Jaime Jiménez / Domingo 21 de abril de 2013
El exilio es una dolorosa condición que asumen
aquellos que se rebelaron contra el orden establecido en su país y que ante la
inminencia de atentados graves contra su vida, integridad física, libertad o
patrimonio, se ven obligados a buscar refugio en el extranjero. En la práctica
más de un “avispado” se hizo pasar por tal y no faltan los que sin serlo
intentan conseguir la representación de este colectivo.
Marx, el eterno desterrado, murió en Londres;
Lenin estuvo en Suiza unos cuantos años; Ho Chi Minh en París un buen tiempo;
el ayatolá Khomeini en Irak y en París. La política expulsa y recibe a unos y a
otros. El Terrorismo de Estado fue eficaz motor para expulsar a miles en
Colombia. A fines de los años noventa y durante la primera década del presente
siglo, una ola de exiliados colombianos recorrió el mundo, en este escrito me
referiré, muy someramente, a los llegados a Europa.
1.- Exilio colombiano: el dolor de la partida
Aguerridos luchadores populares, valerosos
intelectuales, corajudos combatientes, tuvieron que abandonar lo que más
querían en su vida: la utopía que les daba razón para existir. Familia, amigos,
compañeros, trabajos, quedaron atrás.
2.- Exilio colombiano: asentarse y echar
raíces
Llegados en una época en que la abundancia del
estado del bienestar era visible, más aún en los países francófonos y
anglosajones, hubo tranquilidad y seguridad suficientes para organizar ideas,
en algunos casos reagrupar a los seres queridos y hasta resarcir algún
quebranto patrimonial. Los años han corrido presurosos: las arrugas, canas,
calvicie y kilos de más así lo corroboran. Los hijos, llegados niños o
adolescentes, han crecido, sin faltar el que ha sembrado vástagos en Europa.
3.- Exilio colombiano: cualificada
participación dentro de la inmigración
Lo que bien sabían hacer allí, organizar al
pueblo, igual lo siguieron haciendo en el país de acogida. Un alto porcentaje
de asilados jugaron un papel protagónico en las luchas por la defensa de los
derechos de los inmigrados.
4.- Exilio colombiano: tímida acogida en los
organismos de decisión política del país receptor
Pero el liderazgo obtenido en las luchas a
favor de la inmigración no se tradujo en el acceso a puestos clave en el manejo
del poder en la sociedad de acogida. Han sido numerosas las funciones
retribuidas en ONG´s, como AI, pero su carácter temporal y periférico han
limitado ese desempeño. Puntualmente en organizaciones sindicales sí que suele
verse algún exiliado y la presencia se hace más notable en ONG´s o asociaciones
creadas y dirigidas por los mismos asilados, pero ¿cuántos de ellos han sido
elegidos concejales o diputados? ¿cuántos están en los organismos de dirección
de los grandes sindicatos o de las macro ONG´s como AI o Greenpeace? Máxime
cuando son personas de una muy alta preparación: cuando se trata de nóminas,
los europeos progresistas o de izquierda han sido más cerrados de lo que
pensábamos.
5.- Exilio colombiano: divididos a la hora de
trabajar por Colombia
Las divisiones en la izquierda, tan comunes en
ambos lados del Atlántico, se expresan al interior de los asilados en Europa,
pero elevadas a la quinta potencia. Mezcla de contradicciones programáticas,
pero a veces más por la realidad de estar subyugados por la sociedad de acogida
que a su vez genera enormes problemas subjetivos, los exiliados colombianos han
creado una red de amistades y animadversiones casi patológicas. Si allá va
fulano, yo no voy; si eso lo organiza perencejo, menos que asisto. El resultado
ha sido que la incidencia política, tanto en la sociedad de acogida como
respecto a Colombia, ha sido menor y por supuesto excelente argumento para que
se nos cierren puertas: ¿no ve como pelean los colombianos?
