1° de Mayo, el pueblo moviliza |
Leonardo
León
Viernes
3 de Mayo 2013
Producto
de la experiencia de marchar desde hace varios años, incluso con banderas
diferentes y desde lugares distintos, narro a continuación algunos de los
hechos vividos durante la movilización con mezcla de los sentimientos durante
la misma y a lo largo del último periodo político de Colombia.
La
marcha del 2013 en Bogotá fue tal vez más grande que la del año pasado, la cual
fue realmente pequeña, aunque ambas fueron relativamente poco preparadas a
diferencia de los años anteriores.
Coyuntura
política:
En
cuanto al contexto político, marcado fundamentalmente por el proceso de diálogo
entre el gobierno nacional y las Farc-EP, la fragmentación de la izquierda y
también de la derecha, la movilización mostró a un Polo Democrático en franca
decadencia, como resultado de una cadena de errores desde la alcaldía de Samuel
Moreno, la coptación del partido por parte del sectarismo implacable del MOIR
(Ver: El Polo Democrático se da la estocada final para morir políticamente),
hasta la negativa de esa organización a sumarse a la movilización por la paz
con el falso argumento de que era para la reelección de Juan Manuel Santos,
razón tan absurda que hasta personas que aún se reconocen como miembros del PDA
salieron ese día con las banderas y con la fe en recuperar un aparato ya
podrido en sus cimientos.
Este
año la marcha del primero de mayo además no fue tomada de forma estratégica ya
que se venía de dos hechos importantes para el sector popular en Colombia: el
Congreso por la Paz, convocada por el Congreso de los Pueblos que reunió a
cerca de 20.000 personas de todo el país y la conmemoración del 9 de abril en
la que se marchó por la paz con justicia social, liderada fundamentalmente por
la Marcha Patriótica y la Alcaldía de Bogotá, que lograron movilizar más de un
millón de personas de casi todo el espectro ideológico en la capital.
La
movilización:
Como
es ya costumbre en los últimos años, ya no hay sólo una gran marcha por la
carrera séptima sino que varias organizaciones culturales y sociales hacen
recorridos distintos para llevar sus mensajes a una parte más grande de la
población bogotana. Sin embargo el bloque principal sigue siendo la histórica
avenida, ya peatonalizada en gran parte del centro de la ciudad.
Las
banderas que durante algunos años fueron las más abundantes, las del Polo
Democrático, que llamaban la "ola amarilla", esta vez no pasaron de
unas cuantas decenas cargadas por un pequeño grupo que tuvo que dejar las
banderas del MOIR en la casa para ver si logran tener unas no tan vergonzosas
votaciones en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias con la
certeza evidente de que no lograrán el 3% del umbral requerido si se aventuran
a irse solos siguiendo con su lógica de ceguera política absoluta.
Por
otra parte, las banderas que se ven cada vez en mayor número, son las de Marcha
Patriótica a lo largo de todo el recorrido y mezcladas con las de varios
sindicatos y organizaciones. Este movimiento va tomando cada vez más fuerza,
legitimidad e identidad a pesar de los muchos debates internos aun no dados ni
una profunda construcción desde la base principalmente en los sectores urbanos.
El
sindicalismo no tuvo un papel destacado. La CUT ni siquiera puso tarima en la
Plaza de Bolívar, únicamente se vio una pequeña tribuna de una entidad del distrito
que fue levantada antes de que llegara el grueso de la marcha y para evitar ser
afectada por la represión que ya es costumbre. Sindicatos que usualmente habían
tenido gran presencia, este año brillaron por su ausencia, caso concreto la
Asociación Distrital de Educadores que no marchó como bloque.
La
represión:
Como
es normal desde hace varios años, el común denominador de la jornada fue la
brutalidad policial aunque esta vez no se reportaron heridos de gravedad ni
montajes judiciales. La estrategia del terrorismo de estado no cambió
sustancialmente aunque la táctica usada este año cambió un poco. El ESMAD
estrenó pistolas de paintball para divertirse disparándole a cualquier cosa
mientras que el año pasado su arma favorita fue la granada de dispersión que
dejó a decenas de heridos por las esquirlas que ese artefacto desprende.
El
juego consiste en que hay dos bandos pero del mismo equipo. De un lado hay
miles de uniformados y del otro algunos agentes infiltrados disfrazados con
capuchas que son los encargados de empezar la partida mientras que en la mitad
están los manifestantes que sufren las consecuencias. El objetivo principal es,
como siempre, dañar la marcha por encargo del gobierno nacional para, de esta
forma, evitar que el descontento popular se exprese masivamente y nunca llegue
a darse un momento insurreccional. Los objetivos específicos son criminalizar,
estigmatizar, reprimir, acallar al pueblo y divertir al ejército de seres
irracionales que visten uniformes de la policía.
El
libreto es más o menos el siguiente: desde el inicio de la marcha, los
uniformados se hacen a los lados de los grupos de anarquistas mientras que en
interior de estos se ubican uno o dos agentes encargados de hacer detonar algún
explosivo, eso sí sin llegar a herir a ninguno de sus compañeros. Acto seguido
el ejército mercenario entrenado para matar, el ESMAD, arremete contra los que
van adelante sin importar si hay niños o ancianos y si hay mejor, para que el
miedo no los deje volver. Luego los agentes se van infiltrando a lo largo de la
marcha, toman a los marchantes como escudo y suenan de nuevo las explosiones (a
veces ni esa excusa necesitan) y la lluvia de gases se mezcla con la de agua.
Ahí es cuando los jóvenes inconformes satisfacen sus deseos de enfrentar al
régimen con no más armas que bolas de pintura y una que otra piedra que
encuentran por el camino.
Una
vez dispersada la marcha, viene el desfile de motos persiguiendo adolescentes y
el que se deje atrapar es subido a un camión para luego ser mostrado como
trofeo de guerra en la lucha de la policía contra el "vandalismo".
Después viene el trabajo de las organizaciones de derechos humanos para tratar
de liberar a los capturados.
Esta
vez pude apreciar cómo una policía infiltrada gritaba y provocaba a los jóvenes
que habían llegado a la Plaza de Bolívar para justificar el desalojo, lo cual
finalmente logró.
Sin
condenar el uso de la violencia de manera dogmática, puesto que no hay nada más
servil al sistema que el pacifismo a ultranza, puedo decir que los jóvenes que
le siguen el juego a la policía deberían hacer una lectura del momento en que
la ejercen porque sólo logran hacer que la gente le tenga miedo a ir a marchar
poniendo en riesgo la vida de la gente ya que las fuerzas armadas colombianas,
entrenadas en la criminal Escuela de las Américas, ven a la población como el
enemigo sin medir las consecuencias.
Si
de enfrentar al terrorismo de estado se trata, hay otras maneras menos
violentas u otros momentos para hacerlo así como fue en la venida de George
Bush cuando se dio un enfrentamiento civil directo contra la fuerza pública en
plena carrera 7 con calle 26 sin usar personas ajenas a la manifestación como
escudo.
Ojalá
el próximo primero de mayo se retome la naturaleza de la fecha y se conmemore
el día de la lucha de la clase obrera y no nuevamente el día en que el
terrorismo de estado se divierte agrediendo a los trabajadores.