Por Alpher Rojas
28 de Mayo del 2013
La 'paz positiva' no entraña solo la terminación de
la confrontación militar; también busca la transformación del conflicto en un
mecanismo de participación social.
La estudiada
estrategia del presidente Juan Manuel Santos de cara al venidero proceso
electoral ha generado un mar de confusión entre los actores políticos
tradicionales, que así se han encontrado sorpresivamente en el ‘lugar común de
las diferencias’. Algunos creen –‘wishfull thinking’– que es el más evidente
anuncio de la voluntad reeleccionista del Jefe del Estado y que ese evento está
ligado a la dinámica del proceso de paz en La Habana. Otros, entre los cuales
me encuentro, no rompen lanzas por esa idea, pues es evidente que Santos tiene
entre manos expectativas por las cuales viene trabajando con la alta ingeniería
de los instrumentos diplomáticos y, por supuesto, con una moderada presentación
mediática interna en contradictoria proporción a su despliegue internacional.
De allí que el
Gobierno en su conjunto –y sus aliados políticos– no esté dedicado a construir
una paz con enfoque integral, sino a sacar adelante una “paz negativa” o de
suma cero. Al afirmar que en el campo de las reformas no está dispuesto a
traspasar las ‘líneas rojas’ que él mismo ha trazado, está indicando que sólo
le interesa el desarme de los grupos insurgentes.
‘A contrario
sensu’, en la mayoría de los colombianos está presente el anhelo de alcanzar
una “paz positiva”. Que es lo que procede tras el reconocimiento político del
conflicto, cuya caracterización multicausal y multidimensional demanda la
resolución de todos los problemas que lo determinaron. En ese sentido, el
primer acuerdo alcanzado en la novena ronda, ‘Hacia un nuevo campo colombiano:
reforma rural integral’, revela la amplitud de miras de la insurgencia, pues si
bien no es una revolución, sí es una puesta al día de un sector agobiado por la
excesiva concentración, la segregación y el atraso, pero que puede ser la base
de una transformación agraria integral, que garantice justicia social para los
trabajadores del campo y la seguridad alimentaria para todos los colombianos.
La ‘paz
positiva’, pues, no entraña solo la terminación de la confrontación militar,
sin duda la que menos “bajas” produce si la medimos contra las recurrentes
patologías violentas que nos asedian: riñas, violencia intrafamiliar,
accidentes de tránsito, etc.
También busca
la transformación del conflicto –que, es preciso repetir, es social, político,
económico, cultural y ambiental– en un poderoso mecanismo de participación
social para sustraer el alto porcentaje del PIB dedicado a la guerra y
aplicarlo a la modernización y democratización de los sistemas de educación y
salud, a la protección de nuestros ecosistemas, al fortalecimiento de la
industria nacional y, al propio tiempo, a la inversión en investigación en
ciencia y tecnología, requerimientos mínimos indispensables para superar el
déficit de legitimación de la democracia colombiana y hacer sostenible la
convivencia pacifica entre los colombianos.
Libro
recomendado. De Carlos Gaviria Díaz, ‘Mito o logos, hacia La República de
Platón’. Este libro constituye una introducción a la filosofía de Platón y,
específicamente, a ‘La República’. Con ese propósito, el expresidente de la
Corte Constitucional de Colombia eligió unos cuantos hitos de lo que podría
llamarse el pensamiento preplatónico, imprescindibles para un entendimiento
cabal y provechoso de la obra inmensa del filósofo griego. Propone allí, en una
impecable prosa, un recorrido previo que conduzca al lector hasta el umbral de
la República. Editorial Luna Libros y Universidad del Rosario, 135 pp.