6.- Exilio colombiano: funcional al poder del
capital
Sea por la lejanía, sea por la influencia de
ideologías mal entendidas como la de los derechos humanos (que de herramienta
para la resistencia y el logro de la dignidad humana a veces pareciera una nueva
religión con sacerdotes incluidos), sea porque hay que conseguir de qué comer,
el caso es que ha ido tomando cuerpo un discurso contra las organizaciones
insurgentes por parte de un sector del exilio colombiano sin importar la
corriente política de origen.
Han hecho suyos argumentos de la más rancia
derecha colombiana y han incorporado otros, entremezclados con un discurso de
defensa de los movimientos sociales, absolutamente nocivos y perversos de cara
a una auténtica reconciliación entre los colombianos. A ello han contribuido no
pocas ong´s europeas: ¿desinformación o interés? Ya se verá.
He aquí sus principales planteamientos:
a.- Todos los actores del conflicto armado son
iguales porque violan los derechos humanos. Con esto pretenden deslegitimar el
accionar insurgente, el supremo derecho a la rebelión, pues parten de una
resistencia armada ideal, que no ha existido sino en sus mentes. Desconocen que
los derechos fundamentales permanentemente entran en colisión y que la
preponderancia de determinado derecho sobre otro se asume a partir de la
magnitud del daño que los derechos en contradicción generan. En 1990 la
guerrilla robó al paramilitar Fidel Castaños 42 reses y “ajustició” al
mayordomo de la finca. Como acto de retaliación los paramilitares fueron a
Pueblobello, Antioquia, y desparecieron y posteriormente asesinaron a 43
pobladores. ¿Es lo mismo 42 reses y la vida de un mayordomo que 43 vidas de los
pobladores de la región? ¿Es lo mismo el trauma vivido por personas
secuestradas cercanas al narcotráfico que la tragedia padecida por comunidades
como la de Trujillo, Valle del Cauca, en la que asesinaron a 300 personas,
muchas de ellas decapitadas?
No por eso hay que ser acríticos con la
insurgencia. Errores han cometido, y muchos. En sus filas han militado
verdaderos delincuentes, eso sin contar el papel de los infiltrados, por no
hablar de sus errores políticos, pero de ahí a considerarlos como igual a los
paramilitares jamás. Pero en Colombia se convirtió en verdad oficial y
cuestionarla costaba la vida. En Europa esta verdad oficial, matizada con un
discurso progresista o de izquierda, abre las puertas a generosos convenios o
contratos.
b.- La verdad de los crímenes de lesa
humanidad de la guerrilla que por su naturaleza no prescriben, habrá de hacerse
pública y judicializarse ante los tribunales nacionales o internacionales. En
un proceso de paz toda la verdad, de todos los actores, habrá de saberse, de
acuerdo. Será interesante cuando se indague sobre la autoría intelectual y
sobre los beneficiarios de los crímenes de guerra y de lesa humanidad entre la
“pulcra” élite colombiana.
Pero veamos en “vivo” esta argumentación en
una entidad como la Coordinadora Valenciana de Solidaridad con Colombia que
recoge a varias ong´s y hasta un sindicato. En Pronunciamiento hecho por ellos
el 1 de diciembre de 2012 sostienen que:
“Reconocemos y repudiamos también los crímenes
cometidos por la guerrilla contra la población civil, que no pueden ser
ocultados con la calificación de acciones de guerra. Es necesario que la paz se
construya desde la verdad de lo sucedido, que los culpables de los crímenes de
lesa humanidad sean sometidos a la justicia...”
De este razonamiento se desprende una
pregunta: ¿cuáles son las acciones contra la población civil que no son crímenes
de guerra sino que son crímenes de lesa humanidad? No responden. De momento
Eduardo Montealegre, Fiscal General de la Nación colombiano, en declaraciones
hechas el 9 de abril de 2013, sostuvo que “"Estoy de acuerdo con que las
FARC puedan llegar al Congreso, además porque en este momento no existe ninguna
condena contra un miembro del secretariado por delitos de lesa
humanidad"”. Tres días después amplió su opinión, así lo registró la
prensa: “Montealegre aseguró que la ausencia de condenas contra guerrilleros de
las Farc por delitos de lesa humanidad facilitaría que recibieran beneficios en
el marco para la paz. El funcionario aclaró que delitos de tomas y secuestros
son infracciones al Derecho Internacional Humanitario, pero no son considerados
de lesa humanidad. Igualmente, señaló que frente al delito de reclutamiento de
menores solo hay un antecedente internacional en el caso de Sierra Leona por
tratarse de una política sistematizada contra los menores.”
