Tregua positiva en Gaza, en largo conflicto sin solución a la vista
Después de
ocho días entró en vigencia una tregua a las hostilidades entre el agresor
Israel y las autoridades de Gaza. En medio de tanto horror, esa tregua es
positiva, pero no se avizora una solución política.
Por Emilio Marín
En toda guerra es difícil, y llegado el caso irrelevante, la discusión
sobre quién disparó el primer tiro. Lo más trascendente es qué parte tiene la
razón y cuál carece de ella. El primer disparo también puede ser motivo de
polémica. Es que la guerra, para Carl von Clausewitz, es la continuidad de la
política por otros medios.
Benjamin Netanyahu, con el soporte político, financiero y militar de
la administración Obama, se victimizó por los disparos de cohetes hechos desde
Gaza por Hamas.
Esa versión choca con la realidad. Desde 2007, cuando aquella
organización ganó comicios democráticos en la Franja y llegó al gobierno,
comenzó un impiadoso bloqueo económico contra el 1.7 millón de palestinos. Ese
acto de genocidio se agravó con las agresiones bélicas propiamente dichas,
entre las que resalta la Operación “Plomo Fundido”. En 22 días, entre fines de
2008 y principios de 2009, una fuerza militar israelita entró en la Franja, al
cabo de bombardeos aéreos y navales, y disparó a discreción. Hubo 1.400
palestinos muertos y muchísimos más heridos, con una destrucción de edificios,
escuelas, viviendas y hasta centros de ayuda de Naciones Unidas. Del lado
israelí, 13 muertos.
¿Cómo estimar entonces cuál fue el primer tiro? ¿Fue el primer cohete
palestino de noviembre de 2012 o el inicio de “Plomo Fundido” en 2008?
El cronista marca la segunda opción y añade que también podrían
tomarse fechas anteriores, pues abundan las masacres contra los palestinos.
También hay que juzgar los resultados. En estos últimos bombardeos con
F-16, aviones no tripulados, artillería, tanques y barcos de guerra, además de
un alto número de edificios y servicios esenciales destruidos, murieron 162
palestinos. De la otra parte, 6. La desproporcionalidad de la destrucción y la
muerte sembradas de un lado y el otro, también califica quién es el agresor y
quién el agredido.
Netanyahu, su ministro de Defensa Ehud Barak y el general Benny Gantz
podrán exhibir un balance satisfactorio de su actuación. Dicen que liquidaron
dirigentes “terroristas”, nidos y rampas de cohetes, depósitos, túneles y otros
objetivos. Pequeño detalle: les faltó admitir que destruyeron media Gaza y
mataron a tanta gente, casi todos civiles, incluyendo muchas mujeres y niños.
Esto pesa mucho en la balanza mundial y fue un factor de importancia para que
se firmara un alto el fuego el 21/11, sin concretarse la amenaza sionista de
que su ejército FDI (Fuerza de “Defensa” de Israel o Tshal) invadiría la
Franja.
Esa derrota política israelí podría materializarse el 29 de noviembre,
cuando una mayoría de países de la 67º Asamblea General de la ONU acepte a
Palestina como observador. Hacen falta 97 votos pero ya 132 países la reconocen
como estado independiente. Lo de Gaza puede haber decidido esa votación, en
contra de Israel y EE UU.
Imperio menguante.
¿Por qué Netanyahu anunció una invasión terrestre donde iría “hasta el
final” y terminó por avalar una tregua negociada por el presidente de Egipto y
la secretaria de Estado norteamericana?
Influyeron varios elementos, pero uno no despreciable fue la opinión
de jefes militares y líderes políticos de Israel, alertando que esa incursión
podía ser muy costosa políticamente y en bajas propias.
Por otro lado, EE UU puede haber desaconsejado esa maniobra, porque
sus costados negativos iban a ser una factura que iría a la Casa Blanca. Y allí
no se pasa por el mejor de los momentos, cuando está por recomenzar otro
mandato de Obama, con muchas dificultades económicas y una negociación con los
republicanos que dista de estar cerrada.
Hillary Clinton, cuando arribó a Tel Aviv, presurosa desde Asia, dijo
que el apoyo a Israel era “fuerte como una roca”. Puede ser, pero es el propio
imperio el que no tiene esa consistencia pétrea. Su rol mundial viene en
declive y también en esa zona candente de Medio Oriente. Algunos aliados de la
Liga Árabe, como Egipto y Qatar, y ciertos miembros de la OTAN, como Turquía,
por momentos se desmarcan de sus planes.
El dato objetivo es que aún llevando a cabo una campaña de bombardeos
tremenda contra Gaza, ni Israel ni su aliado mayor pudieron doblegar a Hamas y
el premier Ismail Haniyeh. Más aún, luego de proferir tantas bravuconadas sobre
una ocupación militar, terminaron negociando con esa organización, calificada
por Tel Aviv y Washington de “terrorista”. El de Obama es un imperio menguante.
