Campesinos,
afros, indígenas, estudiantes, funcionarios y políticos hicieron un festival en
las calles de la capital. A las once de la mañana la Plaza de Bolívar estaba al
tope
Camilo
Segura Álvarez / Miércoles 10 de abril de 2013
Todo
comenzó en la noche del 8 de abril. Más de 840 buses provenientes de todas las
regiones del país llegaron convocados por movimientos como Marcha Patriótica y
el Congreso de los Pueblos. En carpas o refugios improvisados, ubicados en
lugares como el coliseo El Campín, miles de colombianos de las zonas rurales
esperaron a que llegara la hora cero. A las siete de la mañana de ayer, muy
puntuales y con la convicción de que son ellos quienes padecen en carne propia
los estragos más contundentes de la guerra, comenzaron su caminata para arropar
al proceso de paz y defender el diálogo como la ruta hacia el fin del
conflicto.
Mientras
los ríos de personas se extendían desde la Universidad Nacional, el parque
Enrique Olaya y la sede de la Universidad Nacional en la calle 26, la marcha,
en su capítulo político, comenzaba y concentraba las miradas de los medios de
comunicación.
Primero,
el presidente Juan Manuel Santos emprendió una marcha desde el Ministerio de
Defensa. Acompañado por sus colaboradores más cercanos, con un fuerte dispositivo
de seguridad y empujando la silla de ruedas de un soldado herido en combate, el
mandatario llegó hasta el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Allí los
esperaba el alcalde Gustavo Petro. Todo su gabinete y simpatizantes lo
escoltaban con cientos de banderas, entre las cuales resaltaban las de
Progresistas y el M-19. Junto a decenas de víctimas de la guerra sucia y del
conflicto, Petro le dio la bienvenida a Santos.
Juntos
sembraron un árbol, abrazaron a un par de niños y, solemnemente, lideraron un
minuto de silencio por las víctimas que ha dejado una guerra que, justo ayer,
completó 65 años. El alcalde invitó al presidente a conocer el monolito
construido con puñados de tierra que las víctimas y las organizaciones sociales
de todo el país le donaron al Distrito. “Este es un día para las víctimas. Este
es un día en el que nos comprometemos con nuestros hijos a dejarles un país en
paz. Los políticos, llámense Santos, Petro o Uribe, pasamos; la paz queda”,
dijo el alcalde.
Santos
terminó su recorrido en ese punto, mientras que Petro inició el suyo. Para ese
entonces la Plaza de Bolívar ya estaba atestada. Según contaban las autoridades
distritales, había 100.000 personas concentradas allí. Los ríos de gente
parecían nunca terminar. El rebusque hizo su agosto. Dulces, frutas, tamales,
arepas, comidas típicas regionales; de todo se vio en los andenes.
Pero
no sólo se beneficiaron los vendedores informales. Era la primera vez, en
muchos años, que los comerciantes del centro de la capital no cerraban sus
negocios. Ninguno de los marchantes pretendía hacerle daño a algún inmueble, ni
sabotear el normal funcionamiento del comercio. Tal vez, porque hace mucho
tiempo no había una consigna tan clara y que no se declarara, exclusivamente,
contra alguien.
La
Marcha Patriótica colmó de banderas con su símbolo y diferentes estandartes el
centro político del país. Los estudiantes, por su parte, exclamaban que “la paz
son cambios”. Los campesinos gritaban por el cese bilateral al fuego. Los
funcionarios gozaron de su día sin ir a la oficina, aunque muchos parecían
espontáneamente entusiasmados. Los indígenas le exigían a Santos que no se
parara de la mesa de diálogo con las Farc hasta llegar a un acuerdo. Luego
vinieron los discursos que, seguramente, hoy no serán tan recordados como el
hecho de que la capital vivió, por un día, la ilusión de los ciudadanos
pidiendo y reclamando la paz.
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Tomado de El Espectador