No
está distante el grito eufórico y embriagado de JM Santos, sobre la sangre aún
tibia de Alfonso Cano, aquel 5 de noviembre de 2011: “¡Desmovilícense ya, o
terminarán en una cárcel o en una tumba!” Diez meses después de muchas muertes
inútiles de ambas partes y destrucciones buscando esa derrota de las
guerrillas, el anuncio público del gobierno colombiano y la insurgencia de las
Farc, dando inicio oficial a un proceso de diálogos hacia una paz democrática
con justicia y soberanía, ha generado un ambiente positivo no solo dentro de
Colombia sino en Nuestra América, Europa, y quien lo creyera, también en
Estados Unidos.
Hay
un nuevo escenario favorable y positivo para continuar desarrollando la lucha
de clases y la movilización social amplia y unitaria, que contrario a la
predicción neoliberal no ha llegado a su fin. Sin embargo lo viejo no ha
abandonado el escenario y se resiste encarnizadamente a fluir. El Estado
colombiano con su tradicional concepto militar dominante, muestra su sempiterna
estrategia bifronte para adelantar el proceso que se inicia tratando de
arrastrar con ella a la insurgencia.
Por
un lado y presentándolo como una novedad, se atrinchera o se blinda nombrando
curtidos y duros “nuevos viejos” en el arte de negociar, tanto en ministerios
claves como en los mismos negociadores y por otro, insiste en continuar los
bombardeos (porque operaciones de tierra ya no realiza) apretando el asedio
contraguerrillero, que obligue a los negociadores de las Farc a hacer una
negociación blanda. Como el popular jabón Rex, duro con la mugre y suave con
las manos. Pero bueno, como decía Marulanda en el Caguán; “la paz se hace entre
adversarios nombrados autónomamente por las partes y ojalá vengan los
militares. Ni más faltaba que nosotros le nombremos los negociadores al gobierno”.
Pero
además, hay otra batalla paralela mas sutil que apenas comienza: La batalla de
las ideas en el seno de la llamada Izquierda electoral y cuya base es el
anticomunismo y la división de los movimientos populares para lograr su
parálisis, precisamente en el momento histórico que más se necesita la unidad y
la movilización de masas.
Perestroikos
y Yelsinistas, educados largamente en las universidades de la derrumbada Unión
Soviética con todos los gastos pagos por el proletariado ruso, y que en 1991
tuvieron éxito relativo en Colombia dividiendo al Partido Comunista colombiano,
con el estigma fraguado por la clase dominante contra la idea leninista de
utilizar todas las acciones de masas organizadas y responsablemente. Hoy urden
intrigas divisionistas contra la Marcha Patriótica, el movimiento de masas más
promisorio y grande que haya tenido Colombia después del genocidio gaitanista y
de paso, hacen sesgados análisis pseudo-históricos donde apuestan también a
dividir al equipo negociador de las Farc en los diálogos que se inician,
asegurando que la insurgencia .. “ha perdido la iniciativa estratégica… y
Timochenko por su parte corre el riesgo de la división de la guerrilla que
comanda, dadas las previsibles resistencias de sectores intransigentes que
dentro y fuera de la FARC siguen trepados inconmovibles en la vara más alta de
la forma superior de lucha”. (Razón Pública. 03.09.2012)
Llegar
a unos diálogos de paz con un Estado militarista como el colombiano, reconocido
internacionalmente como capturado por el narco paramilitarismo; comprometido a
fondo con el exterminio de la insurgencia durante todos estos 12 años de
ejecución (con diferentes nombres) del Plan Colombia y que únicamente ofrecía
rendición, tumba o cárcel. Y precipitar la Solución Política del conflicto
social armado, convirtiendo a esta en una consigna de amplia movilización
social para lograr una paz democrática y soberana ¿Es haber perdido la
iniciativa estratégica? ¡Que miseria tercermundista¡
“La
lucha es larga comencemos ya”, decía sabiamente el sacrificado sacerdote
guerrillero Camilo Torres. La respuesta es más unidad. Más movilización de
masas que haga fluidas y expeditas las conversaciones y diálogos entre el
gobierno y guerrilla. Más consignas de tregua bilateral. Más constituyentes
populares por todas partes. Más marchas estudiantiles y profesorales por
educación pública y popular. Y más paros cívicos contra el neoliberalismo y por
aislar definitivamente bien sean de la mano negra militarista de Uribe Vélez o
los divisionistas paralizadores del movimiento popular.