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martes, 22 de enero de 2013

El presidente de los latifundistas ganaderos opina sobre el proceso de paz en la Habana


ANNCOL / Debate 
Como un servicio a sus lectores, presentamos la valoración de clase del presidente de los latifundistas ganaderos de FEDEGAN; sobre el proceso de paz en la Habana, el Foro Agrario de Bogotá convocado en forma bilateral por la mesa de diálogos, y la “odiada” participación popular y la movilización social para tomar parte activa y decidir sobre la búsqueda de la paz para Colombia.

¡Lean con calma y analicen!

¡Miren dónde se publica y sobre todo, saquen sus propias conclusiones!

*  *  *

La voz del “pueblo”
Por: José Félix Lafaurie

Publicado en KIEN Y KE (19 enero 2013) http://www.kienyke.com/kien-escribe/la-voz-del-pueblo/

José Félix Lafaurie
En menos de dos meses las FARC modificaron las reglas del proceso de paz, para despejar uno de los temas más controvertidos de la agenda: el desarrollo agrario integral. La jugada consistió en hostigar al gobierno para habilitar la “participación del pueblo” y, por esta vía, alterar la hoja de ruta, inclinar la balanza de la negociación y fisurar las bases del acuerdo. El “pueblo habló” –es decir, los asistentes al Foro Agrario– y se convirtió en la “camisa de fuerza” para filtrar, del enjambre de propuestas, solo aquellas afines a su limitada visión de “lo rural” y legitimar la bandera demagógica de sus aspiraciones políticas: la tierra.

Las piezas encajaron a la perfección para la guerrilla. Ganó una partida tremendamente importante que le permitió agregar un procedimiento a la agenda y sumar otro actor: la “sociedad civil”. Ahora, además de los plenipotenciarios y asesores, podrá presionar otros “acercamientos” al “pueblo” para alargar los diálogos. Es su forma de ganar tiempo: a más tiempo, más legitimidad, réditos políticos, reconocimiento nacional e internacional e incluso solución a las fracturas en sus filas narcoterroristas.

Al otro lado quedó el gobierno en situación incómoda. Las FARC aprovechan la envalentonada para medirle el aceite a la comisión gubernamental en La Habana y ponerla contra la pared, para que acepte sus demandas bajo el prurito de que proceden del “pueblo” y, por ende, no puede despreciarlo. La prepotencia de la guerrilla es tal, que se da el lujo de desestimar la participación del Presidente Santos en la “etapa exploratoria”, citar una Constituyente –que ya va en plebiscito– y forzar al Minagricultura a comparecer en Cuba, para que frene su gestión y adopte sus “indicaciones”. Inaceptable.

Estos protuberantes problemas en la nueva dinámica de los diálogos, propiciados por las FARC, los advertí cuando manifesté mi inconformismo por el “Foro Agrario”. Se legitimó a un lobo disfrazado de oveja. Pregunto, ¿el Foro Agrario o las Mesas Regionales de Paz representaron los intereses de los 12 millones de habitantes, productores y empresarios del campo? En el Foro, por ejemplo, el 60% de los asistentes procedía de movimientos sociales ajenos al sector rural, ¿y los demás?

Pero este modelo amorfo de “sociedad civil” cayó como anillo al dedo de las FARC. Es su comodín para cristalizar sus movimientos de ajedrecista previstos de tiempo atrás. Los vítores a los dos eventos no son gratuitos. A la postre, el adoctrinamiento de sus bases sociales en las regiones, previo a la parafernalia de Noruega y Cuba, cuajaron en el texto del Foro Agrario. Allí quedaron consignadas las propuestas de la izquierda radical que tomó asiento en el recinto, a expensas de la ingenua multitud que creyó en un acto democrático promovido por las FARC.

El asunto es que nadie conoce la versión final. Se habla de 11 libros con 6.000 propuestas en el Foro Agrario, más otros 9 tomos de las Mesas Regionales. Aunque no se necesita ser prestidigitador para adivinar las ideas allí consignadas y para saber que las FARC hoy las acomodan hábilmente para ir contra el inexistente latifundio, la propiedad privada, Fedegán y la fuerza pública. Lo que explica el “embargo” al que sometieron el texto los negociadores.

