Abrazo de Uribe y Capriles: Dios los cría y el diablo los amontona: Amistades peligrosas |
Por
Alberto Pinzón Sánchez
¿Cuál
país, desde el punto de vista geoestratégico, es más importante: Venezuela o
Colombia? La respuesta obvia es ambos, pues son parte de una unidad dialéctica
entrelazada por geografía, historia, economía, extensa frontera viva, migraciones
y cultura. Lo que sucede en Venezuela (quiéranlo o no los partidarios de los
compartimentos estanco) repercute necesariamente en Colombia y viceversa. Por
esta simple razón, la desestabilización del gobierno venezolano y el proceso de
paz en Colombia, hay que entenderlos como dos momentos de una realidad única en
desarrollo.
Tal vez
quien si lo ha entendido en todo su tamaño es el Pentágono estadounidense, que
está jugando geoestratégicamente en ambos tableros de manera eficiente y lenta para,
como lo dijo Kerry, “recuperar finalmente el patio trasero: En Venezuela, que
como el verso del apóstol José Martí “es
un ciervo herido que busca en el monte amparo”; ha puesto toda la carne en el
asador para perseguir implacablemente y hasta el final al sangrante gobierno
recién elegido.
Mientras
en Colombia, en donde existen 9 grandes bases militares estadounidenses, se consolidada
una retaguardia político-militar de esta operación desestabilizadora, utilizando
las contradicciones en la cúpula de la oligarquía santanderista, y se conforma
y refuerza un grupo “democrático de
centro” que cumple la doble función de sabotear (usando todas las formas de lucha) el proceso de paz
que tiene asiento en la Habana, mientras trata de romper el reconocimiento
diplomático que el gobierno Santos ha hecho del gobierno venezolano recién
elegido, abriendo de paso una brecha en UNASUR.
Las
dos tácticas, como digo, de una misma estrategia muy bien orquestada, caminan
lenta e inexorablemente hacia su meta, y quizás esta sea la preocupación mayor,
enfrentada por los dos bravos pueblos de manera aislada e incoordinada, y lo
que es peor, contando con la actitud “ambivalente” del presidente Santos, quien
asediado por Uribe Vélez, Pastrana y el Procurador Ordoñez y, por las encuestas
de opinión, un día habla de paz y al otro de guerra. Da un paso adelante y dos
para atrás, sin comprometerse a fondo con el único hecho político trascendental
para la Historia del pueblo colombiano:
La paz con justicia social y la reconciliación
del Estado terrorista que dirige con sus
ciudadanos, considerados por la doctrina militar vigente y que todos los días
vocifera el provocador ministro de guerra Pinzón, como “enemigos internos”.
Visualizadas
las dos raíces que sostienen el histórico conflicto social y armado de Colombia:
1- El asunto de la tenencia de la tierra, y
2-El Terrorismo de Estado; JM Santos en lugar de
ser radical es decir de ir a esas raíces y preparar mediante un pacto social
amplio, un escenario económico, social y político que sustente la POSTGUERRA que
pueda surgir de los acuerdos de la Habana, prefiere insistir mezquinamente en
sus desacreditadas “locomotoras neoliberales del despojo ” con las que cree que
va a ser reelegido, y en un limitado espacio electoral jurídico en donde los
guerrilleros perdonados y aconductados, supuestamente “cambiarían” sus fusiles
por votos que le legalicen su reeleción presidencial. Concepción esta que
obviamente (como en la casa vacía de Valledupar) al dejar en calzoncillos sus
limitaciones, pues es un pastel de chocolate para sus adversarios.
¿De
verdad, JM Santos cree que su modelo neoliberal de las fracasadas locomotoras agro- mineras y financieras, es
la solución a dar a un pueblo movilizado conscientemente por la Paz con
justicia social soberanía y solidario con el proceso Bolivariano de Venezuela,
para que lo reelijan como presidente por otro período más?
Fuente
foto Internet.