Casi, casi, les pasó como al presidente de Colombia, que durante años
descalificó a las FARC como “terrorista”, negándose a darle trato de parte
beligerante, y al final envió representantes a La Habana para diálogos de paz.
Esa negociación supone una admisión de la otra parte, antes negada. Y en los
hechos, sin llegar a tanto, Israel y el imperio han tenido que negociar con Hamas,
siempre demonizada como sinónimo de “terrorismo”.
Por eso dentro del Likud gobernante en Israel, pero también en los
partidos opositores como Kadima y otros, hubo voces contrarias a la tregua.
Estos críticos consideran que Netanyahu es un “blando”, lo que da una idea de
la derechización y fascistización de ese espectro político.
Leído en Argentina.
Puede considerarse que una mayoría de argentinos tiene una postura
crítica de lo actuado por Israel y la superpotencia. Una de los expresiones de
ello fue que Cristina Fernández pidió al Consejo de Seguridad una urgente
reunión para poner fin a los bombardeos. La presidenta también se dirigió a sus
colegas de la UNASUR, proponiendo respaldar el pedido de Palestina de ser
acogida como observador en la ONU.
Con matices, esa postura solidaria recorrió a muchas organizaciones
políticas, sociales y de derechos humanos, con alguna notoria ausencia, caso
del PRO de Mauricio Macri, quizás influido por el rabino Bergman o por su
secretario de política exterior, el ex menemista Diego Guelar.
Incluso analistas poco inclinados al antiimperialismo, como el
catedrático Juan Gabriel Tokatlián, escribió: “La asombrosa ausencia de crítica
de Europa frente a los bombardeos de Benjamin Netanyahu en el marco de su
propósito de reelección y el tardío viaje de la secretaria de Estado, Clinton,
a la zona se combinaron con el anuncio en Washington de que aumentará la
asistencia militar a Israel, mientras se reimpulsa una resolución en el Senado
norteamericano para retirar la asistencia a los palestinos si prospera en la
Asamblea de la ONU la aceptación de Palestina como Estado observador”.
Por supuesto que las barbaridades cometidas por el sionismo tuvieron
aislados defensores en Buenos Aires, como el escritor Marcos Aguinis, quien
desde la “tribuna de doctrina” pidió “una confiable supervisión internacional
que ponga fin al desvío de los cuantiosos fondos que llegan a Gaza. Esos fondos
son para el bienestar del pueblo, no para fabricar, comprar y disparar misiles
contra Israel”.
¿Cuantiosos fondos? Falso. Se entregan en cuentagotas e Israel cierra
la canilla casi todo el tiempo. ¿Para bienestar del pueblo? Aguinis, apologista
de la agresión, no es el más indicado para hablar de esos valores. ¿Para
comprar misiles? Si acusaban a Irán de entregarlos gratuitamente... Otros
defensores de Netanyahu fueron los dirigentes de la DAIA, la AMIA, la
Organización Sionista y la embajada, que organizaron el jueves en Pasteur 633
una marcha “Por Israel y por la paz”. Sabían que un término es contradictorio
con el otro y lo único que les importaba era justificar los bombardeos a los
palestinos. Al menos en París una manifestación similar juntó 2.500 personas,
cosa que aquí no ocurrió:
fue ínfima. Y en Nueva York los defensores de los mencionados crímenes
dijeron haber reunido 5 millones de dólares para ayudar a los pobladores
israelitas afectados por misiles (a los palestinos, ni un dólar). Los de la
DAIA y AMIA todavía no juntaron nada.
Se mencionó que el gobierno argentino ratificó su voto a favor de la
admisión de Palestina en la ONU. Hay que matizar diciendo que, a diferencia de
Evo Morales y Hugo Chávez, Cristina no rompió relaciones con Israel ni fletó a
su embajadora en Buenos Aires, Dorit Shavit. Más aún, el canciller Héctor
Timerman se comunicó con ella para pedirle disculpas por los supuestos desmanes
cometidos por los manifestantes que el miércoles fueron a protestar ante la
legación diplomática y quemaron una bandera del agresor.
La política kirchnerista es conciliadora con Israel. Cuando el sionismo
comete crímenes alevosos, lo critica, pero nunca va a fondo en esa denuncia.
Ejemplo: en octubre pasado, por presión presidencial, el director de la
Biblioteca Nacional, Horacio González, de Carta Abierta, revocó la autorización
que ya había concedido para la realización de un “Tribunal Ético a la Ocupación
y Colonización por Israel de Palestina”. El embajador palestino Walid Muaqqat
fue desairado y no se le pidieron, como a Shavit, las disculpas del caso.
Visto lo que ocurrió al mes siguiente en Gaza, ese
Tribunal hubiera sido premonitorio y justo de realizar.