Carlos Castaño y sus esbirros: el rostro de la muerte |
Godofredo
Cínico Caspa / Martes 30 de abril de 2013
Estupenda
noticia la republicación de la magistral columna de mi discípulo Fernando
Londoño, en la cual hace siete años homenajeó al mayor autor intelectual que
produjera nuestra patria, el tristemente desaparecido Carlos Castaño, jefe
epónimo de los ejércitos de autodefensa que permitió con sus acciones previas
el triunfo de la Seguridad Democrática.
Con
esa columna y “Los tres Caínes” hemos logrado refutar a los comunistas que
dijeron que el paramilitarismo era malo. ¡Pendejos! ¡Es y será el mejor negocio!
La
columna dórica del gran avatar Londoño en la cual describe la deliciosa epopeya
del mesías de San Pedro de Urabá, a pesar de sus aciertos, se queda corta.
Carlos Castaño no solo merece elogios por haber salvado a la patria matando a
algunos miles de campesinos brutos y filo terroristas y desplazando a otros
millones para que la producción pudiera florecer en manos de los dueños
históricos de todo y no de los indios invasores. Carlos merece una égloga,
hasta un poema de Roy Barreras.
Dice
el maestro:”Las autodefensas existen porque existe la guerrilla marxista, valga
decir, el ataque”.
De
acuerdo, pero me permito desarrollar su aventajado pensamiento del
greco-platanal. La autodefensa fue inventada legítimamente como desarrollo
histórico y etapa superior de las Convivir. Y desarrollada para desaparecer de
la faz de la tierra no a la guerrilla (que al fin y al cabo anda también en el
negocio) sino a los miles de campesinos tercos que no querían dejar sus
tierras. Ese era el negocio, claro, junto con el connatural ejercicio de la
libre empresa en materia de alcaloides.
Autodefensa
sagrada de vacas y perico, con apoyo de las Fuerzas Amadas, como garantía
ulterior, como telón de fondo de legitimidad. ¡Paras a mucho honor! Magna
empresa exportadora que colabora hoy refundada en Bacrim, con no sé cuantos
puntos a nuestro escuálido PIB.
¡Esa
es la verdadera locomotora de nuestra economía! Un gremio narco-paraco que
desarrolla el agro, la industria, el comercio y el sector exportador.
En
efecto, mi doctor Londoño, Castaño defendió la honra de los propietarios y no
solo defendió los bienes de él y de ellos, sino que los agrandó de manera
exponencial.
Dice
usted, maestro, que las autodefensas “no perdían y no querían perder el norte
de su naturaleza política antisubversiva y anticomunista.”
Y
digo yo: es usted de una pasmosa habilidad al hacernos ver que matar civiles se
justifica si se sospecha, aunque sea vagamente o por saperías, que pueden ser,
digamos, un 5% comunistas. Hasta los portadores de un 0,1% de ese virus
marxista, debieron y deben ser exterminados como ha ido ocurriendo, gracias a
la doctrina justificadora.
Que
nuestros ejércitos tuvieran que financiarse, esa es otra vaina. No era
suficiente la platica de ganaderos, comerciantes y políticos para comprar
fusiles, balas y motosierras. Nuestras tropas crecían a ojo vista y entonces
fue necesario combinar más formas de lucha. Es decir, meterle coca a la vaina.
Pero todo con el fin de luchar contra la subversión. Si algunos de nuestros
socios y amigos se enriquecieron de manera alucinante, eso solo debe ser
entendido como un efecto colateral de nuestra guerra.
Le
entiendo perfectamente cuando usted dice que lo de la coca fue una embarrada,
¿Pero cómo más, cuando usted tiene benefactores y cómplices como Don Berna o
Hernán Giraldo? A la gente nuestra hay que dejarla trabajar, trabajar y
trabajar.
Y
ante esta frase suya que parece dictada al unísono por las mentes preclaras de
Maquiavelo y Mussolini, yo me le quito el sombrero: “Castaño murió. Ya lo
sabíamos. Es hora de que resucite su elemental pero preciso ideario, la única
manera de recuperar el alcance y la legitimidad de la paz que se viene
discutiendo”
¡Eso,
sumercé lindo! Aun sin su rolex los tiempos históricos le son precisos.
