Hoy Martí noticias está de plácemenes. Casi todo su
sitio web se ha hecho eco a una supuesta violencia contra los mercenarios de la
SINA, quienes han cumplido al pie de la letra su papel como provocadores, en
una sofisticada conspiración para “venderle” al mundo el despertar de una
imaginaria Primavera Árabe en Cuba.
Basta con ver sus titulares y las coberturas que
ofrecen sobre inexistentes golpeaduras a “opositores”, reclamos “desesperados”
a organismos internacionales para que intervengan en Cuba, para despejar
cualquier duda sobre la verdadera dimensión sobre la manipulación en marcha.
Creo, simplemente, que los grupúsculos mercenarios
están actuando en armonía, en una misma dirección, bajo la batuta de sus
empleadores. No es absurdo decir que la subversión se ha estructurado y actúa
en correspondencia con las matrices políticas que les han orientado. Es una
contrarrevolución más articulada y más peligrosa. Por ello, la percepción sobre
cómo enfrentarla merece nuevas formas de enfrentamiento, merece acciones más
eficaces dentro de la legislación penal existente en Cuba.
Hasta el momento sus mentiras, shows, acusaciones
inmorales, huelgas devenidas en parodias, golpeaduras ficcticias, presuntos
acosos, y toda la invención melodramática contrarrevolucionaria, no les ha dado
resultado. Es por ello que han ido cambiando su forma de actuar, buscando una
mayor eficacia en su discurso desestabilizador. Siempre bajo la guía supervisada
de sus amos, quienes han obtenido ya vasta experiencia en Irak, Libia y Siria.
Un paso sospechoso es el creciente “envalentonamiento”
de algunos de ellos, mañosos en buscar la confrontación para validar su papel
de víctimas. Claramente, no es masoquismo, pues saben de antemano que nunca
serán golpeados o torturados, asesinados o desaparecidos, tal como se vende
falsamente al exterior. Salvo algunas excepciones en que se ha aplicado la ley
con el merecido rigor, la gran mayoría de estos provocadores pasan unas pocas
horas en un calobozo y luego son trasladados, gastando combustible necesario al
país, hasta sus moradas. Este círculo vicioso, según mi criterio, debe acabar.
El derecho constitucional debe ser respetado y es,
en sí mismo, un instrumento para preservar el orden y la disciplina social.
Representa el criterio de la mayoría popular y, por ende, no puede ser
pisoteado, ni vapuleado, tampoco irrespetado, por unos pocos asalariados de una
potencia extranjera.
Por una deuda histórica con nuestros mártires, no
podemos dejarle a nuestros enemigos la opción de actuar a su libre albedrío.
Como yo, millones de cubanos repudiamos esos actos de irreverencia hacia
nuestras autoridades, que son las que nos representan. Por una deuda con
nuestra historia, no podemos vacilar en actuar con mano dura contra quienes hoy
se creen capaces de montar shows mediáticos frente a nuestras estaciones de
policía, nuestras instituciones del Poder Popular y otros órganos de nuestro
gobierno, descalificándolos e ignorándolos.
Hoy nuestros enemigos inician las agresiones
verbales y físicas contra los representantes de la autoridad en busca de una
respuesta, pronta a ser filmada, distorsionada, manipulada. Falseada ya la
realidad, el mensaje anticubano es enviado a Miami y algunas capitales europeas
para ser difundido de manera falaz y venenosa. Para el enemigo, el plan
funcionó; para nosotros ha representado una prueba más contra un contrincante
desesperado y ansioso de convertir a La Habana en Trípoli y a Santiago de Cuba en
Beni Walid.
Humildemente, como aquel que pasó una gran parte de
su vida enfrentando a nuestros enemigos, cara a cara, reclamo una respuesta más
firme ante el provocador. Contamos para ello con la legislación vigente y,
sobre todo, el pueblo así lo pide.
En más de una oportunidad nos han tildado de
represores, de torturadores y de todo tipo de falsas acusaciones, ignorando el
humanismo de nuestro pueblo. En más de una ocasión se nos ha satanizado sobre
la base de las mentiras propaladas por un grupito de mercenarios, hoy más
ansiosos de protagonismo y de una victoria que nunca les dejaremos alcanzar.
Con mentiras han querido difamarnos y con mentiras intentan vulnerarnos.
Con el respeto que me merece la dirección de este
país que me acogió como a un hijo, no puedo dejar de ser honesto hacia él si
dejo de reclamar justicia y respuesta contundente para quien pone en peligro
nuestras vidas y nuestro futuro, con un hipócrita discurso sobre la “no
violencia”, mientras crean las bases para una intervención del gigante del
Norte en nuestra patria.
Al traidor a
la Patria, hay que juzgarlo con el peso de la ley.