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viernes, 3 de mayo de 2013

Venezuela post Chávez: prueba de fuego y laboratorio para la izquierda (venezolana y mundial)


Nicolás Maduro, presidente de Venezuela


Marcelo Colussi
mmcolussi@gmail.com

“La invencibilidad reside en la defensa, las oportunidades de victoria, en el ataque”.

Sun-Tzu

“La tarea es formar revolucionarios y no consumistas, culminar una revolución y no competir en una subasta de votos”.

Luis Britto-García

Una elección reñida

Más allá de la interesada y tendenciosa matriz de opinión con que la derecha, tanto nacional como internacional, quiso presentar las recientes elecciones en Venezuela proclamando fraude a los cuatro vientos, la realidad es que Nicolás Maduro, aunque sea con estrecho margen, ganó.

De ello se pueden sacar varias conclusiones.

Por lo pronto, que la derecha está desesperada por terminar de una buena vez por todas con ese experimento político que es la Revolución Bolivariana. Ya lo probó de diversas maneras, hasta con golpe de Estado (en el histórico abril de 2002) y nada le funcionó. Ahora, ante el apretado triunfo del candidato del PSUV, vio una nueva oportunidad de asaltar el poder político que perdió desde la llegada de Chávez a la presidencia –continuado en la ocasión por Maduro– y no vaciló en intentar armar un nuevo escenario golpista.

El grado de desesperación por el poder que perdió desde hace ya algunos años no lo oculta. Curiosamente, el gobernador del Estado Miranda y ahora candidato presidencial, Henrique Capriles, contradiciendo lo dicho por él mismo unos pocos meses atrás, llamó a la sublevación: “«Más nunca los venezolanos tendremos guerra. No seré quien le pida a nuestro pueblo que salga a la calle a matarse unos con otros», dijo en su discurso al reasumir la gobernación del Estado Miranda hace unos días”, publicaba el diario La Nación el 17/01/2013. El 14 de abril por la noche, viendo que la “pesadilla” chavista continuaba, olvidándose de esas pasadas declaraciones no dudó en generar una movilización violenta que intentara cerrarle el paso al triunfo del PSUV (no puede asegurarse que operadores del gobierno estadounidense hayan estado involucrados, pero no sería de extrañar). La jugada no salió como se previó, pero fue suficiente para mostrar el odio de clase contenido que hay ahí: 8 muertos, 70 heridos y varios edificios destruidos patentizan el estado político-emocional de la derecha venezolana. La magra diferencia de votos obtenida por Maduro sirvió de excusa para que esa derecha, que se siente herida y desplazada en términos políticos, pueda dar rienda suelta a su vehemencia. El pedido de fraude, aunque estaba condenado a morir pues, de hecho, no lo hubo (así lo atestiguaron infinidad de observadores internacionales), fue un intento más de reconquistar la casa de gobierno.

Que la derecha tradicional venezolana, en sintonía con la de Estados Unidos y la del resto del mundo, odien visceralmente al proceso bolivariano, no es ninguna novedad. No podría ser de otra manera, puesto que ese proceso, aún siendo un socialismo muy tibio, más bien aguado, no deja de tener como sujeto de referencia un pobrerío difuso, que para la derecha es siempre sinónimo de “chusma peligrosa”. Esto, seguramente, no es ninguna conclusión nueva.

Pero de todo esto sí pueden marcarse elementos nuevos, de los que es posible extraer nuevas conclusiones, o más bien, abrir nuevos debates

¿Hay chavismo para rato?

Todo indica que el chavismo está a la baja. Lo cual no significa que va a su disolución; eso sería lo que anhela la derecha. Pero sí ha perdido la dinámica que tuvo un tiempo atrás. La ausencia del líder, Hugo Chávez, seguramente tiene mucho que ver con esa merma, lo cual, desde una lectura minuciosa desde la izquierda, debe llevar a plantearse fuertes autocríticas como movimiento: ¿todo dependía de su figura carismática entonces? Si así fuera, se está ante un grave peligro: ¿será ahora cada vez más difícil mantener la revolución sin el líder? Pero…. ¿y el poder popular, garantía misma del proceso transformador?

No hay dudas que el caudal electoral del movimiento bolivariano sigue siendo grande; de hecho –le guste o no a la derecha– continúa siendo la mayoría, así sea por un uno por ciento de diferencia. Sigue manteniendo además la mayoría parlamentaria, con 95 diputados sobre 165, y tiene 20 de las 23 gobernaciones. Pero todo ese aparato burocrático-estatal no significa que la revolución, en términos políticos, esté avanzando. Según estudia pormenorizadamente el fenómeno Luigino Bracci, “entre 2006 y 2012 los votos del chavismo crecieron en 882.052 votantes, es decir, 12 por ciento. Muy por debajo de lo que esperaba la dirigencia chavista. En ese período, los opositores crecieron en 2.298.838 votantes, es decir, 54 por ciento”.

Aún haya ganado esta nueva elección (17 triunfos sobre 18 justas electorales), esta victoria tiene algo de pírrica, y forzosamente debe hacer prender las luces de alarma llamando a la reflexión autocrítica. “Sectores del pueblo pobre votaron por sus explotadores de siempre”, fue una primera reacción del Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, leyendo los resultados. Seguramente la explicación es más compleja que eso. En las dos últimas elecciones, la que ganó Chávez en octubre del año pasado y las que ganó Maduro en abril del 2013, el caudal de electores del movimiento bolivariano desciende. Eso tiene que tener alguna causa profunda, y no sólo la “presunta estupidez” de los votantes que prefieren a sus “explotadores”.

¿Cómo en sólo seis meses pudo el bolivarianismo perder 685.794 votos y la oposición neoliberal ganar 679.099? ¿En verdad esos electores detestan que uno de cada tres venezolanos esté estudiando, y en forma gratuita? ¿Aborrecen el servicio médico sin costo de Barrio Adentro? ¿Les amarga que los patronos deban pagarles prestaciones sociales? ¿Les subleva que seamos el país más feliz y con menor desigualdad social en América Latina? ¿Odian tener pensión para su vejez? ¿Les repugna que la Misión Milagro devuelva la vista? ¿Les duele que el gobierno construya para los sin techo quinientas viviendas por día? Si tantas ventajas los molestan, nada les impide rechazarlas ¿Pero tienen que votar para que sus compatriotas también las pierdan?, se preguntaba José Manuel Rodríguez inaugurando así la crítica, tan indispensable en estos momentos.

