Manuel
Humberto Restrepo Domínguez
Usualmente en
las Universidades colombianas se aborda el conocimiento desde dos ópticas de
pensamiento. De una parte se enseña desde la fórmula tradicional, sostenida en un
enfoque lógico formal que se acompaña de “verdades insustituibles”, tablas de
verdad y análisis abstractos en los que priman las consecuencias y los hechos
resultantes de los fenómenos, pero que dejan afuera las causas, los orígenes y
la memoria de los fenómenos y los conflictos. De otra parte se habla desde una
postura de Pensamiento Crítico, basado en el análisis de la totalidad, en la
comprensión de la realidad, en la integración de teoría y práctica y en la
ubicación de los fenómenos en contexto y en concreto, no en un mundo ideal o
figurado si no en el que ocurren los conflictos de los que se desprenden las
transformaciones.
El Pensamiento
Crítico examina la estructura de los razonamientos y de la realidad concreta,
material, se detiene en la búsqueda de fundamentos y en las relaciones de poder
que median lo que ocurre en la vida diaria de las personas, toma partido por
los débiles, los vulnerados, los negados, los que históricamente pretenden ser
eliminados, convertidos en disidentes, en exiliados, en parias condenados al
ostracismo.
El Pensamiento
Crítico apuesta por superar las prácticas de dominación, de sujeción, de
explotación, aboga por la justicia, pone en evidencia lo que subyace, lo que
está debajo de las decisiones y revela las verdades que se ocultan para imponer
el interés particular en nombre del interés general. En el Pensamiento Crítico,
la ética, la estética, la política, se juntan configuran marcos de relaciones
favorables al dialogo, a la convivencia, superpone los acontecimientos a las
dualidades tradicionales de amigo-enemigo, liberal-conservador,
izquierda-derecha, modernidad-posmodernidad.
El Pensamiento
Crítico propone otras maneras de pensar y de vivir, su propósito se aleja de
los cánones de la destrucción que propone el poder tradicional responsable de
la guerra y de abominables técnicas de terror y en cambio se afianza en
construir un pensamiento profundo, reflexivo y en contexto y unos modos de
acción solidarios y colectivos. El Pensamiento Crítico contribuye a entender lo
complejo y a distinguir éticamente lo que es razonable y humano y lo que está
en el ámbito de las distorsiones. El Pensamiento Crítico, en síntesis, se
preocupa por comprender y transformar.
El estado de
guerra que se ha tomado las estructuras de la educación, de la política, de la
cultura y en general de la vida cotidiana, se ha esforzado por invertir de
manera estratégica el sentido del Pensamiento Crítico con el objeto de
invalidarlo, anularlo, eliminarlo y de manera paralela deshacerse de quienes lo
invocan, evocan y anuncian como base de su postura ante el mundo. Las
directivas universitarias de hoy tienen
la tendencia mayoritaria a no tolerar el pensamiento crítico, que cuestiona sus
modos de gobernar y administrar, pone en evidencia las relaciones con poderes
ajenos al saber y su temor principal es ser descubiertas en las técnicas de
acción que pueden llegar a comprometer lo legal con lo ilegal. Hay casos
ejemplares recientes en la historia de Colombia como el proceso que llevó a la
rectoría de la Universidad de Córdoba al representante directo de los
paramilitares o la complicidad de un rector de la UIS descubierto por los
estudiantes entregando bases de datos de los llamados críticos de su gobierno
al paramilitarismo.
En los dos
casos se produjeron los asesinatos respectivos según los cálculos políticos de
los condenados por el pensamiento tradicional que defiende a toda costa y por
fuera de todo principio su statu quo, privilegios y cargos.
Denuncia y sabor a amenaza
A manera de
denuncia pública la maestría en derechos humanos, (ofrecida a través de la
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia), ha sido conminada por el
Consejo de la Facultad de Derecho, órgano oficial de dirección a
“reconceptualizar su modelo de pensamiento crítico”, es decir a cambiar su
postura, su enfoque, a obedecer sin objeciones las ordenes, a riesgo de que su
desobediencia termine en la “compulsa de copias”. La carta señala invalida
además investigación, docencia, investigación
y publicaciones, esto es las expresiones del Pensamiento Crítico expuesto en
libros colectivos como; Lectura crítica de los derechos humanos a 20 años de la
Constitucion colombiana; Derechos humanos en Tiempos de Globalización y
Neoparamilitarismo en Colombia. El profesorado de dicha maestría procede de
distintas universidades, ONG y grupos de investigación de reconocido prestigio,
que centran su compromiso académico-social en interpretar de manera crítica
tanto la persistencia de la guerra y voracidad de empresarios, políticos y militares
obsesionados con eliminar lo que les resulte disidente, contrario a sus
propósitos.
En 2012 la
maestría realizó el Seminario: Derechos humanos, Barbarie, Paz que congrego a
expertos de América Latina, Colombia y Europa junto a delegados de las organizaciones
sociales: Minga de Resistencia Indígena, Marcha Patriótica, Congreso de los
Pueblos y MANE, cuyo encuentro -entre academia y organizaciones sociales-
concluyó con un llamado a fortalecer la lucha social y la participación
académica para alcanzar la paz como un derecho humano.
La carta
enviada por el Consejo de la facultad de derecho -constituido por un
minoritario grupo de directivos- se refiere a la maestría, deja un sabor a
amenaza, que como es obvio recae en su equipo profesoral de Pensamiento Crítico
compuesto por 20 profesores/as investigadores/as en los campos de los derechos
humanos, el conflicto social y armado y las estructuras del poder, y en más de
120 estudiantes. La carta es un ultraje que conmina a hacer silencio. Es una
carta de improperios, combinada con minucias y estrategias de sometimiento, que
en todo caso resulta desafortunada para la universidad. En particular para la
Universidad que construyen miles de personas, la de los estudiantes que llevan
la rebeldía en su corazón y levantan su voz y agitan sus banderas, la de
investigadores/as que no hacen del conocimiento una pasión para construir otras
realidades, la de hombres y mujeres que con su disposición diaria de trabajo
han sostenido una idea y un modo de ser universitarios, honestos. La carta es
desafortunada pero es real. Alienta a los impostores y a los autoritarios, pero
pone en desventaja las capacidades intelectuales y de lucha de la otra
universidad, la que tiene sueños y edifica su grandeza sobre la justicia, el
debate, la pluralidad y que afortunadamente no puede, jamás podrá sentirse
representada por quienes suscriben con lenguaje burdo, absurdo, ridículo,
despótico, desmedido y vulgar una carta oficial que no dista en nada de
cualquier panfleto de los “patrones”.
P.D. Gracias
por las múltiples cartas de solidaridad, por el apoyo para dar esta lucha que
apenas comienza y gracias por el afecto con este grupo de
trabajo