Por Luis Britto García
Entrevista para Clodovaldo
Hernández, CIUDAD CARACAS CCS
En una conversación,
me dijo Hugo Chávez Frías: “Yo no soy humorista. Lo que soy es jodedor”. Vale
decir, provocador, zumbón, polémico. La verdad de la afirmación la testimonian
algunos dichos memorables. Tras la abrumadora derrota de la rebelión militar
del 4-F, reconoce ante los medios que no se han logrado los objetivos, y añade
“por ahora”. La paradoja resultó profecía. En un organismo internacional donde
acaba de hablar Bush afirma que “aquí huele a azufre”, y todos saben por qué.
Recordemos también la perdurabilidad de los apodos o calificativos que
endilgaba. Con motivo de una manifestación rala que no llegaba al centenar de
integrantes, llamó a los opositores “escuálidos”, y así se quedaron. Pero
también cursó Hugo Rafael el camino del humor en la infinidad de anécdotas que
terminaron formando Los cuentos del arañero. Hay historias sobre
romances contrariados, sobre sus frustrados sueños de convertirse en estrella
beisbolística como “el látigo Chávez”, sobre los castigos en la Academia
Militar por sus reflejos de zurdo. En esta capacidad de convertir contratiempos
en añoranzas se revela el humorista, la víctima de su propia lucidez.
Atrevámonos a la irreverencia de sospechar que si Hugo llega a ver sus propias
exequias, las hubiera tachonado de chistes. Con razón afirmó alguna vez:
"Revolución es amor y humor". A quien vive por la alegría ni la
muerte lo rinde.