jueves, 14 de marzo de 2013

Habemus Papam, lo que no habemus es vergüenza

Y el pasado es imborrable, ahora lo condenará también el futuro





Nechi Dorado

Hoy una gran parte del pueblo argentino recibió tremendo “gancho al hígado” aplicado por la más alta estructura de la iglesia católica. No puedo quedarme callada siendo parte de un pueblo que lloró a 30 mil compañeros asesinados, torturados, masacrados.

Que aún llora por los nietos no recuperados.

Por los bebés nacidos en cautiverio y entregados, muchas veces, a quienes fueran los asesinos de sus madres.

Dirán como han dicho mil veces, sus padres eran terroristas.

Preguntaré como he preguntado mil veces ¿los bebés también eran terroristas?

Por las madres, padres, hij@s, familiares que aún no saben qué es lo que pasó con sus seres queridos.

Por los compañeros y compañeras arrancados por fuerzas del odio cuando hasta tenía el tupé de darles la extremaunción antes de despedazarlos.

Por el desangre de mi tierra y por el desastre que vino cuando se instalaron las malditas teorías neoliberales que hasta el momento perviven.



Bergoglio bendiciendo a genocida Rafael Videla



Sudamérica y en momentos tan puntuales fue “honrada” habiendo sido electo para ocupar el trono de San Pedro, un representante del ala más “derecha” de la iglesia argentina. Quien fuera hasta ayer el cardenal Jorge Bergoglio, es ahora el nuevo Santo Padre, anunciado con una fumata que más que anunciar, intoxicó.

Uno, acostumbrado a hilar finito encuentra una paradoja muy preocupante. Retrotrayéndonos a la década del ‘80 cuando aparece un Karol Wojtyla y viendo después como se cumplía el sueño de más de un mal nacido: entraríamos en la etapa de unipolaridad del mundo. Un solo amo y sus secuaces serían quienes habrían de amasar como arcilla blanda las teorías conspiradoras contra los pueblos.

Tampoco casualmente, a Wojtyla lo sucede Ratzinger, hombre vinculado a la juventud nazi con fuerte participación en esa estructura genocida.

“Dios no es neutral” dijo ya instalado en esa situación hegemónica, otro delirante y parece que no habló en balde.

Tal vez no fuera Dios el que tomara partido para mal, así como tampoco hizo nada para evitar las guerras que llegaron y avasallaron pueblos enteros, valiéndose de mentiras y de toneladas de bombas inteligentes.


El Cardenal Bergoglio, hoy Papa, representante de ¿Dios? en la Tierra



Ahora, en un continente donde soplan aires de cambio en favor de los pobres es designado Papa un sacerdote que fuera aliado de la dictadura militar argentina. No son hechos casuales sino causales.

La iglesia como parte del poder mundial decide que un hombre que evitó que la justicia caiga con toda su ley sobre un cura pederasta, sea Papa.

La iglesia decide que un hombre vinculado a la desaparición de personas, sea Papa.

La iglesia decide que un hombre que es confeso y acérrimo opositor al matrimonio igualitario, sea Papa.

Que quien se opone al aborto no punible, sea Papa.

Permite que sea Papa un jesuita de la Compañía de Jesús que hiciera públicas sus declaraciones respecto a “limpiar esa Compañía de jesuitas zurdos”, para posteriormente arrastrar a la muerte a dos sacerdotes “diferentes”, de esos que lógicamente, nunca llegarían a ser máximo prelado.

Permitir que un hombre que lleva el odio enquistado en sus vísceras sea hoy el máximo representante de una iglesia vernácula, es una vergüenza que algún día deberá ser juzgada.






El famoso Reino de los Cielos no se si estará de luto ante lo que considero un desatino, un agravio de la más baja calaña. De lo que sí estoy segura es que en esta tierra convulsionada, quienes amamos y sobre todo respetamos la vida sentimos que es un día en el que se institucionalizó el agravio.

Esta iglesia caótica ha dado una muestra más de su perfil fascista escupiendo su veneno sobre los pueblos latinoamericanos.

Bajo el alias de Francisco I –que suena similar a la utilizada por un “generalísimo” de España, también genocida, que la historia tiene engrampado en sus páginas- extenderá su poder infernal tratando de incidir sobre un continente que pretende ser libre de cadenas y marcha en ese camino.







Está en nosotros tratar de hacer la fuerza ya no posible, sino la imposible, para contrarrestar este desatino que no es sino uno más en el triste historial de odios que caracteriza a esa institución.

Personalmente MALDIGO esta decisión que no puede ser motivo de alegría más que para los cómplices del odio, que tanto daño quieren descargar sobre mi pueblo y sobre los pueblos hermanos.

Recordando a Juan Gelman en su inolvidable “Mi Buenos Aires querido” podemos asegurar que: ¡…habrá más penas y olvido!