Horacio Duque.
El gobierno del señor
Santos y el establecimiento dominante en Colombia están mostrando mucho afán
por terminar las conversaciones de paz que se adelantan en La Habana con la
insurgencia campesina revolucionaria.
Les cogió el estrés y han
colocado ultimátum y fechas perentorias para consolidar acuerdos a como de
lugar. En noviembre debe estar todo listo, han dicho los voceros oficiales, a
la manera de un gerente postmoderno que tiene todo cronometrado e incluso
anticipado porque las ganancias son el objetivo sin importar el bienestar de
las personas.
Los afanes de la
reelección, por otros cuatro años, del actual jefe de la Casa de Nariño
explican la premura.
No hay que acudir a las
profundidades de la sabiduría filosófica y sus reflexiones sobre el tiempo y
los ritmos con los que transcurre para hacer observaciones sobre las
complicaciones de las velocidades y celeridades de la "paz express"
en la que está empeñado el actual gobierno, que es otra contingencia política
más entre las muchas que caracterizan al Estado y el régimen político que
consagra el texto constitucional vigente desde 1991.
Suficiente con acudir al
sentido común que sirve de guía a la vida cotidiana de todos los mortales para
entender el asunto.
No por tanto madrugar
amanece más temprano, dice un refrán. Otro señala que las cosas hechas a las
carreras quedan mal hechas.
Así de simple. Mejor ir
despacio y con buena letra.
Resolver el problema de
la violencia colombiana que ya completa, en esta fase, mas de medio siglo, no
es tarea que se pueda hacer de la noche a la mañana. Construir la paz no es
problema de un gobierno sino asunto que tiene que asumir el Estado y la sociedad
política en general de manera metódica y ordenada para que se ofrezcan las
soluciones sociales, económicas culturales y políticas adecuadas a la justicia
social y la democracia posneoliberal.
Hace mal el gobierno y
Santos en poner a depender su reelección del proceso de paz. Establecer desde
ya que el próximo presidente debe ser Santos es un acto antidemocratico porque
si algo caracteriza la democracia es la incertidumbre y la falta de certeza en
los resultados electorales. Estos siempre son una incógnita porque los
ciudadanos deciden de manera soberana sus predilecciones políticas y
presidenciales.
La paz express sería una
paz falsa porque deja todo igual y la violencia regresaría con otros sujetos y
mayor potencia hasta alcanzar los objetivos esenciales de un cambio real de la
sociedad en todos sus ámbitos.
Si Santos no se reelige
es su problema y resultado de su incapacidad política, pues su gobierno ha sido
mediocre toda vez que los resultados oficiales son absolutamente deplorables.
Basta con revisar la gestión para atender los desastres sociales ocasionados
por las pasadas olas invernales para confirmar empíricamente lo que es la
negligencia y corrupción estatal. Lo del sur del Atlántico, lo de Gramalote, lo
de Cali, lo del Rio Cauca y lo de Utica, es todo un insulto a la dignidad
humana de millones de seres humanos. No no doy otros datos y hechos que el país
bien conoce.
Si Santos se reelige o si
los que ganan la Presidencia son los de "Pido la palabra", es asunto
que se debe dejar al curso que cobren los procesos políticos; en todo caso la
paz es un tema de "larga duración" (Braudel) que debe asumir el
Estado porque es una obligación y un deber consagrado en las normas de la
Constitución y de la Carta de Derechos Humanos que sirve de referencia a la
humanidad.
Termino diciendo que los
procesos de paz que se dieron en Irlanda, Sur África, se tomaron mas de 120
meses (10 años). En el Salvador fueron más de 60 meses y en Guatemala fueron
más de 50 meses.
Colombia con un conflicto
de más de 50 años y con una sociedad de casi 50 millones habitantes no puede
pretender resolver la guerra en cosa de 3 meses como lo pretenden los voceros
del establecimiento oligarquico y el jefe de la Casa de Nariño empeñado en
figuraciones internacionales. Que se dejen de pendejadas y que se vuelvan
serios que esto no es un juego de niños.
Marinilla, 11 de febrero
de 2013.