Los principios de la paz.
Horacio Duque.
Todos los asuntos del ser humano responden a determinados valores y
formas de valorar. Responden a unos principios que le dan sentido a la acción
del ser social. Eso, la filosofía lo denomina axiología.
Por supuesto que la paz
tiene unos principios y una filosofía. Basta con examinar nuevamente el texto
clásico de Immanuel Kant "Sobre la Paz perpetua", para constatar
cuanta enjundia hay en el tema. El objetivo de dicho Tratado es encontrar una
perspectiva de gobierno para cada uno de los estados en particular que
favorezca la paz.
Una paz sin valores no
existe. Por tal razón, nuestra paz no puede ser ajena a unos principios. Son
los mismos que le dan sustancia a un proyecto como el consignado en el "Acuerdo General para la
terminación del Conflicto y la Construcción de una paz estable y duradera", firmado entre las
Farc/EP y el Estado colombiano, en cabeza del actual gobierno del señor
J.M.Santos, desde principios del mes de septiembre del año en curso.
El preámbulo del
Acuerdo, donde se establece su filosofía, marca el resto del texto, sirve de
fuente hermenéutica y permite la interpretación de cada campo del documento.
Tratar de omitir dichos
principios con argucias politiqueras -como la orden imperante de no debatir el
modelo- es jugar sucio para favorecer el angulo neoliberal de las élites
dominantes que sueñan con la rendición/liquidación, a como de lugar, de la
resistencia campesina revolucionaria.
La paz necesita
transparencia y honestidad. No se puede jugar a la ley del embudo. Lo pactado
es lo pactado, fruto de conversaciones y acuerdos entre delegados
plenipotenciarios que trabajaron largos meses en este delicado asunto.
Técnicamente es
imposible abordar temas, por decir, la seguridad alimentaria y no profundizar
en las implicaciones del mercantilismo en la destrucción de las economías
campesinas, por ejemplo vía TLC, para solo citar un caso de los muchos que se
incluyen en la Agenda.
Todo en el Acuerdo es
vital. Nada se puede omitir. Mantener un punto de vista cesgado puede llevar
hasta la idea absurda de excluir, por ejemplo, el asunto de las reglas de
funcionamiento pactadas. Sin estas las conversaciones serían un descomunal
caos.
Hechas tales
consideraciones, pasemos a mirar los principios de la paz de La Habana:
Primero. La construcción
de la paz es un asunto de la sociedad en su conjunto que requiere la
participación de todos, sin distinción; quiere decir que ella no se puede
construir a espaldas de la nación, que su legitimidad depende de la más
profunda intervención de todos, sin discriminación alguna.
Segundo. El respeto a
los Derechos Humanos en todos los confines del territorio nacional es un fin
del Estado que debe promoverse; lo que significa que materias como el desarrollo
rural no se pueden conversar sin hacer referencia al conjunto de los tratados
internacionales sobre Derechos Humanos, igual con el ámbito de la democracia
política.
Tercero. El desarrollo
económico con justicia social y en armonía con el medio ambiente es garantía de
paz y progreso; difícil no conversar sobre los impactos socio ambientales de
las locomotoras minera y agroindustrial que el gobierno nos ha impuesto a las
patadas a todos los colombianos con terribles consecuencias par la población
más pobre y en beneficio de potentes multinacionales que saquean nuestros
recursos naturales.
Cuarto. El desarrollo
social con equidad y bienestar, incluyendo las grandes mayorías, permite crecer
como país; es justamente todo lo contrario de lo que sucede con el modelo
neoliberal que nos impusieron desde hace mas de veinte años, con el gobierno del
Señor Cesar Gaviria.
Quinto. Una Colombia en
paz jugará un papel activo y soberano en la paz y el desarrollo regional y
mundial; ya esta visto todos los daños que al país le trajo el modelo de guerra
y belicismo de Uribe Velez durante sus ocho años de arbitrariedad e irrespeto
con la soberanía de otros estados.
Sexto. Es importante ampliar la democracia como condición para lograr
bases sólidas de paz; el autoritarismo, la violencia paramilitar, el fraude
electoral, la manipulación mediática, el clientelismo, la corrupción oficialista,
la parapolítica, el ventajismo, el desconocimiento de los derechos de la
oposición, han sido, desde siempre, el caldo de cultivo de la guerra civil
colombiana; exterminios como el de la Unión Patriótica no son precisamente
hechos de democracia y modernidad política.
Señores del gobierno, no
hay paz sin principios. Tan elemental como eso.