Comandante Pabo Catatumbo |
Felipe
Tascón Recio
Pablo
Catatumbo, el nuevo vocero de las FARC en las negociaciones de La Habana, ha
dicho este lunes: "Nosotros estamos comprometidos con el proceso, no con
la relección del presidente". Esta frase viene -entre otras cosas- a poner
los puntos sobre las íes, ante ciertos llamados a prolongarle el periodo a
Santos, que brotaron a la izquierda del espectro político justo después de
semana santa, y que fueron malinterpretados como si vinieran de la insurgencia.
Ambos
comentarios –el anti-releccionista y el pro-prorroga- traen a la memoria un
episodio de hace 2 meses, y dos libros clásicos de hace siglo y medio. Lo
cercano es el lanzamiento nacional del proceso de "Constituyentes por la
Paz con Justicia Social", realizado en el antiguo teatro Mogador de
Bogotá; los libros son dos de los textos con los que Marx convirtió en ciencia,
al análisis político: El 18 Brumario de Luis Bonaparte y La Guerra Civil en
Francia.
En
el acto del 20 de febrero pasado, ante un espacio repleto de delegaciones de
luchadores y luchadoras del campo y las ciudades de toda Colombia, un artista
devenido funcional operador político, hacia grandes esfuerzos, para conseguir
conformar un panel de exparlamentaria/os, parlamentaria/os y futuros
parlamentaria/os, a quienes finalmente les circuló la palabra en exclusiva,
mientras se la negaba a los y las representantes populares que llenaban el
teatro. Un esfuerzo creativo o de acatamiento de ordenes, que parafraseando a
Marx, podemos llamar de cretinismo pre-parlamentario. El grotesco episodio mas
parecido al viejo ejercicio cerrado del “bolígrafo”, con que tradicionalmente
conservadores y liberales, conformaban sus listas electorales, en este caso no
se escenificaba en oscuras oficinas de un “directorio” de arrieros y arreados,
sino en un teatro elegido para hacer brillar y exaltar el poder constituyente
de las y los representantes populares, quienes sin embargo y gracias al
cambiazo del guion, quedaban reducidos al papel de extras de la película, al
rol de montoneras silentes.
Por
definición, poder constituyente es el pueblo movilizado, su característica es
un proceso político y social en que los de abajo se mantienen organizados, y
por ello mismo conservan su capacidad de presión constituyente. Entonces el
guion que ponía enfrente de ese pueblo en marcha, a unas figuras esgrimidas
como “sus” guías, como “su” representación, es todo lo contrario, no pasa de
ser un calco coloreado de rojo, de los métodos tradicionales del poder
constituido.
Hace
14 años, a la semana de la silla vacía, un columnista escribía que para el
establecimiento se daba “la imposibilidad de encontrar la fórmula de
“jubilación” de Tirofijo y compañía, esto es la imposibilidad de pagarle el
retiro con un taxi, o incluso que ni siquiera lo atraiga un gran pantallazo de
televisión”, ¿será que ahora si los herederos de Marulanda, se jubilan por 4,
14 o 15 curules?, ¿será que una guerra de medio siglo, se tranza recuperando
una curul defenestrada por el inquisidor?, ¿será que 55 años de conflicto, se
dieron solo para recuperar las 14 curules asesinadas?, la contundente respuesta
negativa a estas preguntas, la acaba de dar Catatumbo, el mismo muchacho que
hace 36 años se enmonto porque su opción política nunca fue hacer cola, para
que un “directorio” vallecaucano lo metiera en sus listas.
Desde
el siglo XIX, la posibilidad de participar en parlamentos fue siempre esgrimida
por el poder constituido como el sumun de la democracia, pero ante la evidencia
contraria, en 1852 Marx acuñó el término cretinismo parlamentario,
concretamente lo hizo analizando la coyuntura previa al golpe de estado de Luis
Bonaparte, así cuando expresaba: “el cretinismo parlamentario, enfermedad que
aprisiona como por encantamiento a los contagiados en un mundo imaginario,
privándoles de todo sentido, de toda memoria, de toda comprensión del rudo
mundo exterior”, estaba describiendo al parlamento francés como convidado de
piedra, mientras el poder constituido fraguaba el golpe con que remplazo la
república por el imperio. Dos décadas después, en los borradores del manifiesto
de la Internacional sobre la Comuna de Paris, Marx calificaba al típico
parlamento, entonces refugiado en Versalles: “como juguete en las manos de las
clases dominantes y del cual el pueblo no se sirve sino para… escoger los
instrumentos de la dominación…”.
La
salida pacifica de la guerra colombiana, no puede ser para recargar el
“bolígrafo” politiquero. La salida política, no puede promover el cretinismo
parlamentario, ni puede reditar la elección de los juguetes, que ahora lo son
del neoliberalismo, sino que tiene que servir para impulsar un poder
constituyente que elimine las barreras para el ejercicio de la política, que
consiga la participación en igualdad de condiciones para los movimientos
sociales. La salida pacifica no pasa por la eliminación de la lucha de clases,
sino por la eliminación de la guerra en la lucha de clases, que permita al
pueblo constituyente mantenerse movilizado, para así manifestarse sin que lo
maten. La negativa rotunda dada a la peregrina propuesta de prorroga presidencial,
muestra que el poder constituyente popular, no confunde la necesaria
negociación de paz, con una supuesta obligación de tranzar con el
neoliberalismo, la respuesta de Catatumbo muestra que tampoco se confunde la
insurgencia.
Ambas
partes del conflicto han llegado a la conclusión, que la única forma de
superarlo es la negociación política, y una negociación de paz es como un
concierto, donde dos componen una música que les permita bailar a todas y todos
los colombianos, pero ¿Quién dijo que -con Santos- había que bailar bolero?