domingo, 17 de febrero de 2013

Paradojas fisiócratas: el Señor Echeverry y la teoría económica




Por Pablo Catatumbo, Integrante

del Secretariado Nacional de las FARC-EP




Domingo, 17 Febrero 2013

Son ellos los que se niegan a la tributación de los grandes poseedores del suelo, los que han implantado el altísimo índice de desigualdad del país y, en últimas, los que han sustentado las expresiones criminales –armadas y desarmadas- de la extrema derecha para defender sus privilegios y hacer de Colombia el país con la mayor concentración de la propiedad de la tierra en el mundo. Óigase bien, en el mundo.

Paradojas fisiócratas: el señor Echeverry y la teoría económica

En varios escritos hemos insistido en las dificultades que tiene el ejercicio serio del análisis social y del periodismo crítico en un país como el nuestro.
Las talanqueras de los Mass media empresariales, el relegado lugar que hoy ocupa la academia, y la existencia de una tradición, ajena al debate democrático y a la investigación social; signan un escenario propicio para la unanimidad cómplice, para la desinformación y para la vacuidad del pensamiento light.
Por ello no sorprende que pase inadvertido el artículo aparecido el 20 de enero pasado en el periódico “El Tiempo, titulado:”Las FARC y los fisiócratas”, de autoría del ex ministro de hacienda, Juan Carlos Echeverry.

Hasta hoy, ni periodistas ni investigadores sociales se han pronunciado sobre este libelo que no resiste el menor análisis argumentativo.
Es decir, no solo al ministro de hacienda se le permiten aseveraciones económicas sin sentido, (en plena edición dominical del diario de mayor tiraje del país), sino que la comunidad académica permanece silenciosa, cómplice.
Joven estudiante de economía que estas líneas lee: ¡avizore el panorama que se le avecina!

¿Qué sostiene el artículo en sí?

El ejercicio del ex ministro Echeverry consiste en una pretendida y falaz refutación de las propuestas agrarias de las FARC-EP, ligándolas a la escuela económica de los Fisiócratas.
Así, la iniciativa de recuperar la productividad rural y democratizar el uso del suelo en Colombia, es descartada por considerar que viene dictada por una visión agrarista del siglo XVIII, que desconoce los avances de la ciencia económica durante más de dos siglos.
Pues, sepa señor Echeverry, que se equivoca de cabo a rabo.

Se equivoca inicialmente cuando considera que nosotros, como los fisiócratas alumnos de Quesnay, consideramos la tierra como fundamento de todo valor.
Ubique en esa orilla teórica a los hacendados y ganaderos extensivos de cuyo parasitismo rentista sabe ya harto la nación, e indudablemente acertará.
Ellos, que acaparan hasta lo indecible, negándose a la innovación tecnológica y a la modernidad política, son quienes cavernariamente se oponen a cualquier avance democrático frente al uso del suelo.

En ellos, indudablemente, se encuentra lo más parecido a un fisiócrata criollo: el rentista que impone a sangre y fuego su voracidad por una tierra en la que encuentra una acumulación garantizada.
Son ellos los que se niegan a la tributación de los grandes poseedores del suelo, los que han implantado el altísimo índice de desigualdad del país y, en últimas, los que han sustentado las expresiones criminales –armadas y desarmadas- de la extrema derecha para defender sus privilegios y hacer de Colombia el país con la mayor concentración de la propiedad de la tierra en el mundo. Óigase bien, en el mundo.

Se equivoca igualmente el ex ministro Echeverry al traslapar la propuesta rural fariana con un simple esquema que conduce a la irreversible precarización del mundo agrario.
Lo que los integrantes de la Delegación de Paz en La Habana han hecho público, es una propuesta de modernización del mundo rural, acorde con las propuestas de los sectores de avanzada, tanto en el mundo de los movimientos sociales, como en el de las ciencias sociales.

Con este segundo yerro lo que demuestra el ex ministro es su interés en que no se conozca lo que las FARC EP le estamos proponiendo a la nación.
Con su descalificación a priori, queda claro que no se ha tomado la molestia de considerar nuestra propuesta, ni de dignarle un breve lapso de tiempo a su estudio.
Si lo hiciera, encontraría que contrario a lo que pregona la propaganda que se opone a los cambios, lo que nosotros proponemos dista mucho de ser una mera división aritmética de la extensión rural del país entre la población de trabajadores rurales.



