“Dudo de
la sinceridad de Santos”
La
torpeza política de Santos, al recibir a un conspirador venezolano, sí le puso
una rueda en el camino, no sólo a las buenas relaciones con el país vecino,
sino al proceso de paz en La Habana. Maduro denuncia planes desde Bogotá para
asesinar a líderes venezolanos
*Alberto
Acevedo
El incidente diplomático originado a raíz
del recibimiento que casi a nivel de jefe de estado dio el presidente Juan
Manuel Santos al líder ultraderechista venezolano Henrique Capriles, no es una
tormenta en un vaso de agua, como quisieron mostrarlo después algunos
influyentes medios de comunicación en nuestro país. Ni se limita a la esfera
del libre albedrío que tienen los gobernantes para recibir a quienes consideren
conveniente a sus relaciones internacionales.
No, porque el señor Capriles no es
simplemente el jefe de la oposición al gobierno del vecino país, como de manera
eufemística han querido presentarlo los medios de comunicación afines a los
círculos de poder de ambos países. Capriles es un conspirador, de manufactura
lumpenesca. Un personaje que en su juventud estuvo vinculado a círculos
políticos fascistas; que durante el intento de golpe militar contra Chávez en
el año 2002 asaltó los muros de la embajada cubana en Caracas para cometer
distintas fechorías.
Foto oficial del presidente Nicolás Maduro. |
Que una vez concluidas las últimas
elecciones presidenciales en su país, exhortó a la violencia generalizada, no
solo para desconocer la victoria en las urnas de Nicolás Maduro, sino para
crear un clima generalizado de desestabilización contra la Revolución
Bolivariana. Estos hechos, por cierto, dejaron un elevado saldo de muertos,
heridos y destrucción material, por lo que cursa una investigación penal en su
contra.
En respuesta a la indignación causada en
Venezuela, el presidente Santos respondió que seguramente se trató de un mal
entendido, que debe ser tratado por vía diplomática, lejos de la diplomacia de
los micrófonos. No, señor presidente, no es un simple mal entendido.
Un paso bien pensado
Juan Manuel Santos se precia de ser un
hombre muy bien informado. Unas semanas atrás se negó a recibir a la diputada
golpista venezolana María Corina Machado. Esta vez sin embargo se reunió con
Capriles en la Casa de Nariño. Y lo hizo por presiones del partido conservador,
de sectores uribistas y militaristas, comprometidos en un complot contra el
gobierno del vecino país. Esa es la realidad. Santos recibió a Capriles como
una concesión a los sectores más reaccionarios y descompuestos de la política nacional.
Y lo peor del caso es que no midió las
consecuencias sobre las repercusiones que semejante acto aventurero podrían
tener sobre la marcha de la mesa de negociaciones con la insurgencia en La
Habana. Entre las primeras reacciones del gobierno de Caracas, estuvo el retiro
inmediato, para realizar consultas, del embajador plenipotenciario y mediador,
Roy Chaderton, en una actitud que inmediatamente fue lamentada por los
representantes de la insurgencia en la mesa.
Preocupación en el continente
Fueron estas consideraciones las que,
seguramente, tuvo en cuenta el mandatario venezolano al asegurar: “dudo de la
sinceridad de Santos”. Pues para los venezolanos, las conversaciones con
Capriles no son un hecho aislado ni un acto de ingenuidad política.
Ya en repetidas ocasiones, desde el
palacio presidencial en Caracas se han denunciado intentos de gestar actos
conspirativos contra la estabilidad de ese gobierno, a partir de reuniones,
complots e intrigas de toda índole, originados en Bogotá y de las que no ha
sido ajeno el ex presidente Uribe Vélez, enemigo acérrimo de la revolución
bolivariana.
La reflexión que se hace Maduro, han
comenzado a hacérsela también otros mandatarios latinoamericanos, preocupados
por una errática y torpe política exterior del presidente Santos. Cómo explicar
que el mandatario colombiano asiste al acto de posesión de Maduro, avalando la
validez de su elección, como lo hicieron el resto de naciones del mundo, con
excepción de Estados Unidos y a la semana siguiente recibe en su casa al mayor
conspirador contra el proceso social que se vive en Venezuela.
Engendro intervencionista
Cómo explicar que Colombia se peleó el
derecho a presidir Unasur, una de las organizaciones más emblemáticas de la
unidad latinoamericana y meses después comanda la creación de la Alianza para
el Pacífico, un caballo de Troya contra ese proceso de unidad soberana. O que
el mismo día en que recibe una carta de prestigiosos ex mandatarios mundiales,
como Nelson Mandela, en que le brindan generoso apoyo al proceso de paz, al mismo
tiempo anuncie su intención de ingresar a la OTAN, verdadero engendro
intervencionista y de agresión contra los pueblos, nacida de los tenebrosos
días de la “guerra fría” contra el campo socialista.
Esa política sin norte aparente en la
diplomacia internacional, lleva al gobierno Santos a anunciar sus coqueteos con
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE,
instrumento de sojuzgamiento económico de las grandes potencias
industrializadas, dándole la espalda a los esfuerzos de integración económica independiente
de los latinoamericanos, representados en Mercosur, Unasur, el Celac, el ALBA y
otras, de las que Colombia es signataria. O a anunciar, que viajará
próximamente al Medio Oriente, a buscar puentes de cooperación, pero se niega a
reconocer el derecho ancestral del pueblo palestino a erigirse como nación
soberana.
Estos pasos dados por la Casa de Nariño, se
dan, coincidencialmente, después de la visita del vicepresidente de los Estados
Unidos, el señor Joe Biden, y del desfile de los mandatarios de gobiernos
neoliberales del área iberoamericana, comprometidos, por cuenta de Estados
Unidos, en la desestabilización del proceso de transformaciones sociales en
Venezuela, iniciado por del desaparecido Hugo Chávez.
Dudas
Es en este contexto donde encaja la
visita de Henrique Capriles a Colombia, para comprometer a un espectro de
fuerzas de la ultraderecha latinoamericana contra la revolución bolivariana.
Donde encajan las conversaciones ya denunciadas, entre los señores Otto Reich y
Roger Noriega, ex asesores de la Casa Blanca, del señor J.J. Rendón y del ex
presidente Álvaro Uribe Vélez, en una empresa criminal contra Venezuela.
Y es allí donde aparece también el filón
que apunta contra el proceso de paz en La Habana, al debilitar la presencia de
Venezuela como mediador en las negociaciones con la insurgencia. No en vano el
presidente Maduro dijo, refiriéndose a este aspecto, “tengo dudas de si
continuar o no con ese proceso de paz”. Es decir, no va a ser fácil que el
mandatario venezolano mantenga hacia el futuro un apoyo irrestricto al proceso
de La Habana, después de todos los elementos de desconfianza introducidos por
el tipo de política exterior desarrollado por Juan Manuel Santos.
La prevención que expresa Nicolás Maduro,
han comenzado a expresarla también los gobernantes de Nicaragua, Ecuador,
Bolivia y otras naciones, que pusieron su mayor empeño en construir un proyecto
de unidad latinoamericana, independiente, soberano, sobre la base de la
autodeterminación y la no injerencia en los asuntos internos de los vecinos y
que hoy está seriamente amenazado, con una eventual presencia de tropas de la
OTAN en territorio latinoamericano, o de la política neoliberal de las grandes
potencias, a instancias de acuerdos económicos paralelos, ajenos al sentimiento
nacionalista y libertario de las naciones y pueblos del continente.