Por Horacio Duque
Es de tales
proporciones la crisis de la pequeña y mediana agricultura (maiceros,
algodoneros, lecheros, cacaoteros, arroceros, trigueros, paneleros, plataneros
y cafeteros) ocasionada por la implementación de los Tratados de Libre Comercio
y la vigencia, por más de quince años, del modelo neoliberal y su credo
mercantil, que produjo la insurrección protagonizada por los campesinos
caficultores.
El
levantamiento, con bloqueo de carreteras, manifestaciones y confrontación
directas con el ESMAD policial asesino, tiene las dimensiones de una
insurrección multitudinaria contra el Estado y la institucionalidad del sector
que representa la Federación Nacional de Cafeteros y sus Comités
Departamentales.
Lo que estamos
presenciando en Mondomo, Pescador y Piendamó, en el Cauca; en Garzón, Pitalito
y Gigante, en el Huila; en Chinchina, Supia y Riosucio, en Caldas; en
Bolombolo, Antioquia; en Ibague y Cajamarca, en el Tolima;
en Calarcá y Armenia, en el Quindío; en Nariño; en Santander; en el
Magdalena; y en el Cesar, es una rebelión generalizada contra el estado de
cosas existente y contra el régimen oligarquico y proimperialista que impera en
el Estado nacional.
Esta explosiva
y potente movilización tiene las características de la insurrección
de los Comuneros y artesanos del Socorro en 1789; se parece a las recientes
manifestaciones de los indígenas en el Cauca que dieron pie al desalojo de los
militares en Toribio; a la prolongada y heroica resistencia campesina
revolucionaria, que desde 1964 lidera, con las armas en la mano, las Farc/EP,
contra la dominación feudal e imperial.
Los campesinos
se cansaron de los pliegos respetuosos, de las marchas pasivas, de los desfiles
que mas parecen un entierro, de las manifestaciones con conciertos musicales y
obras de teatro que no conducen a nada y de los derechos de peticiones que son
objeto de desprecio por los jueces.
Los campesinos
se cansaron de las burlas de una burocracia repugnante y de los politiqueros
clientelistas, punta de lanza de la corrupción, compradores de votos.
Se les agotó la
paciencia con el Ministro de Agricultura, un reaccionario que ha parasitado por
años en la Federación de Cafeteros ocupando todos los altos cargos, nacionales
e internacionales. Ya no quieren más a la Federación Nacional de Cafeteros ni a
Genaro Muñoz, su Gerente perfumado, ni sus otros tecnocratas neoliberales,
insensibles frente a la situación de los caficultores pobres.
La insurrección
de los cafeteros se va a generalizar y es preciso que llegue hasta sus ultimas
consecuencias en las demandas y pliegos puntuales, que deben incluir la
Constituyente Cafetera a la que no se debe renunciar y en la que es preciso
intervenir, desde su diseño, la fecha de realización y temas a decidir.
Grandes
lecciones nos están dando los miles de cafeteros que hemos visto dando la pelea
sin tregua contra las maquinas violentas del Estado y el gobierno del señor
Santos,achicharronado por su mediocridad.