La caída en el caudal de votos se debe a una sumatoria compleja de factores. La ausencia física de Chávez cuenta, por supuesto. Con él los problemas también estaban, pero su gran carisma y su enorme muñeca política, al menos hasta ahora, habían servido para ir solventándolos. O, al menos, posponiéndolos. Es importante no perder de vista que los problemas estructurales del país, en la década y media de su presidencia, nunca se abordaron de raíz. Hubo, sin ningún lugar a dudas, un notable mejoramiento en la calidad de vida de la población, debido a la más equitativa repartición de la renta petrolera. Pero el poder económico nunca dejó de estar en manos de la derecha tradicional. “Según las Cuentas Nacionales, explicitadas por el Banco Central de Venezuela (BCV), el PIB privado (el porcentaje de la actividad económica del país en manos directas del empresariado) corresponde al 71% del total (año 2010). En el año de 1999 el PIB privado era de 68%. Es decir que, a pesar de las nacionalizaciones, el PIB sigue siendo mayoritariamente privado, y comparado con países que nada tienen que ver con el comunismo –como Suecia, Francia e Italia, donde el PIB es mayoritariamente público (estatal)–, el estado venezolano no tiene en sus manos (salvo el petróleo) ningún resorte económico importante de la economía”, nos informa un economista marxista como Manuel Sutherland. El enriquecimiento de los banqueros nunca fue tan grande como en este período. 

Si la derecha levantó todas las armas posibles contra el proceso bolivariano, fue porque perdió su supremacía política. La económica nunca le fue cuestionada realmente.

Justamente por esa ambivalencia, porque los resortes básicos de la economía nacional siguieron en manos de la oligarquía vernácula, siempre ligada política, cultural y hasta emotivamente a la derecha estadounidense, el chavismo no avanzó en la construcción de una verdadera opción socialista con poder popular que levantara un proyecto de transformación radical. Más allá de un intento redistributivo y bastante retórica, la burguesía nacional no fue tocada. De ahí esa suma complicada de causas que hacen que el panorama económico-social se torne hoy tan dificultoso: inflación siempre creciente, una impopular devaluación del 46% en febrero pasado y un dólar paralelo por las nubes, desabastecimiento crónico de productos de primera necesidad, la siempre omnipresente dependencia del petróleo, el escaso desarrollo industrial propio que fuerza a importar casi un 50% de los alimentos. A lo que se suma, no como males menores sino, quizá, con mayor fuerza en la percepción de las grandes masas populares, una generalizada y abrumadora corrupción así como una delincuencia y una inseguridad ciudadana prácticamente fuera de control.

Ante este panorama la pérdida de 685.794 votos no significa simplemente que “los pobres son masoquistas y optaron por el candidato de los explotadores”. Esa corrida de votos tuvo mucho de mensaje, de voto castigo por todo este entramado de problemas que se van acumulando y a los que no se les da real solución desde el gobierno. Si los problemas estaban con Chávez (también la última enorme devaluación, por ejemplo), la presidencia que se le abre a Nicolás Maduro se vislumbra como mucho más complicada aún.

Por lo pronto, el caudal de votos con que llega a Miraflores, sin poner ya en discusión como quiere la derecha si es mayoría legítima o no (por supuesto lo es, así sea por un voto de diferencia), augura un panorama muy problemático: gobernará sobre una sociedad profundamente dividida. Y dividida, además, en partes iguales. Chávez siempre tuvo una diferencia electoral notoria sobre sus contrincantes; pero además –quizá es esta la cuestión básica– tenía total ascendiente sobre las Fuerzas Armadas, garantía última de la continuidad del chavismo. Maduro, no se sabe.

Está claro que Nicolás Maduro inicia su período presidencial en condiciones de mayor debilidad que Chávez. Más allá de la cuestionable campaña electoral donde se presentó como “el delegado” del Comandante, su “hijo dilecto”, su “ungido sucesor”, es evidente que, para bien y/o para mal, Maduro no es Chávez. Lo cual puede abrir interesantes oportunidades: no toda decisión habida y por haber en Venezuela tendrá que pasar por él, con lo que pueden ir pensándose nuevas formas de conducción, quizá no tan centralizadas como fue el caso en vida de Chávez.

Que Maduro sabe de todos los problemas con que va a enfrentarse (inflación, inseguridad, corrupción) es evidente. Por lo pronto habló de la puesta en marcha de un cuerpo secreto especialmente dedicado a la persecución de malversaciones, lo cual, por supuesto, sería un gran paso. Pero como dijo Mario Hernández: “El único problema que veo es que habla permanentemente de las medidas que va a tomar pensando solamente en el aparato estatal, en las fuerzas de seguridad, en las Fuerzas Armadas pero no piensa, ni menciona, desgraciadamente, la auto-organización de la gente, es decir, el desarrollo del poder popular, de las misiones, la profundización de la revolución”.

Y esto, justamente, nos lleva a la otra conclusión importante.

La Revolución debe ser más que un proceso electoral

“Las carencias del poder popular pueden ser fatales, puesto que allí se concentran los embriones de la construcción socialista. Ese poder es el gran resguardo de continuidad del proyecto revolucionario, frente a los imprevisibles vaivenes de la disputa electoral. Por esta razón cuando se cierra un acto comicial no sólo hay que contar los votos obtenidos. Se necesita saber cuánto se avanzó en la organización de la estructura popular”, decía acertadamente Claudio Katz siguiendo el proceso en Venezuela.

Si algún mérito a nivel internacional tuvo el proceso que abre Hugo Chávez, fue el de volver a dar esperanzas. En medio de una marea neoliberal salvaje, y luego de las sangrientas dictaduras militares que habían barrido Latinoamérica en las décadas de los 70 y los 80 del siglo pasado, el retomar banderas que parecían condenadas al olvido –socialismo, revolución, imperialismo– dio nuevas esperanzas, fue volver a creer que los cambios son posibles, que no estamos condenados ineluctablemente a un mundo de injusticias regido por los capitales. Esto será su gran aporte a la historia, sin dudas.

En la construcción del proclamado socialismo del siglo XXI fue mucho más errático, y ahí su legado es más difuso, quizá cuestionable incluso. Pero en el medio del mar de desesperanza que cundía para los 90, ganar elecciones con propuestas medianamente populares ya fue un logro. La sucesión de “presidentes progresistas” que se viene dando en Latinoamérica en estos últimos años, y las propuestas de integración alternativas a la égida de Washington que se vive (proyecto del ALBA, Petrocaribe, UNASUR, Telesur, Radio del Sur, CELAC), tienen en la figura de Hugo Chávez un referente obligado.

Si algo caracterizó a la Revolución Bolivariana –cosa que el mismo Chávez se esforzaba en remarcar constantemente– fue la continua apelación a lo que hoy entendemos por democracia, a las elecciones periódicas. Para taparle la boca a la derecha, que vivía vilipendiando al chavismo tachándolo de “dictadura”, los procesos electorales pasaron a ser casi una gimnasia cotidiana en la vida de los venezolanos en estos últimos años. De hecho, hubo más de una elección anual: 18 en total desde que se abrió este complejo proceso que pasó a llamarse “chavismo”, o Revolución Bolivariana. La vida política colectiva pasó a tomar la forma de elecciones (presidenciales, legislativas, de gobernadores, referéndum revocatorio), expresando en las urnas las contradicciones de clase, las que se pusieron al rojo vivo.