Elemental ideario el del patriarca Carlos Castaño, elemental como mochar
cabezas, fusilar, tirar cadáveres a los ríos. Y preciso como el fusil AK 47, la
granada Mk2, el rocket, el machete, la moto sierra y el incendio. Dejémonos de
eufemismos.
Castaño
fue legítimo y lo es históricamente porque le fue fiel a las leyes. A las
nuestras, claro, las de la ventaja, el avionismo, la corrupción, el robo, el
desplazamiento. Vivimos en una economía de mercado y Castaño fue el más lúcido
mercader de la muerte, la muerte como inversión, la muerte como capital, la
muerte como organigrama fundamental de la empresa sacra de mantener nuestros
derechos, de crecer nuestras haciendas.
¿O
es que acaso usted cree que hubiéramos podido correr las cercas para meter
nuestro cebú, si no sacamos a los pata al suelo, si no los mandamos al otro
toldo? Esa gente solo entiende a las malas. ¡Y qué malas que les dimos! Fuimos
y somos épicos. Esto de Santos y compañía, de paces y generosidades y
conciliaciones, es sol de un día. Las ideas del intelectual Castaño están
vivas. Y usted es la reserva moral y militar de la patria, doctor Londoño,
Agrega
usted venerable Chaolín: Carlos Castaño, intelectual hecho a pulso, en el
desorden metodológico y conceptual que puede suponerse”.
Si,
hecho a pulso, el mismo que el bien amado Carlos Castaño tenía para apuntar su
pistola y disparar su fusil contra los cuerpos inermes de la indiada o del
mestizaje ignorante, alevoso y envalentonado.
No
estoy de acuerdo con usted en aquello del “desorden metodológico”. Si algo tuvo
nuestro Comando Carlos, fue una visión milimétrica y científica de la
metodología, del tiro de gracia. Lo suyo fue cartesiano en las ideas y propio
de Clausewitz en la aplicación en la guerra.
Métodos
rápidos de desaparición forzada, de masacres, métodos expeditos para sacar
corriendo a los sucios labriegos. De tal importancia fue su encumbrado método,
tan matemático y técnico, que se reprodujo el espléndido esquema por todo el
país, desde sus Autodefensas de Córdoba y Urabá, llevándonos a blandir la
espada del paramilitarismo por los cuatro puntos cardinales, y consolidando la
limpieza social e ideológica en casi todo el país. Si eso no es método, doctor,
¿entonces qué?
¿Desorden
conceptual mandar a matar a toda la dirigencia de la izquierda y a sus
candidatos presidenciales incluido el traidor Galán? Sabemos bien quienes
conocemos al detalle la gesta de la autodefensa, que detrás de sus capacidades
de autor intelectual, Castaño, por fortuna, no estaba solo. El tenía quien le
ordenara. ¿O no? Detrás de él moraban los duros, los verdaderos incitadores, es
decir, los autores ideológicos que forjaron la cruzada desde sus escritorios,
desde sus oficinas de gerencia, desde sus establos. Autores ideológicos que
fueron los proveedores de la línea que Carlos Castaño desarrolló en el terreno,
con lujo de detalles.
Que
hoy doctor Londoño, no le tiemble la mano en reafirmar esas verdades que
escribiera hace siete años. No se me vaya a retractar. No le tenga miedo al
fiscal “escudero de las Farc” como dice nuestro filósofo de cabecera Pachito
Santos. No hay ley que pueda acallar su catarata de pensamientos. Nosotros
somos la ley, la justicia y su aplicación a nuestra voluntad, como lo
comprobaran justamente las autodefensas.
¡Ay
Carlos Castaño, que falta nos haces, ahora que seguro vienen los tiempos de
eliminar a todos los facinerosos que se reinserten y a sus cómplices políticos
y populares! ¡Bala señores!