Clara López |
por Polo
Democrático Alternativo
Domingo,
21 de Abril de 2013
“¿Podemos
administrar el posconflicto con el modelo económico neoliberal?”
“¿Pueden
los voceros auténticos del neoliberalismo proyectar, gestionar y administrar
exitosa y constructivamente el complicado periodo del posconflicto que se
avecina, en el cual se deben sentar las bases económicas y sociales para
construir una paz sostenible y duradera? La respuesta es contundente. La
respuesta es NO”. Así se manifestó en un aparte de su intervención ante
el Congreso de la Paz reunido en la Universidad Nacional de Colombia, la
candidata presidencial del Polo Democrático Alternativo, Clara López Obregón.
Tras hacer
un recuento de la oscura realidad socioeconómica nacional y los avatares por
los que están atravesando las negociaciones de paz en La Habana, López Obregón
reconoció que si bien el gobierno de Juan Manuel Santos dio una paso positivo en
concretar los diálogos con la guerrilla de las Farc, planifica sin embargo, en
forma ostensible, crear las condiciones para su reelección.
Reelección
del modelo neoliberal
“No se
trata de un proceso de reelección cualquiera. No se trata simplemente de la
reelección de una persona, en este caso del presidente Juan Manuel Santos o de
uno de sus alfiles. Se trata de la reelección de un modelo político, económico
y social. Se trata de la reelección del modelo neoliberal, en crisis no solo en
Colombia, sino en todos los países del llamado mundo occidental”, señaló en
forma categórica la presidenta del Polo Democrático.
Explicó
que “el modelo neoliberal no es ni puede ser el sustento material de la
construcción de la Colombia que necesitamos reconciliada y en paz. Quienes
histórica y tradicionalmente con sus políticas excluyentes, sectarias,
anticomunistas y de dominación económica y militar han dirigido al país en el
último siglo, son los principales responsables naturales de la violencia,
constituyen el virus que ha enfermado a la sociedad colombiana que vive un
proceso de descomposición que toca todos los ámbitos de la vida nacional. Ellos
son los responsables de la desigualdad y de la violencia. Ellos son los
responsables de la pobreza, del desalojo, de la acumulación de las tierras y de
la riqueza en pocas manos. Francamente no tienen autoridad política y moral, ni
la mentalidad de cambio para aspirar, mediante la reelección, a continuar
rigiendo los destinos del país”.
Comisión
de Verdad y Reconciliación
La
aspirante presidencial consideró necesario que la Comisión de la Verdad
prevista en el marco jurídico especial para la paz, “sea también una comisión
para la reconciliación. Una verdadera Comisión de Verdad y de Reconciliación no
fomente la retaliación sino que garantice la no repetición y que permita
edificar caminos de paz, no sobre bases endebles de una reconciliación vacua de
frases vacías, sino que implique el reencuentro de todos y todas las
colombianas en un esfuerzo de metas y sueños compartidos”.
La paz
supone cambio de modelo económico y renovación política
López
Obregón fue enfática en señalar que la paz en Colombia supone el cambio de
modelo económico y una renovación política y democrática. Para ello planteó la
necesidad de impulsar un nuevo modelo participativo que, efectivamente,
garantice el desarrollo nacional, “sustentado en un Estado estratega y
comunitario, un mercado abierto y democrático y una solidaridad social eficaz y
sostenible”.
Para
alcanzar estos propósitos, la presidenta del Polo Democrático ratificó una vez
más su invitación “a conformar una gran confluencia por el cambio capaz de
reunir las mayorías necesarias para disputarle con éxito la Presidencia de la
República a las fuerzas reeleccionistas, a las fuerzas continuistas, la las
fuerzas refractarias del pasado”.
“El futuro
de Colombia es promisorio, -puntualizó- si lo construimos de la mano de las
fuerzas del cambio democrático”.
Texto del
discurso
POLO EN
CONGRESO POR LA PAZ
PAZ PARA EL CAMBIO
PAZ PARA EL CAMBIO
Palabras de Clara López Obregón en el Congreso para la Paz
Universidad Nacional, 19 de abril de 2013.
Universidad Nacional, 19 de abril de 2013.
Saludo al
Congreso de los Pueblos, a las organizaciones sociales y fuerzas políticas hoy
presentes en la Universidad Nacional para debatir sobre el futuro de la paz en
Colombia.
Existen
varios modelos para concretar los acuerdos que permitan a la sociedad toda
ponerse en la tarea constructiva de afianzar las condiciones, los fundamentos
esenciales de una paz sostenible y duradera. Uno es el modelo tradicional que
conjuga el verbo de la participación de una manera muy particular. Yo
participo, tu participas, nosotros participamos, pero ellos deciden. Este
Congreso busca abrir la deliberación pública democrática para que el conjunto
de la sociedad no solamente sea escuchada sino que se convierta en parte de la
solución. Un diálogo entre iguales políticos, sin exclusiones que celebramos
todos y todas las demócratas de Colombia. Felicitaciones a los organizadores y
organizadoras por esta iniciativa que reúne hoy a miles de voces y propuestas.
