miércoles, 15 de mayo de 2013

¡Cójanlo… suéltenlo! La campaña mediática por El Uribito llorón detrás las rejas

Espacio mediático siempre tienen los oligarcas ladrones. Y servidores, como en el caso
de Plinio Apuleyo Mendoza, periodista del fascismo colombiano.




¡Cójanlo… suéltenlo!

Por: Cecilia Orozco Tascón, columnista de El Espectador

¡Impactante! así es la campaña de publicidad que el uribismo ha desplegado a favor de Andrés Felipe Arias, ahora convertido en la víctima de unos jueces desalmados que lo tienen prisionero con el fin de enlodar su carrera y de frenar —comunistas clandestinos, y aliados de las Farc que son— su ascenso a la Presidencia.

Montado sobre los razonables argumentos de algunos que han criticado la tardanza en la resolución jurídica de la exestrella del gabinete ministerial, el que hoy se autodenomina Centro Democrático, o sea la misma fauna que acompaña a Álvaro Uribe a donde este diga, no falla un día en incluir en la prensa entrevistas con él, comentar el drama de su vida, dictar sentencia absolutoria y exhibir una bonita galería de fotografías suyas en las que se le ve junto a su esposa mientras ambos reflejan su tragedia de joven pareja.

No hay registro imperfecto. En una, la espigada señora, arrodillada en mitad de la sala de audiencias, toma entre sus manos la cabeza del “preso político” (así lo identifican en Twitter) y ambos miran hacia abajo, en actitud de derrota; en otra, él cierra los ojos, al borde de soltar una lágrima, y ella le acerca su cara con ternura. En una tercera, el abrazo angustiado antes de que un agente los separe. Y así… Diría uno que esas fotos fueron seleccionadas por un relacionista público. Pero no: había reporteros gráficos allí. Es que la pareja Arias es el dolor en su expresión más apropiada: sin ojos hinchados, sin nariz enrojecida, sin ropa arrugada, sin gritos estridentes de esos que se escuchan entre los pobres y los maleducados. Apropiado, sí, y elegante.

Escenas como para la descripción de una gran pluma, la de Plinio, en la cúspide de la estrategia. “A mí, como a muchos, me dolieron estas imágenes… La víspera, una tarde soleada como pocas en esta época de lluvias, había estado largo tiempo en un salón de la Escuela de Caballería con Andrés Felipe, su esposa, sus padres y sus dos pequeños hijos… Todos compartían la misma esperanza. Todos, sin excepción, esperaban que en la audiencia prevista para el día siguiente, Arias pudiera volver a su casa...”. Continúa Mendoza, presto siempre a defender, con idénticas frases, a indefensables abrumados con la carga de las pruebas, verbigracia, Rito Alejo del Río, Alfonso Plazas Vega, Luis Carlos Restrepo, Álvaro Uribe…: “en este proceso contra Andrés Felipe Arias hay ingredientes políticos e ideológicos…”. Y el clímax: “vivo en un estrés permanente —dice Catalina (la esposa del recluso)—. Es una angustia, es no poder dormir… es incluso haber llegado a pensar que lo mejor que pudiera suceder sería morirnos los cuatro (la familia) al tiempo”.

El éxito de la campaña es evidente. Voces más sensatas que las del núcleo uribista también presionan la libertad del exministro sin conocer las intimidades del caso, los expedientes, ni a los responsables de las dilaciones. Nada de nada. Desde luego, la justicia debe ser pronta y eficaz. Por eso, habría que protestar también, y dedicarle páginas enteras, a la situación que padecen 34.784 presos sindicados y sin condena, que están hoy en las celdas malolientes de las cárceles de Colombia. Ya quisieran ellos tener como reclusorio la Escuela de Caballería y contar con salones y sillones para recibir visitas. El calvario del exuribito no es más escandaloso que el de esos miles de detenidos: su espera es apenas la del promedio más optimista para una decisión judicial, que está entre 18 y 24 meses. ¿A qué viene, pues, tanto asombro? No condeno a Arias ni lo absuelvo. Pero lejos estoy de pedirles a los magistrados lo que la gente le exige a un policía cuando ve a un ladrón: cójalo. Y de solicitarle, cuando lo coge, que lo suelte como si el sistema judicial pudiera actuar a capricho del afectado de turno..