¿Cuál es el afán en reconocer y repudiar hechos
que si existieran no han sido judicializados por el Estado en Colombia? ¿Será
que el Estado colombiano con toda su maquinaria de guerra, más los poderes
públicos, permiten impunidad de la guerrilla? Da como para pensar...
c.- El pueblo colombiano está cansado de la
guerra. Si eso lo dicen los campesinos de una zona guerrillera en la que los
bombardeos, las requisas, la arbitrariedad, los asesinatos selectivos y las
masacres son el pan de cada día, sí. ¿Y los crímenes de la paz? La “paz”
produce muertos en los hospitales a pesar de que esas personas en vida pagaron
su seguro privado y no fueron atendidos por ser enfermos no rentables, la “paz”
produce que los obreros sean explotados sin consideración y sus dirigentes
asesinados, la “paz” produce que comunidades sean masacradas para desalojarlas
y construir en su territorio un megaproyecto.
Ahora, ¿qué es la guerra? La confrontación
violenta de dos bandos. Un bando ha sido el agresor, ha practicado
sistemáticamente el Terrorismo de Estado contra su propio pueblo y el otro ha
tenido que defenderse haciendo uso del supremo derecho a la rebelión. Al
rechazar la guerra en abstracto, rechazamos a los dos bandos, negamos la
legitimidad del pueblo en armas.
Para mejor ilustración están las conclusiones
del “Encuentro Estatal para la Paz en Colombia”, celebrado en Madrid el 12 y 12
de abril de 2013. “Las organizaciones de la sociedad civil que nos encontramos
fuera de Colombia nos reconocemos como sujeto político constructor de la paz y
seguiremos desarrollando tres capacidades: propositiva, autonomía frente al
gobierno y las insurgencias, desobediencia civil frente a la guerra.”
En este documento se hacen nueve menciones a
la guerra en abstracto y tan solo una, al final de un párrafo, al “terrorismo
de estado”. ¿Cómo materializar la “desobediencia civil frente al Estado como
actor en la guerra”? ¿Te niegas a pagar el IVA o los impuestos directos? ¿Podrá
una desobediencia civil, en estos momentos, evitar el flujo de millones de
dólares en ayuda militar extranjera al Estado colombiano? Esta “desobediencia
civil” es una consigna hueca respecto al Estado, pero altamente nociva para la
insurgencia, pues sus apoyos materiales sí dependen de la voluntad de los
colombianos.
El pueblo está cansado pero del Terrorismo de
Estado, del yugo inmisericorde del capital, de la impotencia que produce que
los muertos siempre los ponen los mismos. Afirmar que el “pueblo colombiano
está cansado de la guerra” es dar cabida a la idea de que está cansado de la
insurgencia y no es así. Habrá sectores que por respetables razones no
compartan su existencia y otros que por ignorancia repiten el discurso oficial,
pero hay un sector considerable del pueblo que apoya a la guerrilla, y si no,
¿cómo se mantiene ésta?
d.- Los actores que negocian en La Habana no
me representan. Está claro que los negociadores del gobierno representan los
intereses de la gran burguesía, las multinacionales y las fuerzas armadas.
Pero, ¿y los de la FARC? Desde el punto de vista programático esta organización
intenta incluir a todos los sectores populares, pero ellos desde siempre han
solicitado la presencia del pueblo en las negociaciones, jamás han querido
tomar la vocería de grupos o reivindicaciones sociales específicas entre otras
cosas porque ni siquiera las conocen al detalle. Es el Estado el que no quiere
más interlocutores en la Mesa de negociación. Entonces, ¿cómo decir que la
insurgencia no me representa cuando es ella la que está abogando para que el
pueblo tenga un puesto en la Mesa?
