miércoles, 17 de abril de 2013

La correlación de fuerzas y el gobierno de Maduro


El chavismo vive en el corazón del pueblo bolivariano

La correlación de fuerzas y el gobierno de Maduro.

Horacio Duque.

Hoy martes 16 de abril tenemos un hecho duro que gravita en el curso político y social de Venezuela. Nicolas Maduro es el nuevo Presidente de la República bolivariana elegido democraticamente por más del 50% del electorado para el periodo comprendido entre el 2013-2019.

Pesa también la votación del 49% en favor del candidato opositor Capriles Radonski.

Casi 700 mil votos adicionales acompañan el caudal electoral de la oposición, respecto de la cifra alcanzada el 7 de octubre del 2007

No es el mejor momento para el oficialismo bolivariano dada la suma de complicaciones que debilitan la capacidad de gestión. Unos son problemas propios y otros de contexto que inciden en el comportamiento de los ciudadanos.

Como quiera que sea, resulta conveniente atender a la correlación de fuerzas para marcar la ruta y trazar los planes de acción del mediano y largo plazo en la transformación de la sociedad venezolana en la perspectiva del Socialismo del Siglo XXI.

Varios son los datos a tener en cuenta.

El primero es que casi 8 millones de venezolanos han dado su respaldo al nuevo jefe de gobierno. El segundo, su mayoría en la Asamblea Nacional Legislativa, en la que 95 son los diputados socialistas sobre un total de 165, hasta el año 2016. El tercero, que 20 gobernadores, de los 23, son miembros de la fuerza política gobernante. El cuarto, la unidad y cohesión de la Fuerza Armada Bolivariana, que mantiene su lealtad a la Constitución de 199.  Y el quinto, el reconocimiento internacional del nuevo gobierno y su Presidente, salvo algunas excepciones ya conocidas por su complicidad con los grupos golpistas de ultraderecha.

Así que hay una correlación de fuerzas favorable para el chavismo y los proyectos para seguir avanzando en el camino del Socialismo del Siglo XXI.

Sin embargo, los obstáculos están a la vista. En mi opinión los problemas diagnosticados y el inusitado rebrote político del bloque burgués se van a traducir en el desacelere de los procesos de cambio. El ritmo será otro y los riesgos son muchos, dado el aire tomado por la oposición escuálida.

A los efectos de las previsiones, medidas y proyecciones que se puedan adelantar, resulta oportuno volver la mirada sobre la complicada fase de los años 2001-2002-2003. En aquel momento la derecha se fue con todo y orquesto huelgas, paros y un golpe de Estado que casi liquida la revolución bolivariana. El trasfondo de todo ese escenario político fue la tremenda crisis economica de aquel entonces con un desplome espectacular del PIB. 

Todo se normalizó cuando se rescato PDVSA y con nuevos precios del petróleo se inició la ofensiva social con la creación de las Misiones sociales, con un PIB que llegó hasta cifras cercanas al 20%. Eran tiempos de bonanza.

Hoy, año 2013, el panorama económico no es el mejor. Ya hubo una devaluación muy fuerte, el déficit público crece, es muy probable que el PIB/2013 no se el mejor y la conflictividad laboral y social tiene varias manifestaciones muy delicadas.

A lo anterior, súmele la descontrolada violencia urbana, la insoportable corrupción de la burocracia pública, la ineficiencia institucional, el desabastecimiento alimentario y domestico, la crisis eléctrica, el rentismo petrolero, la violencia terrateniente (con complicidad oficial) contra los indigenas del Perija y la degradación de ciertas formas de intermediación política; fenómenos todos que debilitan la capacidad pública de gestión.

Lo cierto es que se necesita un timonazo de envergadura para que la derecha no sorprenda con un golpe de mano, pues la misma está convencida que en esta coyuntura se encontró su oportunidad dorada para retraer lo avanzado en la construcción de la Patria soberana y socialista.

Hay que entrarle con fuerza a temas como la transformación del Estado que es una maquina paquidérmica  De igual manera hay que buscar la eficiencia productiva con la socialización de la economía que depende de la capacidad del Estado para administrar las empresas; y del nivel de participación de los trabajadores en la gestión y dirección de las empresas.

La reforma ética y la transformación en las creencias y valores, todavía atrapados en el consumismo mercantilista creado por el neoliberalismo, es un elemento cardinal de la construcción del socialismo. Me refiero a la agenda de una revolución cultural que brilla por su ausencia en el discurso oficial, plagado muchas veces de "significantes vacíos" (Laclau).

San Cristobal, 16 de abril del 2013.