Entre tanto se empiezan a oír, desde el muy acomodado sector urbano, avales a la “nueva” retórica de la guerrilla, “más flexible” y “más viable” para solucionar la problemática del desarrollo agrario integral. Ciertamente, su discurso de hoy apacigua los temores de los grandes capitales, calla sobre la violenta colonización que protagonizaron con paramilitares y narcotraficantes y se adecúa para defender sus verdaderos intereses a espaldas del país, del Congreso y de la auténtica sociedad civil. Mientras tanto, el país rural, convidado de piedra, se prepara para lo inevitable: la prolongación de su desgracia.




domingo, 20 de enero de 2013

Lafaurie hace politiquería contra la paz. Son las voces de los Fisiocratas

“José Félix Lafaurie, el retardatario y delincuencial jefe de los ganaderos que acaparan
casi 40 millones de hectáreas en pastos y actividades improductivas por todo el país”,
escribe el columnista.




Por Horacio Duque

La paz para superar el atroz conflicto social y armado que afecta a la sociedad colombiana desde hace ya casi 50 años es una utopía de la nación entera. Todos queremos un país sin muerte, sin masacres, ni paramilitares, ni bacrims (“bandas criminales”, es el término del régimen por el neoparamilitarismo, nota anncol), ni desplazamientos, ni despojos de los campesinos y los pobres del campo, ni violación de los derechos humanos.

La Mesa de conversaciones que funciona en la actualidad en La Habana, entre gobierno del Presidente Santos y las Farc es parte fundamental de una estrategia para poner fin a la guerra civil.

La misma es fruto de unos diálogos y acuerdos que han cristalizado en un escenario que tiene la garantía y el acompañamiento de la comunidad internacional.

Las conversaciones adelantadas sobre la Agenda de seis temas tienen una enorme influencia en el discurrir de la vida pública nacional, incidiendo en diversos campos de la formación social y el Estado.

El tratamiento ordenado y metódico de los referentes indicados en el Acuerdo especial arroja unos resultados que, naturalmente avivan el debate y la controversia pública entre diversos actores de la esfera democrática. Igualmente las decisiones unilaterales de las delegaciones plenipotenciarias, como el cese unilateral al fuego declarado por 60 días, propician puntos de vista encontrados.

Al avanzar las conversaciones sobre el tema agrario y registrarse el debate de los diversos segmentos de la sociedad civil en el Foro realizado en diciembre en Bogotá, las propuestas para resolver los problemas del campo han adquirido precisión. Esta visto, por las tesis esbozadas, que no es imposible acercarse a momentos que tengan “consensos suficientes, la forma de los acuerdos que se pueden ir tejiendo en esta segunda fase del proceso de diálogos e intercambios entre los delegados de las partes y sus asesores. Pactos parciales que deben esperar hasta que se agoten las conversaciones sobre los otros temas como el fin del conflicto, la democracia política, los cultivos ilícitos y las víctimas, porque “nada está acordado hasta que todo este acordado”. Acuerdos que se deben dar a conocer a la nación mediante informes y avances de la Mesa, que refrendan ambas delegaciones.

Obviamente lo que está ocurriendo no es del gusto de ciertos grupos sociales y políticos, partidarios de mantener el conflicto. Son los “enemigos de la paz”, los que se favorecen con la muerte y la sangre derramada. Es la extrema derecha feudal militarista que se opone a cualquier clase de reforma y cambió que implique la democratización del campo colombiano, atrapado por un latifundio absurdo que estorba, fundamentalmente, la expansión de las relaciones capitalista de producción en las zonas rurales.

Pero el problema con el latifundio colonial no es tanto su mayor o menor peso económico en el PIB nacional, que desde luego es un elemento para abordar, tal como ocurre en el actual debate. Lo es, más por ser el foco de una matriz política autoritaria y violenta que persiste desde hace 400 años. En realidad, los actuales defensores de la forma existente de propiedad rural son los que prolongan, en pleno siglo XXI, el pensamiento de la escuela francesa de los fisiócratas, cuyos partidarios en el Virreinato de la Nueva Granada, organizaron desde finales del siglo XVIII en Mompox y Bogota, las Sociedades de Amigos del país para promover la intervención del Estado y sus instituciones legales, en favor de los terratenientes por ser la tierra la principal fuente de riqueza,, según ellos, desdeñando la manufactura y el comercio que impulsaba la revolución industrial inglesa.