Quisiera
empezar por compartir con ustedes que el Polo Democrático Alternativo, hoy
presente en este acto de instalación con el pleno de su Comité Ejecutivo
Nacional e importantes representaciones de las coordinadoras de Bogotá,
Cundinamarca y otros departamentos del país; desde su misma fundación en el año
2005 con su ideario fundacional ha abogado por la solución política negociada
al conflicto armado colombiano. En ese entonces, la inmensa mayoría de los
colombianos y las colombianas se mostraban escépticos y veían la solución
negociada como un imposible. El lenguaje del momento era de derrota o victoria
militar. De una parte, las fuerzas militares del Estado, argumentando su propia
legitimidad, acariciaban la posibilidad de una derrota unilateral del
movimiento armado guerrillero.
Fueron los momentos de la consigna del “Fin del
fin” y de la estigmatización de quienes defendíamos la solución política como
“guerrilleros de civil” o “terroristas camuflados”.
De otra
parte, el movimiento armado guerrillero soñaba con derrotar militarmente a las
fuerzas armadas oficiales y sobre sus cenizas edificar una revolución
transformadora. Y nosotros que apenas nacíamos como una fuerza política
civilista de oposición nos enfrentamos a ambos criterios afirmando que el
conflicto armado no tiene solución militar y que la transformación que
proponemos se tiene que conquistar en el terreno de la política, mediante la
movilización social y lucha electoral.
Amigos y
amigas. Desde ese año 2005, según cifras del CINEP, el conflicto armado
hacobrado alrededor de 750 combatientes muertos al año y no menos de 1000
infracciones anuales al derecho internacional humanitario, en una guerra sin
perspectiva para ninguna de las partes lo que es lo mismo que afirmar, en una
guerra sin sentido. Ahora Gobierno y FARC se encuentran en La Habana dialogando
para concretar acuerdos que lleven al fin de este cruento conflicto armado y
ante este Congreso por la Paz quiero reiterar que los polistas –todos- somos
fervientes partidarios de la paz que se vislumbra, que se avecina. Esa es la
razón por la cual nuestro III Congreso Nacional, que reunió en el mes de
noviembre pasado a los 750 delegados y delegadas elegidas mediante consulta
popular, que registró votos en 1056 de los 1.100 municipios del país; aprobó
por unanimidad una resolución mediante la cual llamamos a las partes, al
Gobierno y a las FARC, a que no se levanten de la mesa sin llegar a acuerdos y
al Gobierno para que incorpore al ELN al proceso de acuerdos que allí avanzan.
Me
gustaría entonar con fuerza las palabras de Nelson Mandela, por cuya libertad
marché intensamente en mi juventud, aquello de que las personas valientes no
temen perdonar por el bien de la paz. Por ello también reclamar que la Comisión
de la Verdad prevista en el marco jurídico especial para la paz, sea también
una comisión para la reconciliación. Una verdadera Comisión de Verdad y de
Reconciliación no fomente la retaliación sino que garantice la no repetición y
que permita edificar caminos de paz, no sobre bases endebles de una
reconciliación vacua de frases vacías, sino que implique el reencuentro de
todos y todas las colombianas en un esfuerzo de metas y sueños compartidos de
democracia real.
Quisiera
también que todos los que estamos hoy aquí y los demás que vemos al otro lado
de la talanquera pudiéramos repetir con entusiasmo aquel otro enunciado de
Mandela que invita a “alejarnos del pasado para concentrarnos en el presente y
el futuro.”
Los
diálogos y las perspectivas de paz se han precipitado y nos encuentran en una
situación política complicada, compleja, llena de peligros y de
interrogantes. Se presenta precisamente en los momentos en que el Gobierno
Nacional, quién ha dado un positivo paso en materia de entablar los diálogos,
planifica en forma ostensible crear las condiciones para atornillar en el poder
a su coalición gobernante de mesa de unidad nacional. Precisamente, en el día
de ayer, el Presidente Santos hizo un anuncio sorpresivo: que se lanza a la
reelección por dos años más y para despertar el apoyo de concejales, alcaldes,
diputados y gobernadores propone prolongar el periodo actual y empatar a partir
de 2016 todos los periodos de cargos de elección popular en una sola fecha de
una mega elección y por periodos, inicialmente sin reelección, de seis años. Y
para los escépticos remata con el ofrecimiento de una prima de mes y medio de
sueldo adicional a todos los burgomaestres del país.
