6 Mayo 2013 -
11:00 pm
“Estamos en
pañales”, decían las señoras para referirse a algo o alguien que estaba
incipiente.
Reinaldo Spitaletta |
Hoy, y en algo
avanzamos, estamos en calzoncillos. La grotesca imagen del presidente Santos en
una casa de interés prioritario, en Valledupar, leyendo en “bóxer” un diario
local, es la muestra no sólo del desmadre de la demagogia oficial, sino del
destape de un gobierno, que, en mucho, ya le está ganando al anterior (del cual
él también hizo parte) en el empeoramiento de diversas situaciones.
Una cosa que no
alcanzo a entender es por qué las encuestas dicen de ciertas popularidades de
los de arriba, cuando, en la práctica, son dirigentes antipopulares. Recordemos
los tiempos del denominado “mesías”, cuando subía a cifras inverosímiles de
favorabilidad, mientras la gente, digamos los desempleados, los usuarios de
sistemas de salud, los desplazados, los pensionados, los que se ganan un
salario mínimo, y así por el estilo, cada vez se hundían más en los infortunios
y las miserias.
El presidente
Santos, que ha venido en barrena en las mismas encuestas, y al que le salió por
la culata su propuesta (su antecesor hubiera dicho “propuestica”) de alargar a
dos años el período presidencial, parece que quiso dar un golpe de imagen al
hacerse fotografiar en “interiores”, recién despertado, en una casa de las que
su ministro de Vivienda otorga gratuitamente.
El cuento es
que no solo se trató de un asunto de mal gusto, sino que evidenció la
desesperación presidencial por su cada vez creciente impopularidad. Quizá sus
asesores mediáticos estaban haciendo el rol de los dos charlatanes del célebre
relato de Andersen, El traje nuevo del emperador, y por poquito el señor mandatario
queda empelota. Aunque, en efecto, lo que sí desnudó fue el afán por ganar
algunos puntitos en próximas mediciones y su talante de mediocre populista.
Pero en vez de
estar buscando populacherías para subir su “rating”, debía preocuparse, por
ejemplo, por la tragedia de más de cinco millones de desplazados. Acaso no se
habrá enterado de que ya somos el primer país del mundo en desplazamiento
forzado. Un anti-record vergonzoso. ¿No sabrá el emperadorcito acerca de las
desgracias sin fin de muchos pensionados que parecen haber quedado en el limbo
con Colpensiones?
Es probable que
el tipo no sepa sobre los graves problemas de inseguridad en muchas ciudades
colombianas, donde han florecido las bandas criminales y se han “reinventado”
los grupos paramilitares, pero sí crea que con una exhibición matutina en “paños
menores” ante un fotógrafo de El Tiempo su favorabilidad vaya en aumento. Más o
menos algo así, pero sin mostrar sus calzoncillos, hace el alcalde de Medellín
cuando algún reportero le pregunta sobre la criminalidad en la urbe y él lo
remite a las declaraciones insubstanciales de Hillary Clinton sobre la villa
más innovadora del mundo. Modos de la manipulación y enmascaramiento de la
realidad.
También puede
ser que el “destape” obedezca a un vano intento por ocultar lo que va a ser, en
esencia, la reforma a la salud, un retoque de maquillaje. Continuarán las Eps
como intermediarias del capital financiero, se incrementará el aseguramiento
privado en detrimento de la salud pública y se buscará eliminar el único
mecanismo de atención al que tienen que apelar muchos usuarios: la tutela.
O puede que las
intenciones del ahora “modelo” de ropa interior tengan que ver con asuntos
cosméticos, como embadurnar de colorete los índices de inequidad de Colombia, o
disimular la desindustrialización que desde hace rato padece el país, o el
aumento de la informalidad laboral en perjuicio del empleo productivo. O para
tapar los desastres ambientales producidos por transnacionales de la minería.
Nada raro que
alguna firma internacional de ropa le ofrezca al mandatario colombiano un
empleo como exhibidor de tales prendas; mientras tanto, la mayoría de gente
padece carencias de toda índole y sigue siendo víctima de un régimen de
desigualdades y desafueros. Ah, y no faltará quien no tenga ni con qué comprar
calzoncillos. Qué cosa.