¡“Ni
un segundo de Tregua”! respondieron Juan Manuel Santos y su Mindefensa, Juan Carlos Pinzón, cuando las FARC propusieron una tregua de dos meses. |
Después de finalizada, el pasado 20 de enero, la
tregua unilateral de las Farc/EP, hecha como una concesión para ampliar los
niveles de credibilidad en la sociedad del proceso de conversaciones de La
Habana, la guerra interna ingresó, nuevamente, en una espiral creciente.
Olímpicamente,
el señor Santos despreció el gesto constructivo de la insurgencia
revolucionaria y mantiene su absurda disposición de seguir adelante con su
ofensiva militar porque su motivación es destruir y aniquilar por las malas a
la guerrilla. Acaricia el triunfo militar de tierra arrasada. No se percata que
por esa vía le irá peor, sin poder conquistar ya nada o casi nada, debido a que
se creyó la fantasía bélica de los generales uribistas de poner en alza las
acciones de la guerra y los planes ofensivos con rendimientos en declive por lo
equivocado de la estrategia bélica vigente.
Negarse tercamente a un cese bilateral del fuego y hostilidades,
implica descartar el ángulo de la colaboración reciproca que trajo la firma del
Acuerdo general de La Habana, los avances de las conversaciones en el tema
agrario y la participación de la sociedad civil, ahondando los
distanciamientos, para colocar las cosas en un viaje sin retorno hacia el conflicto
total y la guerra químicamente pura, como lo hemos visto en los
ataques aéreos del Paramillo y en los graves hechos del del Caqueta y Sumapaz,
con los operativos de varios frentes insurgentes que actúan con el
vigor de las leyes de la guerra.
Lo que está
ocurriendo es un aumento de las reciprocidades en los
distanciamientos de las partes debido a que Santos piensa que puede aniquilar
rápidamente al contendor, desconociendo sus recientes mutaciones políticas,
organizacionales, tácticas y estratégicas, a todas luces eficaces.
Por tales
circunstancias es inexorable inferir que el proceso se está debilitando y
desacelerando para de esa manera llegar muy probablemente al estancamiento y
ser sometido, repentinamente, por el jefe de la Casa de Nariño, a un brutal
reverzaso con el fin de priorizar sus planes politiqueros de reelección por
otros cuatro años más.
Pero el cuadro
de guerra perfilado por los gobernantes de turno tendrá unas repercusiones
políticas negativos, al revés de lo que se imagina el Presidente. Es su salto
al vacío debido a la vacilación de su conducta en el cometido de resolver la
prolongada guerra civil nacional.
Lo único que
podría regresar las cosas a un ambiente de entendimiento constructivo es la
colaboración mutua, sustituyendo así la lógica del aniquilamiento que
prevalece. El cese bilateral del fuego es un buen punto para avanzar en la
senda de los acuerdos eficaces. Hay que poner manos a la obra.