Es una
maniobra de bajo vuelo que apunta a fortalecer el presidencialismo y va en
dirección a terminar de recentralizar los hilos de la autonomía territorial,
tocando el corazón de la democracia participativa en lo local y recomponiendo
la estructura de poder del Estado colombiano, nuevamente en favor del centro y
del exagerado presidencialismo. Definitivamente, al Presidente Santos hay que
reclamarle que no se le puede creer nada pues apenas hace dos meses sostenía
que en vísperas de elecciones no se debían cambiar las reglas de juego de las
elecciones en gesto que malinterpretamos como democrático. Pero no, ahí estaba
aupado el ventajismo de siempre.
Esto debe
servirle a todas las fuerzas democráticas para alertarnos sobre los peligros
que se ciernen sobre el futuro democrático del país, cuando una sociedad se ve
incapaz de impedir que cada Presidente de la República, mediante un articulito,
o una docena como en este caso, aceitado con las viejas y corruptas prácticas
clientelistas, desbarajuste los pesos y contrapesos del poder en su beneficio,
y de sumo, fortalezca las apuestas del continuismo frente a las posibilidades
de una verdadera alternancia en el poder del Estado.
No se
trata de una reforma constitucional o de un proceso de reelección cualquiera.
No se trata simplemente de la reelección de una persona, en este caso del
Presidente Juan Manuel Santos o de uno de sus alfiles. Se trata de una reforma
constitucional ideada para la reelección permanente de un modelo político,
económico y social de élites. Se trata de la reelección del modelo neoliberal,
en crisis no solo en Colombia, sino en todos los países del llamado mundo
occidental.
El modelo
neoliberal ha llevado a que se registren altos indicies de desempleo en la
vieja Europa, donde el capitalismo salvaje desplazó, sin pena ni gloria, a la propuesta
social demócrata del Estado de bienestar. Un solo país, España, ya registra más
del 23% de desempleo, similar al registrado en la peor etapa de la crisis de
los años 30 del siglo pasado. El desempleo total en Europa alcanza ya la
increíble suma de 40 millones de personas aptas y formadas para el trabajo.
Esos países, que hasta hace poco eran el refugio para el desempleo
latinoamericano, hoy comienzan a emigrar vergonzosamente a los países llamados
subdesarrollados en busca de oportunidades. En toda Europa se en función de ese
modelo excluyente, los gobiernos acuden a la austeridad, al recorte del gasto
público social como fórmula de ajuste semejante a la que el Fondo Monetario
Internacional le impuso a América latina en lo que se ha venido a conocer como
la década perdida” en este continente La fórmula es la misma y los resultados
también: pérdida de capacidad adquisitiva de los ciudadanos, desigualdad
creciente, pobreza, sufrimiento y destrucción del tejido familiar y social y
quién iba a pensarlo, violencia y guerras. Hasta se ha recuperado el lenguaje
que Fukuyama quiso condenar al olvido pero aplicado en el corazón de la Unión
Europea donde hoy se habla del centro próspero y la periferia dependiente.
Este
panorama comienza a observarse también en el seno de la poderosa sociedad
norteamericana, donde el desempleo comienzo a golpear a norteamericanos e
inmigrantes y en donde proliferan con más frecuencia verdaderos actos de
terrorismo que reflejan un proceso de descomposición política y social, todo
ello producto del modelo de desarrollo neoliberal copado por el afán de lucro y
la codicia en forma ostensible y en donde la reproducción artificial de la
emisión de dinero favorece casi exclusivamente al sector financiero de la
economía mundial.
La pregunta
que yo les hago desde aquí, desde esta importante iniciativa del Congreso de la
Paz es la siguiente: ¿Podemos administrar el posconflicto con el modelo
económico neoliberal y la democracia recortada que le es funcional?
¿Pueden los
voceros auténticos del neoliberalismo proyectar, gestionar y administrar
exitosa y constructivamente el complicado periodo del posconflicto que se
avecina, en el cual se deben sentar las bases políticas, económicas y sociales
para construir una paz sostenible y duradera? La respuesta es contundente. La
respuesta es NO.
El modelo
neoliberal y la democracia formal en que se finca no son ni pueden ser el
sustento material de la construcción de la Colombia que necesitamos
reconciliada y en paz. Quienes histórica y tradicionalmente, con sus políticas
excluyentes, sectarias, anticomunistas y de dominación económica y militar han
dirigido al país en el último siglo, son los principales responsables naturales
de la violencia, constituyen el virus que ha enfermado a la sociedad colombiana
que vive un proceso de descomposición que toca todos los ámbitos de la vida
nacional. Ellos son los responsables de la desigualdad y de la violencia. Ellos
son los responsables de la pobreza, del desalojo, de la acumulación de las
tierras y de la riqueza en pocas manos. Ellos son los responsables del déficit
de democracia que ahora pretenden ahondar.
