Popayán, 15 de marzo de 2013
Una
verdadera rebelión cívico-popular se desarrolló al calor del paro realizado por
los caficultores colombianos entre el 25 de febrero y el 8 de marzo de 2013. Lo
que más llama la atención es la naturaleza del movimiento en donde participaron
de una manera directa más de 120.000 manifestantes y aproximadamente un millón
y medio de personas de forma indirecta.
¿Cuál es esa naturaleza? Para algunos
analistas el paro fue cafetero, nada más. La verdad es que esta inmensa
movilización comprometió a todos los sectores del gremio caficultor, desde el
más pequeño parcelero y proletario recolector hasta el campesino rico y el
empresario cafetero que se vieron representados por el “Movimiento por la
Defensa y la Dignidad de los Caficultores”.
Pero además, en toda la región cafetera
– que hoy comprende el eje cafetero tradicional (Antioquia, Caldas, Risaralda,
Quindío, Norte del Valle y del Tolima) y departamentos como los del Cauca,
Huila, Nariño, Caquetá, Putumayo y Santander –, se sumaron de diferentes formas
al movimiento decenas de miles de personas que están vinculadas al sector
cafetero por lazos de trabajo (jornaleros), comerciantes de toda clase,
transportadores y compradores de café. Fue así como el paro nacional cafetero
se convirtió, en efecto, en un gran paro cívico de la región andina colombiana.
Ello se manifestó claramente en la
escogencia que se hizo de los sitios de concentración y de bloqueo, todos muy
cerca de cabeceras de municipios cafeteros sobre carreteras nacionales y
departamentales como Bolombolo y La Pintada en Antioquia; Irrá en Caldas; Belem
de Umbría y Remolinos en Risaralda; Calarcá en Quindío; El Líbano y Boquerón en
Tolima; Piendamó, Timbío, Galíndez, Pescador y Mondomo en el Cauca; Neiva,
Garzón, Pitalito y Pescadero en el Huila; Chachagui y El Pilón en Nariño y 15
sitios más en diversos departamentos.
Se debe resaltar la participación masiva
del pequeño caficultor aunque todos los sectores cafeteros estuvieron
representados y fueron partícipes activos, ya que los organizadores del paro
acertaron en hacer girar el centro del movimiento alrededor del problema del
precio sin introducir el criterio de las distinciones por dimensión de área
sembrada que el gobierno quiso manejar en las negociaciones para dividir el
movimiento.
Es destacable la solidaridad manifiesta
que se expresó en dos capitales de departamento como Popayán y Neiva, encabezada
especialmente por el movimiento estudiantil y algunas organizaciones sociales.
Pero además, el paro contó con una opinión pública francamente favorable a
pesar de la campaña de desprestigio que el gobierno intentó montar con el
argumento de siempre: la infiltración de la insurgencia o por las consecuencias
que los bloqueos ocasionaban para la población del suroccidente colombiano,
donde los bloqueos a la carretera panamericana fueron totales y absolutos.
El
desarrollo del movimiento
Desde el año pasado los caficultores
colombianos venían llamando la atención sobre diversos problemas que azotan
éste sector de la agricultura nacional como la baja producción, la pérdida del
ingreso por cuenta de los bajos precios internacionales y la revaluación del
peso colombiano, el alto costo de los insumos – especialmente los fertilizantes
–, la incapacidad para pagar los créditos bancarios y otra serie de problemas
relacionados. En esa dinámica se movilizaron a Manizales el 13 de agosto de
2012 y desde ese momento hicieron conocer su pliego de exigencias que sólo
hasta el 6 de febrero de 2013 fue respondido por el gobierno reiterando la
ayuda aprobada el año anterior de $6.000 por arroba o $60.000 por carga de 125
kg.
Ante la insuficiente respuesta del
gobierno los caficultores colombianos se aprestaron a cumplir con el paro
anunciado para el 25 de febrero de 2013. El gobierno a última hora intentó
abortar la movilización convocando para el domingo 24 a los dirigentes
cafeteros a reunirse en Bogotá en horas de la tarde. La dirigencia del paro no
se dejó distraer y se concentraron en la realización del movimiento que para
mediados del primer día (lunes) ya tenía más de 20 sitios de concentración a lo
largo y ancho de los departamentos comprometidos, a los cuales se sumaron
contingentes importantes de cacaoteros de Santander concentrados en La Lezama
(carretera entre Barrancabermeja y Bucaramanga) de los municipios de Cimitarra,
San Vicente del Chucurí y Landázuri. Al cierre del día se calculaban entre
80.000 y 100.000 campesinos movilizados.