Las conclusiones salidas del Foro Social
Agrario ocurrido en Bogotá en diciembre pasado, propuesto desde La Habana y
auspiciado por Naciones Unidas y la Universidad Nacional y con la participación
de centenares de organizaciones campesinas, académicos, etc., ¿no representan a
los que dicen “los de La Habana no me representan”, sabiendo que fue por ellos
que se pudo llegar a tan sabias recomendaciones?
e.- La línea divisoria entre los inmigrantes
económicos y los exiliados cada vez es más tenue pues los primeros tuvieron que
salir por el conflicto social (desigualdad en el reparto de la riqueza) y los
segundos porque se rebelaron, pero ambos derivan del mismo árbol. Esta
percepción desconoce la toma de partido que los grupos o los individuos toman
respecto a la lucha de clases. El inmigrante económico que perdió su empleo por
las reformas neoliberales y emigró a una sociedad próspera, se alineó con la
derecha. Participó muy poco en la lucha por sus derechos, pues como había tanto
trabajo, ¿para qué perder tiempo luchando por papeles? Votaron por Uribe porque
“ya no me atracan en el centro de la ciudad”. Eran magnates por un mes cuando
iban de paseo a “la tierrita”. Eso sin contar el no poco número que se
dedicaron al negocio de “la escayola” (cocaína) y casi siempre tomaron partido
por los paramilitares.
Que ese colectivo, ahora caído en desgracia
por la crisis, sobre todo en España, tenga intereses comunes con los exiliados,
es distorsionar la realidad. La prueba es simple, ¿cuántos asisten a los
eventos sobre la situación colombiana? Pero, ¿cuántos asisten a la fiesta del
20 de julio o a cualquier acto donde haya comida y música? Todos conocemos la
respuesta.
f.- Los paramilitares llegados a Europa, fruto
de convenios amparados por la “Ley de justicia y paz”, entre otros, tienen
derecho a organizarse y en un “ambiente de reconciliación” podemos trabajar con
ellos. Una cosa es construir un nuevo contrato social en Colombia después de un
proceso social que incluya verdad, justicia, reparación y no repetición y otra
cosa es, en estos momentos en que la guerra sigue inclemente y dirigentes
populares siguen cayendo a diario, que nosotros resultemos de la mano con los
sicarios y mercenarios que ayer fueron nuestros verdugos, los cuales, además,
salieron impunes luego de asesinar y descuartizar a miles de colombianos y que
hoy con “rostro taciturno vagan sin empleo por las calles”. Una cosa es tener
un corazón abierto y otra ser idiota y “abrírselo en Europa” a quienes no
vacilarán en hacer lo que sea por dinero, con el consabido argumento de
“parcero (amigo), todo por la cucha (madre)”.
7.- Conclusión
La forma como viven los exiliados constituye
la base de cómo piensan y actúan políticamente. Los que tienen un buen empleo,
los que reciben un buen o regular subsidio o prestación social, los que se
buscan la vida a punta de proyectos en alguna ong, los que se ganan el día a
día a base de “remiendos, marañas o chapuzas”, todos ellos generan “otra
clasificación”: los activistas incansables, los que definitivamente no quieren
volver, los que quieren volver pero no pueden porque su vida aún corre peligro
o porque allá no encontrarían trabajo o porque su salud se los impide, los que
ya ni asisten a reunión alguna, los que esperan pacientes la pensión no
contributiva y su contacto con el mundo es por computador, todos ellos tiene
algo en común: hemos perdido la noción de lo que pasa en Colombia.
