Movilización popular reclama por sus derechos |
Por Alberto Pinzón Sánchez
El optimismo y el pesimismo son estados
emocionales o subjetivos, generados por
una interpretación de la realidad. Por lo tanto para los marxistas
revolucionarios lo que primero existe es
la realidad material y su correspondiente análisis práctico de clase: “El análisis concreto
de la realidad concreta” surgido en la
experiencia de la lucha tan caro a Lenin. En la Colombia actual, un análisis
así, nos da la posibilidad de ser optimistas.
El presidente JM Santos y su antiguo
jefe, hoy odiado rival Uribe Vélez, están parados sobre la Tierra. Quiero decir
sobre la renta de la tierra o del suelo agrario, pero enfrentados horizontalmente por su apropiación;
los inversores agro-mineros y los agro-pecuarios, fracciones de una misma clase
trasnacional (neoliberal) dominante y gobernante que cada uno de ellos representa; dado el caso, o en un momento determinado de la contradicción
entre ellos, es más fácil que vuelvan a
unirse, a que por ejemplo, uno de ellos cometa el suicidio de coaligarse hacia
abajo con sus antagonistas del otro polo de la contradicción de clase: el
pueblo trabajador o gente del común. Este debe ser el punto de partida de
cualquier análisis de coyuntura en Colombia: contradicción horizontal arriba
soluble. Contradicción abajo-arriba insoluble.
El segundo elemento a considerar es el
movimiento real de la sociedad colombiana signado por varias circunstancias:
una La crisis económica y financiera global que está causando estragos en la economía
colombiana por ejemplo, la llamada
“quiebra de Interbolsa” donde reconocidos inversionistas de la oligarquía
financiera trasnacional colombiana han visto desaparecer en el
casino bursátil donde juegan, la alucinante e increíble suma de un millón de
millones de pesos colombianos. Otra circunstancia a considerar son los efectos devastadores del entreguista
tratado de libre comercio TLC, en algunos sectores productivos del campo
colombiano (confundidos como burguesía nacional) tradicionalmente dominantes y
favorecidos por el Estado como los cafeteros algodoneros, cacaoteros, etc, quienes
al verse despojados de algunos subsidios estatales, no han podido competir con el mercado global yendo
cuesta abajo en la rodada, se han visto forzados a protestar masivamente
pidiendo proteccionismo (confundido con patriotismo)
Además, se deben considerar como tercer
elemento las cifras oficiales del crecimiento industrial colombiano que son un
sarcasmo: “el sector industrial creció un cero por ciento”. La cifra de
desempleo estructural causado por el neoliberalismo está en aumento. La llamada
revaluación del peso colombiano producida por los Narco-dólares lavados por el narco-capitalismo
dominante. La devaluación en Venezuela, y,
el estancamiento físico de la locomotora
minero-energética de JM Santos, que por acción de la creciente y consiente movilización social (el cuarto elemento a
considerar) hoy es una bella maquina a vapor, nueva pero obsoleta, parada en una
estación fantasma sin rieles, echando humo negro producido por el carbón paramilitar
de la Drummond, la Fenoco, Glencore, Vale Coal, Gecolsa, resoplando vapor de
agua de las hidroeléctricas españolas de
Fenosa Emgesa, Isagén, y envenenado con el cianuro de la extracción del oro de
las trasnacionales canadienses. Es en una palabra, inviable.
Si a esto se le suma un quinto elemento: la
concepción ludópata del proceso de diálogos de la Habana, concebido por
“Augusto junto con el abominable Abdón”, como una partida de póker en un “saloon” de puertas batientes del salvaje oeste americano, en medio de las
balas y unido a una supuesta reeleción de Augusto, que cuando el virtuoso
jugador ha sido desnudado y ha quedado sin los ases que creía tener en la
manga, puede patear la mesa para que comience la balacera, y de la cual
ingenuamente cree va a salir triunfante como si fuera Django. Es obviamente una contraposición a una visión civilizada de proceso flexible, donde en un dialogo diplomático se cede bilateralmente con el fin de concretar acuerdos
sobre las reformas que la sociedad colombiana necesita desarrollar para superar definitivamente el histórico conflicto
social y armado de Colombia. Visión de ludópata que no tiene ningún futuro.
Un sexto elemento son las repercusiones políticas que este desarrollo contradictorio
de la sociedad tiene en la conciencia social, muy a pesar de la desinformación
y la intoxicación mediática producidas por el aparato de propaganda del
régimen: El malestar producido por la reforma a la justicia. El Fuero Militar.
El fallo sobre el archipiélago de San Andrés utilizado políticamente por Uribe
Vélez. El impacto las muertes inútiles por la continuidad del conflicto. El
accionar continuado de los Paramilitares. Los anhelos de paz del pueblo
colombiano respaldados por la Conferencia Episcopal colombiana. Más la vigorosa
protesta social que está en Marcha, sin poder ser aplastada por la
criminalización y persecución del
Estado:
Pues se tiene un cuadro que deja pensar
en los “asomos” de una situación política que permite desde ya, lanzar este 9
de abril venidero, la consigna popular de un
nuevo gobierno patriótico de reconciliación y reconstrucción de Colombia, para
superar la incapacidad y desprestigio de
la clase gobernante y sacar al país de la crisis en la que se encuentra. Pero en
lugar de conformar un Toconsan (todos contra Santos) o frente cívico burgués
como el de 1957 que derrocó al dictador conservador General Gustavo Rojas
Pinilla (Gurropín) conformar un nuevo Poder popular. Es factible y sobre todo
posible. Pongámoslo en marcha.