El gobierno juega al desgaste dejando
que los días pasaran sin llamar a negociar e intenta mediante la represión
policial, militar y de la ESMAD desalojar a los manifestantes de sus sitios de
concentración y bloqueo, causando numerosos heridos y detenidos en diversos
lugares de movilización. Los manifestantes consiguen el apoyo de nuevos
contingentes que a finales de la semana superaban los 100.000 manifestantes.
El sábado 2 de marzo el gobierno se
reúne con los representantes de la Federación Nacional de Cafeteros de
Colombia, gremio oficial que agrupa a la denominada institucionalidad cafetera
y aparenta un “acuerdo” alrededor del aumento de la ayuda para la compra del
café a razón de $5.500 por arroba o $55.000 por carga, quedando en la suma de
$115.000 por carga de café para caficultores con menos de 20 hectáreas de
cultivos y de $95.000 para quienes poseyeran más de 20 has.
Esa pantomima de acuerdo fue rechazada
tajantemente por la dirigencia del paro y fue asumida como un agravio por parte
de las bases cafeteras que ya no se sienten representados por la burocracia de
la Federación. Tal trampa y burla hizo que nuevas y renovadas fuerzas de
caficultores se movilizaran a los sitios de concentración y que los bloqueos de
carreteras se fortalecieran. En el Cauca más de 5.000 indígenas nasa y Misak
(guambianos) se unieron a la protesta.
Como se puede observar la firmeza y
beligerancia del movimiento cafetero desnudó las falencias y la soberbia del
gobierno que se negaba a negociar “bajo presión de bloqueos de vías
carreteables”. Mientras tanto los medios de comunicación se encargaban de
deslegitimar el paro tratando de enfrentar a la población de las ciudades
sitiadas por los bloqueos, por diferentes clases de problemas como el
desabastecimiento de combustibles y víveres, la insuficiencia de insumos
hospitalarios en algunas regiones y otras situaciones propias de un movimiento
de tal envergadura.
Es así como en la segunda semana de paro
cafetero el gobierno se ve obligado a entablar conversaciones directas con los
organizadores del paro, encargando al vicepresidente Angelino Garzón y al
seudo-ministro “Lucho” Garzón la labor de mediadores, convocando para el
miércoles 6 de marzo a la ciudad de Pereira a los organizadores del paro para
buscarle una salida negociada al conflicto.
Los
logros del paro
La negociación del pliego cafetero se
centró en el tema del precio del café. El movimiento cafetero exigía un precio
de sustentación alrededor de $700.000 por carga. Al final de dos días largos de
negociaciones se acordó lo que el gobierno llamó un apoyo para la Protección
del Ingreso Cafetero PIC que consiste en un valor de $145.000 por carga de 125
kg sobre el precio publicado por la Federación. Es así como se obtiene un
incremento de 141% sobre la cifra de $60.000 y de 26% sobre los $115.000 que el
gobierno había ofrecido en su frustrada negociación del 2 de marzo con la
Federación.
De acuerdo al Acta del convenio “Cuando
el precio base de compra sea inferior a los $480 mil por carga de café
pergamino seco de 125 Kg., el PIC será de $165 mil por cada carga de café pergamino
seco de 125 Kg.”. Así mismo se establece que “Este apoyo se entregará a los
caficultores cuando el precio base de compra publicado por la Federación
Nacional de Cafeteros de Colombia sea inferior a los $700 mil por carga de café
pergamino seco de 125 Kg.” y “En ningún caso la suma entre el precio base de
compra y el PIC será superior a los $700 mil por carga de café”.
Es así como el punto central del
movimiento se acerca a las expectativas de los caficultores colombianos
representando para el gobierno la asignación de una partida de $830.000
millones de pesos del presupuesto nacional para cubrir dicho subsidio; monto de
recursos económicos que irrigará la economía de más de 550 municipios cafeteros
de 14 departamentos.