Todo pasó a tomar la forma de elecciones; lo cual, en principio, puede verse como un fenomenal avance. Pero bien analizado, y quizá como una réplica de lo que sucedía en el ámbito económico, más allá de la apariencia de hiper politización y participación cívica que este continuo llamado a elecciones podía dar, eso no construyó una verdadera opción de poder popular revolucionario. 
Democracia formal, sí; democracia de base, faltó. Porque democracia de base no es llenar una plaza con simpatizantes. Ahí está la enorme diferencia.

En vez de un partido político revolucionario con propuesta de transformación de base y poder popular real asentado en las asambleas comunitarias, desde la dirección del proceso (Chávez en cuenta) el esfuerzo estuvo más bien encaminado a reforzar la maquinaria electorera. Como bien lo dijo Luis Britto-García: en vez de forjar cuadros revolucionarios se terminó generando una subasta de votos al peor estilo de cualquier candidato burgués. Incluso se llegó a la cuestionable situación –aparentemente muy amplia y democrática– de transformar la vida política venezolana en un continuo plebiscito donde las opciones eran votar por sí o por no, a favor o en contra. Y se entiende que…. a favor o en contra del comandante. “Están conmigo o están con el imperialismo”, pudo decir Chávez en alguna oportunidad en una campaña presidencial.

“La invencibilidad reside en la defensa, las oportunidades de victoria, en el ataque”, dijo sabiamente Sun-Tzu hace 2.500 años. Una revolución, un proceso de profunda transformación del estado actual de cosas, ¿debe consistir sólo en defenderse invenciblemente, o debe atacar, debe destruir cosas viejas para establecer un nuevo orden? La forma casi plebiscitaria que se construyó –con 17 elecciones ganadas sobre 18 llamados electorales– no terminó de servir para construir verdaderos mecanismos de poder popular de base. Más allá de la declamación, todo se vertebró de arriba hacia abajo. El Palacio de Miraflores era el absoluto centro de gravedad de la vida política nacional, y no el barrio, la comunidad, el sindicato. De hecho, todo el chavismo fue una construcción surgida a partir de una propuesta palaciega, una “revolución” de arriba hacia abajo, y no al revés, como han sido otras revoluciones, con la población en las calles forjando el cambio.

Es cierto que ese chavismo tuvo fulgurantes momentos populares, revolucionarios. Se ha dicho, por lo pronto, que el mismo Chávez fue el representante del volcánico descontento –chispa revolucionaria, por cierto– contenido en el Caracazo de 1989; su revolución palaciega sería así la puesta en acto de un proceso revolucionario que estaba en la población venezolana, por cierto la primera que reaccionó contestatariamente a los infames planes neoliberales (capitalismo salvaje, mejor dicho) que se implementaban en la región para los años 80 del siglo pasado. Montado en esa ola de descontento, protesta y fervor revolucionario, Hugo Chávez llevó a Miraflores esa vena de cambio (“astucias de la razón”, diría Hegel). Y también se “olfateó” revolución en la memorable reacción popular y espontánea (tal como son las verdaderas revoluciones político-sociales) de abril del 2002, cuando el golpe de Estado de la derecha, al salir al rescate del líder. Por esos puntos de quiebre, por el “peligro real” que con olfato de clase la derecha vernácula, la Casa Blanca y toda la derecha internacional perciben esos momentos y lo que en alguna medida representó el chavismo, es que todo el proceso se demonizó, se atacó, se vio como una verdadera amenaza. Se lo hizo con la figura de Chávez, y seguramente se lo seguirá haciendo con la de Nicolás Maduro, porque lo que realmente está en juego es la posibilidad que esa “chusma” abra los ojos y se quiera sentir dueña del poder. Es esa posibilidad la que realmente atemoriza a la derecha porque, hoy por hoy, los negocios los sigue haciendo, y quizá mejor que nunca; pero la posibilidad de transformación real que ahí está presente con la marea de franelas rojas puesta en la calle le quita el sueño. La reacción de Capriles llamando a incendiar el país la noche misma de las elecciones lo deja ver con claridad meridiana.

Ahora bien: con esa sucesión casi mecánica de elección tras elección, siempre con previas plazas llenas de simpatizantes ataviados con sus tradicionales franelas rojas, no se hace revolución. El siglo pasado, para las fuerzas revolucionaras era casi un chiste pensar en la opción de participación en el ruedo político convencional como una verdadera posibilidad de transformación. Cambiar administraciones (presidentes, gobernadores, alcaldes, legisladores) cada cierto tiempo no era sino un superficial cambio cosmético. Las estructuras de base no cambiaban un milímetro. Y si algo se iba medianamente de control, ahí estaban las fuerzas represivas (policía, ejército, parapoliciales o paramilitares si era necesario) para componer el desorden. 

Pensar en transformar algo desde ese esquema era, y sigue siendo, sumamente difícil, casi imposible, dado que se trabaja contra todo el poder de una clase, contra su dinero, su casi infinita presencia mediática y, en muy buena medida, contra una ideología dominante muy difícil de torcer. De ahí que esos 685.794 votos emigraron quizá hacia Capriles, lo que rápidamente pudo hacer decir a Diosdado Cabello que “la gente vota por sus explotadores”. Pero lo social nunca es tan sencillo; para apelar una vez más a Hegel: “el esclavo piensa con la cabeza del amo”. Una revolución, si realmente se precia de tal, debe apuntar a eso: a cambiar las cabezas, a modificar hondamente nuestras formas de ver y entender las cosas, a “¡formar revolucionarios y no consumistas, culminar una revolución y no competir en una subasta de votos!”. Y las maquinarias electorales no son precisamente escuelas revolucionarias.

Es evidente que competir en la arena electoral contra todo el poder de la clase dominante de un sistema que ya lleva varios siglos amasando capital, conocimiento y mañas, muchísimas mañas, es una tarea monumental, quijotesca. Toda la izquierda que lo intentó, terminó mal. La socialdemocracia europea, en los inicios del siglo XX, como opción no violenta que se opuso al sistema y entró en el juego electoral, terminó siendo cooptada. Hoy no pasa de ser un mecanismo más del sistema imperante, el “rostro amable” de una explotación inmisericorde. O el caso del Chile de Salvador Allende, con su intento de construcción del socialismo por la vía electoral… Generales Pinochet que juran fidelidad a la Constitución y luego terminan dando golpes de Estado por la espalda, sobran. ¿Los habrá también entre las filas castrenses chavistas?

