El presidente colombiano Santos,
en caída libre de su popularidad
28/8/2012
Baja la popularidad de Juan Manuel Santos. Fiel aliado de Washington, tiene que juntar fuerzas para los dos años que le restan de mandato. La crisis económica le juega en contra y no pudo derrotar a las FARC.
Por Emilio Marin
El presidente colombiano Juan Manuel Santos atraviesa un momento político muy delicado porque tiene abiertos demasiados frentes con muchos enemigos, pero sobre todo por su incapacidad para resolver los problemas económicos que afligen a los colombianos.
El presidente colombiano Juan Manuel Santos atraviesa un momento político muy delicado porque tiene abiertos demasiados frentes con muchos enemigos, pero sobre todo por su incapacidad para resolver los problemas económicos que afligen a los colombianos.
En este último frente, se ha articulado
al Grupo del Pacífico, donde se aglutinan los mejores amigos de Washington. Allí
orbitan sus colegas de Chile, Sebastián Piñera; Perú, Ollanta Humala y México, Felipe
Calderón, entre otros.
Como la estrategia de ese espacio
es subordinarse a las economías de las grandes potencias, es altamente improbable
que tenga buenos resultados para Bogotá. Sobre todo en este tiempo de aguda crisis
económica y financiera del capitalismo global que Santos aprecia, como economista
formado en Estados Unidos y Reino Unido que devino en ministro de Economía y luego
de Defensa de Alvaro Uribe (2002-2010). Tras desempeñar esas funciones y luego que
su jefe no pudiera habilitar un tercer mandato, Santos ganó ampliamente por el oficialismo
el acceso al Palacio de Nariño.
Crisis mundial
El reflujo de la popularidad del
mandatario está vinculado con la crisis económica mundial y su impacto en el país.
Según las Agencias DPA y Reuters, los datos del primer trimestre indicaron una desaceleración
del 4,7 por ciento en cotejo con igual lapso de 2011.
El producto bruto interno, que
ascendió el año pasado el 6 por ciento, bajaría al 4,8 por ciento, lo que de todos
modos no sería una mala marca, por ese marco internacional.
La apuesta del presidente tiene pocos puntos de contacto con el segmento más popular de la Unasur (Venezuela, Ecuador y Bolivia) y aún con Argentina y Brasil. De allí su recostamiento sobre la Alianza del Pacífico, que es la espina dorsal regional más conservadora.
La apuesta del presidente tiene pocos puntos de contacto con el segmento más popular de la Unasur (Venezuela, Ecuador y Bolivia) y aún con Argentina y Brasil. De allí su recostamiento sobre la Alianza del Pacífico, que es la espina dorsal regional más conservadora.
En abril pasado, cuando Colombia
fue sede de la VI Cumbre de las Américas, con los países del continente, incluidos
Estados Unidos y Canadá (excluida Cuba, más otros que se solidarizaron, como Ecuador),
el principal objetivo del anfitrión no estuvo tanto en Cartagena de Indias, sede
del encuentro. Su esfuerzo central fue presentarle a Barack Obama la ley aprobada
por el parlamento local sobre la ratificación del Tratado de Libre Comercio (TLC)
colombo-estadounidense. En vez de defensa del trabajo y la producción colombianas,
apertura de par en par de la economía a las trasnacionales en medio de la crisis,
cuando necesitan más y más dólares en las plazas sudamericanas.
Pelea con Uribe Un dato nuevo de la política colombiana
es la disputa entre las clases dominantes y la misma camarilla de derecha que vino
gobernando en la última década. En 2009 Santos dijo estar de acuerdo con que Uribe
buscara su re-reelección. Y cuando éste no la consiguió, recién lanzó su candidatura,
que fue apoyada por el mandatario saliente, de quien había sido ministro leal incluso
en los asuntos más controversiales, como la cesión a EEUU de siete bases militares
en Colombia y el bombardeo e invasión a Sucumbíos, Ecuador.
Se suponía entonces que esa afinidad se mantendría en el tiempo, pero los hechos muestran que hubo divorcio. La señal pública la dio Uribe, quien el 19 de agosto pasado realizó un acto público en Sincelejo, capital del Departamento de Sucre y allí rompió el entendimiento. El ex presidente acusó a Santos de estar negociando con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Cuba. "Incomprensible esto: deterioro de la seguridad y el gobierno negociando con el grupo terrorista de las FARC en Cuba. Y Chávez protegiendo a las FARC", tronó.
Ayer Uribe aseguró que esos supuestos
diálogos comenzarían en Oslo, Noruega, el próximo 5 de octubre, y que luego se trasladarían
a Cuba. Para hacer más pesada su denuncia, agregó que esa negociación se haría con
la mediación de Venezuela, "lo que sirve a Chávez para la reelección".
En una durísima acusación a Santos, dijo que "este gobierno piensa que a la
paz se llega negociando con el terrorismo". En Colombia, para la derecha política,
los comandos militares y la oligarquía local, negociar con la guerrilla debe ser
el pecado capital en que se puede incurrir.