Nos extendemos pidiendo participación en La
Habana, que los cinco millones de la diáspora colombiana, que debemos ser
indemnizados, que garantías para el retorno. Bien, de acuerdo, pero ¿nos hemos
puesto a pensar cómo nos ven los colombianos? ¿acaso no nos percibirán como los
que vivimos cómodos en Europa, disfrutando, de momento, de un buen sistema
sanitario, de un cúmulo de ayudas que impide que nos muramos de hambre,
mientras el pueblo colombiano sigue luchando?
Muchos no han podido salir, se han tenido que
quedar y enfrentar al capitalismo real, al del tercer mundo, al de los
asesinatos selectivos, las masacres y desplazamientos forzados, ¿creemos que el
pueblo colombiano nos tiene en su memoria cotidiana? No quiero desmeritar los
muy valiosos esfuerzos que se hacen en Europa de cara a la opinión pública y de
algo sirven, por ejemplo para impedir que Álvaro Uribe enseñara en la
Universidad de Metz en Francia, para hacer denuncias en Bruselas, en Ginebra,
en todos los pueblos y ciudades donde tenemos asiento, pero ¿se han parado los
TLC? ¿Las fábricas de armas europeas han desabastecido al Estado o a los paramilitares?
¿Las multinacionales europeas han cesado su papel depredador en Nuestra
América?
Este sombrío panorama es ante todo un llamado
de atención para que nos ubiquemos en nuestro real aporte al cambio en
Colombia.
Lo primero que debemos hacer los exiliados es
reconocernos en nuestra derrota, da igual que seamos intelectuales prolíficos y
nuestros libros y artículos se publiquen profusamente, que se tenga un puesto
en el sindicato X, en la ong Y, o en la Administración Z, o que tengamos una
prestación social que nos permite vivir sin sobresaltos o que estemos viviendo
de milagro.
Da igual que hayamos tenido un pasado glorioso
como para merecer un busto o el nombre de una avenida, nuestra hora se pierde
aceleradamente si no conectamos directamente con las luchas en Colombia. Vamos
perdiendo reflejos, la objetividad se nos extravía y el temor a morir nos hace
viejos. Somos la retaguardia que le sirve a los luchadores colombianos cuando
vienen a Europa, los recibimos en nuestras casas, les organizamos eventos a los
que no asisten más de 50 personas y así llevamos años y ahí nos hemos quedado.
Estas sociedades europeas nos escuchan, se
enteran de viva voz de lo que allí ocurre, eso tiene un costo, y lo pagan, pero
a la larga este continente pasa por una de sus peores crisis en la historia y
por defender la posibilidad de llenar los tanques de sus automóviles apoyaron
la invasión de la OTAN a Libia, un país soberano, “es que Kadafi era un
tirano”; y no hay mucha protesta por lo que la Alianza Atlántica hace en Siria;
y es que a esos fundamentalistas afganos hay que pararlos, “¿no ve cómo tratan
a las mujeres?”
¿Recordarán los europeos cómo se lucha, cómo
se conspira? ¿Nos verán como iguales a la hora de escuchar nuestras
experiencias aprendidas en la lucha contra el capitalismo real, el cual les
permite tener “derechos, libertades y neveras llenas de momento”? O seguiremos
siendo vistos como personajes exóticos, que vienen del nuevo mundo, y cuyo
deterioro físico, político y espiritual se hace evidente a cada día que pasa.
¿Somos revolucionarios colombianos? ¿Somos
revolucionarios europeos? ¿Seremos capaces de construir una sola voz frente a
Colombia, frente a Europa, frente a nosotros mismos?
NOTAS:
http://www.derechos.org/nizkor/corr...
http://memoriaydignidad.org/memoria...
Este documento denominado “Pronunciamiento de
la Coordinación Valenciana de Solidaridad con Colombia sobre el Proceso de Paz”
ha sido divulgado por Internet a nivel de correos personales pero no lo he
encontrado en alguna página web.
http://www.finanzas.com/noticias/co...
http://www.eltiempo.com/justicia/AR...
Encuentro Estatal para la Paz en Colombia,
celebrado en Madrid el 12 y 12 de abril de 2013, pg. 7
http://www.telesurtv.net/articulos/...