Piedad Córdoba se defiende en una carta pública contra los ataques de funcionarios del estado colombiano
A
raíz de la defensa a los pueblos indígenas, campesinos y habitantes en general
en el norte del departamento del Cauca, la luchadora popular Piedad Córdoba fue hace unos días nuevamente objetivo por un furioso ataque de varios funcionarios y ministros del Estado
colombiano.
En la carta abajo, que ANNCOL reproduce en su
totalidad, la ex senadora se defiende contra los ataques lanzados. Uno de los
remitentes es el procurador Alejandro
Ordóñez, activo en Opus Dei y el mismo que destituyó y deshabilitó a Córdoba
por 18 años.
La
luchadora incansable no se doblega, lo que muestra el contenido de la carta.
2012-07-28REDACCIÓN
ANNCOL
Ver el video de la intervención de Piedad Córdoba:http://youtu.be/xKyJWG1xx4Q
PIEDAD CÓRDOBA:
Carta
abierta a las ciudadanas y ciudadanos, al Partido Liberal colombiano y a la
opinión pública nacional e internacional
Hace
un mes, en mi calidad de dirigente política y social, expresé en el municipio
de Miranda, Cauca, mis puntos de vista acerca de los derechos de la población.
Hoy, me he enterado de la polémica que dicha visita generó, debido a unas
imágenes editadas y publicadas por algunos medios de información que las
recibieron de fuentes oficiales.
Conociendo
las reacciones del presidente del Partido, Sr. Simón Gaviria, en las que se
refiere a mis palabras como alejadas de los postulados ideológicos del Partido
Liberal, y las del procurador Alejandro Ordóñez, que junto con algunos otros
altos funcionarios piden se me procese por diferentes delitos, deseo manifestar
que estoy dispuesta a aclarar mi responsabilidad jurídica y política, y ante
todo mi responsabilidad moral con Colombia.
En
tal sentido, es irónico que quienes han promovido de una u otra forma
decisiones políticas a espaldas de los intereses del país, indiferentes a las
injusticias, exclusiones y discriminaciones que viven cientos de comunidades
indígenas, campesinas, afro descendientes, sectores urbanos empobrecidos,
sectores medios, mujeres, y personas con diversas opciones sexuales, y en
general amplios sectores sumidos en la desigualdad, se asuman aquellos como
jueces, desbordando nuevamente sus competencias o pretendiendo ganar
legitimidades para sus intereses.
Interveniendo en el foro. |
Me
acusan de “instigar al delito”, "asonada", "concierto para
delinquir" e "incitar a la violencia" por referirme básicamente
al retiro de las bases militares que ponen en peligro a la población y por
sumarme al llamado que pide la revocatoria del Congreso y que algunos sectores
plantearon al mandato del Presidente.
Mis
declaraciones son legítimas, justificadas y precisas, y acuden al supremo
recurso del pensamiento y la libertad de opinión que convoca la acción
civilista y pacífica, como lo vengo sustentando sin dobleces hace muchos años,
siempre en el marco de los principios de un Estado democrático moderno.
Parte
de ese legado histórico del derecho y del humanismo se encuentra en obras y
valores incluso anteriores a la Revolución Francesa de 1789, en Tomás de
Aquino, Tomas Moro, Pedro Claver. O en nuestra historia, basta detenerse en
pasajes de la vida de José Antonio Galán, asesinado en 1782, hace 230 años, o
en el pensamiento de Gaitán, Uribe Uribe, López Pumarejo. O en una mirada
universal al repasar la obra de Henry David Thoreau sobre la desobediencia
civil, o a autores como Mahatma Gandhi o Martín Luther King.
Por
que evidentemente en la modernidad, en un Estado de Derecho, se comprende con
nitidez la diferencia entre los delitos que desean se me imputen por
instigación, y la legitimidad de la actuación en libertades, en conciencia y en
Derecho.
Lo
que he hecho, en relación con la situación que padece el norte del Cauca, y
también otras regiones, es recordar que hay al menos dos derechos de primer
rango a los que la población no puede ni debe renunciar:
1. El
derecho humanitario, que prohíbe que las partes contendientes, sean militares o
guerrillas, se instalen entre la población civil para convertirla en escudo,
protegiéndose indebidamente, exponiéndola o haciéndola objetivo de acciones
bélicas.
El
derecho internacional es claro en este aspecto, por lo tanto invito a un debate
público, pluralista y respetuoso de las diferentes posturas jurídicas y
políticas sobre esta materia. Colombia necesita un cambio en la política, cuyo
primer objetivo debe ser no acrecentar más la militarización y el saqueo, sino
abrir la puerta para un diálogo de todo el país, de todos los sectores, de
todas las regiones, porque es necesaria la paz y el logro de la justicia
social.
2. El
derecho a la protesta, a la opinión, a la desobediencia civil y a la objeción
de conciencia, respaldado en el pensamiento humanista liberal y social. Se
expresa, en este caso, de dos maneras: en primer lugar llamando a la defensa
pacífica por y desde la población civil atacada, velando por su protección, su
libertad, derechos y recursos, desde su propia cosmovisión, a favor del
territorio que está siendo militarizado y cruzado por dos modelos de desarrollo
de la guerra. En segundo lugar, adhiriéndome al torrente que muchas ciudadanas
y ciudadanos han desatado, de la necesidad de revocar el mandato de poderes que
no están salvaguardando intereses sociales o públicos sino amparando solamente
los intereses privados.
En el
transcurso de mi quehacer político siempre he acompañado las justas reclamaciones
en derecho de comunidades indígenas, de campesinos, de mujeres, de afro
descendientes; así como otras expresiones para que los derechos de los
colombianos sean una realidad.
Su solidaridad con los campesinos de Calandaima. |
Mi
presencia en Miranda respondió al acompañamiento solidario, humanitario y humanista
que durante años he realizado a procesos políticos y sociales y mi compromiso
con la búsqueda de la paz y la justicia social.
Es
claro, y es un menosprecio a su memoria ancestral, a su creatividad y valentía,
que las comunidades indígenas, quienes padecen, como otros sectores, el
conflicto armado, claman por la humanización y la paz, que sus movilizaciones,
que han desarrollado por sí mismos hace muchos años, sin mis expresiones de
solidaridad y de preocupación, en el Cauca y en decenas de regiones del país,
son una prueba de esa firme voluntad colectiva que busca hacer realidad el
sagrado Derecho a la Paz, que consagra el artículo 22 de la Constitución
Nacional.
Estas
manifestaciones, al igual que las campesinas y afrodescendientes, y de otros
sectores de la sociedad, indican la necesidad de dialogar, ante los costos en
vidas y daños irreparables para los civiles, para los combatientes de los
bandos enfrentados, para la economía del país, por los efectos sociales y
ambientales que hacen inviable una sociedad reconciliada en una democracia
profunda.
Los
momentos que vivimos de crisis en diversos planos son una invitación al país, a
las colombianas y colombianos sin distinción, a decidir la búsqueda de la paz
en una democracia política y social, y no una guerra prolongada, sin esperanza,
de aniquilamiento lento, doloroso, inhumano, destructivo.
Piedad
Córdoba Ruiz28 de
julio de 2012