La Semana Política
Por Emilio Marín
La economía y la política
pueden ir de la mano o estar enfrentados, pero no son compartimentos estancos. La
presidenta cenó con los industriales pero también polemizó con Techint.
Se notan ciertos despistes en la relación del gobierno con grupos empresarios, a pesar que los dos sectores se cortejaron mutuamente. A lo sumo esa afinidad tuvo la excepción de la Mesa de Enlace rural que siguió en una tónica opositora más extrema.
No quiere decir que esa falta de “sintonía
fina” condujera a rupturas de relaciones. El gobierno se siguió preciando de mantener
acuerdos con el mundillo empresario, nacional y multinacional. Tal gesto fue lubricado
con créditos estatales a los emprendimientos de esos sectores, a tasas y plazos
que difícilmente consiga el resto de los argentinos. Todo sea, dijeron en Balcarce
50, para mantener el empleo y la producción nacional, aunque en muchos casos se
trata de multinacionales.
Y por el lado de los industriales, banqueros
y comerciantes, también han hecho un esfuerzo por mantener una buena relación con
el gobierno. El titular de la UIA, José Ignacio de Mendiguren (“Vasco” para sus
|amigos y la presidenta) fue figura repetida en actos oficiales. Y como muestra
de esa sociedad, co-organizó el festejo del “Día de la Industria” en Tecnópolis
junto a CAME y el Ejecutivo.
En ese mismo lugar desde hace dos años
la UIA realiza su conferencia industrial anual, con presencia de Cristina Fernández.
De Mendiguren debe hacer ciertos equilibrios de cara a sus internas fabriles, porque
en su entidad hay importantes de monopolios con una postura más crítica del gobierno.
Esos socios suelen morigerar sus cuestionamientos
cuando reciben importantes favores gubernamentales. Por caso, Cristiano Rattazzi,
de Fiat, solía ser un detractor de la presidenta, pero fue un poco más amable luego
de recibir 565 millones de pesos de créditos del Bicentenario para el lanzamiento
de uno de los autos nuevos de su firma. Créditos a diez años, con una tasa anual
del 9.5 por ciento fija en pesos, no se consiguen de la banca privada; así se explica
que el directivo italiano haya moderado su lenguaje opositor más afín al menemismo,
Mauricio Macri y Francisco de Narváez.
Esos festejos en común entre gobierno
y empresarios top no están exentos de contradicciones. El lunes 3 en Tecnópolis
las hubo, porque la presidenta lidió con los reclamos de que existiría retraso cambiario
y que estarían demoradas ex profeso ciertas importaciones. La oradora se plantó
en el rechazo estas afirmaciones, con números y ejemplos. Según su interpretación,
el tipo de cambio administrado sigue siendo alto y razonable, y no existe ninguna
puerta cerrada a insumos que necesita la industria, aunque se defiende arancelariamente
la producción local.
La polémica fue mucho más agria con
el titular del monopolio Techint, Paolo Rocca, quien ese mismo día había cuestionado
al gobierno por haber perdido supuestamente el rumbo en 2008. Fue un cañonazo directo
a la humanidad presidencial.
Así se robó el acero
Si el ucraniano Nikolai Ostrovski publicó
en 1932 su novela de realismo socialista “Así se templó el acero”, la historia de
los Rocca en Campana, Ramallo y San Nicolás bien pudiera titularse “Así se robó
el acero”.
El pulpo se disfraza de empresa nacional,
pero su sede está en Avenue John F. Kennedy #46, Luxemburgo, Luxemburgo 01855, Teléfono:
352 (26) 478978. Las razones de esa localización pueden ser cuestiones fiscales,
por cuanto se considera a Suiza, Islas Caimán y Luxemburgo como los más activos
paraísos donde los capitales grises u opacos gambetean el pago de contribuciones.
Con Siderar en aceros planos y chapas,
y con Tenaris en caños sin costura para la industria petrolera, el grupo de los
Rocca ocupa una posición dominante. A lo sumo comparte el mercado siderúrgico con
Acindar en un caso y con Aluar en el otro, pero sin perder nunca la hegemonía.
Se dirá que esas posiciones dominantes
las logró con su “propio” esfuerzo. Esto es falso en general cuando se trata de
este tipo de empresas, siempre ligadas a bancos nacionales y extranjeros con los
que logra un financiamiento del que carecen sus competidoras. Pero también usufructúan
las decisiones favorables de los gobiernos de turno. En los últimos años Rocca fue
elogiado y favorecido por los presidentes Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo
Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
El primero lo benefició con la privatización
de Somisa. Duhalde con la devaluación, además de pontificar que cada país necesita
tener diez grandes empresas nacionales, donde incluía a Techint pese a no ser de
esa condición. Kirchner y su esposa asistieron a la inauguración del Alto Horno
de Siderar, en 2007, con cálidos elogios al holding. La buena onda volvió a ponerla
al año siguiente CFK, quien por entonces estaba desarrollando su primer mandato.