Uno de esos fisiócratas del siglo XXI es el señor José Félix Lafaurie, el retardatario y delincuencial jefe de los ganaderos que acaparan casi 40 millones de hectáreas en pastos y actividades improductivas por todo el país. Su Dios es el latifundio y la hacienda vacuna del Caribe, del Magdalena, Córdoba, Sucre, Cesar y Bolívar, por donde se pasea soberano dándose ínfulas de literato clásico español y de filosofo barato que descresta, con frases de efecto inmediato, entre la masa de campesinos humillados y entre vulgares déspotas y patrones costeños, peritos en vacas y toretes de semental.

Lafaurie, como todos los gamonales experimentados, encontró en la coyuntura la oportunidad perfecta para hacerse su campaña presidencial. Su actividad pública reciente no es más que una banal y nauseabunda propaganda politiquera para demeritar el proceso de paz, que estigmatizan y descalifica con sofismas y falacias de estirpe reaccionaria y mentirosa.

Ahora funge de candidato nacional, dizque costeño, con el apoyo de los más connotados ganaderos y latifundistas del norte. Los políticos de Córdoba y Montería ya expresaron, con su tradicional zalamería semántica, su irrestricto acompañamiento a este cruzado de los valores de la cultura oscurantista de los señores feudales que nos quieren mantener en otros cien años de violencia y destrucción. 

Lo mínimo que hay que pedirle a este caballero es que deje la politiquería contra la paz, pues esta es un bien público que reúne el consenso popular y nacional.

viernes, 28 de diciembre de 2012

La nueva Oligarquía Urbana de Colombia


Campesinos de la Localidad Usme, al sur de Bogota, reclaman tierra y reforma agrararia.


Por Alberto Pinzón Sánchez
La mayoría de observadores agudos del proceso de Paz, abierto en la Habana y formalizado en Oslo entre el Estado Colombiano y las Farc-EP; si notaron la ausencia de FEDEGÁN en el equipo negociador oficial del Estado, donde se suponía debía estar representado TODO el Poder dominante (y dirigente) en Colombia, y se preguntaron ¿porque razón el poderoso gremio económico político de los ganaderos, que ha tenido la hegemonía política y económica durante más de 200 años en Colombia, no estaba presente? La respuesta vino a saberse, accidentalmente, este 17 de diciembre 2012, cuando el director plenipotenciario de esa agrupación “corporativa” JF. Lafaurie, rechazó rotundamente su participación en el foro agrario de la Universidad Nacional, convocado por las dos partes sentadas en la mesa de la Habana.
Había surgido por fin a la superficie consiente de la realidad social colombiana, una de las más profundas contradicciones económicas y políticas, largamente ocultada, deformada y velada ideológicamente (como toda verdadera contradicción social) durante todos estos siglos de hegemonía y Poder oligárquico-imperialista en Colombia. La historia del gremio de los agro-pecuarios colombianos denominado FEDEGÁN, a través de la historia de la llamada “cuestión agraria colombiana”, empalmaba directamente y sin solución de continuidad, con la historia del latifundismo o terratenientismo, también denominado “GAMONALISMO”, y con toda la Historia (esta con mayúscula) de Colombia considerada desde 1.492, cuando fue colonizada como el resto de Nuestramérica, por el caduco Imperio español.
Pero se presentaba de forma escueta, como se presentan las dinámicas contradicciones sociales en épocas de crisis, a no como el histórico y complejo enfrentamiento entre la Oligarquía pro-Imperialista y el Pueblo Trabajador colombiano o gente del Común, sino como un desarrollo del conflicto Social y Armado colombiano, que el reconocido científico social Ignacio Ramonet, describe y explica según su experiencia directa, en el artículo de Le Monde Diplomatique Nº 206 de diciembre de 2012 así: ..
“. . . Pero si el presidente Santos decidió, ante la sorpresa general, abrir unas negociaciones de paz con la insurgencia no fue sólo porque las FARC se encuentren disminuidas militarmente. Es también porque la oligarquía latifundista que, desde hace 65 años, se opone a una reforma agraria en Colombia (este país es prácticamente el único en América Latina que, por la cerrazón de los terratenientes, no ha realizado una redistribución de tierras) ya no tiene el poder dominante que tenía. En los últimos decenios se ha consolidado una nueva oligarquía urbana mucho más poderosa e influyente que la oligarquía rural.
Durante los años más terribles de la guerra, las grandes aglomeraciones quedaron aisladas del campo. Era imposible circular por tierra de una localidad a otra y la “Colombia útil” se convirtió en una suerte de “archipiélago de ciudades”. Estas metrópolis, en las que se acumulaban los millones de personas que huían del conflicto, desarrollaron su propia economía cada vez más pujante (industria, servicios, finanzas, importación-exportación, etc.). Hoy es ella la que domina el país y a la que, en cierta medida, representa Juan Manuel Santos. Igual que Álvaro Uribe representa a los grandes terratenientes que se oponen al proceso de paz.
Discusión con el funcionario de la alcaldia sobre la extensión de las tierras y sus títulos.

