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lunes, 22 de abril de 2013

Cuando ‘Timochenk​o’ se la jugó.


María Elvira Bonilla


Por: María Elvira Bonilla, El Espectador.

La carta que Timochenko le envió al presidente Santos en noviembre de 2011, quince días después de la muerte de Alfonso Cano, adquiere un nuevo significado a la luz del proceso de paz en curso en La Habana y revelaría una inédita voluntad de buscarle una salida política al conflicto.

De no haber sido así, el ataque mortal a Cano, comandante de las Farc, quien junto con Pablo Catatumbo lideraba las aproximaciones iniciales a la negociación, hubiera hecho abortar el proceso en discusión.

Timochenko no llamó a la retaliación violenta. Prefirió arropar sus palabras con una retórica humanista y recordó el sentido político de la lucha guerrillera. Para el gobierno, el mensaje del nuevo comandante de las Farc corroboraba la voluntad de dialogar. Esto le dijo Timochenko al presidente:

“Todos tenemos que morirnos, Santos, todos. De eso no va a escaparse nadie. Unos de un modo y otros de otro. Unos por una causa y otros por otra. Algunos escogen una muerte heroica, gloriosa, profundamente conmovedora. Otros prefieren morirse de viejos, de un infarto o diabetes, tras una larga enfermedad en una cama o endrogados en medio de un burdel.

Es como la vida, unos prefieren pasarla haciendo dinero y engordando como cerdos, o practicándose cirugías para conservarse jóvenes, pisoteando a los demás y dándose ínfulas. Otros escogen caminos más nobles. Y son muy felices así. Es un asunto de conciencia. Pretender intimidarlos para que acepten vivir como los primeros es un error.

Y todavía más grave es matarlos. Pretender exhibirse como modelo de civilización y decencia dando la orden de despedazarlos a punta de bombas, plomo y metralla. O como sea. (…) Esta gente lleva medio siglo en esto, Santos. Algunos, de cabeza blanca, cuentan historias de sus días en Marquetalia. Otros hablan de los años en el Guayabero, de los primeros diálogos cuando Belisario. Hasta afirman que si entonces el gobierno hubiera pensado mejor, las cosas en el país hubieran sido muy distintas. La soberbia ha podido más que la razón.

Muchos cuentan experiencias de la guerra integral de Gaviria y su creación de las brigadas móviles. Y muchísimos más vivieron aquí lo del Caguán. Una enorme masa llegó después a estas filas. En ese devenir, seguramente, se han presentado múltiples deserciones y traiciones. Pero no ha sido lo determinante. Son más y más los revolucionarios y cuadros convencidos. (…)

Las Farc son miles y miles de revolucionarios que soportan las más duras condiciones porque creen firmemente en su causa. No ganan un solo centavo, no poseen nada material, el movimiento les da lo que necesitan. Y el movimiento son todos ellos. Son una impresionante creación histórica, aquí, en Colombia, ante nuestros ojos. Así no es Santos, así no es”.

Pasó un año después de esta carta para que el proceso diera punto. Y hoy, ad portas del reinicio de las conversaciones con Pablo Catatumbo, el comandante militar más destacado de las Farc, y el presidente Santos poniendo sobre la mesa la carta de su reelección por dos años, los necesarios para culminar los acuerdos con las Farc, quedan la guerrilla y el gobierno negociando sin plan B y con una única meta: el fin del conflicto y el inicio del tiempo para construir un país de todos y en paz. ¡Enhorabuena para Colombia!

lunes, 22 de octubre de 2012

Cuando hablar claro incomoda


Por: María Elvira Bonilla




El discurso de Iván Márquez en Oslo, quien habló en nombre del Secretariado de las Farc, cayó como un vaso de agua. Enfrió el entusiasmo prematuro frente al naciente proceso de paz. Y la verdad, no hay razones para ello.
No hay mejor aliado que la claridad a la hora de iniciar un pulso de poder como el que subyace en toda negociación. Es inútil pensar con el deseo y caer en engaños: las Farc son una organización alzada en armas contra el sistema y su organización política, social y económica, y buscan lograr cambios de fondo en el país. Escuchar lo que piensan, lo que rechazan con una rabia visceral, en lo estructural y coyuntural del gobierno Santos es útil y necesario. La visión de Márquez no solo la comparte el Secretariado en pleno, la pluma de Timochenko se siente en más de un párrafo, sino las bases guerrilleras y habitantes de esa Colombia aislada y marginal, sufrida, que no están de acuerdo con la lucha armada pero tampoco con el statu quo que no les brinda ninguna alternativa.
El arranque de las Farc no podía ser con mansedumbre. Márquez transmitió en palabras la hosquedad y la desconfianza que dan 30 años de vida armada, de haber dejado cualquier mediano confort urbano por el fusil y la selva. Una situación común a la actual dirigencia de las Farc, compuesta por universitarios de clase media y no campesinos, que ingresaron a la guerrilla con convicciones ideológicas formadas en la militancia política de izquierda en y las movilizaciones sociales en la década de los sesenta y setenta. Por esto fue un discurso alusivo a la realidad actual del país y a las dinámicas de globalización, distante del que leyó Joaquín Gómez en nombre de Manuel Marulanda en la iniciación de los diálogos en el gobierno Pastrana, en la plaza de San Vicente del Caguán, donde las reivindicaciones estaban ligadas al nostálgico universo rural de pequeñas fincas y gallinas sueltas, ese mundo campesino cuya destrucción vivió Marulanda y que fue el único que conoció.
De allí el drástico discurso de Iván Márquez, que comenzó con la crudeza de unos datos que describen un país sin equilibrios sociales, con unos bolsones de atraso que lo colocan lejos de la posibilidad de despegar hacia la modernidad. Recordó que somos el tercer país como mayor desigualdad del mundo, con 20 millones de colombianos aún en la pobreza, con 6 millones de campesinos que deambulan desplazados por las ciudades. Márquez habló que de las 114 millones de hectáreas que tiene el país, 38 están asignadas a la exploración petrolera, 11 millones a la minería; que la ganadería extensiva ocupa 39,2 millones; el área cultivable es de 21,5 millones de hectáreas, pero solamente 4,7 millones de ellas están dedicadas a la agricultura; un país que importa 10 millones de toneladas de alimentos al año.
Ojalá las Farc entiendan, con convencimiento, que la transformación de esta realidad, propósito que comparten muchos colombianos, es posible pero sin la amenaza de las armas. Con ellos actuando pero como fuerza política —Partido Bolivariano de la nueva Colombia—, jugando en los distintos espacios de la democracia, sin que nadie mate a nadie por pensar distinto. En buena hora Márquez no se mostró como lobo con piel de oveja, y de entrada mostró los dientes.
Tomado de El Espectador, Opinión | Dom, 10/21/2012 - 23:00