Presidente Santos, el mismo "perro" con distinto collar |
Santos nunca ha dejado de
ser quien es, así se haya peleado con Uribe. El problema que tiene frente a sí
mismo es que a un año de las elecciones presidenciales de 2014 no ha conseguido
posicionar su figura como un presidente que pueda ser reelegido.
Fernando Dorado /
Domingo 16 de junio de 2013
Juan Manuel Santos ha demostrado ser una veleta que toma la dirección que
le ordenan las encuestas y sus asesores neoliberales. Intentó durante sus
primeros tres años de gobierno posicionar en Colombia una agenda “moderadamente
progresista” (reformismo elitista), coqueteó con el proceso de integración
regional latinoamericano y aspiró a convertirse en un referente político de la
región y del mundo – aprovechando los diálogos para firmar la Paz que ha
iniciado con las guerrillas izquierdistas – pero finalmente, con el fin de
garantizar su reelección, pareciera retomar plenamente la agenda ideológica
uribista.
Algunos analistas relacionan este “giro” con el llamado al orden del
gobierno de los EE.UU. que supuestamente se plasmó en la visita del
Vicepresidente Joe Biden el pasado 27 de mayo. Aceptar esa teoría sería
reconocer que efectivamente Santos se había separado de la política imperial
estadounidense, cuando lo que realmente se vislumbraba era un viraje
estratégico de las burguesías transnacionalizadas de México, Chile, Perú y
Colombia – no para renunciar a sus lazos íntimos con los EE.UU. – sino para
afianzar dentro del proceso integrador latinoamericano un “caballo de Troya”
neoliberal.
Santos nunca ha dejado de ser quien es, así se haya peleado con Uribe. El
problema que tiene frente a sí mismo es que a un año de las elecciones
presidenciales de 2014 no ha conseguido posicionar su figura como un presidente
que pueda ser reelegido. El gobierno y sus asesores se dieron cuenta de que no
son capaces – no tienen voluntad ni tiempo – para profundizar las medidas
“moderadamente progresistas”, y ello explica sus intentos fallidos y amagues
incomprensibles de reformas constitucionales para buscar ampliar su período.
Es evidente que al impulsar reformas “moderadamente progresistas” el
gobierno se ha limitado a actos legislativos y que en la tarea ejecutora ha
sido completamente ineficaz. Es visible también que los asesores más
derechistas han conseguido influir en el presidente Santos al punto de dar un
viraje – casi que total – en las relaciones internacionales, y en bajarle perfil
a la tarea de la Paz. Es muy probable que el gobierno de Santos – por motivos
estrictamente electorales – quiera quitarse la imagen de “mejor amigo” del
gobierno de Venezuela y presentarse ante el pueblo colombiano con un sello de
autonomía e independencia frente al manejo del conflicto interno. Sus asesores
electorales saben que las buenas relaciones con el gobierno vecino son
explotadas negativamente por las fuerzas de Uribe. De allí su comportamiento
errático en ese tema.
De ésta manera Santos se encamina nuevamente a utilizar el programa
uribista como carta de salvación para la reelección y en ese proceso es posible
que aborte tempranamente los diálogos de Paz de La Habana o los mantenga en un
nivel secundario, tarea que ya está realizando con la actitud asumida frente al
gobierno bolivariano de Venezuela con la aceptación de la visita del derrotado
candidato opositor Henrique Capriles Radonsky.
Todo apunta a que a nivel interno el proceso de Paz no va a seguir siendo
la principal carta de presentación de la campaña reeleccionista. Como no puede
abortar los diálogos de forma unilateral, lanza de vez en cuando ataques
velados contra el mismo proceso con la intención de mostrar su perfil
guerrerista. Las supuestas amenazas de la guerrilla a sindicalistas colombianos,
la tensión con el gobierno de Venezuela y el anuncio de la cooperación militar
con la OTAN van en esa dirección. Así el gobierno de Santos se sabotea a sí
mismo.
Es por ello que los últimos comunicados de las FARC llaman la atención
sobre esta situación. Dice el comandante Iván Márquez que “Es inquietante que
los afanes legislativos electorales puedan maltratar, marchitar o aniquilar
para siempre las esperanzas de reconciliación”[1], y se nota en el contenido de
los mismos un sentimiento de frustración frente a un interlocutor que pareciera
estar sumido en un momento de confusión y vacilación extrema, que por un lado
realiza acuerdos de suma importancia (Desarrollo Agrario Integral) pero que
paralelamente menosprecia a los actores guerrilleros cuando afirma que esa
agenda agraria la va a impulsar “con las FARC o sin las FARC”.
Teniendo en cuenta ese panorama borroso fruto del reciente comportamiento
equívoco del gobierno, las fuerzas democráticas progresistas y revolucionarias
– las organizaciones sociales y los movimientos y partidos políticos – podrían
y deberían convocar unificadamente al presidente Santos para clarificar la
situación. Es el momento en que representantes de la sociedad civil llamen la
atención sobre la coherencia y concordancia que debe existir entre la actitud
de los negociadores del gobierno y la conducta del primer mandatario, a fin de
preservar la marcha del proceso de Paz y garantizar su permanente avance.
El pueblo colombiano necesita de actos de grandeza en torno de la Paz. La
izquierda y el resto de fuerzas democráticas deben asumir una posición de
estadistas frente al proceso de diálogos. Santos debe sentir la fuerza
unificada de los sectores que apoyan decididamente la salida política al
conflicto armado. Las fuerzas democráticas progresistas y revolucionarias deben
retar al gobierno y exigirle coherencia. El momento lo requiere.