¡Al fin!
*Tras casi dos años de
conversaciones secretas, las FARC y el Gobierno anuncian el inicio de un
proceso hacia una salida política al conflicto. La llave de la paz está ahora
en manos del pueblo, que con su presencia activa tendrá que rodear esta causa
para evitar otra amarga frustración
Por Roberto Romero Ospina
Todo el país
estaba esperando la noticia. Después de una década perdida y miles de muertos
en esta guerra civil larvada de medio siglo, Colombia se despierta hoy 28 de
agosto con la mejor esperanza a cuestas: el inicio de un nuevo proceso en
búsqueda de la paz esquiva.
Los rumores
sobre las conversaciones entre el gobierno de Santos y las FARC fueron
creciendo desde hace un par de semanas. Comenzaron a envolver a todos los
medios y día por día los más importantes soltaban una información diferente.
La
estrategia de medios de alguien que ha estado en ellos
Hoy nos venimos
a enterar que todo se trató de una inteligente estrategia de medios manejada
desde la Presidencia, que soltaba, a cuenta gotas, verdades a medias.
Hasta el propio Francisco Santos, primo del primer mandatario cayó en la celada
y ayer en la mañana divulgó en RCN parte de la chiva.
Y al medio día,
la estampida final. Telesur no se aguantó más y conectado como está su
jefe de información, Jorge Enrique Botero, lanzó al mundo la noticia: el lunes
27, en La Habana, tres comandantes guerrilleros y tres altos funcionarios del
Estado, firmaron el compromiso de comenzar un proceso de negociaciones para
intentar desactivar la guerra en curso.
Santos, a las
siete de la noche, en la alocución más breve de todo su mandato,
-apenas tres minutos-- confirmó la noticia que todo el país esperaba en
años: “existen conversaciones exploratorias con las FARC, sobre cuyos
resultados informaré en próximos días”.
Y subrayó
que "cualquier proceso debe llevar al fin del conflicto, no a su
prolongación".
"Aprender
de los errores del pasado para no repetirlos y mantener operaciones y presencia
militar sobre cada centímetro del territorio nacional”, señaló, para rematar
que en el camino abierto cabía perfectamente el ELN.
Gabino, máximo
comandante del ELN, había manifestado un día antes a la agencia Reuters, que lo
mejor es que hubiera una sola mesa de negociación, lo que fue recogido por
Santos sumando y no restando a un proceso en el cual ningún actor armado con
vocación política, en este caso los dos grupos insurgentes con vigencia, debe
estar por fuera.
Una seguidilla
de golpes de opinión
El anuncio
presidencial ya arrastraba una cauda de simpatía muy bien montada. Primero
fueron las encuestas que cuatro días antes indicaban que el 74% de la población
apoyaba el inicio de conversaciones de paz entre las FARC y el gobierno.
Todos los
partidos de la Unidad Nacional, incluido el de la U, que separan cobijas con
Uribe, el opositor Polo, el Partido Comunista, las bancadas del Congreso,
cerraron filas alrededor de la iniciativa.
El plebiscito
también incluyó el apoyo de los veinte generales en retiro más importantes
que visitaron la Casa de Nariño. “El anhelo de paz es el fin supremo de
las fuerzas armadas”, le dijeron a la prensa.
La iglesia
tampoco se quedó por fuera y estos días crecerá la audiencia aislando a los
guerreristas de siempre. Su vocero más calificado, el ex presidente Uribe,
vociferó en Barranquilla contra el proceso con un destemplado “seguiremos en la
lucha”.
Antes, una
seguidilla de golpes de opinión como el resultado de la encuesta más importante
para los negocios y los inversionistas extranjeros: todos, sin excepción,
apoyaban a Santos en sus tratativas de reconciliación. Y se habla, por
supuesto, de una bendición sin la cual sería muy difícil que el
Presidente avanzara un solo trecho, la de Estados Unidos, su más firme aliado
en la región.
Pero si
quisiéramos comprobar hasta qué punto y medida todo el patronato le hizo un
guiño a la iniciativa oficial, basta con repasar el cuidadosamente elaborado
editorial de El Tiempo de la víspera.
El diario,
otrora de la familia Santos, y ahora bajo el control absoluto del hombre más
poderoso del país, y uno de los más ricos del mundo, don Luis Carlos Sarmiento
Ángulo, daba plena luz verde a lo que se estaba haciendo desde la Casa de
Nariño: “la negociación es un escenario ineludible en el camino a la paz; es
menester apoyar las gestiones que tengan el propósito de silenciar los
fusiles”, sentenció.
El dueño de la
banca avalaba así, la nueva hoja de ruta hacia una salida política
al conflicto armado interno y las conversaciones emprendidas desde hace
más de año y medio entre la guerrilla y el gobierno.
No levantarse de
la mesa pero…
Los contactos
civilizados han tenido, pues, un gran espacio, al tiempo que el gobierno
jamás detuvo, en todo este lapso, los operativos militares, que
incluso dieron muerte a los dos más importantes jefes de las FARC: Alfonso Cano
y Jorge Briceño. Un accionar semejante ha impulsado la guerrilla.
Esto demuestra
que lo acordado en La Habana, según Telesur, de que las partes, a partir de
ahora, no se levantarán de la mesa hasta conseguir un resultado concreto,
es completamente posible. Complejo arte que debe primar en toda negociación y
que jamás se honró en los anteriores intentos en demanda de la paz.
Si hubiera
primado el viejo esquema de abandonar las pláticas al primer cañonazo y
provocación, a tantas y graves hostilidades de las dos partes enfrentadas
en estos dos años de Santos, el país no tendría hoy esta nueva
oportunidad histórica.
Esto no debe
significar que se repita el viejo error de negociar en medio de las
hostilidades. Si algo enseñan los acuerdos de La Uribe de 1984, firmados entre
el gobierno de Betancur y las FARC, es que sí es posible un pacto inicial
de cese al fuego, tregua y paz. Otra cosa es que no se hayan respetado y todos
se enredaran en la madeja de los enfrentamientos sin fin. Sola la
confianza mutua podrá conducir a un imprescindible cese al fuego como primer
paso en la dirección adecuada.
Lo dijo hoy
acertadamente el representante de la ONU en Colombia, Tood Howland: “parar el
conflicto es parar las violaciones a los derechos humanos”.
La llave de la
paz está ahora en manos del Presidente y de las FARC y el ELN, pero sobre todo,
en manos del pueblo colombiano, que con su presencia activa tendrá
que rodear este proceso para evitar otra amarga frustración.
Y que pasa
necesariamente por el compromiso del Estado de apuntarle a las profundas
reformas sociales y económicas que reclama Colombia,
hoy el tercero más desigual del mundo, el primero en Suramérica en
materia de desempleo, con las más altas tasas de violencia antisindical,
cuatro millones de desplazados, entre otras causas que precisamente
dieron origen al conflicto.
Sí, la “victoria
es la paz”, como dice el Presidente, pero con justicia social, verdad y
reparación integral a las víctimas.
Tomado del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación