María Elvira Bonilla |
Por:
María Elvira Bonilla, El Espectador.
La
carta que Timochenko le envió al presidente Santos en noviembre de 2011, quince
días después de la muerte de Alfonso Cano, adquiere un nuevo significado a la
luz del proceso de paz en curso en La Habana y revelaría una inédita voluntad
de buscarle una salida política al conflicto.
De
no haber sido así, el ataque mortal a Cano, comandante de las Farc, quien junto
con Pablo Catatumbo lideraba las aproximaciones iniciales a la negociación,
hubiera hecho abortar el proceso en discusión.
Timochenko
no llamó a la retaliación violenta. Prefirió arropar sus palabras con una
retórica humanista y recordó el sentido político de la lucha guerrillera. Para
el gobierno, el mensaje del nuevo comandante de las Farc corroboraba la
voluntad de dialogar. Esto le dijo Timochenko al presidente:
“Todos
tenemos que morirnos, Santos, todos. De eso no va a escaparse nadie. Unos de un
modo y otros de otro. Unos por una causa y otros por otra. Algunos escogen una
muerte heroica, gloriosa, profundamente conmovedora. Otros prefieren morirse de
viejos, de un infarto o diabetes, tras una larga enfermedad en una cama o
endrogados en medio de un burdel.
Es
como la vida, unos prefieren pasarla haciendo dinero y engordando como cerdos,
o practicándose cirugías para conservarse jóvenes, pisoteando a los demás y
dándose ínfulas. Otros escogen caminos más nobles. Y son muy felices así. Es un
asunto de conciencia. Pretender intimidarlos para que acepten vivir como los
primeros es un error.
Y
todavía más grave es matarlos. Pretender exhibirse como modelo de civilización
y decencia dando la orden de despedazarlos a punta de bombas, plomo y metralla.
O como sea. (…) Esta gente lleva medio siglo en esto, Santos. Algunos, de
cabeza blanca, cuentan historias de sus días en Marquetalia. Otros hablan de
los años en el Guayabero, de los primeros diálogos cuando Belisario. Hasta
afirman que si entonces el gobierno hubiera pensado mejor, las cosas en el país
hubieran sido muy distintas. La soberbia ha podido más que la razón.
Muchos
cuentan experiencias de la guerra integral de Gaviria y su creación de las
brigadas móviles. Y muchísimos más vivieron aquí lo del Caguán. Una enorme masa
llegó después a estas filas. En ese devenir, seguramente, se han presentado
múltiples deserciones y traiciones. Pero no ha sido lo determinante. Son más y
más los revolucionarios y cuadros convencidos. (…)
Las
Farc son miles y miles de revolucionarios que soportan las más duras
condiciones porque creen firmemente en su causa. No ganan un solo centavo, no
poseen nada material, el movimiento les da lo que necesitan. Y el movimiento
son todos ellos. Son una impresionante creación histórica, aquí, en Colombia,
ante nuestros ojos. Así no es Santos, así no es”.
Pasó
un año después de esta carta para que el proceso diera punto. Y hoy, ad portas
del reinicio de las conversaciones con Pablo Catatumbo, el comandante militar
más destacado de las Farc, y el presidente Santos poniendo sobre la mesa la
carta de su reelección por dos años, los necesarios para culminar los acuerdos
con las Farc, quedan la guerrilla y el gobierno negociando sin plan B y con una
única meta: el fin del conflicto y el inicio del tiempo para construir un país
de todos y en paz. ¡Enhorabuena para Colombia!