que vemos, oímos y
leemos
Salvador Capote
En los últimos años se ha producido en
Estados Unidos un avance espectacular en la monopolización de los medios.
Se puede tomar como punto de partida de este proceso la Ley de
Telecomunicaciones (“Telecommunications Act”) de 1996. Esta ley levantó las restricciones
que existían sobre la propiedad de estaciones de radio. Con anterioridad a esa
fecha, una compañía sólo podia ser propietaria de dos emisoras de radio AM y dos FM dentro del mismo
mercado y no más de 40 a
escala nacional. Con el cese de esta limitación se desató una ola de
consolidaciones.
En los seis años que siguieron a la
promulgación de la ley, “Clear Chanel Communications”, por ejemplo,
obtuvo el control de 1,225 estaciones de radio en 300 ciudades.
Actualmente su propiedad o control se ha extendido a más de 6,600 estaciones,
más de la mitad de las que existen en Estados Unidos, incluyendo una red nacional (“Premiere Radio Networks”)
que produce, distribuye o representa unos 90 programas, sirve a cerca de 5,800
emisoras y tiene alrededor de 213 millones de oyentes semanales. Incluye
también “Fox News Radio”, “Fox Sport Radio” y “Australian Radio Network”, entre
otras. Sus ingresos en 2011 alcanzaron la cifra de 6.2 billones de dólares.
Eliminadas las restricciones para la
consolidación vertical, sólo faltaba suprimir las limitaciones que existían a
la consolidación horizontal establecidas por la regla de la FCC (“Federal
Communications Commission”) de 1975 (“cross ownership rule”) que prohibía al
que poseía un periódico la posesión de una estación de radio (o de
televisión) y viceversa en el mismo mercado. El objetivo de la regla era
impedir que una sola entidad se convirtiese en voz demasiado poderosa dentro de
una comunidad. En 2003 la FCC flexibilizó estas restricciones, pero el Tercer Circuito
de Apelaciones bloqueó la aplicación de los cambios. En marzo de 2010 la Corte
levantó el bloqueo y quedó abierto el camino a la consolidación horizontal.
Los medios de prensa escrita, radiales
o televisivas, siguen las agendas que imponen los dueños. Cuando estos se
cuentan por miles, prevalece la diversidad de información y opinión dentro de
los límites que permite el “establishment”. Pero cuando la consolidación se
produce en gran escala, como sucede actualmente, la agenda que domina es la de unos
pocos y poderosos propietarios, y la ideología que adelantan los medios es, por
supuesto, la más reaccionaria y ultraderechista. Hoy tenemos más canales
de televisión que nunca antes, pero una cantidad sustancial de ellos se dedica al fundamentalismo religioso,
a las ventas por televisión, al más frívolo entretenimiento, o a la
pornografía. En el resto, la calidad ha descendido a su peor nivel, lo que,
unido al exceso de comerciales, alcanza límites embrutecedores.
Todo esto es extremadamente peligroso
en una sociedad que apenas lee ya y que ha perdido la capacidad para discernir
entre hechos y opiniones, porque
se ha acostumbrado a la selección o
presentación de los hechos en conformidad con criterios preestablecidos. Los
hechos se ignoran o se deforman para validar opiniones.
La desregulación abrió a la competencia
desleal todos los mercados de telecomunicación, incluyendo los de cable o
satelital, y la Internet. Cinco conglomerados mediáticos controlan el 90 % de
todo lo que leemos, oímos y vemos. Qué de extraño tiene que decenas de millones
de norteamericanos aprueben la guerra preventiva, los asesinatos
selectivos de presuntos enemigos de Estados Unidos, la tortura de prisioneros,
las violaciones de fronteras con drones, o los crímenes llamados daños
colaterales. O que ignoren completamente los sufrimientos de la población de
Cuba a causa de un bloqueo criminal de medio siglo, o las injustas y crueles
sentencias dictadas contra cinco patriotas cubanos.
La consolidación produce medios que no
están dirigidos a toda la comunidad. Los anunciantes proporcionan ¾ de los
ingresos, y a ellos solamente les interesa el sector de la población con
capacidad para adquirir sus productos o sus servicios. Típicamente, la
población de menores ingresos no es de su interés. La consolidación convierte a
los ciudadanos norteamericanos en simples consumidores y espectadores.
Actualmente, el libre mercado es el
criterio con el cual se analizan los medios, es decir, la operación eficiente y
la máxima ganancia constituyen los objetivos principales o únicos, sin tener en
cuenta el importante papel que deben desempeñar los medios en la sociedad y en
la vida pública. Los medios consolidados son generalmente grandes y complejas
instituciones sociales, culturales y políticas, no sólo económicas, que
ejercen una profunda y negativa influencia en la sociedad. Si permitimos
que controlen lo que vemos, oímos y leemos, controlarán también lo
que pensamos.