Erase una vez cardenal. Es hoy el Papa |
OPINION
Por Horacio Verbitsky
Entre los centenares de llamados y
mails recibidos, elijo uno. “No lo puedo creer. Estoy tan angustiada y con
tanta bronca que no sé qué hacer. Logró lo que quería. Estoy viendo a Orlando
en el comedor de casa, ya hace unos años, diciendo ‘él quiere ser Papa’. Es la
persona indicada para tapar la podredumbre. Es el experto en tapar. Mi teléfono
no para de sonar, Fito me habló llorando.” Lo firma Graciela Yorio, la hermana
del sacerdote Orlando Yorio, quien denunció a Bergoglio como el responsable de
su secuestro y de las torturas que padeció durante cinco meses de 1976. El Fito
que la llamó desconsolado es Adolfo Yorio, su hermano. Ambos dedicaron muchos
años de su vida a continuar las denuncias de Orlando, un teólogo y sacerdote
tercermundista que murió en 2000 soñando la pesadilla que ayer se hizo
realidad. Tres años antes, su íncubo había sido designado arzobispo coadjutor
de Buenos Aires, lo cual preanunciaba el resto.
Orlando Yorio no llegó a conocer la
declaración de Bergoglio ante el Tribunal Oral Federal 5. Allí dijo que recién
supo de la existencia de chicos apropiados después de terminada la dictadura. Pero el Tribunal Oral Federal 6, que juzgó el plan
sistemático de apropiación de hijos de detenidos-desaparecidos, recibió
documentos que indican que ya en 1979 Bergoglio estaba bien al tanto e
intervino al menos en un caso a solicitud del superior general, Pedro Arrupe.
Luego de escuchar el relato de los familiares de Elena de la Cuadra,
secuestrada en 1977, cuando atravesaba el quinto mes de embarazo, Bergoglio les
entregó una carta para el obispo auxiliar de La Plata, Mario Picchi, pidiéndole
que intercediera ante el gobierno militar. Picchi averiguó que Elena había dado
a luz una nena, que fue regalada a otra familia. “La tiene un matrimonio bien y
no hay vuelta atrás”, informó a la familia. Al declarar por escrito en la causa
de la ESMA, por el secuestro de Yorio y del también jesuita Francisco Jalics,
Bergoglio dijo que en el archivo episcopal no había documentos sobre los
detenidos-desaparecidos. Pero quien lo sucedió, su actual presidente, José
Arancedo, envió a la jueza Martina Forns copia del documento que publiqué aquí,
sobre la reunión del dictador Videla con los obispos Raúl Primatesta, Juan
Aramburu y Vicente Zazpe, en la que hablaron con extraordinaria franqueza sobre
decir o no decir que los detenidos-desaparecidos habían sido asesinados, porque
Videla quería proteger a quienes los mataron. En su clásico libro Iglesia y dictadura, Emilio Mignone lo mencionó
como paradigma de “pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin
defenderlas ni rescatarlas”. Bergoglio me contó que en una de sus primeras
misas como arzobispo divisó a Mignone e intentó acercársele para darle
explicaciones, pero que el presidente fundador del CELS alzó la mano
indicándole que no avanzara.
No estoy seguro de que Bergoglio haya
sido elegido para tapar la podredumbre que redujo a la impotencia a Joseph
Ratzinger. Las luchas internas de la curia romana siguen una lógica tan
inescrutable que los hechos más oscuros pueden atribuirse al espíritu santo, ya
sean los manejos financieros por los que el Banco del Vaticano fue excluido del
clearing internacional porque no cumple con las reglas para controlar el lavado
de dinero, o las prácticas pedófilas en casi todos los países del mundo, que
Ratzinger encubrió desde el Santo Oficio y por las que pidió perdón como
pontífice. Ni siquiera me extrañaría que, brocha en mano y con sus zapatos
gastados, Bergoglio emprendiera una cruzada moralizadora para blanquear los
sepulcros apostólicos.
Pero lo que tengo por seguro es que el
nuevo obispo de Roma será un ersatz, esa palabra alemana a la que ninguna
traducción hace honor, un sucedáneo de menor calidad, como el agua con harina
que las madres indigentes usan para engañar el hambre de sus hijos. El teólogo
brasileño de la liberación Leonardo Boff, excluido por Ratzinger de la enseñanza
y del sacerdocio, tenía la ilusión de que fuera elegido el franciscano de
ancestros irlandeses Sean O’Malley, que carga con la diócesis de Boston,
quebrada por tantas indemnizaciones que pagó a niños vejados por sacerdotes.
“Se trata de una persona muy vinculada a los pobres porque trabajó mucho tiempo
en América Latina y el Caribe, siempre en medio de los pobres. Es una señal de
que puede ser un papa diferente, un papa de una nueva tradición”, escribió el
ex sacerdote. En la Silla Apostólica no se sentará un verdadero franciscano
sino un jesuita que se hará llamar Francisco, como el pobrecito de Asís. Una
amiga argentina, me escribe azorada desde Berlín que para los alemanes, que
desconocen su historia, el nuevo papa es tercermundista. Menuda confusión.
Su biografía es la de un populista
conservador, como lo fueron Pío XII y Juan Pablo II: inflexibles en cuestiones
doctrinarias pero con una apertura hacia el mundo, y sobre todo, hacia las
masas desposeídas. Cuando rece su primera misa en una calle del trastevere o en
la stazione termini de Roma y hable de las personas explotadas y prostituidas
por los poderosos insensibles que cierran su corazón a Cristo; cuando los
periodistas amigos cuenten que viajó en subte o colectivo; cuando los fieles
escuchen sus homilías recitadas con los ademanes de un actor y en las que las
parábolas bíblicas coexisten con el habla llana del pueblo, habrá quienes
deliren por la anhelada renovación eclesiástica. En los tres lustros que lleva
al frente de la Arquidiócesis porteña hizo eso y mucho más. Pero al mismo
tiempo intentó unificar la oposición contra el primer gobierno que en muchos
años adoptó una política favorable a esos sectores, y lo acusó de crispado y
confrontativo porque para hacerlo debió lidiar con aquellos poderosos
fustigados en el discurso.
Ahora podrá hacerlo en otra escala, lo
cual no quiere decir que se olvide de la Argentina. Si Pacelli recibió el
financiamiento de la Inteligencia estadounidense para apuntalar a la democracia
cristiana e impedir la victoria comunista en las primeras elecciones de la
posguerra y si Wojtyla fue el ariete que abrió el primer hueco en el muro
europeo, el papa argentino podrá cumplir el mismo rol en escala
latinoamericana. Su pasada militancia en Guardia de Hierro, el discurso populista
que no ha olvidado, y con el que podría incluso adoptar causas históricas como
la de las Malvinas, lo habilitan para disputar la orientación de ese proceso,
para apostrofar a los explotadores y predicar mansedumbre a los explotados.
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