Y el pasado es imborrable, ahora lo condenará también el futuro |
Nechi Dorado
Hoy una gran parte del pueblo argentino recibió
tremendo “gancho al hígado” aplicado por la más alta estructura de la iglesia
católica. No puedo quedarme callada siendo parte de un pueblo que lloró a 30
mil compañeros asesinados, torturados, masacrados.
Que aún llora
por los nietos no recuperados.
Por los bebés
nacidos en cautiverio y entregados, muchas veces, a quienes fueran los asesinos
de sus madres.
Dirán como han
dicho mil veces, sus padres eran terroristas.
Preguntaré como
he preguntado mil veces ¿los bebés también eran terroristas?
Por las madres,
padres, hij@s, familiares que aún no saben qué es lo que pasó con sus seres
queridos.
Por los
compañeros y compañeras arrancados por fuerzas del odio cuando hasta tenía el
tupé de darles la extremaunción antes de despedazarlos.
Por el desangre
de mi tierra y por el desastre que vino cuando se instalaron las malditas
teorías neoliberales que hasta el momento perviven.
Bergoglio bendiciendo a genocida Rafael Videla |
Sudamérica y en
momentos tan puntuales fue “honrada” habiendo sido electo para ocupar el trono
de San Pedro, un representante del ala más “derecha” de la iglesia argentina.
Quien fuera hasta ayer el cardenal Jorge Bergoglio, es ahora el nuevo Santo
Padre, anunciado con una fumata que más que anunciar, intoxicó.
Uno,
acostumbrado a hilar finito encuentra una paradoja muy preocupante.
Retrotrayéndonos a la década del ‘80 cuando aparece un Karol Wojtyla y viendo
después como se cumplía el sueño de más de un mal nacido: entraríamos en la
etapa de unipolaridad del mundo. Un solo amo y sus secuaces serían quienes
habrían de amasar como arcilla blanda las teorías conspiradoras contra los
pueblos.
Tampoco
casualmente, a Wojtyla lo sucede Ratzinger, hombre vinculado a la juventud nazi
con fuerte participación en esa estructura genocida.
“Dios no es
neutral” dijo ya instalado en esa situación hegemónica, otro delirante y parece
que no habló en balde.
Tal vez no
fuera Dios el que tomara partido para mal, así como tampoco hizo nada para
evitar las guerras que llegaron y avasallaron pueblos enteros, valiéndose de
mentiras y de toneladas de bombas inteligentes.
El Cardenal Bergoglio, hoy Papa, representante de ¿Dios? en la Tierra |
Ahora, en un
continente donde soplan aires de cambio en favor de los pobres es designado
Papa un sacerdote que fuera aliado de la dictadura militar argentina. No son
hechos casuales sino causales.
La iglesia como
parte del poder mundial decide que un hombre que evitó que la justicia caiga
con toda su ley sobre un cura pederasta, sea Papa.
La iglesia
decide que un hombre vinculado a la desaparición de personas, sea Papa.
La iglesia
decide que un hombre que es confeso y acérrimo opositor al matrimonio
igualitario, sea Papa.
Que quien se
opone al aborto no punible, sea Papa.
Permite que sea
Papa un jesuita de la Compañía de Jesús que hiciera públicas sus declaraciones
respecto a “limpiar esa Compañía de jesuitas zurdos”, para posteriormente
arrastrar a la muerte a dos sacerdotes “diferentes”, de esos que lógicamente,
nunca llegarían a ser máximo prelado.
Permitir que un
hombre que lleva el odio enquistado en sus vísceras sea hoy el máximo
representante de una iglesia vernácula, es una vergüenza que algún día deberá
ser juzgada.
El famoso Reino
de los Cielos no se si estará de luto ante lo que considero un desatino, un
agravio de la más baja calaña. De lo que sí estoy segura es que en esta tierra
convulsionada, quienes amamos y sobre todo respetamos la vida sentimos que es
un día en el que se institucionalizó el agravio.
Esta iglesia
caótica ha dado una muestra más de su perfil fascista escupiendo su veneno
sobre los pueblos latinoamericanos.
Está en
nosotros tratar de hacer la fuerza ya no posible, sino la imposible, para
contrarrestar este desatino que no es sino uno más en el triste historial de
odios que caracteriza a esa institución.
Personalmente
MALDIGO esta decisión que no puede ser motivo de alegría más que para los
cómplices del odio, que tanto daño quieren descargar sobre mi pueblo y sobre
los pueblos hermanos.
Recordando a
Juan Gelman en su inolvidable “Mi Buenos Aires querido” podemos asegurar que: ¡…habrá
más penas y olvido!