Por allá en los años 70, en la universidad nacional de
Bogotá, un compañero estudiante tuvo la idea de poner en una bicicleta
adaptada, una venta ambulante de perros calientes con mostaza: era “el carrito
de los perros de sociología”. Pero el “espíritu empresarial” del estudiante, no
solo estuvo en esa idea que pretendía quitar con poco dinero, el hambre de los
estudiantes que salían hambreados después de comer el almuerzo oficial de la
cafetería de la universidad, sino en el cartelito con letras rojas que colgó de
los manubrios de la bicicleta y que decía: “Estos perros calientes no son tan
malos como el Decano de la facultad dice, ni tan poco tan buenos como mi esposa
lo pregona”
Este recuerdo me viene, ahora que las Farc-ep han
propuesto una Asamblea Constituyente como un “pacto de paz colectivo,
indispensable y definitivo” para que en un ambiente tan santanderista como el
colombiano, se refrende, se asegure y se cumpla en el tiempo lo acordado o
pactado. La propuesta tan antigua como el conflicto colombiano mismo, tiene que
ver con “la ley de leyes” con la que la oligarquía trasnacional ha mantenido
durante siglos, a sangre y fuego, su dominio, explotación y opresión neoliberal
sobre el conjunto de clases subordinadas y sectores oprimidos de la sociedad,
que en breve se denomina “el pueblo trabajador colombiano o gente del común”.
Una ley de leyes o
Constitución reaccionaria, clerical y excluyente, que se impuso sobre los
escombros de la guerra civil de 1885, ganada por los latifundistas y grandes
exportadores de productos agrarios y se prolongó por más de 100 años, hasta
1991, cuando presionada por “la mano invisible” del libre mercado global, Cesar
Gaviria y sus ministros incluido los del M19, convocaron una Asamblea
Constituyente amarrada (no sin antes atacar casa-verde) y promulgaron la
constitución de 1991 sobre la cual se ha desarrollado “la legitimidad y
legalidad” de la guerra contrainsurgente y el terrorismo de Estado actuales y
vigentes: No es sino mirar el “sustento legal” con la que el ejército y la
policía colombianas están fusilando civiles en el Catatumbo.
La propuesta de una Asamblea Constituyente como pacto de
paz colectivo, para refrendar lo acordado y finalizar el conflicto interno, obviamente
tiene como fin prioritario modificar la correlación política dominante
hegemonizada por los latifundistas tradicionales, a la vez que desarrollar un
nuevo pacto social que haga viable a Colombia en el mundo actual globalizado. Y
eso, implica una modificación a la actual ley de leyes de la oligarquía trasnacional
y sus aliados “democráticos internos”.
Y aquí es donde viene el recuerdo del cartelito del carro
de los perros calientes de sociología: La constitución del 91 no es tan buena
como dice Humberto de la Calle o Navarro, ni tampoco lo que dicen sus más
enconados opositores.
Personalmente creo que la constitución colombiana del 91,
haciendo importante salvedades, contiene aspectos positivos sobre todo en lo
que se refiere a los derechos humanos y algunos derechos de las minorías y
comunidades. Pero, también tiene innumerables aspectos negativos que a lo largo
de estos años han demostrado en la práctica y en la vida ser soportes de
militarismo y del neoliberalismo-autoritario (valga el pleonasmo) fuentes de
conflicto y muy inconvenientes para la paz, el progreso social y la soberanía.
Y por lo tanto deben ser corregidos y enmendados si se desea verdaderamente la
paz definitiva para el pueblo colombiano.
En todo proceso de acuerdo, así sea comercial o político,
cada una de las partes posee un Dintel (máximo) y un Umbral (mínimo) y entre
estos está el Vano de la puerta. Generalmente, el dintel de la contraparte es
mi umbral y viceversa. Pero si desea sinceramente llegar al acuerdo, no es sino
mirar que la cerradura de toda puerta está a la altura de la mano. Cerca de su
mitad.
Creo sinceramente que los representante y diplomáticos
tanto del Estado colombiano como los de las FARC-ep sentados en la Habana
buscando finalizar el conflicto armado interno, están en capacidad y pueden acordar
fácilmente cuales aspectos de la Constitución del 91 merecen dejarse a
perdurar, y cuales deben ( necesariamente) ser modificados, cuidándose muy bien
no darle campo al fascismo. Lo demás es llegar a la cerradura sobre cómo se
constituiría esa constituyente y como se refrendaría democráticamente lo
acordado, para que no se “salga de quicio” todo el proceso de paz, que es lo
que están empeñados en lograr a toda costa Uribe Vélez con sus enanitos.