Para los demás puntos del pliego –
créditos, costo de fertilizantes e insumos, minería en zonas cafeteras,
importación del grano y otros – se acordaron mesas de trabajo con presencia
ministerial que “sesionarán por 90 días a partir de la fecha de su instalación,
para deliberar y obtener conclusiones, recomendaciones, acuerdos o decisiones”.
Entre los principales logros del paro se
debe destacar haber vinculado a la lucha social (y política, en el mejor
sentido de la palabra) a cientos de miles de productores cafeteros, que si bien
habían luchado en la década de los años 90s del siglo XX por condonación de
deudas bancarias y otros puntos relacionados, no lo habían hecho con la
beligerancia, organización y cohesión que demostraron en esta ocasión.
Así mismo, además de la importante
solidaridad obtenida por el movimiento a lo largo y ancho de la región
cafetera, se podría afirmar que ésta histórica jornada va a inaugurar una nueva
oleada de luchas sociales que están relacionadas íntimamente con las
consecuencias de la aplicación de las políticas neoliberales impuestas en
Colombia, que por efecto de la criminalización de la lucha social y la dura
represión de las últimas décadas no había logrado la dimensión política que ha
conseguido en el resto de Sudamérica.
Algunos
significados del paro cafetero
Esta gran expresión de rebelión
cívico-social y política ha demostrado que:
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La
crisis del sector agropecuario es profunda, estructural y se va a manifestar
con mayor fuerza en el inmediato futuro en otros sectores productivos como el
lechero, ganadero, arrocero, etc. Todo el modelo de apertura y de “libre
comercio” ha sido puesto al desnudo. Las clases campesinas van a protagonizar
nuevas luchas relacionadas con la política productiva y económica del país.
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La
situación del sector cafetero colombiano es de una insondable gravedad, no sólo
por su baja producción y por los bajos niveles del ingreso del caficultor, sino
porque todo el modelo productivo está en cuestionamiento y profunda crisis. La
subordinación de los pequeños caficultores a los grandes exportadores
colombianos y de todo el sistema cafetero colombiano a los intereses de las
grandes transnacionales tostadoras y comercializadoras de café, es un hecho que
se traduce en tal lamentable circunstancia.
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La
Federación Nacional de Cafeteros de Colombia es una institución paquidérmica,
de tipo “corporativo”, controlada por el gobierno, alejada de los intereses de
los caficultores, burocratizada y clientelizada, que requiere de una
transformación democrática para ser puesta al servicio de los intereses de las
amplias mayorías de productores.
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El
mapa cafetero ha cambiado. La producción se ha desplazado a departamentos como
el Huila, Cauca y Nariño, en donde los pequeños y medianos productores han
podido resistir – relativamente – la crisis del sector cafetero, acudiendo a
mano de obra familiar y adecuando su cafetal a dinámicas de economía parcelaria
campesina.
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Se
puede afirmar que una gran parte de los campesinos actuales tienen un pié en la
finca y otro en un centro urbano en donde la familia encuentra educación y
otros servicios públicos, pero además en donde se rebuscan económicamente
combinando labores como la pequeña industria, artesanía, comercio,
construcción, etc. El campesinado colombiano del siglo XXI es esencialmente
distinto del que existía en el siglo XX.
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Este
gobierno de Juan Manuel Santos es muy débil frente al movimiento social. No
sólo hubo imprevisión e incapacidad de leer la situación de los productores de
café sino que existió una combinación de prepotencia, torpeza y soberbia a la hora
de enfrentar el paro, lo cual en gran parte fue uno de los determinantes del
éxito del movimiento.
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La
concreción de las reivindicaciones cafeteras (precios, créditos, costo de
insumos, etc.) de fácil comprensión para el conjunto de los productores cafeteros,
constituyó la base de la fortaleza del movimiento. Se unificó a todos los
sectores y la consigna del precio movía a todas las partes interesadas. Grandes
masas de productores dieron un paso hacia la protesta social. Esa es su
fortaleza.
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La perspectiva inmediata es encontrar
puntos de acción coincidentes con otros sectores de la producción agropecuaria
lo que le dará a la lucha y al movimiento un nivel superior en las
reivindicaciones económicas y políticas. El camino ha quedado desbrozado.