martes, 7 de mayo de 2013

Los calzoncillos del emperador. Por: Reinaldo Spitaletta

Sombrero de mago

6 Mayo 2013 - 11:00 pm

“Estamos en pañales”, decían las señoras para referirse a algo o alguien que estaba incipiente.

Reinaldo Spitaletta
Hoy, y en algo avanzamos, estamos en calzoncillos. La grotesca imagen del presidente Santos en una casa de interés prioritario, en Valledupar, leyendo en “bóxer” un diario local, es la muestra no sólo del desmadre de la demagogia oficial, sino del destape de un gobierno, que, en mucho, ya le está ganando al anterior (del cual él también hizo parte) en el empeoramiento de diversas situaciones.

Una cosa que no alcanzo a entender es por qué las encuestas dicen de ciertas popularidades de los de arriba, cuando, en la práctica, son dirigentes antipopulares. Recordemos los tiempos del denominado “mesías”, cuando subía a cifras inverosímiles de favorabilidad, mientras la gente, digamos los desempleados, los usuarios de sistemas de salud, los desplazados, los pensionados, los que se ganan un salario mínimo, y así por el estilo, cada vez se hundían más en los infortunios y las miserias.

El presidente Santos, que ha venido en barrena en las mismas encuestas, y al que le salió por la culata su propuesta (su antecesor hubiera dicho “propuestica”) de alargar a dos años el período presidencial, parece que quiso dar un golpe de imagen al hacerse fotografiar en “interiores”, recién despertado, en una casa de las que su ministro de Vivienda otorga gratuitamente.

El cuento es que no solo se trató de un asunto de mal gusto, sino que evidenció la desesperación presidencial por su cada vez creciente impopularidad. Quizá sus asesores mediáticos estaban haciendo el rol de los dos charlatanes del célebre relato de Andersen, El traje nuevo del emperador, y por poquito el señor mandatario queda empelota. Aunque, en efecto, lo que sí desnudó fue el afán por ganar algunos puntitos en próximas mediciones y su talante de mediocre populista.

Pero en vez de estar buscando populacherías para subir su “rating”, debía preocuparse, por ejemplo, por la tragedia de más de cinco millones de desplazados. Acaso no se habrá enterado de que ya somos el primer país del mundo en desplazamiento forzado. Un anti-record vergonzoso. ¿No sabrá el emperadorcito acerca de las desgracias sin fin de muchos pensionados que parecen haber quedado en el limbo con Colpensiones?

Es probable que el tipo no sepa sobre los graves problemas de inseguridad en muchas ciudades colombianas, donde han florecido las bandas criminales y se han “reinventado” los grupos paramilitares, pero sí crea que con una exhibición matutina en “paños menores” ante un fotógrafo de El Tiempo su favorabilidad vaya en aumento. Más o menos algo así, pero sin mostrar sus calzoncillos, hace el alcalde de Medellín cuando algún reportero le pregunta sobre la criminalidad en la urbe y él lo remite a las declaraciones insubstanciales de Hillary Clinton sobre la villa más innovadora del mundo. Modos de la manipulación y enmascaramiento de la realidad.

También puede ser que el “destape” obedezca a un vano intento por ocultar lo que va a ser, en esencia, la reforma a la salud, un retoque de maquillaje. Continuarán las Eps como intermediarias del capital financiero, se incrementará el aseguramiento privado en detrimento de la salud pública y se buscará eliminar el único mecanismo de atención al que tienen que apelar muchos usuarios: la tutela.

O puede que las intenciones del ahora “modelo” de ropa interior tengan que ver con asuntos cosméticos, como embadurnar de colorete los índices de inequidad de Colombia, o disimular la desindustrialización que desde hace rato padece el país, o el aumento de la informalidad laboral en perjuicio del empleo productivo. O para tapar los desastres ambientales producidos por transnacionales de la minería.

Nada raro que alguna firma internacional de ropa le ofrezca al mandatario colombiano un empleo como exhibidor de tales prendas; mientras tanto, la mayoría de gente padece carencias de toda índole y sigue siendo víctima de un régimen de desigualdades y desafueros. Ah, y no faltará quien no tenga ni con qué comprar calzoncillos. Qué cosa.