Si el movimiento bolivariano, con Maduro a la cabeza en este momento, o con quien sea, intenta mantenerse como opción dentro de los límites de estas democracias restringidas, deberá terminar volviéndose cada vez “menos revolucionario” y más complaciente con el sistema dentro del cual se mueve. Eso quizá le permitirá sobrevivir como opción electoral, como partido político institucionalizado. Podría sucederle como le pasó al peronismo en Argentina, o al MNR en Bolivia, o incluso al PRI en México: mantendrá un discurso populista, pero de transformación revolucionaria, nada. Pero si el chavismo no avanza realmente hacia un poder popular de base y, por el contrario, se alinea cada vez más con un pensamiento de derecha (la “boliburguesía” imperante en sus filas ya lo deja ver), terminará siendo una opción aguada, que podrá ganar elecciones quizá, pero que no podrá ir más allá de hacer repartos más populistas de la renta petrolera. Y las posibilidades de transformación real que se abrieron con una población envalentonada como en abril del 2002, se habrán esfumado.

Hoy, aún en medio de la marea neoliberal que nos azota, con bases militares de Estados Unidos que acordonan toda América Latina, y luego de los terribles golpes sufridos por el campo popular en las décadas recientes, es difícil pensar en los caminos de transformación del actual estado de cosas. No es imposible, pero sí se ve difícil. Luego de años (décadas) de gobiernos militares, la vuelta de las democracias formales se puede percibir como un gran avance. Y por cierto, en un sentido lo es. Pero pensar que la lucha revolucionaria se agota en un sufragio es muy limitado, si no erróneo. Las 18 elecciones continuas del proceso bolivariano, por sí solas, no sirvieron para construir un auténtico poder popular desde abajo. Para que haya revolución, de eso se trata. Y junto a ello, cambiar sustancialmente la estructura económica. Desde el Parlamento o la casa de gobierno está visto que no se puede.

Es evidente que las democracias formales son un avance sobre las dictaduras; pero tampoco ellas por sí solas resuelven nada. De hecho en un estudio realizado por Naciones Unidas en el año 2004, buena parte de la población latinoamericana dijo no importarle vivir en un sistema democrático o autoritario si este último le resolvía sus históricas penurias socio-económicas. Pensar en las elecciones periódicas como un arma para el cambio es limitado. 

La invitación de este pequeño texto es encontrarle vías de posibilidad a la democracia parlamentaria como un momento en la construcción de la verdadera democracia participativa, de base. En ese sentido la experiencia de Venezuela nos convoca como un laboratorio y como un desafío.

miércoles, 17 de abril de 2013

Violencia fascista y fraude de Oposición derechista.


Violencia fascista

 Horacio Duque.

Ya tenemos un primer saldo de la oleada fascista violenta de Capriles R y su camarilla de oligarcas contra el pueblo y la multitud socialista venezolana. 7 muertos y casi 170 heridos, son el fruto de una cadena de actos brutales contra centros hospitalarios, sedes políticas, residencias, oficinas estatales, médicos cubanos y el CNE.

Es el "plan perfecto" diseñado y gestionado por la CIA y sus marionetas locales para destruir los Estados incompatibles con el orden y la dominación imperialista. Libia, Siria, Iraq, Afganistán  Paraguay y Honduras son los caso más recientes de este nuevo modelo de golpes y sabotaje gringo a los gobiernos que consideran peligrosos para su política global de imposición del capitalismo salvaje y explotación de los pueblos y recursos naturales que ellos no poseen.

Han legitimado todo este plan macabro de muerte y destrucción con el argumento de un supuesto fraude ejecutado por el CNE y el gobierno bolivariano.

Algunos se han comido ese cuento. En realidad los ejecutores del fraude, la compra de votos, el cohecho, el constreñimiento al elector, ha sido la campaña del señor Capriles. Han movilizado millones de dolares aportados por las multinacionales del petroleo y han ejercido una bestial presión sobre las conciencias del ciudadano a través de sus medios de comunicación, afectando el apoyo popular del chavismo y el socialismo que en octubre del 2012 superó los 8 millones de votos. Aquí ocurrió algo extraño en pocos meses y los autores de esta distorsión en el resultado electoral son estos maquinadores fascistas que se las arreglan para manipular las realidades políticas a conveniencia. Se han robado casi 1 millon de votos y ahora quieren presentarse como las víctimas de una inexistente dictadura.

En Venezuela lo que hay es un democracia participativa actuante y legitima por el respaldo de millones de ciudadanos del pueblo.

Dejémonos de majaderías que los verdaderos falsificadores y  organizadores de fraudes son estas fichas fascistas que no aceptan nada distinto a lo que es su fantasía burguesa.

El Presidente Maduro, el Canciller Jaua, el Presidente de la Asamblea Legislativa Diosdado Cabello, el Ministro Villegas, y toda la dirigencia revolucionaria han reaccionado adecuadamente ha todo este montaje.

Maduro ha sido enérgico y categórico. Ya mostró de que material está hecho. No es ningún muñeco pusilánime. Sus recientes intervenciones han sido rotundas y precisas. Que no se equivoquen. Igual de categórico ha sido Diosdado Cabello.  Estos delincuentes no se saldrán con la suya y recibirán el peso de la ley penal tal como lo ha indicado la Fiscal Luisa Ortega y el Ministro del Interior.

Han llamado e incitado a la violencia de grupos asesinos y deben responder por eso. No hay que vacilar ni entrar en componendas políticas con la contrarrevolución. El mundo ha sido testigo de su comportamiento irracional y violento contra el pueblo bolivariano de Venezuela.

El llamado a la movilización popular, a los cohetazos, a las acciones de calle y a manifestaciones como la del próximo viernes deben seguir sus curso. El pueblo tiene que defender sus conquistas y sus derechos. 

El 2002 hay repetírselos con la potente acción del pueblo que derrotó las huelgas y los paros patronales y el golpe del señor Carmona S. Así debe ocurrir y sin vacilaciones.

San Cristobal, 17 de abril del 2013

@PazXXI

Diosdado Cabello con mano de hierro y autocritica.


Diosdado Cabello sigue la senda trazada por la Revolución



Horacio Duque.

Al igual que el Presidente Nicolas Maduro que ha trazado las líneas de la ofensiva socialista contra el golpe ultraderechista para hacer frente a la campaña de desgaste y al golpe en escala que se propone crear condiciones hacia un derrocamiento institucional, el Presidente de la Asamblea Legislativa Diosdado Cabello, ha vuelto por sus fueros de enérgico dirigente, como sucedió en el golpe del 2002, para determinar la autoridad del nuevo gobierno revolucionario elegido.

A los diputados del sabotaje en la oposición les ha señalado de manera tajante que quien no reconozca el nuevo Presidente Maduro será desconocido por la legalidad del ámbito parlamentaria. 

Corto de tajo el juego desestabilizador  y violento de los perdedores fascistas que pretenden sumir en sangre la sociedad entera con guarimbas, incendios, disparos y ataques masivos contra los sectores populares del chavismo y la nación.

Mano de hierro y puño cerrado es la postura radical de Cabello. No se fue por las ramas y fija posición diamantina.

Pero no es solo eso. El dirigente a llamado a la autocritica y la rectificación.

La revolución no puede cruzarse de brazos y esperar que el caos promovido por el gobierno de Obama a través de la CIA y la Oposición, alcancen sus objetivos obstaculizando el quehacer cotidiano efectivo  de los administradores y lideres del gobierno.

Hay que corregir la ineficiencia pública, erradicar la corrupción, controlar el desabastecimiento, eliminar la inflación, cortar los apagones e intervenir la inseguridad y violencia urbana.

Se requiere recuperar y  priorizar el Programa de gobierno para colocar a la ofensiva los planes sociales que se han estancado, a partir del control estatal de la economía.

Es preciso hacer cambios estructurales en la gobernanza socialista desde el proyectado Estado comunal y las comunas como forma alternativa de gestión del interes público.

El fenómeno de la violencia urbana y la delincuencia urbana necesita de estrategias integrales para eliminarla. La experiencia sugiere hacer las cartografías de la delincuencia, focalizar los puntos de la inseguridad y actuar con milicias locales contra los bandidos y estructuras anómicas.

La corrupción endémica de funcionarios y entidades estatales se debe intervenir con sistemas especiales de alerta e inteligencia, para eliminar rápidamente los puntos del despojo de los bienes públicos.

Hay que impulsar programas productivos y de rectificación administrativa.

Hay que reducir la tramitología y mejorar los servicios en todos los aspectos.

Por ultimo, que no de último, hay que meter mano ya en los flujos financieros internacionales que dan soporte a la labor subversiva de la oposición escuálida. El imperialismo y sus agencias estatales entregan cifras multimillonarias a las camarillas de ultraderecha para que adelanten su labor de desgaste que va a proseguir para promover, en tres años, un referendo revocatorio del nuevo jefe de gobierno. Esto hay que eliminarlo con una legislación muy estricta para penalizar la presencia de tales recursos financieros.

San Cristobal, 27 de abril del 2013.

La correlación de fuerzas y el gobierno de Maduro


El chavismo vive en el corazón del pueblo bolivariano

La correlación de fuerzas y el gobierno de Maduro.

Horacio Duque.

Hoy martes 16 de abril tenemos un hecho duro que gravita en el curso político y social de Venezuela. Nicolas Maduro es el nuevo Presidente de la República bolivariana elegido democraticamente por más del 50% del electorado para el periodo comprendido entre el 2013-2019.

Pesa también la votación del 49% en favor del candidato opositor Capriles Radonski.

Casi 700 mil votos adicionales acompañan el caudal electoral de la oposición, respecto de la cifra alcanzada el 7 de octubre del 2007

No es el mejor momento para el oficialismo bolivariano dada la suma de complicaciones que debilitan la capacidad de gestión. Unos son problemas propios y otros de contexto que inciden en el comportamiento de los ciudadanos.

Como quiera que sea, resulta conveniente atender a la correlación de fuerzas para marcar la ruta y trazar los planes de acción del mediano y largo plazo en la transformación de la sociedad venezolana en la perspectiva del Socialismo del Siglo XXI.

Varios son los datos a tener en cuenta.

El primero es que casi 8 millones de venezolanos han dado su respaldo al nuevo jefe de gobierno. El segundo, su mayoría en la Asamblea Nacional Legislativa, en la que 95 son los diputados socialistas sobre un total de 165, hasta el año 2016. El tercero, que 20 gobernadores, de los 23, son miembros de la fuerza política gobernante. El cuarto, la unidad y cohesión de la Fuerza Armada Bolivariana, que mantiene su lealtad a la Constitución de 199.  Y el quinto, el reconocimiento internacional del nuevo gobierno y su Presidente, salvo algunas excepciones ya conocidas por su complicidad con los grupos golpistas de ultraderecha.

Así que hay una correlación de fuerzas favorable para el chavismo y los proyectos para seguir avanzando en el camino del Socialismo del Siglo XXI.

Sin embargo, los obstáculos están a la vista. En mi opinión los problemas diagnosticados y el inusitado rebrote político del bloque burgués se van a traducir en el desacelere de los procesos de cambio. El ritmo será otro y los riesgos son muchos, dado el aire tomado por la oposición escuálida.

A los efectos de las previsiones, medidas y proyecciones que se puedan adelantar, resulta oportuno volver la mirada sobre la complicada fase de los años 2001-2002-2003. En aquel momento la derecha se fue con todo y orquesto huelgas, paros y un golpe de Estado que casi liquida la revolución bolivariana. El trasfondo de todo ese escenario político fue la tremenda crisis economica de aquel entonces con un desplome espectacular del PIB. 

Todo se normalizó cuando se rescato PDVSA y con nuevos precios del petróleo se inició la ofensiva social con la creación de las Misiones sociales, con un PIB que llegó hasta cifras cercanas al 20%. Eran tiempos de bonanza.

Hoy, año 2013, el panorama económico no es el mejor. Ya hubo una devaluación muy fuerte, el déficit público crece, es muy probable que el PIB/2013 no se el mejor y la conflictividad laboral y social tiene varias manifestaciones muy delicadas.

A lo anterior, súmele la descontrolada violencia urbana, la insoportable corrupción de la burocracia pública, la ineficiencia institucional, el desabastecimiento alimentario y domestico, la crisis eléctrica, el rentismo petrolero, la violencia terrateniente (con complicidad oficial) contra los indigenas del Perija y la degradación de ciertas formas de intermediación política; fenómenos todos que debilitan la capacidad pública de gestión.

Lo cierto es que se necesita un timonazo de envergadura para que la derecha no sorprenda con un golpe de mano, pues la misma está convencida que en esta coyuntura se encontró su oportunidad dorada para retraer lo avanzado en la construcción de la Patria soberana y socialista.

Hay que entrarle con fuerza a temas como la transformación del Estado que es una maquina paquidérmica  De igual manera hay que buscar la eficiencia productiva con la socialización de la economía que depende de la capacidad del Estado para administrar las empresas; y del nivel de participación de los trabajadores en la gestión y dirección de las empresas.

La reforma ética y la transformación en las creencias y valores, todavía atrapados en el consumismo mercantilista creado por el neoliberalismo, es un elemento cardinal de la construcción del socialismo. Me refiero a la agenda de una revolución cultural que brilla por su ausencia en el discurso oficial, plagado muchas veces de "significantes vacíos" (Laclau).