Es que esos intereses han privilegiado,
desde el "Bogotazo" de 1948 y sobre todo desde la aparición de las FARC
en 1964, la represión policial, militar y paramilitar, en particular desde los años
de Uribe y su llamada política de "Seguridad democrática" acordada con
el imperio. Uribe está acusando de "traidor" a quien lo sucedió en Nariño.
Fase final
¿Será verdad que el actual presidente
ha decidido abrir esa negociación con los rebeldes? En principio no quería tal diálogo.
Alentado por el asesinato del jefe de las FARC, Alfonso Cano, y algunas otras bajas
impuestas a esa fuerza, Santos no dio señal de apaciguamiento. Al contrario, redobló
sus campañas militares, sus bombardeos y cercos a la guerrilla, intimando a una
rendición incondicional de los jefes insurgentes bajo pena de aniquilamiento. Quien
asumió en reemplazo de Cano, Timochenko, rechazó la capitulación y dijo que su agrupación
seguiría luchando por una nueva Colombia. Eso sí, ratificó la necesidad de un diálogo
de paz y de la liberación de todos los prisioneros.
Más aún, en los últimos meses las
FARC han asestado numerosos golpes al ejército, imponiéndole bajas, muertos y heridos.
Dieron una demostración de fuerza al liberar al periodista francés Romeo Langlois
a fines de mayo pasado, en un pueblo del Caquetá donde centenares de pobladores
le dieron un marco civil de apoyo. Y el 12 de julio se adjudicaron el derribo de
un avión "Super Tucano" en el Cauca, entregando luego uno de los dos cadáveres,
aunque para el gobierno se trató de un "accidente".
Santos ha ingresado en la fase
final de su gobierno sin haber podido liquidar a la guerrilla. Y eso, sumado a todo
lo anterior, podría abrir un resquicio para un diálogo entre esas dos partes, tal
como acaba de informar Telesur, por medio de una noticia difundida por su director
de información, el colombiano Jorge Enrique Botero.
Menos popularidad Además de no haber disminuido la
intensidad de los choques armados con la fuerza fundada por el legendario Manuel
Marulanda Vélez, el presidente vio empeorar su conflicto con los pueblos originarios.
Hubo choques y denuncias de los nasas-paeces que habitan el Cauca, en el suroeste,
quienes desalojaron a los militares del cerro Madrid, considerado un lugar sagrado.
Los indígenas de ACIN reclamaron la presencia de Santos en su territorio, interpelado
por unos 7.000 indígenas en una asamblea.
Si bien el gesto de concurrir fue
a favor de la distensión, su negativa a retirarse de los territorios de esos originarios,
"ni un centímetro", le provocaron abucheos. Esas comunidades también reclaman
que las FARC se alejen de su zona, pero hasta ahora la mayor tirantez es con los
uniformados del presidente, responsables de muertes y abusos.
El resultado de todas estas contrariedades
de Santos es una caída de su popularidad. Quizás por eso que ha tratado de no agravar
los roces que su antecesor tuvo con las vecinas Venezuela y Ecuador. También quiso
abrir válvulas de escape de la presión judicial, soltando la mano de algunos ex
funcionarios con cuentas pendientes con la justicia. Fue el caso del general Rito
Alejo del Río, íntimo de Uribe mientras fue gobernador de Antioquia, condenado a
25 años de prisión por crímenes de campesinos.
Juicio en EEUU
Otro expediente muy sonado es el
juicio comenzado en EEUU contra el general retirado Mauricio Santoyo, extraditado
desde Colombia y que se declaró culpable de "conspiración para proporcionar
ayuda material y recursos" a los criminales paramilitares de las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC). Santoyo fue jefe de Seguridad de Uribe. A propósito, estos
dos casos refuerzan las denuncias de que Uribe fue desde su tiempo de gobernador
un firme aliado de los narcos y paramilitares. La mejora en la relación con Caracas
y los juicios a esos ex colaboradores tienen que ver con la ruptura de relaciones
entre el anterior y el actual jefe de Estado. Es que aquél mantiene una beligerancia
total hacia Chávez, al punto de declarar que "no invadí Venezuela porque no
tuve tiempo". En 2008 estuvo a punto de hacerlo. Según Chávez, "le faltaron
cojones", no tiempo.
La popularidad de Santos viene
en picada. En julio, un sondeo de Gallup midió que su imagen positiva había caído
al 48 por ciento, 16 puntos menos que en abril. El afectado declaró al diario "El
Tiempo", propiedad de su familia, que "la popularidad está para gastarla".
La semana pasada otra encuesta, de Colombia Opinión, arrojó un resultado similar:
su popularidad había caído en un año 24 puntos, al bajar de 71 a 47 por ciento.
Tratando de apagar el incendio,
el presidente pidió la renuncia a sus 16 ministros, para cambiar todo su gabinete.
Pero el problema es él, no tanto sus colaboradores. Que no siga gastando popularidad
a cuenta, porque puede quedarse "seco".