Rodrigo Rojas Orozco- La otra orilla
El 9 de abril de 1948 se asesinó a Gaitán y con él la
esperanza de un pueblo que ansiaba una Colombia diferente. Esta fecha, marcó el
inicio de una guerra civil no declarada conocida como “la violencia”, que aún
no termina.
Un 19 de abril fue violentada la voluntad ciudadana en
unas elecciones fraudulentas, generando una rebeldía popular que desembocó en
el surgimiento del M-19, un movimiento armado que se autodenominaba de
democracia en armas y cuyo acuerdo de paz se concretó en la Constitución del
91.
Hace unos pocos años, el 9 de abril fue proclamado como el
día nacional de las víctimas, un reconocimiento anual a los miles de inocentes
muertos, vejados o desplazados que han padecido y algunos no terminan de sentir
esta tragedia nacional.
Este abril cambiará, hay un renacer de la esperanza.
Después de incontables días, la gente pierde sus temores y vuelve a hablar de
paz. Un sentimiento colectivo los anima, las voces que claman son cada vez
menos tímidas y mas frecuentes.
Un grupo de académicos, intelectuales y periodistas se
aventuraron a enviar a Timochenko y al Presidente Santos, sendas cartas
pidiéndoles que se sentaran a negociar. Las Iglesias Cristianas Evangélicas
llenaron la plaza de Bolívar pidiendo la paz. La Conferencia de Obispos una vez
más llama a la finalización del conflicto armado, respaldada por el Papa
Bendicto XVI.
Algunos alcaldes y gobernadores se reunieron para hablar
de paz y en Bogotá la Alcaldía Mayor promueve encuentros con organizaciones
sociales, activistas del pacifismo, partidos políticos y hombres comunes para
que se manifiesten este 9 de abril y le exijan a la mesa de negociación en La
Habana un acuerdo de paz.
El esfuerzo de abrir y mantener una mesa de negociación no
es suficiente, el proceso no se sostiene por sí solo si no hay política de paz.
Bienvenidos los encuentros del gobierno con los gremios y las autoridades
regionales, los tímidos acercamientos con la sociedad civil, pero esto no
basta. La mesa de negociación se ahoga en su encerramiento, atacada por una
fuerte oposición política y unos medios de comunicación hostiles, salvo algunos
columnistas, no se quiere comprender que se está negociando en medio de la
guerra.
Es la hora de la movilización ciudadana, de una gran
organización por la paz y que el esfuerzo que se está sembrando en Bogotá
alrededor del Alcalde se multiplique en todos los municipios del país y que
abril sea el inicio de la primavera de la reconciliación y la participación
democrática.