Sabemos que en nuestro mundo rural coexisten diversas formas de producción, y sostenemos que, para beneficio de la nación, hay que buscar un reordenamiento de éstas, que garantice la producción de alimentos enmarcada en la soberanía alimentaria (fruto del trabajo de familias campesinas, con apoyo del Estado), sin que por ello se eliminen el resto de formas productivas que coadyuven a la producción nacional y al bienestar de todos.
Si estamos hablando de profundizar la democracia, habrá que aceptar que: en cualquier nación democrática del mundo el rentismo improductivo de la ganadería extensiva y de los hacendados ultra montanos, (tipo Lafourie) deben enfrentar tanto la desaprobación política, por lo aberrante e injusto de la inequidad que representan; repito, Colombia es el país más inequitativo del mundo en cuanto a concentración de la propiedad de la tierra; así como una alta carga tributaria.

Se equivoca también Echeverry cuando en tono despectivo utiliza el adjetivo agrarista. Dice muchísimo eso de la posición del ex ministro de hacienda sobre la problemática rural: para él, el “agrarismo”, los movimientos campesinos, las luchas indígenas, las reivindicaciones por la tierra, son sólo sinónimos de atraso. ¡Tremendo paladín se consiguió Santos para superar la brecha campo/ciudad!

Y se sigue equivocando Echeverry cuando quiere presentar a sus lectores a las FARC-EP, sus integrantes, y su comisión de paz en La Habana, como unos ignorantes que desconocen la teoría económica. Pero, en su intento queda mal parado es él; su ex ministerio, el gobierno que representan, y las universidades que lo titularon como economista laureado.
Y sostengo esto, pues el ex ministro asevera que toda actividad económica “agrega” valor a la mercancía. El moderno ex ministro que ve en la democratización del uso del suelo una huella del siglo XVIII, ignora que es su edificio teórico el que se remonta a dicha época.

Explicar que el valor de la mercancía es “agregado” difusa e inexplicablemente en cualquier estadio del mundillo económico, nos remonta al debate de los fundadores de la disciplina económica que, azorados por el ascenso del modo de producción capitalista, buscaban incansablemente en el idílico mundo de las ideas, el origen de la ganancia y la opulencia de quienes en la vida terrena cosechaban los frutos del despojo al campesinado y de la conformación de batallones de“trabajadores libres” condenados al trabajo fabril.

En el campo teórico, el señor Echeverry se parece mucho a un contemporáneo de los cómplices de los horrores fabriles de la Inglaterra de Dickens.
Vale recordarle al señor Echeverry que los integrantes de las FARC EP no somos fisiócratas.
Somos partidarios del pensamiento económico de un científico que se llamó Carlos Marx, cuyas teorías aún se estudian en la mayoría de las universidades del mundo entero y por lo tanto no consideramos la tierra como fuente de todo valor, pues es una verdad elemental, que el origen del valor hay que buscarlo en el mundo del trabajo, en la tensión del músculo y en el esfuerzo mental de los trabajadores y las trabajadoras; y no en el aire ni en el suelo –como los fisiócratas-.

Fuera de la fuerza humana de trabajo, no hay más que el universo utópico del valor agregado de quienes, como el ex ministro Echeverry, se inventan paraísos económicos para evitar mostrarse en público como lo que son: cómplices de la apropiación del plus valor del proletariado y de la pauperización de las condiciones del campesinado.
Cosa muy distinta a la visión fisiócrata es considerar, como lo hacen las FARC EP, que Colombia posee una formación social abigarrada en cuyo interior per vive una estructura agropecuaria semifeudal y antidemocrática que requiere de una transformación revolucionaria para hacerla democrática.
Es precisamente esa estructura, la verdadera matriz de origen de los problemas socioeconómicos más acuciantes que sufre esta nación. Tergiversar esta verdad no es más que un sofisma, y, para ser francos, un sofisma de baja estofa, o como se dice, de mala leche.