Sergio Jaramillo, Alto Comisionado
para la Paz, abrió el debate sobre la Transición con la intervención en la
Universidad Externado de Colombia el 9 de mayo.
Luis I. Sandoval M |
Por: Luis I. Sandoval M
Quizá de alguna
manera ya estaba abierto, pero el hecho de que el más alto funcionario de
gobierno, que conduce los diálogos en La Habana junto con Humberto de la Calle,
hable in extenso para explicar los fundamentos conceptuales y la ruta práctica
que el gobierno está siguiendo para buscar la superación del conflicto armado
interno, tiene capital importancia.
Transición en
política y ciencias sociales es una palabra mayor. Plantear el proceso de
diálogo con FARC-EP y posiblemente ELN como un camino de transición y no
simplemente como posconflicto y reinserción es un enfoque novedoso en la orilla
gubernamental y tiene enormes implicaciones que corresponde clarificar y asumir
no solo al gobierno, sino a insurgentes y sociedad. ¿Cómo califican los
insurgentes el proceso en que están coparticipando? ¿Ya presentaron sus bases
conceptuales y su ruta como lo hizo el gobierno? Cuando dicen que no entregarán
las armas a quien no ha sido capaz de quitárselas: ¿en qué transición están
pensando?
Bueno, cada uno
explica a su manera y cuando considera oportuno, pero debe hacerlo porque la
sociedad lo espera y lo requiere el buen suceso del proceso. Por supuesto la
sociedad a través de múltiples voces también dirá su palabra, sus variadas
palabras. Aquí hago observaciones a título personal sin arrogarme ninguna
vocería. A analistas y columnistas corresponde contribuir a alimentar el debate
público con pertinencia y seriedad. Eso intento modestamente hacer. El diálogo
cruzado entre gobierno, insurgencia y sociedad es, sin duda, el camino para la
paz. La provocadora invitación que el gobierno hace a dialogar sobre transición
debe acogerse con ánimo de encuentro y afán de acertar. Política pública y
voluntad nacional de paz se fortalecen.
Lo que el
gobierno plantea por boca del Alto Comisionado no pretende alterar el “Acuerdo
General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable
y duradera”, suscrito con FARC-EP en agosto 26 de 2012. Pero sí expresa lo que
tienen en mente los gestores de la política, uno esperaría que no solo el
Presidente y sus asesores más cercanos sino ministros, fuerzas armadas y demás
estamentos del gobierno. Me temo que no es así.
Una de las
preocupaciones que hay en la sociedad es el doble discurso en el gobierno:
parece que unos siguen en la inercia de llegar a la paz por la vía militar y
otros la intentan por la vía del diálogo, o todo el gobierno combina las dos
vías. ¿Coexisten la vía uribista y la vía santista? ¿Paz a las buenas o a las
malas? ¿Garrote y zanahoria? Aquí hay un elemento de confusión que no le hace
bien a la idea de transición. Inclusive el Presidente juega con las palabras:
cuando está al frente de los ejércitos vehementemente habla de que la “victoria
es la paz”. ¿Por qué no dice que “la paz es la victoria”, o que “el camino a la
paz es la paz”? Clima social y acuerdos son claves por igual.
La categoría de
transición surge de experiencias contemporáneas en España, Grecia, Portugal,
Cono Sur, Europa del Este… Tales países dieron el paso de regímenes
autoritarios, dictaduras civiles o militares, a regímenes demo liberales como
se entiende hoy en occidente con pluralidad de partidos, elecciones libres,
separación de poderes y auge de mercados. Suráfrica, Irlanda y Centroamérica
también son referentes. ¿Cuál es el cambio que se espera en Colombia cuando se
habla de transición?
lucho_sando@yahoo.es
Fuente: El Espectador, 19 de mayo 2013