A la oligarquía urbana, la paz le interesa por razones económicas. Primero, el coste de la paz, o sea una –probablemente modesta– reforma agraria, lo asumirían los latifundistas, no ella. Su interés no está en el suelo, sino en el subsuelo. Porque, en el contexto internacional actual, la pacificación le permitiría explotar los inmensos recursos mineros de Colombia de los que la insaciable China sigue sedienta. Por otra parte, el empresariado urbano estima que, en caso de paz, los excesivos presupuestos militares podrían consagrarse a reducir las desigualdades que siguen siendo abismales. Los empresarios constatan que Colombia va hacia los 50 millones de habitantes. Lo cual constituye una masa crítica importante, en términos de consumo, a condición de que el poder adquisitivo medio aumente. En ese sentido, observan que las políticas de redistribución que se están llevando a cabo en varios países de América Latina (Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, Argentina, etc.) han reactivado la producción nacional y favorecido la expansión de las empresas locales”.
El investigador Ramonet continua argumentando sobre las varias influencias económicas y políticas Internacionales, especialmente latinoamericanas y caribeñas (aunque ignora, no sabemos por qué, la mayor de todas ellas emanada en Washington por el Departamento de Estado) y que actualmente pesan sobre la decisión de sentarse en una mesa de diálogos para finalizar el histórico conflicto social y armado de Colombia , y alerta mencionando, las asechanzas mortales que aún penden sobre el proceso de paz.
Pero la realidad del desarrollo real de este nudo de contradicciones en la sociedad colombiana, estás mostrando que el denominado “Poder terrateniente tradicional” no ha sido derrotado en Colombia, ni reemplazado por una nueva “oligarquía urbana” empeñada en creer que el proceso de paz con las FARC-EP, re-establecerá el viejo esquema Gobierno-Oposición de Virgilio Barco, donde la oposición sin armas discutirá políticamente desde la cárcel o el cementerio, la reforma agraria y las demás que le sean favorables al gobierno.
Por el contrario; todos los días se percibe con mayor claridad que la tal contradicción entre Santos y Uribe, no es más que una lucha electorera por ver quién se queda finalmente con el gobierno y su jugoso e inagotable presupuesto, que Londoyos llama “la mermelada”. Todos los días la oligarquía tradicional le impone a la “oligarquía urbana” sus condiciones. Miremos algunas:
1-    Su rechazo ilegal a acatar el fallo inapelable de la Corte Internacional de Justicia sobre las islas de San Andrés.
2-    La conformación en el honorable congreso de la república de una tenaza político-ideológica conformada por el grupo “urbano” liderado por JM Santos y Vargas Lleras con el grupo “tradicional” del procurador Ordoñez, quien debido a los problemas judiciales de Uribe Vélez y Londoyos, ha tenido que asumir su liderazgo ultra-reaccionario y se ha hecho reelegir ilegalmente por el parlamento colombiano, para legislar sobre:
3-    El Fuero Militarista para Impunidad (FMI) con el fin de continuar la guerra.
4-    La aprobación de una cascada de leyes antipopulares y reaccionarias especialmente la llamada “reforma tributaria”, el salvamento financiero (con dinero del pueblo contribuyente) a las quebradas empresas promotoras de salud (EPS) y la llamada reforma a la salud. Las mezquinas leyes sobre minería y protección de territorios mineros.
5-    La llamada ley de reforma a la justicia, abortada por la movilización social y la indolencia del gobierno con el paro de los jueces, quienes pedían el cumplimiento de un ajuste salarial prometido hace 20 años, mientras se legislaba sobre fabulosos sueldos a magistrados y miembros de las altas cortes, para mantenerlas bajo control.
6-    El silencio cómplice ante la pirámide de Interbolsa, semejante a los auto-préstamos de Granahorrar de Jaime Michelsen en el gobierno conservador de Belisario Betancur, o la pirámide DMG en el gobierno corporativo de Uribe Vélez.
Así pues que, si bien se ha avanzado notablemente en el conocimiento y en la conciencia de la dinámica contradictoria que está en la base del conflicto social y armado de Colombia; todavía hace falta que la más amplia y unitaria movilización social imponga la paz a la nueva tenaza “Santo-Ordoñista”, apalancada por las casas gratis del casa-teniente Vargas Lleras, que se ha conformado en el honorable parlamento colombiano. Es esencial tener claro que sin la movilización social, la mesa de la Habana languidecerá, y más temprano que tarde será levantada por JM Santos, aprovechando cualquier montaje burdo y chapucero de esos que sabe hacer la Inteligencia Militar colombiana, o argumentando la fecha de las elecciones que definirá su riña mediática con Uribe Vélez. 

