miércoles, 5 de junio de 2013

Nicolás Maduro evalúa relaciones. Por Alberto Acevedo.

Henrique Capriles, en épocas de militancia
juvenil fascista. Un fotomontaje que circula
por la red por la pertenencia de Capriles en
“Tradición, Familia y Propiedad”, una secta
anticomunista que estaba involucrada en
planes de atacar el Papa Juan Pablo II.


“Dudo de la sinceridad de Santos”

La torpeza política de Santos, al recibir a un conspirador venezolano, sí le puso una rueda en el camino, no sólo a las buenas relaciones con el país vecino, sino al proceso de paz en La Habana. Maduro denuncia planes desde Bogotá para asesinar a líderes venezolanos

*Alberto Acevedo

El incidente diplomático originado a raíz del recibimiento que casi a nivel de jefe de estado dio el presidente Juan Manuel Santos al líder ultraderechista venezolano Henrique Capriles, no es una tormenta en un vaso de agua, como quisieron mostrarlo después algunos influyentes medios de comunicación en nuestro país. Ni se limita a la esfera del libre albedrío que tienen los gobernantes para recibir a quienes consideren conveniente a sus relaciones internacionales.

No, porque el señor Capriles no es simplemente el jefe de la oposición al gobierno del vecino país, como de manera eufemística han querido presentarlo los medios de comunicación afines a los círculos de poder de ambos países. Capriles es un conspirador, de manufactura lumpenesca. Un personaje que en su juventud estuvo vinculado a círculos políticos fascistas; que durante el intento de golpe militar contra Chávez en el año 2002 asaltó los muros de la embajada cubana en Caracas para cometer distintas fechorías.

Foto oficial del presidente Nicolás Maduro.


Que una vez concluidas las últimas elecciones presidenciales en su país, exhortó a la violencia generalizada, no solo para desconocer la victoria en las urnas de Nicolás Maduro, sino para crear un clima generalizado de desestabilización contra la Revolución Bolivariana. Estos hechos, por cierto, dejaron un elevado saldo de muertos, heridos y destrucción material, por lo que cursa una investigación penal en su contra.

En respuesta a la indignación causada en Venezuela, el presidente Santos respondió que seguramente se trató de un mal entendido, que debe ser tratado por vía diplomática, lejos de la diplomacia de los micrófonos. No, señor presidente, no es un simple mal entendido.

Un paso bien pensado

Juan Manuel Santos se precia de ser un hombre muy bien informado. Unas semanas atrás se negó a recibir a la diputada golpista venezolana María Corina Machado. Esta vez sin embargo se reunió con Capriles en la Casa de Nariño. Y lo hizo por presiones del partido conservador, de sectores uribistas y militaristas, comprometidos en un complot contra el gobierno del vecino país. Esa es la realidad. Santos recibió a Capriles como una concesión a los sectores más reaccionarios y descompuestos de la política nacional.

Y lo peor del caso es que no midió las consecuencias sobre las repercusiones que semejante acto aventurero podrían tener sobre la marcha de la mesa de negociaciones con la insurgencia en La Habana. Entre las primeras reacciones del gobierno de Caracas, estuvo el retiro inmediato, para realizar consultas, del embajador plenipotenciario y mediador, Roy Chaderton, en una actitud que inmediatamente fue lamentada por los representantes de la insurgencia en la mesa.

Preocupación en el continente

Fueron estas consideraciones las que, seguramente, tuvo en cuenta el mandatario venezolano al asegurar: “dudo de la sinceridad de Santos”. Pues para los venezolanos, las conversaciones con Capriles no son un hecho aislado ni un acto de ingenuidad política.

Ya en repetidas ocasiones, desde el palacio presidencial en Caracas se han denunciado intentos de gestar actos conspirativos contra la estabilidad de ese gobierno, a partir de reuniones, complots e intrigas de toda índole, originados en Bogotá y de las que no ha sido ajeno el ex presidente Uribe Vélez, enemigo acérrimo de la revolución bolivariana.

La reflexión que se hace Maduro, han comenzado a hacérsela también otros mandatarios latinoamericanos, preocupados por una errática y torpe política exterior del presidente Santos. Cómo explicar que el mandatario colombiano asiste al acto de posesión de Maduro, avalando la validez de su elección, como lo hicieron el resto de naciones del mundo, con excepción de Estados Unidos y a la semana siguiente recibe en su casa al mayor conspirador contra el proceso social que se vive en Venezuela.

Engendro intervencionista

Cómo explicar que Colombia se peleó el derecho a presidir Unasur, una de las organizaciones más emblemáticas de la unidad latinoamericana y meses después comanda la creación de la Alianza para el Pacífico, un caballo de Troya contra ese proceso de unidad soberana. O que el mismo día en que recibe una carta de prestigiosos ex mandatarios mundiales, como Nelson Mandela, en que le brindan generoso apoyo al proceso de paz, al mismo tiempo anuncie su intención de ingresar a la OTAN, verdadero engendro intervencionista y de agresión contra los pueblos, nacida de los tenebrosos días de la “guerra fría” contra el campo socialista.

Esa política sin norte aparente en la diplomacia internacional, lleva al gobierno Santos a anunciar sus coqueteos con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, instrumento de sojuzgamiento económico de las grandes potencias industrializadas, dándole la espalda a los esfuerzos de integración económica independiente de los latinoamericanos, representados en Mercosur, Unasur, el Celac, el ALBA y otras, de las que Colombia es signataria. O a anunciar, que viajará próximamente al Medio Oriente, a buscar puentes de cooperación, pero se niega a reconocer el derecho ancestral del pueblo palestino a erigirse como nación soberana.

Estos pasos dados por la Casa de Nariño, se dan, coincidencialmente, después de la visita del vicepresidente de los Estados Unidos, el señor Joe Biden, y del desfile de los mandatarios de gobiernos neoliberales del área iberoamericana, comprometidos, por cuenta de Estados Unidos, en la desestabilización del proceso de transformaciones sociales en Venezuela, iniciado por del desaparecido Hugo Chávez.

Dudas

Es en este contexto donde encaja la visita de Henrique Capriles a Colombia, para comprometer a un espectro de fuerzas de la ultraderecha latinoamericana contra la revolución bolivariana. Donde encajan las conversaciones ya denunciadas, entre los señores Otto Reich y Roger Noriega, ex asesores de la Casa Blanca, del señor J.J. Rendón y del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, en una empresa criminal contra Venezuela.

Y es allí donde aparece también el filón que apunta contra el proceso de paz en La Habana, al debilitar la presencia de Venezuela como mediador en las negociaciones con la insurgencia. No en vano el presidente Maduro dijo, refiriéndose a este aspecto, “tengo dudas de si continuar o no con ese proceso de paz”. Es decir, no va a ser fácil que el mandatario venezolano mantenga hacia el futuro un apoyo irrestricto al proceso de La Habana, después de todos los elementos de desconfianza introducidos por el tipo de política exterior desarrollado por Juan Manuel Santos.


La prevención que expresa Nicolás Maduro, han comenzado a expresarla también los gobernantes de Nicaragua, Ecuador, Bolivia y otras naciones, que pusieron su mayor empeño en construir un proyecto de unidad latinoamericana, independiente, soberano, sobre la base de la autodeterminación y la no injerencia en los asuntos internos de los vecinos y que hoy está seriamente amenazado, con una eventual presencia de tropas de la OTAN en territorio latinoamericano, o de la política neoliberal de las grandes potencias, a instancias de acuerdos económicos paralelos, ajenos al sentimiento nacionalista y libertario de las naciones y pueblos del continente.