En noviembre de 2011, superados los entredichos por el ingreso del Estado a Siderar
(tras la nacionalización de las AFJP) y la designación de tres directores del Estado
en esa firma, la presidenta volvió a recibir a don Paolo en la Casa de Gobierno.
Las contradicciones habían surgido porque
Rocca quería distribuir todas las ganancias del ejercicio y el gobierno pedía una
mayor reinversión. Aquél no admitía más que un director estatal en su administración,
pese a que los papeles en poder de la Anses llegaban al 25 por ciento del paquete.
Buena parte de la producción del monopolio
del acero se destina a la exportación. Y por eso Rocca está insatisfecho con el
dólar a $4.50. Le gusta el blue y de ser posible un súper blue, de $7. Al mismo
tiempo, como el reverso de la misma moneda, el pope empresario no está satisfecho
con los “costos laborales”, por encima de Brasil y México, donde compró a una competidora
y armó su poderosa Ternium a nivel mundial.
Parado en esa postura crítica de ciertos
aspectos de la política del gobierno que no favorecen a Techint tanto como él quiere,
Rocca disparó en el “Día de la Industria”. El gobierno extravió el rumbo en 2008,
pero en 2017 la Argentina va a estar mucho mejor, dijo. Fue una declaración de guerra
propia de un trust desagradecido.
Con o contra los monopolios
La pelea entre el gobierno y Techint
tiene varios costados positivos. Podría derivarse de allí una mayor conciencia en
la población sobre lo nefasto que son los monopolios y la necesidad de requerir
del gobierno nacional y los provinciales una política de menores subsidios a estas
empresas.
Lo bueno del caso es que ayudará a una
mejor comprensión de que ante la crisis económica mundial, que ya desembarcó en
las playas locales, no se debería confiar en los acuerdos con monopolios y multinacionales.
Se desprende que el Estado debería tener mayor presencia en la economía, en forma
directa y con mayores regulaciones y controles, así como tejer acuerdos con las
entidades que representan a los trabajadores, consumidores, universidades, cooperativas,
pequeñas y medianas empresas nacionales, etc. Estas alianzas son pertinentes en
el país y en el Tercer Mundo, con Unasur, CELAC, Brics, etc.
No se trata de una cuestión predominantemente
ideológica, aunque por supuesto que la ideología también tiene que ver. Es un asunto
de vida o muerte, por razones de conveniencia para el país.
No da lo mismo fabricar acero que caramelos,
al contrario de lo que afirmaba Alberto Grimoldi, el secretario de Comercio de la
dictadura militar-cívica (como recordó este cronista, el acero quedó para Techint
y los caramelos para Arcor). No da lo mismo. Una estrategia de desarrollo nacional
requiere de una poderosa siderúrgica en manos del Estado, rol que supo jugar SOMISA.
¿Cuánto tiempo transcurrirá hasta que se recupere esa palanca enajenada por Menem,
Roberto Dromi, María Julia Alsogaray y Jorge Triaca?
La polémica quedó servida. La presidenta
acusó a Rocca de querer una devaluación que serviría a la producción primaria y
no al proceso de sustitución de importaciones. Kicillof dijo que el pulpo siderúrgico
estaba subsidiado por el Estado con el precio del gas, uno de sus principales insumos.
También dijo que era una de las grandes beneficiadas por el plan de construcción
de viviendas financiada por Pro.cre.ar.
En ese marco se entiende que el ministerio
de Planificación haya impulsado que la estatal AR.sat recupere el 20 por ciento
del espectro para la telefonía celular, posiblemente asociada a cooperativas y empresas
medianas. Fue un golpe a Telecom-Telefónica y Claro, con el argumento de que darles
también esa porción del mercado engrosaría posiciones dominantes de esas empresas.
Estos movimientos del Estado en dirección
a una mayor actuación en la economía probablemente no eran lo que el gobierno tenía
en mente; tampoco lo era la renacionalización decidida en abril para YPF. Pero debieron
adoptarse porque la situación política apremió en ese sentido.
Donde sí hubo intención política antimonopólica
fue en la ley de medios, cuyo partido a suerte y verdad se jugará el 7 de diciembre,
cuando deba regir la cláusula antimonopolios del artículo 161. Clarín convoca a
degüello.
Se está trazando una raya bien nítida
y profunda en la política. Más allá de las militancias partidarias, la opción parece
ser con o contra los monopolios y multinacionales.
Fuente: http://www.laarena.com.ar/opinion-tratan_de_disimularlo__pero_el_peso_de_los_monopolios_es_abrumador-81611-111.html