martes, 18 de diciembre de 2012

La tierra colombiana en manos de pocos: "La fantasía feudal de Lafaurie"

Son seis millones de campesinos desplazados por personajes como el jefe de Fedegan.
En la foto una familia campesina en el Valle de Cimitarra que luchan con la vida como
couta contra la sed de más tierra y sangre de los terratenientes y ganaderos.



Por Horacio Duque
José Feliz Lafaurie, es la voz cantante de los hacendados ganaderos colombianos. Una minoría de propietarios que dispone de casi 100 millones de cabezas de bovinos y la media bobada de 40 millones de hectáreas de pastos en extensas propiedades de las mejores tierras de Colombia.
José Feliz Lafaurie
Su patria chica está en el Departamento del Cesar, asiento de los más agresivos terratenientes del ganado, artífices, protectores y financiadores de los sanguinarios grupos paramilitares de Jorge 40, autores de masacres, desapariciones, homicidios y exterminios de líderes agrarios y sindicales.
Lafaurie tiene varios procesos en la Fiscalía y otras oficinas penales por sus vínculos estrechos con Mancuso, a quien le prestó asesoría en la época de su apogeo en el departamento de Córdoba, cuando tenían la más sólida alianza con el señor Uribe Vélez, para gobernar con la Seguridad Democrática, que fue una dictadura fascista de casi 10 años, desde el 2002 hasta el 2012, en que su heredero empezó a tomar distancia para salir del enredo político que ponía en riesgo la estabilidad del sistema de poder de la oligarquía colombiana, sobre todo por su hostilidad contra los gobiernos progresistas de las naciones vecinas.
A propósito del proceso de paz de La Habana, Lafaurie y la casta que representa, ha emprendido una campaña de ataques y descrédito contra la Mesa de Conversaciones y el Acuerdo general que le da soporte. 
En el tema agrario y la solución de los problemas rurales, el Presidente de Fedegan encarna un discurso obsoleto, lleno de una fantasía feudal absurda y risible. 
Para este señor, en Colombia no hay latifundio, ni pobreza rural, ni 15 millones de campesinos pobres, ni 6 millones de campesinos desplazados, ni Agroingreso seguro, ni terratenientes, ni latifundistas, ni un Víctor Carranza acaparando 1 millón de las mejores tierras, ni paramilitares, ni más de 500 mil muertos por la violencia latifundista en los últimos años, ni 5000 victimas de la UP. El campo colombiano es un paraíso adornado por millones de vacas, terneros y toretes de semental.
El jefe paramillitar acusó directamente a los ganaderos en fedegan de ser los financiadores del
paramilitarismo que se pusieron al servicio a estos.
Según Lafaurie, esas lacras de nuestro campo son un invento de la retórica marxista, una estrategia izquierdista para desprestigiar nuestra agricultura, una forma más de la lucha de clase de leninistas empecinados.
Pero los hechos son tozudos frente a la ceguera de este encumbrado y soberbio terrateniente del ganado, que se niega a debatir en el Foro agrario que se realiza en Bogotá los días 17, 18 y 19 de diciembre, las estrategias para resolver los problemas rurales que apalanquen una Colombia en paz y sin violencia latifundista.
Fernando Carrillo, el Ministro del Interior, lo ha reconvenido para decirle que no se atraviese como “una vaca muerta” en el actual proceso de paz que se adelanta en La Habana. Lo que esta muy bien y habla bien de la mentalidad abierta del funcionario.
Veo difícil que este fanático de la ultraderecha se aproxime a términos de civilización. Es un enfermizo ultramontano con mucho apego a la violencia y a los privilegios feudales. Es de los que se siente bien con los ataques del Ministro de Defensa y la cúpula militar a la Mesa de Conversaciones de La Habana, que quieren ver fracasada porque el triunfo de la paz es su sepultura.