San Cristobal, 16 de abril del 2013.

martes, 16 de abril de 2013

El análisis de James Petras del lunes 15 de abril de 2013



“Nicolás Maduro ganó las elecciones, tiene la legalidad y el respaldo de la mayoría de la gente, ahora a consolidar el programa de gobierno, combatiendo la ineficiencia y la corrupción”



Tras el triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones del domingo 14 de abril, “creo que lo primero es volver a los lugares a donde existe el corazón del chavismo, lugares de trabajo, vecindades, comunidades, para hacer una ofensiva que permita revitalizar los programas sociales que han quedado en una forma medio muertos. Pero junto con eso, deben cambiar el estilo del os programas sociales, imponer la responsabilidad colectiva de los beneficiarios”, opinó este lunes el sociólogo norteamericano James Petras (*) que dedicó toda su audición en CX36, Radio Centenario, a analizar la coyuntura venezolana de cara al nuevo gobierno. Lo que sigue es la transcripción de este análisis, que puede escuchar aquí:


Efrain Chury Iribarne: Como cada lunes a esta hora, estamos recibiendo y dando la bienvenida a James Petras, que ya está en contacto desde los Estados Unidos.

James Petras: Buen día. Estuvimos toda la mañana analizando las elecciones en Venezuela, con entrevistas y comentarios, tratando de organizar algunas explicaciones.
  
EChI: Si, hoy es el tema casi excluyente y estábamos aguardando este contacto para escuchar tu análisis. Así que adelante nomás.

JP: Bueno, lo primero que debemos anotar es que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ganó las elecciones. No fue por tanto como algunos creímos, pero en todo caso ganó la Presidencia otra vez, después de trece años en el gobierno, lo que es muy raro porque en general los gobiernos sufren desgastes y tienen el problema de mantener el ánimo de la gente.

En segundo lugar, el gobierno queda también con mayoría en el Congreso,  los militares siguen apoyando la Constitución la legalidad, la legitimidad, y siguen controlando las calles a pesar de que la oposición trata de fomentar el caos.

También tenemos que marcar que buena parte de la Economía sigue bajo el control del gobierno y que tienen el apoyo de los gobiernos en la región.El nuevo gobierno recibió el apoyo y el saludo de casi toda América Latina, de casi toda América, menos de los Estados Unidos que hasta ahora no ha saludad la victoria de Nicolás Maduro.

Ahora, con todo eso, debemos anotar que bajó el margen de victoria a menos del 2%, según las cifras que dieron hoy es de 1,6% de margen. 

¿Cómo explicamos esta caída desde octubre a abril?

Un factor que Chávez personalmente no esté involucrado. Otro factor importante fue la política de devaluación que golpeó los ingresos efectivos de los consumidores, incluso las clases populares, porque hay un enorme porcentaje de los alimentos básicos que son importados y que cuestan más porque el Bolívar vale menos.

Además, junto a la devaluación, el factor de inflación sigue corriendo a ritmo bastante alto y se suma a esto, el desabastecimiento, por el sabotaje, por la ineficiencia en la distribución.Sectores productivos y de distribución concientemente intervienen para que la mercancía no circule. A la vez, tuvimos los apagones, fruto del sabotaje pero que -pese a que el gobierno intervino e incluso encarceló un ventana de funcionarios del sistema eléctrico por los hechos- tuvo un claro impacto.

El hecho fundamental, en relación con la campaña es que Maduro y su equipo, enfatizaron demasiado en la personalidad de Chávez, en la personalidad de Maduro que tocaba música folclórica, .; y no enfatizaron en el Programa de gobierno.

La gran diferencia con la última campaña de Hugo Chávez, es que Chávez  formuló un programa e hizo toda la campaña explicando exactamente las medidas económicas y sociales que iba a impulsar.

Mientras, Maduro hablaba de los temas de la muerte Chávez, de la continuidad de Chávez, pero no expuso las ideas programáticas, las medidas concretas que va a realizar. Y eso permite que la oposición, demagógicamente, trate de aparentar, de decir que ellos sí van a multiplicar los programas de Chávez, van a aumentar los salarios, forzando las ideas sociales sobre la agenda, poniendo a Maduro más como una figura religiosa, celebrando la mística de Chávez, en vez del programa económico y social.

Estos factores influyeron mucho en esta campaña, influyeron en el voto de muchos sectores que no eran los ‘duros’ chavistas. El chavismo consigue el 50% de los votos por lo que cumplieron en estos 12 años de gobierno. Pero en el corto plazo, en la coyuntura, Maduro y su equipo, cometieron algunos errores por ejemplo, no esperar a después de las elecciones para devaluar la moneda, no movilizar al Ejército y a las fuerzas publicas para mantener la circulación de mercancías, en vez de permitir que la gente tenga que andar atrás del papel higiénico, de arroz, jabón, etc.

Con una intervención más fuerte del gobierno esto se hubiera evitado.

Ahora bien, más allá de esto, hay una acumulación de problemas estratégicos que debemos tener en cuenta.

Uno es la ineficiencia. Una cosa es pronunciar un programa y forzosamente Chávez intervenía cuando algo no funcionaba para rectificar. Pero la fuerza de personalidad de Chávez para compensar por la ineficiencia ahora no está. Y la ineficiencia es un gran tema, porque se puede decir que hay un mejoramiento en los servicios sociales –como recolección la basura o mejora de caminos- pero no cumplen, porque los funcionarios no cumplen y eso empieza a perjudicar a la gente en los barrios populares. Porque lo que hay que anotar de estas elecciones es que algunos sectores amplios y populares dieron el voto a la derecha, porque precisamente están a favor del programa pero ven que no cumplieron, no hay resultados. Y eso tiene que ver con otro problema: la corrupción endémica entre sectores de la administración pública.

Ese es un problema que existía antes del gobierno de Chávez en forma virulenta, existe en estados donde gobiernan los opositores, es un fenómeno generalizado, pero en la campaña presidencial es el Presidente el que asume la responsabilidad.

El tercer problema estratégico es la inseguridad y la delincuencia. A pesar de que temían algunas iniciativas, preparando un nuevo modelo de Policía para combatir la delincuencia, las tasas de homicidios y crímenes violentos siguen demasiado altos. ¿Estos problemas qué indican? Debemos reconocer que el gobierno tiene que enfrentar una guerra permanente, la oposición no va a dejar un período de luna de miel, no va a permitir -ahora que perdió las elecciones- que el gobierno lance sus programas ni a formar una oposición en el Congreso, en la prensa. No. La oposición, financiada por los Estados Unidos y estimulada por las instituciones y organizaciones financiadas por Estados Unidos, mantendrá una guerra permanente. En cualquier momento van a poner obstáculos, empezando por hoy, no aceptando los resultados, llamar a una auditoría, si el gobierno ganó o no ganó van a denunciar fraude, van a obstaculizar todo lo posible la realización del programa económico.   

