martes, 9 de abril de 2013

9 de abril divide Fuerzas Armadas

Piedad: una mujer símbolo de la paz en Colombia




Horacio Duque.

Todo proceso de cambios en un  régimen político tiene un impacto inexorable sobre los aparatos armados del Estado que son su principal herramienta de dominio violento.

Las conversaciones de paz de La Habana que adelanta las Farc con el gobierno tienen una proyección política sobre el sistema de poder establecido por la oligarquía. La paz es un vector de cambio que oscila entre la reforma y una revolución social y política.

Por el momento es visible el tono reformista. Es lo que permite la correlación de fuerzas. Empero, hay un principio ético que obliga a los revolucionarios a buscar la conexión natural entre la modificación parcial y la transformación radical de un sistema social soportado en la explotación de los seres humanos por una minoría plutocrática. A establecer los vínculos y flujos entre la reforma y la revolución en una transición que nadie se inventa porque aparece como un curso social natural.

Para lo concerniente al punto de las maquinas de violencia que usan las élites en la conservación del poder, la experiencia histórica indica que cualquier cambio político incide en la cohesión y homogeneidad de los militares y policias.

Me podría extender citando casos. Pero basta con remitirse a la reciente situación del colapso Egipcio, en que el Ejército  visibilizó las fracturas propicias a los civiles y religiosos que accedieron al poder.

En Portugal el asunto fue más radical en 1974 y la revolución evaporó la fuerza armada colonial derechista.

La gigantesca marcha de ayer nueve de abril en apoyo a la paz, con su tremenda capacidad ontológica política y el funcionamiento de la Mesa de Conversaciones de La Habana  ya se siente al interior de las Fuerzas Armadas. Es evidente que hasta cierto  momento la hegemonía ideológica y política la ha tenido sobre sus directivos el señor Uribe Velez, que las corteja con su monserga anticomunista y retardataria. 

La cúpula militar es de extrema derecha, con inclinaciones fascistas, paramilitares, antidemocratica, iliberales y pro gringa hasta la médula. Su incompatibilidad con las claves de la paz democrática es absoluta porque ha construido su poder con la manipulación de la guerra civil, que sirve para apalancar negocios de mucha cuantía y privilegios exorbitantes.

Sin embargo, la realidad es que el gasto militar se tornó insostenible y tiene las dimensiones de una onerosa carga fiscal que la economía no resiste, peor aún cuando el rendimiento en el combate decrece con mayor velocidad, aplazando el triunfo militar sobre la guerrilla revolucionarias y socialistas, por décadas y décadas.

La actual élite dominante tomó la determinación de resolver el conflicto social y armado por la vía del dialogo y los acuerdos. Eso cogió fuera de base a los generales y los colocó en la encrucijada.

Un debate que parecía sordo, hoy esta perfectamente instalado en la esfera pública. 

Los militares ya están divididos y eso es bueno para la paz. 

Definitivamente hay un sector (de generales y almirantes), con  el infantil Ministro que funge, que prefiere suicidarse con su ídolo de papel, el señor del Uberrimo, de la entraña de los tres caines.

Pero hay otro, mas profesional (de pronto), que le ha puesto cabeza fría al dilema y se ha colocado en racionalidades politicas más acordes con lo que está viviendo en estos momentos la nación que tomo la resuelta determinación de superar la guerra civil y construir una paz estable y duradera. Como lo demostraron los millones de ciudadanos que desfilaron ayer 9 de abril de la mano del Alcalde Gustavo Petro y la Marcha Patriotica.

En buena hora.