Mirador
CARLOS A. LOZANO GUILLÉN
Voz Edición No. 2012
El cuatro de noviembre se cumple el primer aniversario de la muerte
de Alfonso Cano, sucesor de Manuel Marulanda Vélez en la dirección de las
FARC-EP, en las montañas del Cauca, después de una intensa y desigual
persecución, durante dos años, a lo largo de la cordillera central, desde el
Cañón de Las Hermosas en los límites del sur del Tolima y el Valle de Cauca,
hasta las selvas caucanas.
Cano sentó las bases para el proceso de paz que está en marcha y
diseñó una estrategia política para que las FARC hicieran presencia en la lucha
popular y de masas.
Hay distintas hipótesis de los acontecimientos que rodearon la
muerte del comandante guerrillero por efectivos del Ejército y de la Policía Nacional,
como la de monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, quien asegura
que fue fusilado en estado de indefensión. Existe también la versión, que un
guerrillero de su más absoluta confianza lo entregó, después de haber sido
sometido a chantajes por parte de organismos de inteligencia que amenazaron a
su familia y le prometieron ayuda económica y legal. Lo cierto es que lo
mataron cuando avanzaban los contactos con el Gobierno Nacional en la búsqueda de
los acuerdos que condujeron, después de su ejecución, a la fase exploratoria ya
culminada.
¿Cómo entender el golpe mortal contra Cano si estaba comprometido en
la búsqueda de la solución política dialogada del conflicto? Es la pregunta que
aún no tiene respuesta. El presidente Santos, después de la muerte del
comandante de las FARC-EP, le envió un mensaje al Secretariado y a Timoleón
Jiménez, el nuevo Comandante, reconociendo que estos son los avatares de la
guerra y que por consiguiente debían mantenerse los contactos entre las dos
partes.
Roberto Pombo, director de El Tiempo, contó antes de sucederse el hecho
que una vez Santos le preguntó que si él fuera presidente y tuviera la
oportunidad de ‘dar de baja’ a Cano qué haría. Pombo le respondió:
“No lo haría porque él representa el ala política en las FARC”. El
mandatario no hizo ningún comentario.
Desde la década de los ochenta del siglo pasado, en plena guerra
sucia contra el Partido Comunista y la
UNO en el Magdalena Medio, antes del genocidio de la Unión Patriótica,
Guillermo León Sáenz, como era su verdadero nombre, tomó la decisión de
vincularse a las FARC porque consideró agotadas las vías legales.
Así ocurrió con tantos jóvenes de la época, en su mayoría
militantes de la JUCO,
en momentos de auge de la lucha guerrillera en América Latina. No fueron guerrilleros
de café como tantos otros sino consecuentes con lo que creyeron mejor para la
lucha revolucionaria.
Alfonso Cano murió en su ley y dejó un legado para los luchadores revolucionarios.
Fotos EL ESPECTADOR domingo 18.12.2011.