martes, 13 de noviembre de 2012

Exijo mano dura con la contrarrevolución: Percy Alvarado, Cuba





Hoy Martí noticias está de plácemenes. Casi todo su sitio web se ha hecho eco a una supuesta violencia contra los mercenarios de la SINA, quienes han cumplido al pie de la letra su papel como provocadores, en una sofisticada conspiración para “venderle” al mundo el despertar de una imaginaria Primavera Árabe en Cuba.
Basta con ver sus titulares y las coberturas que ofrecen sobre inexistentes golpeaduras a “opositores”, reclamos “desesperados” a organismos internacionales para que intervengan en Cuba, para despejar cualquier duda sobre la verdadera dimensión sobre la manipulación en marcha.
Creo, simplemente, que los grupúsculos mercenarios están actuando en armonía, en una misma dirección, bajo la batuta de sus empleadores. No es absurdo decir que la subversión se ha estructurado y actúa en correspondencia con las matrices políticas que les han orientado. Es una contrarrevolución más articulada y más peligrosa. Por ello, la percepción sobre cómo enfrentarla merece nuevas formas de enfrentamiento, merece acciones más eficaces dentro de la legislación penal existente en Cuba.
Hasta el momento sus mentiras, shows, acusaciones inmorales, huelgas devenidas en parodias, golpeaduras ficcticias, presuntos acosos, y toda la invención melodramática contrarrevolucionaria, no les ha dado resultado. Es por ello que han ido cambiando su forma de actuar, buscando una mayor eficacia en su discurso desestabilizador. Siempre bajo la guía supervisada de sus amos, quienes han obtenido ya vasta experiencia en Irak, Libia y Siria.
Un paso sospechoso es el creciente “envalentonamiento” de algunos de ellos, mañosos en buscar la confrontación para validar su papel de víctimas. Claramente, no es masoquismo, pues saben de antemano que nunca serán golpeados o torturados, asesinados o desaparecidos, tal como se vende falsamente al exterior. Salvo algunas excepciones en que se ha aplicado la ley con el merecido rigor, la gran mayoría de estos provocadores pasan unas pocas horas en un calobozo y luego son trasladados, gastando combustible necesario al país, hasta sus moradas. Este círculo vicioso, según mi criterio, debe acabar.
El derecho constitucional debe ser respetado y es, en sí mismo, un instrumento para preservar el orden y la disciplina social. Representa el criterio de la mayoría popular y, por ende, no puede ser pisoteado, ni vapuleado, tampoco irrespetado, por unos pocos asalariados de una potencia extranjera.
Por una deuda histórica con nuestros mártires, no podemos dejarle a nuestros enemigos la opción de actuar a su libre albedrío. Como yo, millones de cubanos repudiamos esos actos de irreverencia hacia nuestras autoridades, que son las que nos representan. Por una deuda con nuestra historia, no podemos vacilar en actuar con mano dura contra quienes hoy se creen capaces de montar shows mediáticos frente a nuestras estaciones de policía, nuestras instituciones del Poder Popular y otros órganos de nuestro gobierno, descalificándolos e ignorándolos.
Hoy nuestros enemigos inician las agresiones verbales y físicas contra los representantes de la autoridad en busca de una respuesta, pronta a ser filmada, distorsionada, manipulada. Falseada ya la realidad, el mensaje anticubano es enviado a Miami y algunas capitales europeas para ser difundido de manera falaz y venenosa. Para el enemigo, el plan funcionó; para nosotros ha representado una prueba más contra un contrincante desesperado y ansioso de convertir a La Habana en Trípoli y a Santiago de Cuba en Beni Walid.
Humildemente, como aquel que pasó una gran parte de su vida enfrentando a nuestros enemigos, cara a cara, reclamo una respuesta más firme ante el provocador. Contamos para ello con la legislación vigente y, sobre todo, el pueblo así lo pide.
En más de una oportunidad nos han tildado de represores, de torturadores y de todo tipo de falsas acusaciones, ignorando el humanismo de nuestro pueblo. En más de una ocasión se nos ha satanizado sobre la base de las mentiras propaladas por un grupito de mercenarios, hoy más ansiosos de protagonismo y de una victoria que nunca les dejaremos alcanzar. Con mentiras han querido difamarnos y con mentiras intentan vulnerarnos.
Con el respeto que me merece la dirección de este país que me acogió como a un hijo, no puedo dejar de ser honesto hacia él si dejo de reclamar justicia y respuesta contundente para quien pone en peligro nuestras vidas y nuestro futuro, con un hipócrita discurso sobre la “no violencia”, mientras crean las bases para una intervención del gigante del Norte en nuestra patria. 
Al traidor a la Patria, hay que juzgarlo con el peso de la ley.