Ahora, frente a una oposición financiada por Estados Unidos, la primera cosa que debe hacer el gobierno es una Ley que ilegalice el financiamiento de organizaciones desde el exterior y obligarlos a registrarse como agentes de poderes externos, que es lo que son. Y esa es la ley que tenemos aquí en Estados Unidos, cualquier organización que recibe financiamiento de cualquier otro gobierno está obligado a registrase y si no lo hacen, son acusados de espionaje, son sometidos a juicios criminales y podrían pasar hasta cinco años en la cárcel.

Pero eso no existe en Venezuela y si existe no se aplica. Por esa razón en esta campaña, Capriles recibió millones de dólares para financiar su campaña y ahora van a necesitar millones más para mantener la política de guerra permanente.

¿Qué opciones  tiene Maduro frente a esta situación?

Uno puede pensar que hay tres posibilidades.
Uno es radicalizar el proceso. Segundo, buscar consolidar y mejorar lo que hay. Y tercero, la conciliación, buscar un consenso, un pacto con la derecha.

Ahora, en primera fase, debemos decir que la posibilidad de conciliación existe porque dentro del equipo de Maduro hay un sector importante burgués, funcionarios bastante conservadores que tienen un pie en el gobierno y otro con la oposición. El problema es que los conciliadores no tienen interlocutores, con la táctica ofensiva que busca derrocar el gobierno no hay ninguna posibilidad de pacto, ni pacto de paz ni de consenso ni pacto social. No hay.

Entre la radicalización y la consolidación, yo creo que ambas cosas deben ser combinadas, pero dentro –y quiero enfatizar en esto- de una estrategia ofensiva. El gobierno no debe quedarse tratando de legitimizarse, pidiendo auditorías, pidiendo la legalidad, porque ya ganaron las elecciones. Si van a pedir auditorías, que lo hagan, pero mientras, el gobierno debe empujar programas productivos, programas sociales, programas de rectificación de administración, lanzar la ofensiva y no quedarse simplemente respondiendo a las acusaciones de la oposición. O sea, tomar la iniciativa, tiene la presencia de la fuerza pública para empujar lo que ganaron en las elecciones.

¿Y qué significa en este contexto radicalizar? 

Lo primero es volver a los lugares a donde existe el corazón del chavismo, lugares de trabajo, vecindades, comunidades, para hacer una ofensiva que en primer instancia permita revitalizar los programas sociales que han quedado en una forma medio muertos.

Pero junto con eso, deben cambiar el estilo de los programas sociales, imponer la responsabilidad colectiva de los beneficiarios, porque una cosa es financiar programas sociales de Educación, de vivienda, infraestructura, Salud, pero que la gente queda pasiva simplemente exigiendo más, sin asumir responsabilidad por el funcionamiento, por la eficiencia. No se puede solamente tomar el control de empresas si los trabajadores, técnicos, administradores, no asumen mayores responsabilidades, hay que acabar con eso de ‘ellos y nosotros’ dentro de las empresas públicas. Resulta que hasta hay robos dentro de las empresas públicas, pasa en la distribución de alimentos, camioneros y almaceneros estatales roban y venden en el mercado negro, y en esto hay que inculcar la necesidad de tomar responsabilidades. Me parece muy importante, porque no basta con que formalmente el gobierno tome tal o cual empresa sin ningún comité de responsabilidad que supervise que esas cosas funcionen eficiente y honestamente y sus beneficios lleguen a quien deben llegar.

Ahora, finalmente  la lucha contra la delincuencia no puede ser secundaria. Hay que formar un nuevo modelo, con mayor inteligencia, porque en Venezuela falta un mapa de dónde están los delincuentes, cómo se organizan, donde hay que concentrar esfuerzos, dónde están los grupos que manifiestan estas actividades antisociales. Es un problema político y para solucionarlo hay que concentrar recursos junto con la organización de los barrios. Se necesitan milicias locales contra la delincuencia. Actualmente es una guerra, si tomamos el número de muertos.

Por otro lado, hay que rectificar la delincuencia en la administración pública. En eso necesitan lo que en Estados Unidos  llaman whistle-blower (1), es decir los que alertan a las autoridades sobre la corrupción entre oficiales administrativos, y se llegan a procesos criminales no alcanza con reprimendas.

La legalidad  necesita una mayor revolución cultural, porque en Venezuela la incapacidad de los administradores de auto rectificarse es bastante evidente.

Entonces, el gobierno ganó las elecciones, el gobierno tiene la legalidad, tiene el respaldo de la mayoría de la gente, incluso muchos de los que votaron en contra son simpatizantes del programa chavista, siempre que el gobierno lance el programa y no se quede con el fetichismo de Chávez que no marchó en estas elecciones. Es evidente, la gente quiere obras y no simplemente rituales.

Hasta aquí mis comentarios sobre las elecciones venezolanas del domingo.

EChI: A la oposición le queda aún una carta a jugar, el referéndum revocatorio.

JP: Si, pero eso es dentro de tres años. Pero desde aquí hasta allá hay mucho para hacer y muchas oportunidades. Se puede arrinconar a la oposición a partir de una ofensiva.

Si uno empieza a anticipar las elecciones tres años, vas a perderlas.
Lo que necesita el país no es política coyuntural, política electoral, lo que necesita el país es cambios estructurales ya. Cambios estructurales en el funcionamiento del gobierno, cambios estructurales en relación a la administración de la justicia y el combate a la delincuencia, cambios estructurales en relación con la organización de producción y distribución. Esa, me parece, es la base para acercar las elecciones. Tienen dos años y medios para lanzar las bases fundamentales para esta transformación, golpear a la derecha en todo sentido a partir de reformas que favorecen al pueblo y su participación directa. Pero es muy negativo que ahora  empiecen a anticipar un referéndum, esa es la mentalidad del perdedor.

Hoy la mejor defensa es una ofensiva, con un programa económico al frente y realizarlo en todos los aspectos, paso a paso. Creo además que no puede establecer problemas generales, sino que debe ser una enumeración de 60 puntos que se vayan  a realizar en tres años.

Por ejemplo, mejorar servicios, reducir trámites para –por ejemplo- obtener un permiso para construir una casa, no puede demorar años.

Y si no se obtiene de inmediato, en una semana, deben existir mecanismos para sancionar a los burócratas que lo demoran, porque los trámites matan cualquier programa económico y social.

EChI: Muy bien Petras, ha quedado clarísimo todo este análisis.

JP: Bien, antes de terminar quiero comentar una cosa sobre la política de Estados Unidos en esta coyuntura.