Francamente no tienen autoridad
política y moral, ni la mentalidad de cambio para aspirar, mediante la
reelección y el golpe de gracia institucional, a continuar rigiendo los
destinos del país.
La paz
supone una renovación política y democrática. Parodiando a Jorge Eliécer
Gaitán, la reconstrucción democrática, económica, social y moral tenemos que
colocarla en manos de las nuevas fuerzas políticas que se abren paso en
Colombia, como lo han hecho los pueblos de América Latina, con vientos de
transformaciones económicas y democráticas, con vientos de lucha por la
inclusión social y política, con vientos de lucha por la igualdad, con vientos
de paz y soberanía. Con un nuevo modelo participativo de desarrollo nacional en
palabras de Silva Colmenares, sustentado en un Estado estratega y comunitario,
un mercado abierto y democrático y una solidaridad social eficaz y sostenible.
No es sino
ver a PIPE. Un diminutivo enano para afrontar la crisis que azota al pueblo
colombiano. Mientras se anuncia el Plan de Impulso a la Productividad y el
Empleo, se notifica también lo que se ha convertido en uno de tantos flagelos
para el pueblo colombiano. Se anuncia una nueva alza de la gasolina porque la
imaginación no les da para nada distinto que cargarle a los débiles el peso del
ajuste económico causado por el afán especulativo de los poderosos. El alza de
la gasolina se ha convertido en el “gota a gota” que afecta directamente la
capacidad adquisitiva de los consumidores y en una traba real para el
desarrollo y la competitividad de la industria nacional. Junto con las altas
tarifas de la electricidad privatizada, pagamos la energía más cara del
continente y tal vez del mundo, con excepción, eso sí de las grandes las
empresas mineras multinacionales que gozan de precio reducido especial.
Hay que
decirlo con franqueza. El modelo no solo afecta a los desocupados, a los
asalariados e informales, sino también a sectores empresariales muy importantes
de la economía colombiana. Es increíble que se insista en firmar más y más
tratados de libre comercio. Ya está en el orden del día del Congreso el TLC con
Corea. Estos instrumentos de manera mañosa están convirtiendo a nuestros
industriales en importadores y destructores de empleo, para no hablar de los
empresarios del campo. Ahí está el caso patético de los cafeteros sometidos a
un proceso de extinción gradual por cuenta del llamado postulado de las
ventajas comparativas. Pensar que los cafeteros han tenido que levantarse a
pelear en las calles por su supervivencia como artífices de un reglón económico
que había el corazón de la economía colombiana. Muchos otros empresarios de la
agricultura como los algodoneros, los arroceros, los maiceros y
cacaoteros, sufren las consecuencias de la competencia desleal de importaciones
en un mercado abierto incompatible con la locomotora minera y su revaluación
rampante. La semana pasada estuve en Córdoba y tuve la oportunidad de conversar
con empresarios del campo de todos los tamaños, desde grandes cultivadores
hasta minfundistas esforzados y puedo decirles que para desgracia de todos, la
agricultura en las mejores tierras de Colombia como en tantos otros lugares de
la geografía nacional, está en crisis y amenaza la misma supervivencia de los
empresarios agrícolas. Es que el modelo neoliberal es así, es el capitalismo
salvaje en plena actuación, expropiando en función de grupos financieros
especuladores las tierras hipotecadas en créditos impagables, que durante el
gobierno de Pastrana recibieron por segunda vez en diez años de 20 puntos del
PIB en su salvamento por parte del Estado, lo que significa una bofetada a la
pobreza de nuestro pueblo y que ahora tratan de revivir con el ropaje falso del
PIPE.
Son estas
razones, son estos hechos, los que permiten advertir que las fuerzas
democráticas no deben desviar el rumbo. La firma de los acuerdos de la Habana
que tenemos a la mano, nos abre una bifurcación en el camino: la paz para el
cambio democrático o la paz para el continuismo. No podemos rehuir este
debate. Por ello reitero ante este Congreso por la Paz el llamado que es
mandato del III Congreso del PDA a la confluencia de todas las fuerzas de la
izquierda de Colombia, y más allá de la izquierda, a los todos y todas las
demócratas del país, a conformar una gran confluencia por el cambio capaz de
reunir las mayorías necesarias para disputarle con éxito la Presidencia de la
República alas fuerzas reeleccionistas, a las fuerzas continuistas, a las
fuerzas refractarias del pasado. El futuro de Colombia es promisorio: si lo
construimos de la mano de las fuerzas del cambio democrático.
Viva el
Congreso por la paz
Viva
Colombia
Arriba la
esperanza que el futuro nos pertenece.
Bogotá, 20
de abril de 2013.
Fuente: Polo Democrático Alternativo