Entrevista
a Reynaldo Villalba Vargas, presidente del Colectivo de Abogados José Alvear
Restrepo
Miércoles 1ro de mayo de 2013
Reynaldo Villalba Vargas, es presidente del
Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo y por lo tanto, un importante
defensor de los derechos humanos en Colombia.
Actualmente está en Argentina para difundir la
gravedad de la situación que se vive en Colombia, donde “se siguen violando los
derechos individuales día a día, y donde la criminalidad paramilitar, amparada
por el Estado, sigue siendo parte de la realidad.”.
Recientemente mantuvo un encuentro con el
Secretario de Derechos Humanos de la Asociación de Trabajadores del Estado,
Héctor Carrica, quien le manifestó la más amplia solidaridad con la lucha del
pueblo colombiano.
A continuación damos a conocer la entrevista
mantenida con Villalba Vargas, sobre cuáles son los parámetros del conflicto
colombiano.
-¿Cómo ve, desde su rol de defensor de derechos
humanos la situación actual represiva en Colombia?
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Nos encontramos en un proceso de paz, que ha
sentado a la mesa a las FARC y al Gobierno. Sin embargo, al mismo tiempo se
está aplicando una ley llamada “de víctimas”, por la que supuestamente se
estaría restituyendo tierras a los campesinos desplazados de su territorio,
pero desde el año 2006 hasta el presente, ya van más de 70 activistas que
reclamaban tierras y han sido asesinados. Eso dice a las claras que no existen
garantías, porque cuando se mata a un activista de una región, lo que hace es
paralizar de inmediato cualquier tipo de reclamo. La consecuencia obligada de
esto, es que las tierras quedan en manos de quienes se beneficiaron del
despojo.
-Cuál es su opinión sobre cómo se vienen dando las
conversaciones de La Habana?
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Por supuesto aspiramos que se tengan en cuenta las
voces de las víctimas y que se hable cuáles van a ser los términos de verdad,
justicia y reparación.
Nos preocupa mucho la posibilidad de que esté en
marcha una auto-amnistía.
Es decir, que todos los crímenes cometidos por el
Estado durante más de medio siglo, vayan a quedar en la impunidad. A finales
del año pasado se hizo una reforma constitucional que creó lo que hoy se conoce
como el marco jurídico para la paz. Teóricamente esto era para facilitar las conversaciones
con las organizaciones al margen de la ley y para facilitar su incorporación a
la vida civil,, aunque muchos sostuvimos que esto no era necesario, ya que la
Constitución tenía los elementos jurídicos para facilitar cualquier diálogo. De
hecho, la Constitución y el Código Pengal colombiana reconocen el delito
político. Incluso se da la posibilidad que el Estado dicte amnistías o indultos
a favor de quienes han incurrido en delitos políticos.
Todos esos instrumentos estaban, por ello tenemos
el infundado temor de que al final lo que más se esté buscando con este marco
jurídico, una excusa para lograr una auto-amnistía.
Otro tema que nos preocupa es que se ha ampliado
constitucionalmente el fuero penal militar. Durante muchos años, las
organizaciones populares hemos luchado para que ese fueron no se aplicara en
relación a violaciones de los derechos humanos, y que sea la justicia ordinaria
la que asumiera esas investigaciones. Eso se logró en la mayor parte de casos,
pero con esta reforma última, lo que va a suceder es que todas estas
violaciones pasen al fuero militar.
Históricamente hemos demostrado cómo la justicia
penal militar no son tribunales eficaces, independientes e imparciales para
conocer este tipo de criminalidad, y sobre todo en un país como Colombia, donde
existe Terrorismo de Estado y políticas que han facilitado la sistemática
violación de los derechos humanos.
-¿Qué nos puede decir de la discusión sobre la
problemática agraria?
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-Existen en Colombia numerosos presos políticos, y
en ese sentido interesa su opinión sobre este grave y no muy propagandizado
aspecto de las consecuencias de la política estatal represiva.
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Ahora, presos políticos los hay. No sólo los que
pertenecen a las organizaciones armadas, FARC y ELN, sino también los
luchadores sociales, defensores de derechos humanos, como el recientemente
condenado David Rabelo, del Partido Comunista, sindicalistas que son
judicializados, o campesinos que están luchando por sus reivindicaciones.
-Usted decía que en la mesa de negociaciones sólo
se está discutiendo, como propósito, el fin del conflicto armado. Sin embargo,
no parece factible que se decida este final, sin que se solucionen las causas
por las que en algún momento se empuñaron las armas.
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-Finalmente, ¿qué se va a hacer para terminar con
el paramilitarismo? De esto se habla poco, pero es evidente que siguen
existiendo.
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Hoy, hay ciertas versiones
que sugieren que hubo un rearme, pero queda claro que jamás hubo un desmonte de
las estructuras políticas, económicas y militares que sostenían a esos grupos
paramilitares.
Lo cierto es que no se trata de un reciclado, sino
que el paramilitarismo sigue vigente. El gobierno manifiesta que el
paramilitarismo no existe, que eso ya se acabó con la desmovilización, y que lo
que se da hoy son bandas criminales dedicadas a la extorsión y al narcotráfico,
y de repente le agregan, la minería ilegal. Son argumentos que se caen por su
propio peso. Por ejemplo: las BACRIM no son grupos paramilitares porque no
tienen una estructura jerarquizada a nivel nacional como era el caso de las
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Esto no tiene validez, porque las AUC se
conformaron en el camino de todas las organizaciones paramilitares que había en
Colombia, pero no nació el paramilitarismo con ese acuerdo nacional. ¿Qué ahora
se alimentan del narcotráfico y la extorsión? Esa es una realidad de siempre, y
lo mismo ocurría con los anteriores grupos de paracos. Ellos mismo lo
confesaron. Carlos Castaño decía que “el 70% de los recursos provienen del
narcotráfico”.
El que conozca mínimamente la historia del país
sabe que el cuento que hoy quiere hacer creer el gobierno, no es creíble. Por
eso, una de las exigencias que le estamos haciendo al gobierno, es que
reconozca que el paramilitarismo existe, nunca fueron desarmados, porque entre
otras cosas, si se produce un cese definitivo de hostilidades entre la
guerrilla y el gobierno, qué pasa con el aparato criminal al interior del
Estado y qué pasa con esos grupos de asesinos que el Estado ha creado,
sostenido y fundamentado.
Es decir, aquí puede pasar, que aún en proceso de
paz, continúe la misma historia, de exterminio de los militantes sociales,
políticos, sindicales y estudiantiles.