Estados Undios está jugando la carta de deslegitimizar las elecciones, los medios aquí están dando mucha publicidad a las acusaciones de Capriles, no quieren reconocer el resultado, van a cuestionar a Maduro, van a prolongar el proceso electoral para que el gobierno siempre quede a la defensiva. Es la táctica de Obama que busca crear una situación caótica, obstaculizando el quehacer, para frustrar la mayoría.

Esta política de Obama es la política del golpismo disfrazada de forma electoral, es el golpismo desde el proyecto electoral buscando de alguna forma frustrar la posibilidad del funcionamiento efectivo del gobierno y negar su posibilidad de alcanzar metas que podrían aumentar el apoyo popular.

Esta política es una guerra de desgaste, es un golpe incremental, creando las condiciones para un derrocamiento institucional a partir del referéndum dentro de tres años o antes incluso. 

EChI: Felicitaciones por estos comentarios y muchas gracias.
 
JP: Muchas gracias. Un saludo a la audiencia.

Nota de Redacción

(1) Se trata de un alertador, (en inglés whistleblower, persona que hace sonar un silbato o pito), es alguien que da a conocer el comportamiento erróneo que existe dentro de una organización o conjunto de personas. Generalmente, la persona pertenece a esa misma organización. 

(*) Escuche en vivo los lunes a las 11:30 horas (hora local) la audición de James Petras por CX36, Radio Centenario desde Montevideo (Uruguay) para todo el mundo a través de www.radio36.com.uy





En defensa del proceso bolivariano y por la profundización de las transformaciones en Venezuela





 Por Movimiento Caamañista

La victoria electoral de Nicolás Maduro, el PSUV y el Polo Patriótico es un hecho de gran importancia para la continuidad del proceso bolivariano en Venezuela y en nuestra América. Saludamos ese nuevo triunfo popular.

El Plan Oculto de las derechas y del poder imperialista estadounidense que persigue desestabilizar ese proceso trascendente, ha salido a la superficie a partir de del desconocimiento de resultados electorales realmente incontrovertibles y adversos para la alianza derechista que encabeza Capriles y patrocina EEUU.

Urge, en consecuencia, derrotar con firmeza los intentos de desestabilización institucional, desplegando una ofensiva popular interna y una multifacética solidaridad internacional que la denuncie, aísle, acorrale y finalmente la derrote a la mayor brevedad.

El MC asume incondicionalmente ese compromiso internacionalista al tiempo que considera, que dada la sensible baja del caudal electoral del polo bolivariano en las recientes votaciones, se torna cada más necesaria la profundización y renovación de ese proceso revolucionario en dirección a la plena socialización y al fortalecimiento del poder popular. Así incluso lo previó el comandante Chávez al anunciar el II PLAN SOCIALISTA o PLAN DE LA PATRIA.

 La superación de las relaciones capitalistas y de las deformaciones burocráticas que le sirven de sustento a las derechas, es la vía adecuada e imprescindible para recuperar fuerza en el pueblo trabajador y revitalizar el proceso.

AHORA CON MÁS VIGOR: ¡SOCIALISMO o MUERTE!

COORDINACIÓN CENTRAL: Narciso Isa Conde, Rafael Félix y Félix Tejeda

16-04-2013, Santo Domingo, RD.


lunes, 15 de abril de 2013

Venezuela, un socialismo en aprietos


Horacio Duque Giraldo
Horacio Duque.

No soy un francotirador de la revolución bolivariana que por años lideró el Presidente Hugo Chávez y ahora está en manos de un equipo que encabeza el nuevo Presidente de Venezuela, Nicolas Maduro, quien ha obtenido una clara victoria electoral el pasado 14 de abril.

Tampoco soy un aprovechado que se pegó al proceso socialista para sacar beneficios personales como si ocurre con otros que se disfrazaron de "socialistas" y llegaron desde Colombia a organizar negocios de comercio exterior para engordar sus bolsillos de piratas.

Desde los años 90 he acompañado con mis posiciones todo el trabajo de Hugo Chávez y sus propuestas de cambio para Venezuela. A los comunistas de Venezuela me unen lazos muy estrechos y la admiración por su lucha perseverante contra el capitalismo y el imperialismo expoliador de la riqueza petrolera. Se de su trabajo abnegado.

La premisa de estas observaciones es la buena fe y la voluntad de hacer uso de la crítica y autocritica revolucionaria para defender el proceso de cambios que ocurren en Venezuela y que se dan en favor de las grandes mayorías populares.

Ayer, en el día de las elecciones para escoger el reemplazo presidencial del inmortal Chávez, las cosas no salieron muy bien. El socialismo sufrió un aprieto, de no menor cuantía.

La derecha y el imperialismo se anotaron un golpe político porque estrecharon su margen con el voto popular que eligió a Maduro. Apenas son 300 mil votos de diferencia, cuando en octubre del 2012, la suma era superior a los 2 millones de votos.

¿Qué pasó?, es la pregunta que muchos nos hacemos. Las respuestas son varias y con el correr de los días el análisis político permitirá comprender la dimensión del tropiezo.

Una respuesta inicial nos remite a los códigos de la contrarrevolución en curso que hace uso de todos los recursos para destruir el gobierno bolivariano. Eso ya lo tenemos muy sabido.

Lo que necesita una reflexión más ponderada son los errores de nuestro lado, que facilitan el discurso y la estrategia de la derecha y su candidato Capriles. 

Los mismos se han identificado y se repiten en muchos diagnósticos: violencia urbana, corrupción sin límites, burocratismo estatal, ineficiencia pública, desabastecimiento alimentario, inflación, malos salarios, devaluación, estancamiento industrial, agricultura paralizada, incoherencia ideológica, pensamiento débil y deficiencias en la organización del partido o la fuerza política de la revolución.

La revolución bolivariana ha vivido momentos muy difíciles como los que ocurrieron con las huelgas, paro petrolero y golpe de Estado, entre los años 2002 y 2003 cuando el PIB se contrajo casi en un 8%. También en la derrota del referendo del 2007.

Esos momentos azarosos fueron una muy dura advertencia política y el Presidente Chávez tomó nota rápidamente implementando los planes adecuadas para sortearlos. Recuerdo las tres "R".

Con el resultado de ayer algunos hacen triunfalismo. Craso error. 

Lo que procede es el análisis de los problemas que gravitan en el curso político. Es necesario hacer la valoración cualitativa y cuantitativa de cada fenómeno. De la corrupción, de la inseguridad, del desabastecimiento, etc.

Una vez establecidas las tendencias es prioritario entrar a corregir y avanzar en otros objetivos que profundicen la revolución y el Socialismo del siglo XXI.

Lo pero es actuar en la dirección de configurar un bloque con la derecha, argumentando hipotesis como las de la unidad y la salvación nacional. 


San Cristobal, 15 de abril del 2013